La seducción de la inflación

Jorge Heili

¿Por qué los economistas hablan del aumento de los precios como uno de los males de la economía? ¿Por qué los gobiernos que promueven la inflación tienen alta popularidad? Venezuela se encamina a una tasa de inflación anual superior al 40%, en Argentina los índices se aproximan peligrosamente al 30%.

En ambos países, los gobiernos gozan de un alto apoyo popular a pesar de que toda la sociedad padece de los problemas básicos que cualquier libro de economía refleja casi estadísticamente: conflictos laborales por salarios, escasez de productos, disminución de las importaciones, disminución del intercambio comercial, pérdida de poder adquisitivo y aniquilación del ahorro.

Me sigo preguntando por qué hay tanta gente que no protesta o, peor aún, que no ve a la inflación como un problema que perjudica a su vida.

Milton Friedman, premio Nobel de Economía, sostiene que la inflación está relacionada con el proceso de creación de dinero. Los gobiernos de Argentina y Venezuela imprimen dinero de manera constante, generan “expansión monetaria” que se vuelca en gasto público del Estado. La Unión Europea, posiblemente inspirada en la rigidez alemana, opta por limitar la emisión de euros y desde Bruselas se les exige a los gobiernos que bajen el gasto, aumenten los ingresos vía impuestos y reduzcan salarios si es necesario para tener equilibrio fiscal.

La diferencia entre ambos modelos es evidente: países como España tienen altos niveles de desempleo, porque no hay dinero suficiente para estimular la reactivación de la economía; los municipios y los gobiernos regionales ven que los ingresos fiscales no alcanzan para tener más empleados públicos u otorgar subsidios a sectores productivos locales para ayudarlos a reactivar.

En cambio, los empleados públicos de Argentina y Venezuela están tranquilos, saben que cada mes el gobierno les depositará su salario. Los sectores sociales que reciben subsidios recibirán la ayuda económica, los transportes públicos recibirán en sus cuentas los millonarios montos del Estado que permiten sostener los precios del bus y el tren a precios “para todos y todas”.

Las paritarias con los sindicatos permiten cerrar acuerdos con aumentos salariales de 25%, que tendrán un magnífico efecto placebo: el primer mes que un trabajador cobra con una mejora del salario del 25%, le permite “darse el gusto” de viajar el fin de semana de puente, comprar unas nuevas zapatillas o ropa en 12 cuotas, y experimentar esa sensación de poder de consumo. Dentro de 3 meses, el efecto placebo se habrá acabado, porque la tarjeta de crédito viene con las cuotas, el supermercado nos resulta 10% más caro, subieron los combustibles y la mejora salarial se diluye en poco tiempo.

El Banco Central fija el valor del dólar y genera un atraso cambiario, por eso el precio de un litro de leche se vuelve más caro en dólares que en Alemania, donde el ingreso per cápita duplica o triplica al de argentinos y venezolanos.

Eso no importa, porque hay una clase media que vuela a Miami y compra 3 jeans al mismo precio dólares que uno fabricado por productores nacionales. Esa compra será financiada con los dólares del Banco Central, cuando se deban transferir los montos de los consumos de los turistas que se fueron.

La gente en la calle dice convencida que este modelo es mejor que el de Europa, porque en España, 1 de cada 4 personas no tiene empleo, mientras que las cifras de paro en Argentina y Venezuela son inferiores a 10%. “Un poquito de inflación” sugirió un día el fallecido ex presidente argentino Raúl Alfonsín. Era el llamado a emitir dinero para crear bienestar. En ese “estado de bienestar” vivimos hoy.

El verdadero impacto de las políticas de Estado tiene consecuencias de corto y largo plazo. Los admirados alemanes que crecen, son locomotora de Europa y tienen jubilados que viajan por el mundo, son los mismos que aplicaron un monumental ajuste en 1999, durante la gestión de Gerhard Schröeder. Los sindicatos, la oposición y el pueblo lo calificaron de “traidor”.

El corto plazo fue durísimo, con protestas sociales en todo el país, redujo a mínimos la popularidad de Schrôeder. Ahora Merkel representa el éxito de un modelo, todos destacan la producción industrial, el estado de bienestar y el crecimiento alemán. Durante la crisis de 2008, Alemania no destruyó empleo. Españoles, portugueses e italianos buscan empleo en Alemania.

En Argentina y Venezuela se venden autos importados como nunca antes, salen aviones llenos de turistas al exterior, los comercios venden computadoras, televisores, todo en cuotas a 12 o 24 meses. Lo que no está claro es cómo serán Argentina y Venezuela en 2023, ¿se parecerán a Alemania de hoy o necesitarán adoptar el modelo de 1999?