Las finanzas del nacionalismo palestino

Julián Schvindlerman

Las últimas noticias que han revelado la magnitud del tesoro del ISIS (o Estado Islámico) -USD 2.000 millones- han captado la atención de una opinión pública sorprendida por los recursos a disposición de un movimiento terrorista sanguinario. Menos sabido es que quien le sigue en la lista de las agrupaciones terroristas más ricas del mundo es el Movimiento de Resistencia Islámico, más conocido como Hamas, que tiene un presupuesto operativo anual de USD 1.000 millones. A diferencia de ISIS, esta agrupación palestina no tiene acceso a pozos petroleros ni controla una región del tamaño de Bélgica esparcida entre dos Estados; Gaza es pobre y diminuta. Pero tiene en su poder algo sumamente valioso ante los ojos del mundo: el destino de 1.8 millones de palestinos.

Desde la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el pueblo palestino ha llegado a recibir la más grande asistencia económica mundial en términos per cápita desde el Plan Marshall tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Como gobernador de la franja, Hamas está a punto de beneficiarse de esa generosidad: el mes pasado países donantes comprometieron USD 5.400 millones para la reconstrucción de Gaza. Si bien no está planeado que ese monto enorme llegue a las arcas de Hamas sino a la sociedad civil palestina, asumir que Hamas no tomará una porción de la torta es una fantasía.

No obstante, los mil millones de dólares con los que cuenta hoy Hamas no devienen de estas donaciones futuras. A lo largo de su existencia, Hamas recibió apoyo material sustantivo de Qatar, armas de Irán, aportes individuales de ricos saudíes y dinero de colectas de los propios palestinos entre otras fuentes. En particular, cerca de un tercio de su ingreso provino del gravamen impuesto a las mercancías contrabandeadas por los alrededor de 1.500 túneles que cruzaban hasta hace poco la frontera gazatí desde el desierto del Sinaí egipcio. En 2005, el negocio de los túneles generaba en promedio USD 30 millones al año; para 2008, al cabo de un año de gobierno de Hamas, producía ese ingreso por mes. El negocio era tan lucrativo y la proliferación de túneles tan extraordinaria que Hamas se hizo cargo. Se apropió de los túneles edificados por la Autoridad Palestina, prohibió la construcción de nuevos túneles para Fatah y controló aquellos administrados por otros grupos terroristas d
e la franja. Incluso estableció la Comisión para los Asuntos de Túneles para que regulara la actividad. Para 2010, estimaba el periodista Nicolas Pelham, los túneles de Gaza tenían 5.000 dueños y daban trabajo a 25.000 empleados, los que proveían a hogares que alcanzaban alrededor de 150.000 gazatíes, casi el 10% de la población de la franja. En tanto Hamas gobierne la franja, “el dinero donado a Gaza es una inversión en una guerra futura, no en la paz” sugirió el comentarista Jonathan Tobin.

Pero el dinero de Hamas -y el de ISIS, así como el de cualquier otro movimiento terrorista en cualquier lugar y período de la historia moderna- empalidece en comparación al tesoro que otrora tuvo su competidor legendario dentro del nacionalismo palestino: la OLP de Yasser Arafat. Solamente Fatah, el órgano central de la OLP, tenía en los años ochenta siete mil millones de dólares en su poder según la revista The Economist. En 1990, la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) estimó el valor de los activos de la agrupación palestina entre USD 8.000 y USD 14.000 millones. En 1993, el Servicio de Inteligencia Nacional Criminal británico (NCIS) ubicó el guarismo en los USD 10.000 millones y le atribuyó un ingreso anual que rondaba los dos mil millones. En el 2000, la inteligencia israelí valuaba en veinte mil millones de dólares el tesoro de la OLP. “La mayor parte de las organizaciones revolucionarias y terroristas proyectan una imagen de persecución y pobreza” escribió el especialista John Laffin en su libro de 1982 The P.L.O. Connections. “La OLP, en contraste, es un grupo terrorista de luxe. Peculiarmente, no opera huyendo ni es perseguida ni pobre; opera desde edificios de oficinas con un staff permanente asalariado que trabaja horas regulares, se toma vacaciones al año y recibe pensiones de la OLP”, apuntó.

La transformación económica de la OLP -de ser un grupo que popularizó el secuestro de aviones y la toma de rehenes desde fines de los años sesenta para convertirse en una verdadera institución financiera internacional- ha sido uno de los capítulos más fascinantes y menos conocidos de la historia de la organización palestina. En el campo de la ilegalidad obtuvo dinero de aportes de potentados particulares, estados árabes, extorsiones, tráfico de drogas y robos; entre los que se cuenta, según James Adamas señala en su obra The Financing of Terror de 1986 el robo más espectacular jamás realizado a un banco hasta entonces, así consignado por el Libro Guiness de Récords Mundiales: el atraco efectuado por la OLP al Banco Británico del Medio Oriente en Beirut, en 1976. También contó con una cartera de inversiones perfectamente legal que incluyó hoteles en París y Damasco, una compañía de transporte marítimo en Chipre, duty free shops en Nigeria y Tanzania, la Radio Montecarlo y emprendimientos agrícolas en naciones tan dispares como Polonia, Egipto y El Congo. A partir de 1981, la OLP entró al negocio del crédito global al prestarle al gobierno de Nicaragua doce millones de dólares, convirtiéndose probablemente en la primera organización terrorista en la historia en prestar -en vez de pedir- dinero. India, Yemen, Congo, Líbano e Irak se cuentan entre los estados beneficiados por los créditos de la OLP.

En los años noventa y a inicios del nuevo milenio, Edward Said y Suha Tawil (esposa de Arafat) han estado entre quienes han protestado por la corrupción rampante en las cuentas de la Autoridad Palestina, sucesora de la OLP en la administración de Gaza y Cisjordania a partir de 1994.

Sea en su vertiente nacionalista laica (OLP) o en la religiosa fundamentalista (Hamas), el liderazgo de los palestinos ha sido y es rico. Inmensamente rico. Los palestinos, en cambio, han sido y son mayormente pobres. Que ambos grupos hayan conseguido persuadir al mundo entero que les obsequie -directa o indirectamente- grandes sumas de dinero es toda una proeza.

Y una gran patraña