Apostillas electorales

Julio María Sanguinetti

A los viejos tupamaros, de vez en cuando les asalta su vieja intolerancia, el impulso de violencia, y no se contienen, expresando esos recónditos odios que siguen anidando en espíritus que simplemente se han acomodado a una nueva realidad sin cambiar su naturaleza. Los insultos soeces del Presidente a propósito del tema de los presos de Guantánamo, frangollo supremo construido paso a paso por él mismo, con sus improvisaciones y contradicciones; los de Eleuterio Fernández Huidobro contra blancos, colorados y —con nombre y apellido— el doctor Jorge Batlle y un servidor, configuran una demostración cabal de esa maligna sobrevivencia.

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El frangollo, entrevero, enchastre, o como queramos llamar al episodio referido, agrega ahora otro capítulo: el Presidente que dijo que él y sólo él resolvería cuándo vendrían los presos de Guantánamo, él que consultaría solo con la almohada, él que se indignaba porque las demoras le comprometían otras negociaciones, resolvió ahora esperar y consultar al gobierno electo. En una palabra reculó y en chancletas. No bien advirtió el viento en contra que había levantado, y en campaña como está, se dio vuelta en el aire y sacó el tema del escenario. ¿Cómo lo explicará al Departamento de Estado la pobre Embajadora?

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Ocurre algo revelador con los dirigentes políticos. Antes se les pedían trámites jubilatorios o teléfonos, ahora les piden ayuda —con algún amigo— para conseguir hora con los especialistas… Desde que se instaló el glorioso Fonasa, pobre del que tenga un problema urgente, porque en la emergencia le atienden como pueden médicos abrumados y en la consulta a fondo le imponen un mes de demora. No es un tema pequeño.

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El papelón de las enormes empresas de encuestas en Brasil (Ibope, Data Folha, etc.) resuena en el mundo. Ofrecen explicaciones, pero nadie pide disculpas ni reconoce la falibilidad del método. Ese es el tema. Hay quien discute prioritariamente la honestidad de los resultados. Sin entrar en ello, la cuestión es que las encuestas tienen metodológicamente muchos problemas que no se reconocen y que luego explican los errores de los resultados.

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Pedro Bordaberry sigue afirmando su candidatura. Sus presentaciones últimas —ADM, radio Espectador, Canal 4— han tenido un eco ampliamente favorable. Le empieza a pasar lo mismo que a Aecio en Brasil. Se reconoce que son los más preparados, pero las encuestas…. Hasta que éstas se dan vuelta y se ajustan a la realidad. Esperemos, entonces.

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Al revés de lo que se suele decir, se discute demasiado sobre propuestas y programas, que en ningún caso son radicales (por eso hasta se habla de plagios entre uno y otro) y, en cambio, no se lo hace sobre dos fenómenos fundamentales. Uno, la inflación, que supera el 8%, la mayorista excede el 10%, y cuando pasen los dibujitos electorales de la estadística, quedará en evidencia el gravamen irracional que establece sobre sueldos, salarios y pasividades. En segundo lugar, si vamos a seguir con una democracia liberal o —como el peor peronismo— los sindicatos seguirán comandando, como ha ocurrido en salud, vivienda, educación y hasta en el Parlamento. Mucha gente ingenua vota a Astori y no advierte que quienes deciden son los muchachos del SUNCA o de la Federación de la Salud, a los que la ciudadanía no votó. Esta es una realidad fundamental. No se trata de negar valor a los sindicatos en cuanto legítima representación de intereses gremiales, pero sí de establecer claramente que no ejercerán el poder público ni manejarán dineros del Estado.