Transición y gobernabilidad en Venezuela

Leonardo Pizani

Desde la muerte de Chávez -marzo de 2013- en Venezuela venía dándose un verdadero proceso de transición. El excelente trabajo que realizó la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), su Secretario Ejecutivo -Ramón Guillermo Aveledo- y Henrique Capriles, enfocados en la búsqueda de una salida democrática, mostró el camino y logró, en abril de ese año, un verdadero sacudón para Maduro y su gobierno que, con un resultado de muy discutida legalidad, a duras penas pudo ganar las elecciones por la mínima ventaja del 1% de los votos. En diciembre del mismo año se producen elecciones municipales en las que, a pesar de un importante avance de la oposición, el oficialismo gana en medio de una fuerte crisis económica y grandes tensiones sociales y políticas con los militares en la calle.

Mucha gente clama por un cambio. La frustración por los resultados electorales y la angustia, rabia y el temor de muchos que con toda razón se sentían ahogados por los problemas de la vida diaria y la bárbara represión desatada por el Gobierno, dio lugar a un importante movimiento de protesta que comenzó con reclamos estudiantiles en el interior del país y tuvo su punto culminante en una gran manifestación convocada por los estudiantes el 12 de febrero (Día de la Juventud). A esa movilización se sumó la MUD, esgrimiendo dos posiciones: por una parte, la fracción mayoritaria intentando acompañar y orientar el descontento de la gente, y, por la otra, un grupo que intentó radicalizar el movimiento tras una fuerte consigna, que se demostró vacía, pero que insinuaba la promesa de un fin rápido a la crisis y dividió a la oposición. La derrota de “La Salida” no sólo constituyó un duro golpe para la oposición, que en su conjunto pagó con muertos, heridos, presos y exilados; paradójicamente, también le sirvió al Gobierno para reenfocar su estrategia de poder y fortalecer su ala más retrógrada dirigida por el Capitán Diosdado Cabello. 

Mientras el oficialismo buscó y consiguió en Cuba el foco y el mando que había perdido, la oposición venezolana entró en un serio proceso de descomposición. La renuncia de Aveledo a la Secretaría Ejecutiva de la MUD ha dado lugar a una diáspora que además de restarle fuerzas a la oposición, confunde con proposiciones variopintas. De ser la fuerza en crecimiento probablemente ganadora de los siguientes procesos electorales, la MUD pasó a estar dividida y al borde de una nueva derrota justamente cuando los lapsos constitucionales parecen coincidir con sus necesidades estratégicas.

Para lograr una transición democrática en paz hacia la reconstrucción del país, es necesario acumular fuerzas. La ruta era clara con la MUD: primero ganar la Asamblea Nacional en el 2015, luego  gobernaciones y Asambleas Legislativas en el 2016, año durante el cual también se abriría la posibilidad de un Referendum Revocatorio; en el 2017 las elecciones municipales, para culminar el proceso con la Presidencia de la República. Puede parecer lento y lejano, pero en realidad no lo es tanto si consideramos que los cambios podrían comenzar el año entrante. Ahora, ni la ruta ni la unidad aparecen tan claramente. Quienes proponen otros caminos deben aclarar sus lapsos y propuestas antes de continuar generando confusión.

Venezuela necesita tiempo para construir una transición democrática en paz.  Eso lo sabemos todos y -cualquiera sea el camino que se proponga- debemos decirlo con claridad para evitar aventuras políticas que sólo consiguen retrasarnos. A pesar de la angustia y desesperación en la que se vive, de la terrible inseguridad, de la insoportable inflación, de la escasez, de la corrupción, de la falta de libertades e instituciones y del desastre de los servicios públicos, a pesar de todo eso, tenemos que comprender que no hay salida mágica posible. Cualquiera que llegue al gobierno va a requerir, antes que nada, de las condiciones mínimas de gobernabilidad para actuar y obtener el tiempo imprescindible para llevar adelante los cambios que el país exige.

Se necesita tiempo para civilizar el país y meter los militares a sus cuarteles; para comenzar a limpiar la administración publica de corruptos ejerciendo desde la asamblea los controles constitucionales, para poner luz en la caja negra de las finanzas del Estado y de PDVSA y para mil cosas más. Hacer creer que esas cosas se pueden conseguir con sólo cambiar al Presidente no sólo es un  error, puede ser suicida. Un nuevo Ejecutivo necesita condiciones mínimas de gobernabilidad para conducir la transición en paz. Contar con mayoría en la asamblea es crucial para garantizar tal escenario. Todos los partidos en la MUD acordaron un Programa de Gobierno que es un compromiso con la nación que debe ser cumplido. La sociedad civil debe presionar y exigir responsabilidades.