Manual Fito Páez para el progre anti PRO

Luis Novaresio

Fito Páez no merece haber dicho lo que le dijo a Macri o a Esteban Bullrich o  quien sea, ya que al final, no queda claro sobre qué hablaba. Porque sostener en retrospectiva que alguien es un asesino o su cómplice es de cobarde o de ignorante. Y Páez, no es ni lo uno ni lo otro. “En la dictadura hubieran sido buchones, hubieran entregado gente”, sostuvo hace algunas horas el rosarino para agregar, en referencia a la dirigencia del PRO: “Sabemos que mucha gente estuvo ligada a uno de los fenómenos más horrorosos de este país que fue el proceso de la dictadura”. No se entiende esto de jugar a un innecesario y superficial revisionismo histórico hipotético. Semejante banalidad  sólo distrae a la hora de aclarar, en serio y en la Justicia, lo que ocurrió realmente en el pasado reciente, introduciendo debates de mala leche que empiezan con este “¿Qué habría pasado si Macri hubiera estado en 1976?” y termina con el no menos disparatado “¿Qué habría sido Fito en la época de los montoneros?”. El planteo de este gran músico argentino es inadmisible en tiempos en donde uno espera discutir si Cristina o Mauricio son más eficaces para solucionar los graves problemas de inseguridad, de inflación y de futuro para todos los que habitamos el presente.

Páez no ignora. Sabe que ni el jefe de la Ciudad ni su ministro de Educación denunciaron a activistas en los 70 para que desaparecieran ni que semejante atrocidad puede ser comparada con el 0800 propuesto para que se cuente si en las escuelas primarias o secundarias de la nación hay actividad política no consensuada o autorizada por padres y directores de los colegios. Que la hay. Que más allá de si está bien o no, si favorece a la libertad  que los pibes desde los 5 o 6 años se saquen fotos con militantes políticos desde el jardín de infantes, esto debería ser discutido con la comunidad educativa que integran los mayores que ejercen la patria potestad y la responsabilidad de educar y no impuesta, acá sí, a los sopapos autoritarios.

Fito no es cómplice. Porque si de verdad tiene algún dato específico de un gesto colaboracionista de un civil, del PRO o del PJ, con la atroz dictadura del 76 no tiene otro camino que denunciarlo a la Justicia y no exorcizarlo de manera egoísta en una nota periodística. En esa extensa e interesante entrevista en el ciclo que conducen los siempre creativos Claudio Villarroel y Bernarda Llorente (vale la pena revisarla en su totalidad http://www.infobae.com/notas/668558-Fito-Paez-cuestiono-al-PRO-En-la-dictadura-hubieran-entregado-gente.html), el músico reclama ser libres para decir lo que se piensa aunque tal libertad traiga tensiones o complicaciones. Allí hay un Fito reflexivo que se pone en el lugar de padre y cuenta que siente que el debate por el voto a partir de los 16 años es más una cuestión familiar que política. Y es interesante escucharlo. Es raro, distinto y caprichoso entonces el tono que usa cuando se lo consulta sobre el jefe de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí vuelve el mismo tono de asco del año pasado al descalificar a los que votan distinto que él e invoca la libertad para el desprecio. ¿Quién puede negar su libertad de expresión para que él discuta con el PRO? Nadie. Salvo que esa pugna -Fito casi habla de un escenario de permanente conflicto como modo de progreso- invada el límite que cualquier república pone para garantizar la convivencia social: el código penal.

No se  puede imputarle a otro, ni siquiera invocando la creatividad artística que hace más livianas y poéticas las cosas, ser un “desaparecedor” de personas por acción u omisión y creer que eso es la libertad de expresión. Con eso no se juega, Fito. Nadie, ni él, pueden banalizar semejante delito creyendo que se saca patente de “progre anti PRO”, esperando el aplauso de la tribuna adicta que quizá decida comprar dos discos más.

En todo caso y como siempre, es otro artista el que mejor ubica la cosa. El maestro Antonio Tarragó Ros proponía ayer no pelearse con su par rosarino y, casi a manera de charla de amigos le dijo, palabras más, palabras menos, en un programa de radio: Nosotros los artistas tenemos la obligación de buscar la belleza. Ante tanta agresión, debemos saber responder con belleza, con espacio de palabra y no de insulto, con lugar de ideas y no de gritos. Ya bastante pelea hay como para subirnos sin necesidad a ese caballo.

Componer, siempre, cada vez, una canción o un pensamiento con los sustantivos asco y buchones queda algo lejos de la belleza generosa. ¿No?