Cuando el río suena y desborda por las dos orillas

Luis Novaresio

La contundente manifestación de anoche en todo el país deberá ser leída como un irrefutable mensaje popular a toda la clase dirigente. Primero y principal, a no equivocarse, al gobierno nacional. Pero luego, también a los que todavía no entienden qué es la oposición política.

Para el kirchnerismo, los cientos de miles de personas congregados en el Obelisco y en plazas públicas de la nación entera es un mensaje dado en su mismo idioma: la gente en las calles.

Si durante casi diez años los que ocupan el poder postularon que “volvió la política” y que su más excelso modo de expresión es la manifestación popular, lo de anoche los interpela con las mismas herramientas que se defendieron a rajatabla aún cuando en ese marco se cometieran delitos como quemar comisarías. Anoche, salvo un oscuro y repudiable trompazo a un camarógrafo de TV, miles de argentinos usaron pacíficamente un recurso puramente del modelo K para decirle, con contundencia, no a aristas centrales del mismo modelo. El Gobierno tiene que responder. Porque lo ha hecho siempre, desde el atril sin repregunta, cuando vio al pueblo en la calle. Y anoche, eso hubo. La administración central, que ha ensalzado cuanta manifestación callejera hubo en este tiempo y que anoche, nobleza obliga, también respetó en su concreción, no puede ofrecer solo silencio.

Apenas pasadas unas horas de la jornada de ayer, parece que algo ha cambiado. No hay “negros de mierda” de Luis D’ Elia como hace un mes sino “ciudadanos que deben ser tenidos en cuenta”, según dijo el mismo dirigente hacia la medianoche. No se contabiliza a los que salieron anoche como “bien vestidos de zona norte” sino como un “muy numeroso conjunto de pobladores molestos con ciertas políticas oficialistas que merecen ser escuchados”, en palabras del siempre racional Ricardo Forster de “Carta Abierta”. Ojalá que la Presidente se incline por considerar los argumentos de este filósofo y no los chispazos ya poco originales del detonador de pirotecnia verbal oficial de Aníbal Fernández, que luce poco renovado invocando a la Sociedad Rural y a la incalificable Cecilia Pando.

La oposición, a su tiempo, también fue interpelada. Los que protagonizaron esta impactante marcha forjaron sin estructura política una agenda que cientos de diputados, senadores y dirigentes que trabajan de eso no lograron perfilar desde su supuesto saber profesional de la actividad. Inseguridad, inflación, respeto por las normas que se juraron al asumir al cargo y buen trato y diálogo a la hora de discutir estos temas.

Quedaron así en off side muchos de los que pretenden ser líderes con aspiraciones de gobierno. La claridad de lo que se reclamaba anoche contrastó con la inadmisible patinada de gestión que en la noche del apagón porteño se sacaba fotos con el conjunto Kiss en vez de hablarle a la gente para, al menos, tranquilizar su desesperación. Gobernar es presencia, acción personal y trabajo, trabajo, trabajo. La convicción de los manifestantes chocó con el vidrioso discurso de los socialistas como Hermes Binner que no terminan de definir si tienen modelo alternativo a los K cada vez que levantan la mano para acompañar los proyectos centrales del Gobierno. Y, por citar algún ejemplo más, los cientos de miles de ciudadanos lanzados a la calle ayer le enrostraron a los radicales que no hacen falta tanta interna ni comisión para decir y hacer cosas concretas.

Lo de anoche debería ser visto como un hecho verdaderamente trascendente. Tamizados por los propios manifestantes aquellos pocos antisistema que usan el recurso antediluviano de la fuerza uniformada o la utopía del nihilismo político, lo que se vio fue un republicano reclamar a los representantes del pueblo en su calidad de inquilinos del poder. Fue un estupendo recordatorio popular de que la escritura de ese mismo poder está en manos de los que en paz se congregaron en el Obelisco y en plazas argentinas, quienes tienen la firma para renovar, o no, el contrato de alquiler.

Doble mensaje. A los que temporariamente aprietan botones en la Casa de Gobierno para que tomen nota que el 55% por ciento de los votos no da derecho a presumir que nada tiene que discutirse por 4 años. Y a los que aspiran a llegar a esos despachos, hacerles presente que no alcanza con decir que algo no les gusta sin poder exhibir en cuerpo y acción que tienen al menos dos ideas distintas para llevar a la práctica.

El río popular ayer desbordó para las dos orillas.