¿No va a renunciar?

Luis Novaresio

Mentir en política, ¿importa? Hace exactamente ocho meses, desde esta misma columna nos preguntábamos si ser mendaz en la actividad pública tenía sanción. Doscientos cuarenta días más tarde, idéntica cuestión se abate después del trágico temporal que golpeó la ciudad y la provincia.

Mentir, intendente de La Plata Pablo Bruera, ¿importa?

No es sencillo no subirse al camino de los chivos expiatorios y caer con todo el peso del reclamo sobre un solo funcionario cuando es evidente que los 60 muertos que dejó la tormenta tienen una aceitada cadena de responsabilidad por imprevisión y por ausencia de un programa serio de reacción ante el desastre. No sería justo en honor a cada uno de los fallecidos, que no deben ser amortiguados en un número estadístico que despoja de nombre, apellido, familia, historia, futuro y proyecto de cada uno de ellos, convencernos de que si hoy se hubiese conocido la renuncia indeclinable, la de todo hombre de bien, del intendente de La Plata, el caso quedaría cerrado. Pero que algo no sea más que una parte no omite que se encamine al resultado del todo.

Pablo Bruera mintió. Y lo hizo descaradamente. La falta a la verdad desembozada debería ser causal de salida de la función pública. Es cierto que no fue el único que no estaba en el puesto ejecutivo (señores servidores públicos: lean los manuales de instrucción cívica que recuerdan que esa función no se detiene ni admite vacaciones). Tampoco estaban el ministro  de Desarrollo de la ciudad, el jefe coordinador (sic) del gabinete de la Capital, el vicegobernador de la provincia ni la propia ministra de Desarrollo de la Nación y varios etcéteras más.

La otra ausencia estruendosa fue la de Mauricio Macri. No mintió, es cierto. Dijo que estaba en Brasil en plan de descanso. A estos funcionarios se los podrá juzgar democráticamente a la hora del voto teniendo en cuenta el compromiso demostrado en su gestión, especialmente a quien aspira a ser presidente del país y cree que merece vacaciones como un “ser humano normal” cuando apenas faltan seis meses para las elecciones que pueden definir su futuro y gobierna la ciudad estado más grande de la Nación. Macri no es “un ser humano normal” cuando hace política. En este país con más carencias que ventajas, hay  ganar confianza en la función pública demostrando compromiso personal y físico 24 sobre 24. Si se es oposición, hay que mostrar la diferencia con la acción y no con la ausencia. Sea en el cargo o en la comisión que debate como en un “Auto Mac” la reforma a uno de los poderes del Estado. Paréntesis: Ya se sabe que el gobierno va por todo en este aspecto del Poder Judicial. Quedarse en el despacho llorando el invocado espíritu autoritario del que gobierna, ¿es todo lo que tiene que ofrecer que aspira a ser la alternativa al modelo?  Hay que saber hurgar en la vergüenza ajena aunque esa acción no dé réditos de números. Hay que mostrar lo que está mal y recordarlo con presencia. Pero eso, y lo del caso de los ausentes en la tormenta, es una mera opinión.

Mentir es inopinable. Está mal y merodea el Código Penal. Argüir que se hizo materialmente por dedos que inventaron un tweet y una foto (¡una foto al lado de bidones de agua para los evacuados mientras se estaba en Río de Janeiro!) y que no son propios sino de un equipo de comunicación linda lo inescrupuloso a la hora de hacerse cargo de las funciones de gobierno. De paso: fue más increíble que el propio hermano del intendente, legislador y asesor, invocara a cuatro autores materiales de la mentira sin poder dar nombre y apellido con claridad, salvo el presunto involucramiento de su propia esposa.

No alcanza con “ofrecer” la renuncia al parlamento local. ¿Qué es eso? ¿Alguien ofrece postularse? Se postula y punto. Se renuncia y punto. Tampoco es suficiente invocar que hay mucha tarea para hacer en ayuda de los afectados. Si no se hizo la primera, estar en el lugar de los hechos o no estando evitando la mendacidad de querer vender gato por liebre para salvar las apariencias, menos imprescindible es la presencia de ahora.

Es cierto que el intendente podría invocar cientos de ejemplos en donde desastres similares jamás acarrearon una dimisión. Ni siquiera la de aquel funcionario que hace ocho meses invocaba títulos que no poseía, ni jefes de gobierno de ciudades que vieron calcinar a 200 personas y hoy reclaman dignidad desde una banca, ni representantes que escapan lejos de una tragedia para que no los salpiquen las “consecuencias”. Y tantos otros más. Nunca mejor para estos casos que la sabiduría popular. Mal de muchos, consuelo de tontos. Y de pueblos demasiado mansos, si se permite agregar.