Doctora Gils Carbó: corresponden sus disculpas

Luis Novaresio

Hoy se vence el plazo máximo establecido por la ley para que José María Campagnoli sea destituido o confirmado en su cargo. Hoy, el fiscal, quedará eximido de sanción o de reconocimiento de inocencia por el paso del tiempo en el jury de enjuiciamiento que se inició hace 10 meses.  Como dijo hace 90 días el siempre lúcido ex presidente del Colegio de abogados de la Capital, Jorge Rizzo, el derecho volvió a ser abusado sin conceder la chance de una resolución justa, proclamando el “ni vencedores ni vencidos”.

Campagnoli, por default y no por un acto de voluntad ajustado a derecho, es inocente. O no culpable. De esta situación disparatada sí hay una responsable: la jefe de todos los fiscales, Alejandra Gils Carbó. La misma que arremetió contra él con terquedad (¿y rencor personal?) y hoy, con un fracaso estrepitoso, impidió que se produzca un pronunciamiento fundado sobre el tema que, se sabe, iba a absolver a Campagnoli. Antes que verse perdidosa, la máxima representante del pueblo que se sienta en la jefatura de los fiscales prefirió hacer caer la causa por el paso del tiempo.  Triste. Van a argüirse cuestiones de forma, renuncias de una integrante del jury, plazos que involuntariamente se complicaron. La verdad politica, es otra.

¿Va a pedir disculpas la doctora Gils Carbó? ¿Va a explicar cómo fue posible que impulsara de manera express un jury contra un fiscal que investigaba, por ejemplo, si Lázaro Baéz lavaba dinero con la complicidad del poder? ¿Nos dirá si no siente que hubo ensañamiento con el fiscal cuando pidió que durante el proceso, aún con la presunción de inocencia consagrada desde los romanos, se le quitara el sueldo a Campagnoli? Debería. Y, siguiendo su lógica, podría también pedir el descuento de su propio sueldo por los días de su trabajo dedicados a un proceso que, desde el comienzo, lucía antojadizo.

Gils Carbó acusó al fiscal de excederse en sus funciones de investigar (sic), de transgredir reglas formales de competencia (el fondo del presunto lavado de dinero, se ve, no le interesó) y de perturbar la confidencialidad de la investigación (lo que importa es que no se sepa públicamente si hay delitos para ella, no que existan). Algunos otros denostaron al fiscal asegurando que había confeccionado un listado de fotos de presuntos delincuentes para “estigmatizarlos” comparándolo con un moderno Cesar Lombroso que andaba por la vida deteniendo gente por cara “rara”.  Nada de eso se probó. Nada. Es más. Un integrante de ese jury de enjuiciamiento confiesa hoy en privado que pocas veces vio tanta superficialidad en la acusación y en su sustento probatorio.

¿Y entonces? ¿No va a pasar nada? ¿Campagnoli queda exento por el paso del tiempo y ya está? ¿Se puede acusar a alguien apuntando todos los cañones del Estado y, de repente, decir aquí no ha pasado nada? ¿Esta es la renovación de la “corporación judicial” que propone la Procuradora? ¿Esto es un modo de justicia legítima?

Uno puede equivocarse ejerciendo el derecho como sucede en todo ámbito de la vida. Hasta puede entenderse cierto ensañamiento y alevosía en el error. Pero verificado ese yerro con la realidad, lo único que le cabe a una persona de bien es pedir disculpas. Hoy vence el plazo del jury contra José María Campagnoli. Hoy, en cambio, empieza el de la doctora Gils Carbó para pedir disculpas y para exigir con todo empeño que aclaren si Lázaro Baez, Elaskar, Fariña y compañía merecen la sanción del código penal. Seguro que lo hará. ¿No?