Un Procurador General del Medioevo

Marcelo Romero

Cree que su público despacho está en Bizancio, con vista al Bósforo… O En Toledo, cerca del Alcázar, claro. O en la mismísima París medieval.

Cree que sus empleados y colaboradores son, en realidad, súbditos de la misma Corona que él sirve. Por lo tanto, les pertenece. Puede manejarlos, dirigirlos, abrumarlos y humillarlos a su iluminado antojo.

Está convencido y orgulloso de su poder omnímodo, de su suficiencia absoluta, de su impunidad e inmunidad para mover las fichas de su autoridad a su libre albedrío… Después de todo, es un representante -el más fiel- del Rey (o de la Reina).

Cada vez que es amonestado por el resto de los poderes públicos o privados, redobla la apuesta. Y va por más.

No le teme al escarnio público. Él es el público (y el privado).

Debería perseguir y acusar -exclusivamente- a los criminales. Pero se encarga de perseguir y acusar a quienes osan contradecirlo, ya que Él es la Verdad Absoluta…

Sus enemigos son los enemigos de la Corona (y viceversa). Detesta la incipiente y casi secreta prensa independiente. Los considera infames murmuradores que conspiran contra sus amos. Sueña con tecnologías futuristas para poder espiar a sus adversarios… Lamentablemente, por ahora, sólo existen la imprenta y las cartas manuscritas…

Cree que su mandato será eterno. Que los futuros reyes y reinas le reconocerán sus servicios a la Corona. Que los impuros que hoy osan criticarlo, recibirán el eterno castigo divino , el fuego terrenal y la etiqueta de hereje (todavía no se ha inventado la palabra “facho”).

Prefiere súbditos jóvenes, a quienes hipnotiza con su militancia monárquica, con su relato superador, con su crítica a los viejos imperios, hoy decadentes.

Ellos les responden con obediencia absoluta. Están absortos con su liderazgo. Con su vocación de mando. Lo consideran el mejor piloto de tormentas en la lucha por un reino mejor. Más inclusivo. Más progresista.

A los obsecuentes, los premia con los mejores cargos y destinos. Los defiende. Los enaltece. Son casi su familia…

El Pueblo, oprimido por la monarquía que todo le quita, sólo espera una cosa…

Que se despierte de su sueño.

Así sea.

(Cualquier semejanza con la ficción, es pura coincidencia).