Los Castro y la corrupción política

Martín Guevara

En 1966, el conocido activista e intelectual de la generación beat norteamericana, Allen Ginsberg, fue invitado a Cuba por Haydeé Santamaría de Casa de las Américas. Al poco tiempo, lo expulsaron de manera fulminante por criticar la represión contra la homosexualidad que ordenaba practicar el tío y el padre de Mariela “Rainbow” Castromasov, y tal vez lo echaron también por ser homosexual él mismo.

Me pregunto: ¿No hay otras personas con más autoridad moral para ser los adalides de cualquier tipo de cambio en Cuba que únicamente los integrantes de esa familia?

¿No hay en toda Cuba ni un solo gay o lesbiana con más conocimiento de las necesidades de su colectividad y con más derecho que esta muchacha para dirigir ese movimiento? ¿Solo lo puede hacer ella?

Hoy Mariela nos muestra una faceta ya adulta de su personalidad, ligada cada vez con menor disimulo a los deseos de permanencia sempiterna en el poder, hablando de los opositores al feudo de sus padres como un manojo de ignorantes y de vendidos.

Resulta patético, además de increíble, que alguna persona de bien que en su momento simpatizó con aquella lejana revolución logre tras un esfuerzo encomiable establecer algún tipo de nexo entre aquella experiencia barbuda con esta ruina anquilosada y consiga sentir la misma simpatía por este cúmulo de despropósitos.

En el mundo imperfecto, pero en cierta medida libre, a los sectores más retrógrados nos permitimos llamarlos intolerantes y hasta algunos los tildan de fascistas, porque ellos se contentan solamente con elecciones libres nacionales, municipales y autonómicas cada cuatro años, al contrario de los ejemplares indignados que exigen una democracia permanente.

Ya por eso los acusamos de cavernícolas.

No imagino ningún político en un país civilizado, ni siquiera de los más conservadores, que se atreviese a hacer gala de haber prohibido toda oposición por más de cincuenta años, y menos aun que encima se refiera públicamente con el tratamiento de “manojo de ignorantes y de corruptos” -como lo hace la hija de Raúl Castro- a aquellos que, a pesar de las dificultades y los riesgos, osan luchar de una manera ejemplarmente pacifista por los cambios y por la participación en la política nacional.

La señora Rainbow Castromasov nos instruye sobre corrupción.

¿Habrá expresión mayor de la corrupción política que detentar el poder más de medio siglo segando todo atisbo de oposición?