Presidente Tabaré Vázquez, por qué sí debimos negociar el TISA

Nicolás Albertoni

Señor Presidente: como tantos otros uruguayos, integro la lista de los que, además de tener una filiación partidaria, está convencido de que hay muchos temas en los que debemos pensar más allá de las ideologías y los colores para entre todos buscar un bien mayor. Es con esta convicción, entiendo, que debimos encarar el debate sobre el Trade in Services Agreement (TISA).
Tras la declaración del plenario del Frente Amplio, usted, señor Presidente, y su gabinete tuvieron la posibilidad de optar por avanzar en la negociación que el país ya había comenzado en el marco del TISA. Mientras escribo, usted formalmente ha rechazado la posibilidad de seguir negociando este acuerdo. Por tanto, una carta que buscaba contribuir con un debate futuro debo escribirla ahora usando el condicional.
Le admito con sinceridad que al escribir estas líneas sé que difícilmente estas reflexiones sean leídas por usted; aunque con la remota ilusión de que eso sí suceda, es con profundo respeto que comparto aquí algunas ideas que quizá podrían aportar al debate que nos debimos dar entre todos, si hubiera existido al menos una semana de reflexión tras la decisión del plenario de su partido.
Vale recordar, en primer lugar, que el TISA nace después de transcurrida más de una década del lanzamiento de la Ronda de Doha, cuando algunos de los miembros de la Organización Mundial del Comercio, no pudiendo acordar mejores reglas y compromisos en el área de servicios, decidieron iniciar conversaciones para avanzar en la negociación de estos en un marco plurilateral. Si se analizan con detenimiento los anexos sectoriales del acuerdo, se puede ver que la negociación hoy pasa por los siguientes temas: movimiento de personas de negocios, servicios profesionales, reglamentación nacional y transparencia; transporte aéreo, marítimo y terrestre; servicios financieros, tecnologías de la información y comunicaciones (TIC), servicios de despacho competitivo, venta directa y compras públicas.
Ante tal magnitud de temas, sería razonable, señor Presidente, preguntarnos a cuál de ellos podremos seguir dándole la espalda en materia internacional, si mañana queremos -sea desde el Mercosur o bilateralmente- negociar un acuerdo con la Unión Europea, por ejemplo.
Las oportunidades que se nos podrían haber abierto como país habrían sido realmente importantes. Déjeme enumerarle aquí algunos ejemplos: 1. Dialogar con economías claves con las que Uruguay no tiene un acuerdo en materia de servicios, y podría haber sido el TISA un buen marco para iniciar acuerdos más profundos; 2. Lograr acuerdos en disciplinas nuevas y de amplia cobertura sectorial, incluyendo temas de particular interés para Uruguay, como la entrada temporal de personas de negocios y servicios profesionales; 3. Ser protagonista del desarrollo de nuevas reglas para el comercio de servicios durante las próximas décadas, por tratarse de un acuerdo que pretende multilateralizarse en el futuro.
Si bien cuesta comprender la razón por la que el plenario de su partido se opuso a algo que está en proceso de negociación, créame que dar marcha atrás a un proceso que está abierto a todo lo que Uruguay pueda negociar para alcanzar los mejores beneficios posibles, es una señal muy negativa para nuestra diplomacia. Fíjese, señor Presidente, que al rechazar algo que nuestra cancillería está enfocada en negociar de la mejor forma posible no estamos mostrando confianza a nuestros cuerpo diplomático. Si no, ¿por qué oponerse a algo que está siendo negociado por un grupo de uruguayos que con enorme capacidad técnica está buscando lo mejor para el país?
Lo cierto es que ningún escenario en diplomacia es peor que rechazar un diálogo que está abierto. Como país soberano, no debemos acatar ningún acuerdo hasta no firmarlo y luego ser ratificado por nuestro Parlamento. Hasta esas instancias, todas las oportunidades y los riesgos están sobre la mesa de negociación.
Pensé que su decisión en relación con el TISA iba a ser una buena oportunidad para terminar con el miedo a siglas que no son más ni menos que negociaciones de partes que buscan alcanzar el mejor beneficio para todos. Tuvo en sus manos una oportunidad única para romper con el diálogo simplista en el que lamentablemente hoy se basa gran parte del debate sobre nuestra política exterior.
Por las razones expresadas, entiendo que quedarnos afuera de al menos negociar este acuerdo, que es realmente un lujo que no estábamos en condiciones de darnos ante el contexto que hoy vive la región y el mundo. Más aun en materia de servicios que, como usted bien sabe, significan cerca del 12 % del Producto Interno Bruto (PIB).
Señor Presidente, usted siempre apostó a más, a no quedarnos anclados en el barrio en el que nacimos, sino a hacer todo el esfuerzo posible para crecer y contribuir de la mejor manera posible con la sociedad. Le admito que pensaba que su propia experiencia de vida le serviría para tomar una decisión tan importante para nuestro país. Hoy, nuevamente la decisión estuvo en sus manos: O nos quedábamos anclados en el barrio o buscábamos dar el salto hacia al mundo…