Para qué aprobar un Presupuesto

El proyecto de Presupuesto 2015 que presentó ayer el Gobierno en el Congreso de la Nación está más cerca del relato que de la realidad de los argentinos. Muestra una administración que sigue pretendiendo dibujar el gasto, el superávit y el índice de precios.

A esto se suma la irresponsabilidad de algunos legisladores nacionales que aprueban y convalidan presupuestos alejados de la realidad como éste, incumpliendo uno de sus roles como representantes de la ciudadanía, que es sancionar y controlar de qué manera el Gobierno gasta el dinero de los contribuyentes. Continuar leyendo

Sobre los mitológicos buitres

Lamentablemente, en la Argentina, se ha impuesto un relato sobre lo que está sucediendo con el juicio de los holdouts en EEUU que tiene más de mítico que de realidad. Empecemos con la desmitificación:

a)     No hay que pagarles, son Fondos Buitres: Sería bueno preguntarle a quien acuñó y a quienes difundieron el apelativo “buitre”, un ave que se alimenta de la carroña, en qué lugar nos pone tal apelativo a los argentinos. Pasando a temas más serios, un bonista que tiene un título en cesación de pagos posee un derecho contra el Estado argentino que está determinado por las condiciones de su emisión original. Esto es independiente de que tenga el 1% o el 90% de lo que fue colocado. Actualmente, los títulos son emitidos con cláusulas por las que, si una determinada mayoría acepta cambiar las condiciones de emisión, la totalidad de los tenedores quedan incluidos. Sin embargo, la deuda que cayó de cesación de pagos no contenía dicha cláusula. Por otro lado, cuando un tenedor original vende sus títulos, quien los adquiere también lo hace con los derechos plenos que éste tenía contra el emisor, no importa cuánto haya pagado por esos papeles ni cuándo los haya comprado. En una palabra, desde un punto de vista legal, ser un tenedor original de un bono es lo mismo que poseerlo porque lo compró barato luego de la cesación de pagos.

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Historia cíclica de un país con buena gente

Hace tiempo conocí a Rafael, un indigente que no siempre había vivido en esa situación de pobreza extrema. Antes era un comerciante de buen pasar, que estaba casado con una mujer a la que amaba mucho. Por esas cosas de la vida, su esposa decidió que el matrimonio no funcionaba y se divorciaron. Fue un duro golpe anímico para Rafael, que seguía amándola. Al poco tiempo, el país entró en una de sus periódicas crisis y lo agarró con las defensas bajas.

Lamentablemente, terminó perdiendo todo y eso le quitó las últimas ganas de luchar por reconstruir su vida, por lo que terminó viviendo en la calle y de la caridad. Se estableció en una plaza y pronto advirtió que podía hacer algunos manguitos cuidando los autos de quienes estacionaban allí para ir al centro, donde hacían trámites y compras. Rafael, como buena persona que era, se fue ganando a sus “clientes”, de los que recibía unas monedas (a voluntad), ya que les daba tranquilidad dejar su vehículo seguro.

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Cepo al tipo de cambio y a la economía

Cuando el gobierno dice que impuso el “corralito verde” para evitar devaluar, está cometiendo un grave error o engañando a la gente. Además, esta medida se transformará en un cepo que frenará la actividad económica.

El gobierno ha estado cubriendo sus excesos de gasto con una creciente transferencia de recursos desde el Banco Central. La autoridad monetaria no tiene capacidad de generar riqueza; por lo que, en su mayor medida, financia al Estado cobrándonos el famoso impuesto inflacionario.

No importa si lo que le transfiere al gobierno son divisas o pesos, en definitiva, a las primeras las tiene que adquirir emitiendo moneda local. Por lo tanto, cuando analizamos el incremento de la oferta monetaria de los últimos años, encontramos que el total se ha justificado en transferencias al Estado. Hay que tener en cuenta que el incremento del stock de pesos ha venido creciendo a porcentajes mayores al 35% e, incluso, al 40%. ¿Alguien puede creer que los argentinos necesitamos aumentar nuestras tenencias de pesos a semejantes tasas? Entonces, tienen una pista de por qué se ha depreciado nuestra moneda.

El peso es como cualquier bien. Tiene una demanda: nosotros (porque es medio de pago, reserva de valor y unidad de medida) y un oferente monopólico: el Banco Central. Si alguien produce más de un bien de lo que la gente demanda, el precio de ese bien caerá. El problema es que si hablamos de la moneda local, nos estamos refiriendo al metro con el cual valuamos todos los bienes y servicios de la economía. Por lo tanto, si su valor baja, el metro se está achicando y, por ende, todo lo que midamos con él aumentará su medida. Entonces, la inflación no es una suba generalizada de precios sino el achicamiento de nuestra unidad de cuenta.  Tengamos en cuenta que el peso también es el “metro” con el que medimos el valor de las monedas extranjeras. Por lo tanto, al depreciarse, vemos que el tipo de cambio sube.

El Banco Central ha estado cobrándonos un elevadísimo impuesto inflacionario para financiar al gobierno. Y de la misma forma que con la intervención del Indec oculta el reflejo de la verdadera depreciación del peso en el IPC, con el cepo evita mostrarla en el tipo de cambio oficial. El problema es que más allá de la alteración de las cifras gubernamentales, el peso sigue perdiendo valor.

Por lo tanto, la inflación es cada vez mayor y presiona en los costos de los empresarios. Sin embargo, el tipo de cambio oficial no refleja esa depreciación y, por ende, tampoco lo que cobran quienes fabrican bienes que compiten con similares del exterior. Es así como los sectores menos eficientes empiezan a sentir que pierden competitividad, quedan afuera del mercado y no pueden producir. Ya estuvimos viendo algo de esto durante 2012, en algunas economías regionales e industrias; pero podemos adelantar cómo seguirá la película mirando lo que pasa en Venezuela.

El “chavismo” impuso un cepo cambiario en 2003. A pesar de que devaluaron su moneda varias veces, y mucho, la necesidad de financiarse con impuesto inflacionario creciente (hasta 2011 fueron líderes en la región, en materia de inflación) implicó que el tipo de cambio real oficial cayera fuertemente. Es decir, lo que el gobierno reconoció de la pérdida de valor del bolívar, en el precio del dólar oficial, fue un porcentaje menor al real.

Por lo tanto, para los productores, los costos subieron por el ascensor, pero sus precios quedaron atados a un dólar oficial que lo hacía por la escalera. Si bien Venezuela fue siempre un gran exportador de hidrocarburos, el porcentaje de exportaciones no petroleras rondaba el 20%; pero, a partir de la vigencia del cepo, su participación se derrumbó hasta alcanzar el 5%.

Volvamos a la Argentina. Muchos se entusiasman con que el buen clima permita una buena cosecha gruesa y que el nivel de actividad de Brasil siga ganando en velocidad para que pueda incrementar su demanda por nuestros productos industriales. Ambas cosas deberían mejorar nuestras deprimidas exportaciones. Eso es cierto. Sin embargo, el problema es que el cepo se encargará de que el efecto sea coyuntural. No sólo porque nuestros empresarios manufactureros verán que les cuesta cada vez más competir con sus costos por la demanda brasileña sino porque tampoco nuestro agro saldrá indemne.

Tomemos el producto en el que somos más competitivos, la soja. Cuando el productor venda su próxima cosecha estará recibiendo bastante menos del 50% del valor real de su producto, descontado solamente la retención (en 2011, ese porcentaje fue de más del 60%). El cepo le reconocerá menos del 70% del verdadero valor en pesos del dólar, sobre un precio internacional que tuvo una quita previa del 35%. Por lo tanto, cuando analice el beneficio final del negocio y se dé cuenta de que este resultado tenderá a desmejorar mientras permanezca el cepo cambiario (en 2014, con suerte recibirá algo más de 40%), los que siembran en áreas marginales dejarán de hacerlo. Aquellos que lo hacen en la zona núcleo invertirán menos, debido a las previsibles menores ganancias. Por lo tanto, aun en la zona más productiva, los rendimientos bajarán.

En síntesis, si el efecto del cepo cambiario sobre el sector más eficiente de la economía local será desastroso, cabe imaginarse cuál será el impacto sobre los que no tienen la suerte de tener semejantes ventajas comparativas. No es difícil prever que la situación se volverá crítica para muchos exportadores y productores; por lo que el “corralito verde” será insostenible en el mediano plazo. Esto llevará a “megadevaluaciones” del tipo de cambio oficial y a una gran inestabilidad. Es decir, si tenemos la suerte de que el campo y Brasil nos regalen un “veranito” económico, disfrutémoslo.

Durante 2013, al impacto negativo del cepo, habrá que sumarle el enorme estrés político previsible para una elección legislativa donde el gobierno “irá por todo” (ya que considera que, si no hay reforma constitucional, se queda sin nada); por lo que aumentará la fuga de capitales y se retraerá el consumo y la inversión. Así, no es difícil prever que el nivel de actividad vuelva a desacelerarse en la segunda parte del año y empiecen a aparecer en el horizonte los “nubarrones” de la recesión.

No hace falta ser Madrake, sino tomarse el trabajo de observar que, en el mundo y en la Argentina (más de 20 programas con cepo en 70 años) todos los regímenes de control cambiario terminaron mal. Lástima que los que están en el gobierno hayan decidido repetir, tantas veces, este fracasado esquema. ¿Aprenderemos de esta nueva frustración?