Bailando por Tinelli

No es una novedad el poder de convocatoria que tiene Marcelo Tinelli como pope de la televisión argentina. Sus 30 puntos de rating sirven –o al menos eso creen quienes asisten con mayor o menor entusiasmo a sus invitaciones- para recuperar una carrera actoral estancada, darles un baño de popularidad a bailarines clásicos, promocionar deportistas en momentos cumbres o bajos de sus carreras, o bien mostrar otra faceta a periodistas, abogados o profesionales de diversa índole. Está claro que no escapan a estas ambiciones políticos que aspiran a llegar al más alto cargo y mucho menos lo hacen quienes, como Scioli, Macri y Massa (ese orden les dio el animador en la presentación), no forman parte de una “casta” política tradicional. Los dos primeros provienen del deporte y el ámbito empresario y si bien el ex intendente de Tigre se jacta de su militancia adolescente, también puso su pata en el deporte a través del club Tigre y siempre fue un fervoroso participante de la farándula. Continuar leyendo

El laberinto de la sucesión

En ocasiones, la salud de la presidente Cristina Kirchner, como la de cualquiera de nosotros, puede privarla de algunas de las funciones que más disfruta realizar. Así sucedió por ejemplo cuando tuvo que enviar a su vicepresidente a encabezar el acto por la independencia el pasado 9 de Julio. Los discursos ante un público de adeptos incondicionales es quizá una de las actividades donde más se la ve gozar. De lo que no se privó en aquel acto es de otra función esencial al cargo y que también parece saborear: hacer valer su autoridad. Así fue que decidió, pese a la oposición silenciosa de la mayoría de los ministros y gobernadores presentes en el acto, poner al frente a al procesado vicepresidente Amado Boudou. Por si a alguien, dentro y fuera del oficialismo, le quedaban todavía dudas, Cristina Kirchner decidió sostener a viento y marea a su vicepresidente, al menos por el momento.

Quienes escapan como pueden de la cercanía del cuestionadísimo vice son aquellos funcionarios o ministros con ambiciones de suceder a su jefa en el máximo cargo. Tal es el caso del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, quien le dedicó un frío saludo a Boudou y logró evitar el abrazo del oso que su enemigo en el gobierno le tenía preparado. El ministro no se privó de dejar a su paso una frase que sonó lapidaria; declaró a una radio de la provincia de Córdoba que saludó a Boudou porque su padre le enseñó que no se le niega el saludo a nadie. En una carrera alocada contra el tiempo, Randazzo tiene la difícil misión de mostrarse como un eficiente gestor a la vez que intenta ganar la confianza de mayorías que están desencantadas con la administración actual. Su lucha es contra la herencia que le deja su propio gobierno en un área donde ha concentrado la mayor parte de sus errores: los desaguisados cometidos por el ministro Julio De Vido -sostenido y apañado por Néstor y Cristina Kirchner- durante 10 años son su principal escollo.

En una posición similar en algún sentido se encuentra Daniel Scioli, quien pretende mostrarse confiable dentro y fuera del kirchnerismo; una tarea que sólo una personalidad como la suya puede permitirse intentar. El gobernador va incansablemente en busca del apoyo de sus pares provinciales que hoy están con Cristina y tiene posibilidades de lograr su favor en caso de que lo intuyan con fuerza electoral como para competir con Sergio Massa. Cuanto más complicado vea el camino a la sucesión, más es lo que les va a prometer. Desde cargos en el futuro gabinete hasta la constitución de un poder prácticamente colegiado, el mandatario bonaerense no ahorrará esfuerzos para alzarse con la presidencia, lo cual puede también condicionarlo fuertemente en un futuro gobierno. Sin embargo, él sabe que el apoyo de estos líderes provinciales es absolutamente interesado y por eso su principal sostén lo tiene en sus colaboradores más cercanos y su círculo íntimo, el cual incluye a varios familiares directos como su esposa Karina Rabollini y sus hermanos José y Nicolás Scioli.

Otra de las apuestas del kirchnerismo para la sucesión, en este caso de su núcleo más duro, es el ministro de Economía Axel Kicillof. Apoyado en un firme intento de los medios amigos de convertirlo en una especie de hormiga atómica en su lucha contra el mal (los fondos buitres en este caso) y mediante una feroz carrera por sumar millas a su plan de viajero frecuente, el ministro desarrolla la doble tarea de negociar mientras critica, de teorizar mientras utiliza las armas de la pura práctica política, de apelar a la historia económica mientras se concentra en el más furioso presente.

Debajo de los ministros de Economía y del Interior, aparecen en lo que sería un tercer pelotón (teniendo en cuenta posibilidades electorales): el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. El primero trata de asentarse en su buena relación con miembros de la oposición y en su llegada a la Santa Sede. Urribarri trata de posicionarse desde el encolumnamiento más absoluto al liderazgo de Cristina Kirchner, reconociendo y fomentando incluso esa continuidad por encima de quien sea electo presidente, proponiendo así una devaluada reedición del viejo eslogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. También el ministro Agustín Rossi intenta combinar sus labores de gestión en la cartera de Defensa con sus recorridas de campaña.

Por lo visto, todas las opciones que tiene Cristina en su espacio político para sucederla tienen una cuota importante de contraindicaciones. Ante este panorama toma mayor fuerza la teoría de aquellos que sostienen que la presidente apuesta a que la suceda alguien por fuera del peronismo. Tal vez conservando su núcleo duro de incondicionales, manteniendo sus posiciones en la burocracia estatal y replegándose a la labor de oposición pueda en algún momento volver al centro de la escena. Con toda sinceridad, y a riesgo de desilusionar a los más fervorosos militantes, da la sensación que el kirchnerismo es un ciclo terminado.

Cómo esconder a un vice

Amado Boudou es hoy un paria político. Está aislado, sin referentes ni dentro ni fuera del Frente para la Victoria. Tanto es así que, en su cada vez más estrecho círculo de confianza, adjudican el comienzo de todos sus problemas a informaciones que salieron del propio seno del gobierno. El único motivo por el que sigue en funciones es porque la Presidente teme que luego de “colgar la cabeza” de su vice también vayan por la de ella. La punta del ovillo estaría en las causas que investigan al empresario K Lázaro Báez y allí se explicaría tanto énfasis en la destitución del fiscal José María Campagnoli.

Las estrategias que adopta la oposición frente a la situación de Boudou son disímiles. Así como el Frente Amplio UNEN propugna por pedirle al vicepresidente que se tome una licencia, tanto el Peronismo Disidente como el Pro fueron por el juicio político a pesar de saber que, al menos en una primera instancia (sería diferente si se confirmara otro procesamiento), no tendría éxito ni siquiera para superar la Comisión de Juicio Político que preside la diputada kirchnerista Adela Segarra. Así las cosas, los ocho proyectos presentados para enjuiciar al vicepresidente fueron rechazados “in limine”.

Este rechazo inicial al juicio político en la Cámara de Diputados es para el vicepresidente una gota de agua en un desierto de arena. Además del procesamiento por estar acusado de quedarse con la empresa Ciccone Calcográfica, también es investigado por enriquecimiento ilícito, el uso de un helicóptero de Gendarmería Nacional para apoyar a un candidato local, la compra de vehículos sin licitación para el Ministerio de Economía mientras era su titular, y hasta por falsificar la documentación de un vehículo para evitar que entre en la división de bienes con su ex esposa Daniela Andriuolo.

En el aspecto político tampoco serán fáciles estos meses para el vicepresidente y, por ende, tampoco para su jefa política. En la Cámara Alta, ya fueron varios los senadores de la oposición, con Luis Juez y Norma Morandini a la cabeza, que anticiparon que no estarían presentes en una sesión que sea presidida por Boudou. El presidente de bloque de su propio partido en ese recinto, Miguel Ángel Pichetto, conocido por su amor incondicional pero finito a los líderes del peronismo (Menem, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina), también dejó muy en claro que no piensa inmolarse en la hoguera del descrédito total por culpa de Boudou. Por si a alguien le quedaban dudas acerca de su deseo de que el vicepresidente renuncie a su cargo, el senador por Río Negro sostuvo que Boudou “analizará el planteo (de licencia) y resolverá en función de sus íntimas convicciones”. Fue más lejos aún al elogiar a la oposición por haberse manejado con prudencia en este caso.

La Presidente tenía previsto viajar a Paraguay el pasado miércoles pero, de manera sorpresiva, canceló su vuelo aduciendo una “faringolaringitis aguda”. Esto impidió que sea la primera vez en la historia argentina que haya un vicepresidente procesado a cargo del Ejecutivo. Si ese es el plan del gobierno, mantener oculto a su vice, no parece algo fácil con la eternidad de tiempo que resta para diciembre de 2015.

Sin dudas que esta situación tiene a la mandataria en una encrucijada de difícil resolución. A medida que se vayan sumando evidencias en las distintas causas que afectan a Boudou, cada vez se le va a hacer más complicado seguir sosteniéndolo. Sin embargo, ella considera que también tiene mucho para perder si finalmente le suelta la mano. El recuerdo de su anterior y fallido vicepresidente, Julio Cobos, también la atormenta, aunque en este caso el peso de la elección recae enteramente en ella dado que se jugó por el ex ministro de Economía cuando muchos integrantes del gobierno y parte de su círculo íntimo no estaban felices por tenerlo en la campaña.

Tampoco habría que descartar el temor de la Presidente a una posible reacción de Boudou si se encuentra acorralado. Ya ha dado muestras de endeblez y fragilidad cuando está asediado en entrevistas con medios no amigos. La Constitución Nacional establece como las principales funciones del vicepresidente las de presidir las sesiones del Senado de la Nación, algo que difícilmente pueda volver a realizar, y la de reemplazar al presidente en caso de viaje o licencia, intentarán por diversas vías de que esto no suceda. Ante estas circunstancias queda claro que Amado Boudou ha perdido toda su razón de ser y estar en el cargo que ocupa, transformándose en una especie de exiliado interno.

La multiplicidad de causas que afectan al vice son una fuente de información que excede lo meramente judicial. Si tomamos la causa de la falsificación de papeles del auto, vemos allí un recurso de nivel muy bajo que nos hace sospechar que es difícil que Boudou sea el último eslabón de la causa Ciccone. Tal vez entonces restaría saber si apropiarse mediante The Old Fund de la “fábrica de billetes” fue un encargo del difunto ex presidente Néstor Kirchner y si su esposa y actual presidente estaba o no al tanto de esta operación. En este aspecto hay tal vez cierta indolencia de parte de la oposición para frenar su embate o su deseo de investigar en la figura del vicepresidente. Es probable también que teman que es un riesgo poner la lupa sobre la propia Cristina Kirchner.

Si antes de fin de mes se confirma el segundo procesamiento del vicepresidente en la causa por falsificación de documento público, se les hará muy difícil detener el llamado a juicio político. Seguramente Cristina Kirchner no tenga ninguna intención de brindarle a la oposición ese triunfo político y por lo tanto lo que se avecinan son reuniones de alto contenido de tensión entre la primera mandataria y su vice, donde Cristina tratará de imponerle una licencia y Boudou tratará de asegurarse que se prolongue la protección que hasta ahora viene teniendo.

Kirchnerismo religioso

A esta altura, el kirchnerismo pasó a ser una cuestión de fe, o se tiene o no se tiene, no hay mucho más para explicar; o al menos a eso apuesta Cristina Fernández de Kirchner en el último período de su gobierno. Inmersos en la crisis económica más auto infligida de la historia moderna, cuando las variables externas aún dan oportunidades para un vigoroso crecimiento, el gobierno, en base a caprichos, terquedades ideológicas y gestos demagógicos logró encaminar al país y a su economía hacia la temida estanflación.

Ante estas circunstancias, sabiendo de la imposibilidad de una reelección y admitiendo que vastos sectores de la sociedad “no la comprenden” y ya no le otorgarán su favor, la presidente optó por refugiarse en los fieles y extremar la presión hacia la incondicionalidad. Tanto es así que en su último discurso por cadena nacional, al referirse a la moratoria previsional que ponía en marcha y comparándola con un plan elaborado durante el gobierno de su esposo, se le escapó que “…la anterior moratoria fue abierta y por allí tuvo la jubilación gente que por ahí hasta te critica”. Hubo un intento inmediato de desdecirse pero la frase es más que elocuente. A la basura la ilusión de que gobierna para todos, al menos para aquellos que aún querían creer en ello.

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Prohibido refundar al país

Mientras que el kirchnerismo, y Cristina Fernández de Kirchner en particular, evalúa la mejor forma de dejar el poder tratando de conservar al menos en parte su influencia, el resto de la clase política debería ya estar trabajando sobre las secuelas que un gobierno (en sus tres períodos) que intentó monopolizar la escena pública va a dejar en las instituciones y en la vida social, política y económica del país.

En materia de derechos humanos, si bien el kirchnerismo le ha aportado dinamismo a algunas causas contra ex represores por su repentino interés en la materia, el daño que ha causado sobre organismos de DDHH que gozaban de independencia, credibilidad y prestigio es notable. Aquí también ha profundizado un distanciamiento entre quienes se han dejado cooptar y quienes conservaron su independencia política.

En lo que hace a la administración de la cosa pública (res publica), lejos de continuar con una profesionalización ampliamente necesaria para hacer eficiente y eficaz la gestión de la burocracia estatal, ha promovido una brutal involución que implicó el desplazamiento de funcionarios probos no alineados y el encumbramiento de militantes incapacitados y desinteresados al mismo tiempo, con la consiguiente pérdida de recursos humanos valiosos. Todo esto en un contexto donde el empleo público nacional se ha incrementado un 75% durante los años del kirchnerismo. Dos de los organismos que exhiben más claramente este desatino son el INDEC y la Cancillería.

El caso del Indec, con sus técnicos desplazados y la permanente manipulación de las estadísticas oficiales, es harto conocido. A los falsos números de pobreza, indigencia e inflación, se suman las dudas que genera la metodología adoptada para medir el empleo. Recientes revelaciones y cotejos indican también que ni siquiera los números de comercio exterior son confiables dadas las incongruencias que aparecen al cotejarlos con datos de organismos homónimos de países con los cuales Argentina tiene relaciones comerciales. La destrucción de un instituto estadístico que era modelo para el resto de los países de la región genera desazón.

La Cancillería también ha sido un ámbito donde la política facciosa ha desplazado a la idoneidad, aunque la situación ha sido camuflada durante un tiempo por la habitual discreción del cuerpo diplomático. Tal vez el fallido acuerdo con Irán sea la pequeña punta de un enorme iceberg. Recientemente se han conocido correos electrónicos entre miembros de La Cámpora que allí trabajan y que demuestran la existencia de proyectos de reforma para el Servicio Exterior de la Nación (SEN), sea modificando la ley (de muy difícil concreción), interviniendo en contenidos, o solicitándole a la presidente que modifique vía decreto la reglamentación de la ley 20.957 sancionada en 1986.

En materia judicial, y pese a que la Corte Suprema nos ha evitado la desgracia de ver materializada la total cooptación del Poder Judicial al declarar inconstitucional parte de la reforma impulsada por el oficialismo, vale recordar la cantidad de jueces que por sociedad, complicidad o bajo presión han cedido a los deseos del poder político. La evolución del Ministerio Público Fiscal ha ido en dirección de lograr el encolumnamiento de los fiscales a la militante conducción de la Procuradora General de la Nación Alejandra Gils Carbó. Recordemos que el anterior Procurador Esteban Righi, un histórico dirigente del peronismo que detentó ese cargo por el transcurso de 8 años durante los gobiernos de Néstor y Cristina, tuvo que renunciar acusado por el vicepresidente Amado Boudou de intervenir en la causa que lo tiene involucrado por la quiebra de la empresa Ciccone Calcográfica, y ello no podría haberse logrado sin la clara venia de la primera mandataria. Con la reciente propuesta de nombramiento de 360 conjueces para cubrir vacantes en varios juzgados, la presidente ha abandonado la sutileza para pasar a postular personas claramente identificadas con su espacio político.

La intervención sobre los medios audiovisuales y de prensa ha excedido cualquier intento de influencia propiciado por gobiernos anteriores desde el retorno de la democracia. Como consecuencia de ello, ha quedado conformada una multiplicidad de medios que se sostienen primordialmente por la pauta oficial y los negocios con el Estado y que pasarán a ser mano de obra desocupada a merced del nuevo oficialismo. Esta puja también ha traído consecuencias sobre la calidad de  aquellos medios que han quedado parados en la vereda de enfrente del gobierno. Fomentando la radicalización de los contendientes ha logrado bajar la calidad del debate público.

En materia de política económica, el gobierno de los Kirchner ha logrado “inventar” una crisis en un clima que continúa ampliamente favorable para la región y en particular para la Argentina. Récord de cosecha y una tonelada de soja en precio exorbitante no le han impedido poner al país al borde de la estanflación (el peor escenario). La confianza nunca recreada ha logrado una permanente y masiva fuga de capitales que costará mucho esfuerzo y tiempo recuperar. Mercados internacionales de importación y exportación han quedado a merced de los caprichos de equipos económicos inconsistentes y una conducción política imprevisible. La percepción de los actores internacionales respecto de la Argentina indica una distancia cada vez mayor entre potencia y acto. Al mismo tiempo, el direccionamiento de la matriz productiva hacia actividades inviables, mientras se deja al margen de la consideración gubernamental a las más competitivas, va a requerir de tiempo para readecuarse.

En materia de educación universitaria, la creación de nuevos establecimientos, sobre todo en el conurbano bonaerense, ha servido para ejercer un control sobre profesores y contenidos que la propia democracia interna en las universidades más importantes (donde las agrupaciones y académicos del kirchnerismo suelen obtener resultados adversos) les ha vedado. Así suelen girar millonarias sumas para que éstas los dediquen a financiar películas, participar de exposiciones y eventos partidarios, evitando así el control institucional de esos recursos.

Quienes menoscaban al kirchnerismo como un movimiento político que ha basado su gobierno en dos elementos principales, la soja y la suerte, olvidan el persistente y esforzado trabajo que ha hecho durante más de diez años por modificar las bases institucionales del país, poniendo el foco en el funcionamiento de las mismas (neoinstitucionalismo). Claramente no se han llevado bien con las tres características que nuestra constitución señala como esenciales para nuestra democracia, su dimensión representativa, republicana y la federal. Lamentablemente para la salud de la República, en esta tarea han sido mucho más eficaces que en la gestión administrativa.

Ante la evidencia que otorgó un florido discurso público, sería un buen elemento de cara al futuro medir la cantidad de veces que un candidato, o presidente ya electo, promete una refundación del país. De esta manera, sabríamos a ciencia cierta su intención de perpetuarse en el poder, avasallar las instituciones e intentar mimetizar los objetivos e intereses de toda una nación con los de la propia facción.

Obsecuencia al gobierno, prepotencia al poder

Aunque Cristina Fernández de Kirchner suele mencionar casi como el único error político de su marido la designación de Julio Cobos como vicepresidente, la aparición de un video en esta última semana puso en el tapete a un personaje que le trajo al kirchnerismo un gran problema faltando pocos días para las elecciones legislativas. Juan Cabandié fue el niño mimado de Néstor Kirchner, quien lo “adoptó” como tal cuando el 24 de marzo de 2004 leyó una emotiva carta en la ex ESMA (lugar donde había nacido) durante un acto oficial.

Siendo el nieto recuperado número 77 y favorecido por el mismísimo dedo presidencial, comenzó desde allí una militancia en el kirchnerismo (actualmente es legislador porteño) que hoy lo pone como candidato a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires. Sin dudas, Cabandié representaba para el presidente electo en 2003 por sólo el 22% de los votos un fuerte sostén y blindaje para su idea de cooptar los derechos humanos como bandera de gobierno. Lo necesitaba quien nunca en su carrera política había hecho declaración pública alguna sobre el tema ni había tomado ninguna medida de gobierno (como intendente o gobernador) tendiente a reconocer y darle entidad a quienes habían sido víctimas de la última dictadura militar.

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