De títeres y titiriteras

Es una acusación habitual de los Gobiernos que establecieron con el tiempo una fuerte hegemonía tildar a la oposición de juntarse para arrebatarles el poder. Ciertamente la incriminación encierra un concepto negativo al respecto, pero hay en ello una necesidad implícita construida desde el propio poder. El kirchnerismo ha forjado un Gobierno centrado en un férreo dominio que ni siquiera se asienta en un grupo gobernante, sino que flota alrededor de una familia. Néstor, Cristina, Máximo, Alicia, los más importantes del clan. Alrededor, los incondicionales, Carlos Zannini, Oscar Parrilli, los más encumbrados miembros de La Cámpora y los empresarios Cristóbal López y Lázaro Báez, por sólo tomar muestras de distintos ámbitos.

Fuera de ese círculo están los sobrevivientes, aquellos que rinden pleitesía a la familia Kirchner, fundamentalmente porque no pueden (ni quieren) sacar los pies del plato. La independencia de criterio (traición en el diccionario K) puede implicar desventuras. En ninguno de estos círculos de confianza estuvo ni está Daniel Scioli; sin embargo es el candidato del Frente para la Victoria.

El ex menemista y ex duhaldista ha construido, con Néstor Kirchner, primero y con Cristina, luego, una relación de mutua conveniencia que, hasta el momento, ha sido fructífera para ambas partes. La imperturbabilidad del Scioli candidato (a gobernador, presidente, testimonial, o lo que sea), inconmovible ante errores e impericias, propias y ajenas, le ha permitido al kirchnerismo tener en su propio espacio político al antihéroe, el contrapeso medido, equilibrado y amable de un matrimonio combativo. Parafraseando la publicidad de una importante tarjeta de crédito, diríamos que el kirchnerismo tiene épica, relato, pasión y mística; para todo lo demás está Scioli. Continuar leyendo

Sergio Macri y Mauricio Massa

En días posteriores a las PASO se desplegó con fuerza en algunos la opinión de que ahora sí era importante un acuerdo entre los dos principales candidatos opositores -Mauricio Macri y Sergio Massa- para derrotar al kirchnerismo representado por Daniel Scioli. Esa opinión chocó de frente con la imposibilidad legal de cualquier tipo de acuerdo de unificación de listas o candidatos y la imposibilidad política de la declinación de candidaturas. Esto enojó a muchos deseosos de cambio y capacidad para hacer sumas aritméticas, pero dificultades para hacer sumas políticas. Una de las variantes que se deslizaron -incluso por parte de prestigiosos intelectuales como Beatriz Sarlo- es que Cambiemos “baje” la candidatura de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires y UNA desista de postular a Sergio Massa para presidente. La escritora no solo lo esbozó, sino que también lo postuló como fórmula infalible de victoria.

En el contexto electoral argentino, dos más dos no es cuatro y por lo tanto la “fórmula para la victoria” elaborada por Sarlo carece de fundamentos sólidos, no solo numéricamente, sino también como estrategia a implementar. Suponer que todos los votantes de Massa elegirían a Macri si este se bajara de su candidatura es una falacia y, si bien es más probable que quienes optaron por Vidal en las PASO sean más permeables a hacerlo en octubre por Felipe Solá, en caso de quedar como único candidato opositor y, sobre todo, teniendo enfrente a un político con tan alta imagen negativa como Aníbal Fernández, lo cierto es que el PRO tiene demasiado cerca la conquista de la provincia de Buenos Aires como para rifarla en una ingeniería electoral que solamente quien se ha dedicado con agudeza a la literatura puede imaginar tan simple. Continuar leyendo

Estamos de PASO

“Primarias abiertas secretas y obligatorias”, dijo y repitió sin ruborizarse el ministro de Justicia Julio Alak (vale aclarar para algún desprevenido que la “s” es por simultáneas), cuando trataba de justificar la demora de más de cuatro horas para cargar los primeros datos de las elecciones celebradas ayer. Así entramos en la primera conclusión de unas elecciones con mucha tela para cortar: El sistema de votación en la Argentina es arcaico y muy favorable a las nocivas prácticas que en cada elección se denuncian, pero que de ninguna manera van a solucionar quienes de este sistema se benefician en desmedro de los electores.

Los resultados a nivel nacional van en línea con lo que las encuestas más serias venían pronosticando. Un triunfo del Frente para la Victoria que no le permite evitar el ballotage. Desde hoy pocos serán los que puedan insistir con que el número mágico para Daniel Scioli es el 40. Ahora deben ir por el 45, y esa es una empresa difícil. El frente Cambiemos se situó en los 30 puntos, liderado por un Mauricio Macri que obtuvo el 80 % de los votos de esa interna. Si presumimos que muy probablemente un importante porcentaje de los votantes de UNA va a ir en octubre en busca del denominado “voto útil”, la alianza del PRO con la UCR y la Coalición Cívica tiene altas posibilidades de superar el 35 % de los votos, lo que obliga a Scioli a ir por ese 45 % que le permitiría evitar este ballotage “a la argentina”. Continuar leyendo

La hora del kirchnerismo residual

Ya aparecieron las primeras encuestas acerca de los posibles candidatos a presidente y los resultados, aunque esperables, no dejan de ser una importante fuente de información para el análisis político y del comportamiento social. Con pocas variantes entre los encuestadores, la mayoría indica que el ex intendente de Tigre y actual diputado nacional Sergio Massa encabeza las encuestas, seguido por gobernador Daniel Scioli y para completar el podio ubican al jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. A partir del cuarto lugar aparecen los candidatos del espacio UNEN, con la lógica expectativa de que la suma de las preferencias individuales impliquen un buen porcentaje para el conjunto.

Como vemos, paradójicamente (o no tanto), los primeros lugares de la grilla están ocupados por dirigentes cercanos de una u otra forma al kirchnerismo. Quien encabeza las encuestas es un candidato que hasta pocos meses antes de las PASO aún especulaba con dar la pelea al interior del Frente para la Victoria. Más allá de la creación del Frente Renovador, fuertemente asentado sobre su imagen, hay que recordar que no había sido una figura decorativa dentro del gobierno kirchnerista. Con alto protagonismo como director ejecutivo de ANSES y luego como jefe de gabinete de Cristina Kirchner, supo ser un funcionario con ascendencia sobre la presidente a pesar de que siempre contó con la mirada desconfiada del fallecido ex presidente Néstor Kirchner. Quien ocupa el segundo lugar ha sido parte de este proyecto político desde sus inicios y es él quien se ocupa de recordarlo cada vez que es víctima de los aprietes de los más conspicuos kirchneristas.

Equivocado o no, el mensaje de la sociedad parece ser contrario a un rotundo cambio de rumbo. La refundación de la República, idea presente en todo gobierno de corte populista, parece no ser la opción que más agrada a los votantes en esta etapa. Está claro que se busca un cambio pero no parece haber muchos ciudadanos dispuestos a barrer con todo lo anterior. En este sentido no hay disposición a convalidar la exhortación que hace la Presidente al pedir que los candidatos expresen con claridad las diferencias que tienen con “su modelo” y que ella infiere, son profundas. Parece claro que quiere interpelar a su sucesor y lo hace creyendo que aún es dueña del 54% de la preferencia ciudadana, aunque el actual panorama sea totalmente diferente.

Esta no es una tendencia novedosa en la política argentina, incluso en aquellos casos donde se pretendió terminar con una era. Recordemos la campaña del entonces candidato de la Alianza Fernando De La Rúa quien proponía reemplazar al menemismo (y su forma de ejercer el poder) pero no se animaba a cuestionar su política más emblemática en materia económica (recordemos la propaganda donde De La Rúa repetía cual mantra: “para mi, un peso es un dólar”).

Mucho se ha hablado y escrito sobre la tendencia del justicialismo a sostener feroces peleas hacia afuera mientras cocinan acuerdos hacia adentro. Días pasados, el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, propuso incorporar a Sergio Massa dentro de la interna del peronismo. Esta propuesta no va a prosperar pero el principal obstáculo para ello es la decisión del líder del Frente Renovador. El kirchnerismo no sólo ha logrado erosionar el poder de los partidos de la oposición sino que ha vaciado al propio Partido Justicialista. El peronismo puede ser “cualquier cosa” y aunque esa parece ser su mayor virtud, también puede ser su mayor debilidad.

Lo llamativo del panorama electoral que se avecina es que hay una suerte de hastío hacia el gobierno actual mientras que al mismo tiempo se buscan alternativas que no estén en las antípodas de su pensamiento. A lo mencionado de Scioli y Massa hay que agregar al Frente Amplio Progresista que suele hacer malabares discursivos para explicar que ahora se opone a los proyectos del kirchnerismo no porque sean incorrectos sino porque son buenas herramientas en malas manos. El propio Mauricio Macri, quien puede arrogarse ser un genuino y constante opositor de proyectos y políticas concretas del gobierno, ha entablado últimamente un canal de diálogo con el oficialismo. Tal vez, más allá del apoyo que necesita para acelerar la concreción de obras en su gestión, sus asesores hayan tomado nota de esta inclinación mayoritaria de los electores por terminar con el kirchnerismo pero con un suave aterrizaje.

Seguramente el proceso de “deskirchnerización” de la política argentina se va a producir lentamente en el período subsecuente a las elecciones del 2015. El gobierno que resulte electo, con acompañamiento social, va a tratar de limpiar del Estado los resabios de kirchnerismo, sobre todo de aquellos sectores de la administración pública que han sido permeados por La Cámpora. Como aliado va a tener también seguramente a la justicia, que intentará recomponer su imagen luego de tantos años a merced del poder político. No le quedará otra opción que avanzar a paso firme sobre las causas que involucran a funcionarios y empresarios kirchneristas para lo que cuentan con innumerable cantidad de pruebas.

A quince años de la finalización del gobierno de Carlos Menem, es difícil encontrar quien se considere a sí mismo menemista. Recién ahora algunos políticos, otrora muy amigos del riojano, reconocen públicamente conservar afecto personal por el ex presidente; hasta ese reconocimiento le habían quitado. Todos sabemos que más allá de la innumerable cantidad de errores que se gestaron durante la década del 90`, el kirchnerismo tiene mucho que ver en la demonización de aquel período. Será duro para Cristina Kirchner y los dirigentes más íntimamente emparentados con su gobierno ser próximamente víctimas de lo que ellos impulsaron como verdugos. En resumen, la política argentina parece encaminarse hacia gobernantes que no hayan estado tan cerca del calor del kirchnerismo como para quemarse ni tan lejos de este como para haberse congelado.

De todos modos, y para relativizar cualquier análisis que se haga del tema, deberíamos tener en cuenta lo que se conoce como “paradoja del votante”, teoría formulada por Anthony Downs, para quien el costo por informarse concienzudamente para emitir un voto racional es siempre superior a la influencia que aquel sufragio reporta para la elección del próximo gobernante.

 

El relato nunca para

Hay que reconocer que el kirchnerismo es muy hábil para sorprender con iniciativas políticas que suelen ponerlo a la vanguardia en la construcción de la agenda; sin embargo, a la hora de las excusas, es altamente previsible. El uso de argumentos falaces y chicanas políticas es un elemento fundamental de su discurso. El paro nacional del pasado jueves ha hecho que sus dirigentes ensayen un compendio de pretextos, justificaciones y evasivas para explicar y desvirtuar la medida de fuerza. Repasemos algunas de ellas:

  1. “Barrionuevo es el líder de la oposición, de la izquierda y del Frente Renovador”: la Presidente ha elegido al sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo (quien arrastra pésima imagen pública) para desdibujar una serie de reclamos con los que coinciden incluso los integrantes de la CGT, por ahora oficialista, que conduce el metalúrgico Antonio Caló. Aprovechó para ello la fulgurante reaparición del gastronómico de la mano de un Hugo Moyano que recobró fuerza a través de la inestimable colaboración de Roberto Fernández (secretario general de la UTA) y de Omar Maturana (secretario general de La Fraternidad). No tuvo en cuenta que Sergio Massa ha dado evidentes muestras de querer mantener alejado de su espacio a Barrionuevo, justamente por su mala imagen. Analizar si el gastronómico es también el líder de la izquierda, como dijo Jorge Capitanich, no vale el esfuerzo intelectual.
  2. “El paro de transporte no les permitió asistir al trabajo a quienes quisieron hacerlo; fue un paro extorsivo y un apriete”: la primera parte de la afirmación es una verdad de Perogrullo que está presente como posibilidad en todas y cada una de las medidas de fuerza que se tomen. Es difícil de justificar para cualquier gobierno democrático el intento de impedir que los trabajadores de medios de transporte no puedan adherirse a un paro general. En tal caso, lo que deberían preguntarse es por qué algunos gremios habitualmente cercanos al gobierno se plegaron y lograron darle al paro una masividad inusitada.
  3. “Los piquetes impidieron el paso de quienes quisieron ir a su trabajo; intentaron sitiar las ciudades”: tanto la ciudad de Buenos Aires como sus accesos están habituados a los piquetes y de alguna manera sus habitantes se han acostumbrado a sortear estos obstáculos. Además vale recordar que el kirchnerismo ha tolerado y, en algunos casos, fomentado el piqueterismo como forma de protesta. De hecho varias de las agrupaciones políticas que a fines de los 90` adoptaron esa metodología son hoy parte del movimiento kirchnerista Unidos y Organizados.
  4. “El mensajero es más importante que el mensaje”: la respuesta del kirchnerismo ante una protesta o crítica es siempre cuestionar al mensajero sin analizar el mensaje. Lo que hoy se intenta criticando a los impulsores de esta medida (Moyano, Barrionuevo, la Sociedad Rural, etc.) es un comportamiento habitual en el kirchnerismo. El intento de descalificación se repite así las críticas provengan del FMI (aunque luego se envíe al ministro de Economía a negociar allí), la Sociedad Interamericana de Prensa, los organismos internacionales, la “corpo” nacional (Clarín, La Nación, Perfil, etc.) o internacional (O´Globo, Wall Street Journal, El País, etc.) y cualquiera que ose formular algún reparo a sus políticas. Lo mismo sucedió con las marchas y cacerolazos que coparon las plazas del país en varias ocasiones durante los últimos dos años.
  5. Es un paro político”: Es obvio que todo reclamo tiene componentes de distinta índole, incluyendo la motivación política, pero lo llamativo de este contundente 10-A es que las principales figuras de la oposición se han manifestado en contra del mismo o bien han puesto reparos a algunos de los mecanismos que lo potenciaron (ausencia de servicios de emergencia en transporte y piquetes). Además no hubo coordinación total de lo que se conoce como movimiento obrero sino que hubo una confluencia de reclamos hacia el gobierno nacional.
  6. Se intenta la desestabilización y provocar la renuncia de la presidente: Nuevamente la versión destituyente en primera plana en las voces del oficialismo. Sucede con bastante asiduidad desde el año 2008 cuando las protestas del campo marcaron un primer cimbronazo para un gobierno no acostumbrado por aquellos años a recibir críticas. Salvo contadas excepciones hay una manifiesta voluntad de todo el arco político y de la dirigencia en general de que este gobierno finalice su mandato en diciembre de 2015.
  7. El daño a la economía del país hecho por una pelea política es enorme”: esto es cierto técnicamente (calculado por algunos informes se perdieron alrededor de U$D 1.000 millones), pero no menos cierto es que la economía también se ve dañada con todos los feriados que el gobierno nacional ha agregado al calendario durante el transcurso de su mandato, algunos de ellos sin razón que lo amerite. En tal caso, si la presidente quisiera, podría eliminar del calendario alguno de estos para recuperar el día perdido con esta huelga.

La única respuesta que ofreció el gobierno a la protesta fue criticarla y anticipar que no va a atender ninguna de sus demandas; y en una suerte de resumen de este pensamiento, el jefe de Gabinete sostuvo que lo que hubo en realidad fue un “gran piquete nacional con paro de transporte”.

Vale recordarle al gobierno que todos los sectores criticados y denostados fueron los aliados de ayer y quien le dio poder a estos, de manera irregular o no, fue el kirchnerismo que además, en forma simultánea, ha combatido y ninguneado de manera salvaje a los partidos políticos opositores hasta ponerlos al borde de la disgregación.

Si hay algo que siempre obsesionó al fallecido ex presidente Néstor Kirchner fue el control de la calle. En pos de lograr esto fue que fomentó, benefició y cobijó a sindicalistas y piqueteros. Seguramente tiene bastante asidero aquello de que la política es el arte de lo posible, y ese ha sido el derrotero del kirchnerismo en el poder; tal vez lo que no estaba entre sus planes era tener que enfrentarse con las consecuencias de esos actos.

Barón del conurbano, mensajero de la paz

La pasada semana, las agresiones a la caravana que encabezó el intendente de Tigre y candidato a diputado por el flamante Frente Renovador sacudieron el reinicio de campaña de cara a las elecciones del 27 de Octubre. Está claro que los tumultos, insultos y agresiones con huevos son relativamente habituales cuando un político se encuentra poniendo la cara frente a algún problema puntual que genera controversias; sucedió con los diputados del oficialismo durante la crisis con el campo en 2008 y también con el gobernador Daniel Scioli durante las inundaciones en La Plata, además de ser una circunstancia habitual durante la crisis del 2001-2002. Sin embargo, las recientes agresiones a Sergio Massa y sus candidatos marcaron una luz de alerta que rápidamente se viralizó a través de los medios de comunicación. Desde el oficialismo eso se ve como una campaña más del Grupo Clarín (entre otros enemigos mediáticos del gobierno) para perjudicar electoralmente a los candidatos del FpV, pero me atrevo a puntualizar algunas razones que tal vez formen parte del inconsciente colectivo y por las cuales esto causó cierta inquietud entre la sociedad.

Un elemento que llamó la atención fue, aparte de lo contundente de los proyectiles arrojados (piedras y ladrillos además de los “tradicionales” huevazos), que haya armas de fuego entre algunos de los manifestantes anti-Massa. Una de las frases que se escucharon en esta suerte de emboscada que practicaron sobre la caravana fue “La Matanza es de Cristina”, frase que puede retrotraernos al medioevo, cuando la organización política estaba centrada en feudos que un señor comandaba a base de puños de acero y paternalismo y que poco tiene que ver con una democracia pluralista.

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