La pasada semana, las agresiones a la caravana que encabezó el intendente de Tigre y candidato a diputado por el flamante Frente Renovador sacudieron el reinicio de campaña de cara a las elecciones del 27 de Octubre. Está claro que los tumultos, insultos y agresiones con huevos son relativamente habituales cuando un político se encuentra poniendo la cara frente a algún problema puntual que genera controversias; sucedió con los diputados del oficialismo durante la crisis con el campo en 2008 y también con el gobernador Daniel Scioli durante las inundaciones en La Plata, además de ser una circunstancia habitual durante la crisis del 2001-2002. Sin embargo, las recientes agresiones a Sergio Massa y sus candidatos marcaron una luz de alerta que rápidamente se viralizó a través de los medios de comunicación. Desde el oficialismo eso se ve como una campaña más del Grupo Clarín (entre otros enemigos mediáticos del gobierno) para perjudicar electoralmente a los candidatos del FpV, pero me atrevo a puntualizar algunas razones que tal vez formen parte del inconsciente colectivo y por las cuales esto causó cierta inquietud entre la sociedad.
Un elemento que llamó la atención fue, aparte de lo contundente de los proyectiles arrojados (piedras y ladrillos además de los “tradicionales” huevazos), que haya armas de fuego entre algunos de los manifestantes anti-Massa. Una de las frases que se escucharon en esta suerte de emboscada que practicaron sobre la caravana fue “La Matanza es de Cristina”, frase que puede retrotraernos al medioevo, cuando la organización política estaba centrada en feudos que un señor comandaba a base de puños de acero y paternalismo y que poco tiene que ver con una democracia pluralista.
El transcurrir de los días y de una investigación que no va a tener ninguna consecuencia judicial para los involucrados (desde ya se los anticipo) marcaron algunos indicios de participación concreta en la organización y ejecución por parte de militantes kirchneristas. Se lo ve por ejemplo a Daniel Campana, subdelegado municipal de Isidro Casanova. Hay además varios testimonios fotográficos que sindican a los hermanos Carrizo, militantes del kirchnerismo de La Matanza y cercanos al intendente Fernando Espinoza, como organizadores de lo acontecido. Estas evidencias hacen que los integrantes del Frente Renovador acusen al intendente matancero por los ataques, a pesar del llamado solidario que este le efectuó a su par de Tigre al conocerse los hechos.
Al margen de las consideraciones efectuadas por los distintos sectores de oficialismo y oposición, creo que la reacción más sincera e interesante para analizar respecto a estos incidentes, es la del presidente de la Federación Tierra y Vivienda y ex funcionario nacional Luis D’Elia. El ex piquetero utilizó, como lo hace habitualmente, su cuenta de twitter para dejar sus impresiones sobre lo acontecido. El autopercibido defensor de la “revolución” kirchnerista ensayó una primera explicación del acontecimiento twitteando que lo sucedido fue ni más ni menos que “la reacción de un pueblo que no quiere volver a los 90”. Por esta frase, el fiscal bonaerense Marcelo Romero acusó a D’Elia por apología del crimen. De todos modos, creo que este acto de violencia sólo podrá tener consecuencias políticas y no judiciales ya que los únicos delitos que pueden imputarse son los de lesiones leves (incluye el hondazo en el pecho que recibió el intendente de Tigre) y daños a vehículos. Podría cambiar la situación si se confirma la línea de investigación que bucea sobre un plan de emboscada con armas de fuego que finalmente se abortó por una desviación no materializada de la caravana.
A diferencia del ex piquetero, Martín Insaurralde y las espadas más moderadas del kirchnerismo optaron en primer lugar por el silencio, luego pasaron a acusar al massismo de victimizarse (al igual que lo hicieron, dicen, con el robo que sufrió el tigrense en su domicilio) y en última instancia se decidieron a repudiar el hecho de violencia. Luis D’Elia y los kirchneristas más ideologizados (algunos de los cuales militan en La Cámpora), aquellos que no comulgan con el llamado “pejotismo”, son los más reacios a adaptarse a la convivencia cívica que muchos damos por hecho natural en una democracia. Son quizás también quienes menos puedan aceptar los resultados (ya cantados) de las próximas elecciones de octubre.
A este sector, que forma parte del núcleo duro del kirchnerismo, no le gusta la paz burguesa (o paz de los cementerios en términos de Néstor Kirchner). Difícilmente acepten de buen grado volver a los márgenes de la política ya que tendrían mucho para dejar atrás. Es diferente lo que sucede con los dirigentes tradicionales del peronismo que (hasta el momento) militan junto a la presidente Cristina Fernández. Ellos son maleables, muchos tienen poder territorial y ningún prurito para saltar al massismo ante un eventual viraje político. Tampoco quiero decir que no haya rasgos de violencia política también entre ellos (renovadores y del Frente para la Victoria); de hecho Julio Ledesma (dirigente de comercio de La Matanza y miembro del Frente Renovador) intentó tranquilizar a Sergio Massa durante la caravana diciéndole “está bien Sergio, ya los cagamos a trompadas”, pero sí son quienes más necesitan de estabilidad institucional para conservar las posiciones ya adquiridas en el ejercicio del poder durante todos estos años. Ellos sí quieren la paz de los cementerios que les permita gobernabilidad (y negocios, en algunos casos).
En pocas palabras, tenemos de un lado a un sector del kirchnerismo que no aceptaría de buena gana un cambio de modelo como corolario de la renovación presidencial. En este sentido, las declaraciones de ocasión no son más que mentiras piadosas o “que hacen bien”, como reza la publicidad de la cerveza de origen brasileño. Del otro lado, están los tradicionales dirigentes del peronismo quienes, sin ánimos de resignar poder y apuntando a que el recambio solamente se de en la conducción nacional, van a ser quienes mediante una palmada en la espalda guarden al kirchnerismo en el cajón de los recuerdos y nos garanticen a todos la paz. Tenemos que reconocer que a veces debemos conformamos con muy poco…