Argentina como Castellfollit de la Roca

A principios de este año el presidente venezolano Nicolás Maduro redujo la jornada laboral de 40 a 36 horas semanales. Ahora decidió hacer largos los fines de semana para todos los empleados de la administración pública del país al incluir a los viernes en el combo. Tampoco se olvidó de pedirles a las mujeres que evitaran el uso del secador de pelo sugiriéndoles que luzcan al natural. Todo ello porque el fenómeno climático conocido como El Niño les ha traído sequías que impiden que el país genere la energía suficiente para su abastecimiento. El gobierno que se presenta como Socialismo del siglo XXI debe esperar la ayuda del clima para que se alivie la situación. Hay temor también de que embalses como Guri no se llenen, lo que podría provocar un apagón del 60% del país.

Lo que el ser humano se anota como un activo en su evolución económica y social es haberse hecho mucho menos dependiente de las condiciones climáticas y los designios de la naturaleza. Países como Japón son ejemplo de ello; pero en Venezuela, hay una suerte de retroceso al medioevo en muchos aspectos. Pese a estos problemas, los servicios públicos, entre ellos la energía eléctrica, están fuertemente subsidiados, y en muchos casos se abona una tarifa cuasi simbólica.

En la Argentina la tendencia avanzaba en la dirección de ese país. Además de la estrecha relación entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner con el chavismo, el fenómeno de la inflación (inexistente en el 99% de los países del mundo), la presión sobre los medios de comunicación, una política exterior beligerante hacia los países desarrollados, precios subsidiados en los servicios públicos y el transporte, una política de persecución sobre empresarios y generadores de riqueza, el cepo cambiario y una pobreza creciente  marcaron una impronta común a ambos gobiernos. Todo hacía prever un final parecido a lo que hoy se vive en el país caribeño. Sin embargo, el proceso electoral de 2015 y la elección de Mauricio Macri como presidente marcaron un cambio rotundo en la dirección del país, y la explosión social, económica y política que se observa en la tierra de Bolívar no llegó a materializarse en toda su dimensión.

El no haber alcanzado tales circunstancias le agregaron al  gobierno de Cambiemos una presión sobre resultados que no tuvo que soportar, por ejemplo, el gobierno de Eduardo Duhalde en el durísimo año 2002. Hagamos un poco de memoria: Duhalde, pese a no gozar de una buena reputación social sobre todo en las clases medias que aún lo recuerdan como un turbio caudillo del conurbano bonaerense, ha ganado cierta fama de buen piloto de tormentas. Sus colaboradores por aquellos años, principalmente Roberto Lavagna, gozan de un reconocimiento que aún les permite participar activamente de la política y los medios de comunicación. Recordemos sin embargo algunas medidas que tomaron y las consecuencias que tuvieron: pasó del corralito -impuesto por Domingo Cavallo y que impedía retirar más de $250 semanales de los depósitos bancarios- al corralón, que restringía la devolución de los plazos fijos y los reemplazaba por bonos y que también pesificaba a $1,40 por U$D las deudas y las acreencias–salvo con las entidades financieras a quienes debían devolvérsele 1 a 1-; la megadevaluación, que llevó el valor del dólar a casi un pico $4; y el crecimiento de la pobreza que pasó del 34% al 52% en menos de un año (dato que correctamente hizo notar el ex diputado Fernando Iglesias en la discusión televisiva que mantuvo esta semana con el ex presidente del Banco Central Aldo Pignanelli).

La situación que heredó el presidente Macri también fue muy grave pero el kirchnerismo amalgamó la realidad económica de tal forma que las “bombas” le explotasen al siguiente gobierno. En ese sentido, la ya  indisimulable inflación (pese a las mentiras del INDEC, los aprietes a los empresarios, los precios cuidados y los programas …para todos) trató de ser anclada por dos mecanismos claramente nocivos: el congelamiento de tarifas y transporte, que además de la distorsión de precios relativos generó un monumental déficit energético, y el cepo cambiario, que generó un tipo de cambio ficticio (y otro paralelo) e hizo que la economía argentina sufriera un proceso de estanflación en casi todo el segundo período de Cristina Kirchner.

Difícilmente una persona que cayó de un precipicio y tiene múltiples fracturas se queje por un dolor de muelas. El problema para Mauricio Macri es que el kirchnerismo condujo hasta el límite de ese precipicio pero esperó que el empujón lo diera el sucesor. En ese sentido, todo el esfuerzo del gobierno debe estar focalizado en comunicar los motivos de las medidas emprendidas, trabajar sobre mecanismos paliativos (que no se agotan en la implementación de las tarifas sociales y que pueden complementarse con, por ejemplo, un buen seguro de desempleo y capacitación) y, fundamentalmente, no permitir que las urgencias expuestas por muchos comunicadores sociales desvíen de un camino que pretende avanzar sobre políticas que den certidumbre y previsibilidad a una nación que necesita imperiosamente que los inversores pequeños, medianos y grandes, argentinos y extranjeros, vuelvan a confiar en un país que durante muchos años no respetó ni los más mínimos cánones de razonabilidad política, económica y judicial.

 

*Castellfollit de la Roca es un bello y pequeño pueblo sito en Cataluña (España) que está asentado sobre un risco de origen volcánico de 50 metros de altura

Los tres mosqueteros del populismo

Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luis Inácio Lula Da Silva fueron emergentes de una forma de hacer política y gestionar el Estado que marcó un período de tiempo en la región. En términos generales, y más allá de algunos matices y grados, se los englobó dentro de la categoría típicamente latinoamericana denominada populismo.

Tal vez haya sido Lula quien, pese a su origen izquierdista y combativo puso mayor distancia respecto a las acciones que más identificaron este fenómeno. Sin embargo, para los medios de prensa brasileños y los sectores críticos del fundador del PT, la analogía con los otros líderes mencionados es directa. Pese a haber sido pragmático y moderado en su política interna, con logros en crecimiento del PBI y reducción de la pobreza, camino iniciado por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, en política exterior trabajó para posicionar a su país como un actor fuerte y en muchas ocasiones contestatario de las políticas llevadas adelante por los países centrales. Fue así como Brasil, durante su gobierno, se acercó a causas y líderes que poco tenían que ver con los países más democráticos y desarrollados.

En el caso de Chávez, a poco de andar, mostró un perfil típicamente populista, con un fuerte culto a la personalidad y que el periodista Andrés Oppenheimer calificó astutamente como narcisismo-leninismo. Continuar leyendo

De Puerta de Hierro a El Calafate

A la quinta donde se alojó durante su exilio de 13 años en Madrid Juan Domingo Perón la llamó 17 de Octubre. Ubicada en el señorial barrio de Puerta de Hierro, donde el derrocado General planificó su regreso triunfal al país y a la presidencia de la nación, fue símbolo de la resistencia peronista. También fue el lugar desde donde el líder popular siguió influyendo sobre la política nacional a pesar de estar proscripto. Sin un lugar físico impuesto por un exilio forzado y con la posibilidad concreta de poner, al menos en los papeles, un sucesor de su propia fuerza política que le responda, la presidente Cristina Kirchner mueve sus fichas con un único objetivo: seguir dominando la escena política nacional. El café literario con el que su esposo ejemplificaba un retiro que buscaba mostrar que el ejercicio del poder iba a estar en manos de la presidente electa, no es siquiera esbozado en esta ocasión. Continuar leyendo

La pirámide de Néstor

Finalmente la “arquitecta egipcia” –recordemos que la Presidente especuló con ser la reencarnación de un gran arquitecto egipcio allá por agosto del 2012 al anunciar un polo audiovisual en la Isla de Marchi- logró terminar su “pirámide”, o por lo menos ya la inauguró. A diferencia de las que subsisten en el país de Oriente Próximo, sobre el Centro Cultural Néstor Kirchner no habrá teorías fantasiosas acerca de su construcción ni subyacerán tragedias y maleficios sobre quienes ingresen a la misma, pero sí habrá dudas y especulaciones sobre el costo de su realización. De los 926 millones de pesos presupuestados cuando comenzó la remodelación del ex Palacio de Correos y Telégrafos a los 2469 millones actuales se hablará durante un tiempo. Pero tal vez lo que más debería alarmarnos por su valor simbólico es la inconveniencia de llamar con el nombre de su fallecido esposo a una obra que pagamos todos los argentinos con nuestros impuestos.

Como si no fueran suficientes las calles, clubes, parques, aeropuertos y demás lugares públicos que ya cuentan con su nombre, se decidió ponerle Néstor Kirchner a esta monumental obra. Enraizado en la tradición del primer peronismo pero con ejemplos también en los totalitarismos del siglo XX, no es una práctica demasiado conducente para una democracia moderna como tampoco es demasiado alentadora la manera en que terminaron tanto esas experiencias como los monumentos que las veneraban. Sin embargo, es evidente que para algunos gobernantes lo más estimulante de conocer la historia es la ambición de poder modificar el resultado de un proceso que es el mismo. La elección del nombre de Kirchner por parte de dirigentes locales que quieren congraciarse con el gobierno central tiene un valor negativo pero cuando es realizado por la propia esposa y sucesora en el cargo es aún peor; es tal vez la mayor y mejor muestra de que el kirchnerismo considera al Estado como patrimonio propio.

La necesidad de que la Argentina cuente con un edificio de semejante envergadura y cuya finalización (aún está en obra más allá de que la Presidente, como usualmente hace, lo haya inaugurado el pasado jueves) y puesta en funcionamiento pleno demandará mucho más de lo hasta ahora gastado es una discusión que no se agotará con algunas pocas intervenciones pero al menos parece que, en un contexto de alta inflación, economía estancada y 30% de pobreza, resulta difícil ver este centro cultural como algo prioritario.

Con una programación aún acotada, lo que sí funciona desde el primer día es la denominada Experiencia Néstor Kirchner. Esta muestra permanente, situada en el segundo piso, está pensada como un homenaje (otro más) al ex presidente. Según Rodolfo Pagliere, uno de los diseñadores del proyecto, el espíritu que acompaña la muestra invita a “ver la idea de Néstor que cada uno trae… y que uno dialogue con la idea de Néstor, atravesada a la vez por el texto en la pared”. Así es como se podrá escuchar la vida de Kirchner relatada por quienes lo conocieron y a través de imágenes de su vida.

Por si alguna duda quedaba acerca de la partidización del centro cultural. el ministro de Planificación Julio de Vido sostuvo en la conferencia de prensa que brindó en el lugar que “la música clásica estaba destinada a la élite a la que pertenecen los columnistas de los diarios opositores”. Lo hizo para presentar a la estrella de la obra, el auditorio denominado Ballena Azul (por su formato y color), una de las salas sinfónicas más grandes del mundo y que será la nueva sede de la Orquesta Sinfónica Nacional. Con esta explicación pretendió generar un contrapunto con el porteño Teatro Colón. Por si teníamos poco con las divisiones y enfrentamientos que nos cruzan actualmente, desde el fútbol a la política, el ministro decidió aportarle la cuota cultural; porque la cuerda –para el kirchnerismo- nunca está lo suficientemente tensa.

Cristina, la soja y vos

No siendo el ecologismo un movimiento al que suscriba, es importante reconocer sus logros al ayudar a extender la mirada más allá del presente y -más loable aún- al poner en consideración un tiempo posterior al de nuestras propias vidas y la de nuestros sucesores. La mayoría de sus vaticinios y pronósticos tienen que ver con lapsos que exceden largamente la existencia de un ser humano y sin embargo han logrado que muchos les presten especial atención y consideren apropiados sus reclamos. Algunas de sus premisas recomiendan -lo admitan o no- poner en riesgo la calidad de vida actual en pos de garantizar la vida varios miles de años a futuro. En política doméstica, el kirchnerismo es la mirada opuesta. Continuar leyendo

De Rusia con amor

Durante la segunda mitad del siglo XX, en el contexto de la Guerra Fría, surgió una agrupación de Estados cuyo objetivo era adoptar y conservar una posición neutral frente a las dos grandes potencias (Estados Unidos y la Unión Soviética) que se disputaban el dominio del planeta; esta organización se conoció como Movimiento de Países No Alineados. La Argentina fue miembro pleno entre los años 1973 y 1991. Pocos saben que en la actualidad continúa vigente esta estructura aunque ha perdido el principal motivo de existencia. En el año 2006, y por decisión del entonces presidente Néstor Kichner, la Argentina participó como país invitado en la cumbre que se realizó en La Habana, y a partir del 2009, ya con Cristina Fernández al frente del Poder Ejecutivo, se incorporó en calidad de observador. Desde los inicios de su segunda presidencia, una serie de factores económicos restrictivos -auto infligidos en la mayoría de los casos- hicieron que la política exterior argentina esté guiada por una carencia de recursos que el gobierno intenta camuflar como estrategia política. Continuar leyendo

Hasta Tinelli y el Maipo no paran

Es una verdad histórica que quien ha ejercido el poder con determinación, firmeza y altas dosis de discrecionalidad no se resigna a soltarlo con facilidad por más que las instituciones y las leyes de una República así lo requieran. Ya desde los tiempos en que Néstor sostenía que iba a abrir un “café literario” luego de dejar la presidencia, nos preguntamos si la familia Kirchner podría vivir “en el llano”. La respuesta es que no -o al menos no están mansamente dispuestos a ello.

A pesar de lo que algunas encuestas muestran (o bien quieren mostrar), el capital político del gobernador Daniel Scioli está exhibiendo algunas flaquezas que le imponen un límite a su aspiración presidencial. Aquel que intentó proyectar un cambio con continuidad decidió quedarse solamente con la segunda parte del slogan. Temió seguramente terminar “sin el pan y sin la torta”, por lo que optó por arrojarse de lleno en los brazos de Cristina Kirchner. Y a diferencia de las permanentes tensiones que a lo largo de estos años caracterizaron a la relación, fue muy bien recibido por la Presidente.

Para trabajar el análisis sobre encuestas que se dan a conocer -las cuales en muchos casos forman parte de la estrategia de campaña del candidato que las solicita- hay que tomar la desmalezadora, leer entre líneas y comparar. Hecho este trabajo, hay un dato central que motoriza y explica los movimientos de las fuerzas políticas en pugna: más del 50% de los argentinos quiere un cambio de rumbo para el país. Dicho en términos electorales: ningún candidato identificado con Cristina Fernández de Kirchner puede superar un ballotage. Si no lo pensásemos en términos numéricos sino como resultado global resultaría una situación similar a la que sufrió Carlos Menem en las elecciones del 2003. Formidable aporte para aquellos que sostienen que la vida es circular.

Desde esta premisa, los juegos de la política hacen el resto. Mauricio Macri y Sergio Massa son los que pugnan por representar ese descontento y voluntad de cambio. Desde el otro lado, Daniel Scioli lucha con todo lo que está a su alcance para lograr un triunfo en primera vuelta, aprovechando la división en la oposición. Para ello cuenta con la inestimable ayuda de un sistema electoral que carece de explicación racional. El requerido 40% de los votos afirmativos válidamente emitidos con una diferencia igual o mayor a 10% sobre el segundo o bien el 45% de los votos (casi imposible en estas circunstancias) es lo que le permite soñar al oficialismo con conservar el poder. Ante este panorama y con la mandataria apoyando ahora al único candidato que le brinda alguna esperanza de lograr su cometido, Florencio Randazzo necesitaría al menos fletar una formación de trenes a la luna por semana para alinear los planetas a su favor.

Repasemos entonces las razones que llevaron a que la Presidente termine por aceptar a un Daniel Scioli al que desprecia. En primer lugar, sería el único que aún conserva la capacidad de traccionar un caudal de votos suficiente para conservar cierta influencia en el poder legislativo. En segundo lugar, es el único dentro del tridente de candidatos con chances ciertas que le daría algo de tranquilidad –o al menos tiempo- en un frente judicial que aparenta ser el más complicado para un ex presidente (y para funcionarios, amigos y hasta familiares) desde el regreso de la democracia. En tercer lugar, es obviamente el único candidato con el cual puede negociar tanto lugares en las listas como la preservación de una nutrida y sedimentada burocracia estatal bien alimentada de fondos públicos.

Por el lado del gobernador, existe una situación de necesidad que lo ubica –al menos hasta superar la primera vuelta- definitivamente del lado kirchnerista del mostrador. Él lo explica bien –aunque le de un sentido diferente- cuando señala que habiendo superado cierto tramo de una carrera lo que hay que hacer es seguir adelante y terminarla. Así es como el gobernador se encuentra en un punto de no retorno donde prefiere consolidar su lugar dentro de los precandidatos del oficialismo, ganar las PASO (lo hará con comodidad) y a partir de allí tratar de alcanzar los puntos que le faltan para obtener un triunfo en primera vuelta o, en última instancia, ir a un ballotage tratando de convencer al electorado de que no es “tan K” como parece.
Mauricio Macri, el opositor mejor posicionado para llegar al ballotage, debería brindarle un muy especial agradecimiento a Néstor Kirchner por haber propiciado e impulsado la ley de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que hoy le permite al electorado determinar cuál de los candidatos de la oposición estará mejor posicionado para enfrentar al kirchnerismo.

La desesperación en el gobierno es tal que, según información publicada por Jorge Asís y refrendada por Silvia Mercado, le han propuesto a través de Máximo Kirchner (en esa no disimulada reunión en la quinta de Olivos a comienzos del mes pasado) al más popular conductor de la TV -Marcelo Tinelli- ser el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Entienden –con sondeos en la mano- que el vicepresidente de San Lorenzo puede aportarles los votos que les faltan para retener el poder cuatro años más. Es probable que en ese difícil proceso de “ablande” sobre el productor haya trabajado el amigo/asesor/confidente del gobernador Scioli Lautaro Mauro en el reciente viaje que compartió con Marcelo Tinelli luego de su separación.

Tendremos que concluir entonces que las categorías políticas de amigo-enemigo de Carl Schmitt que tan bien le caían a este gobierno, hoy terminan desdibujándose al tener que recurrir a quien se habían enfrentado fuertemente en los últimos tiempos (por Fútbol para Todos entre otras cosas) en pos de una victoria electoral que les asegure impunidad, negocios, poder y perpetuidad para todos y todas.

La Gran Scioli

Hace unos días, Daniel Scioli presentó en el barrio de Abasto su libro autobiográfico Mil imágenes, testimonios, un hombre, un sueño: La Gran Argentina, y lo hizo rodeado de familiares, dirigentes políticos, empresarios y gente de los medios de comunicación y la farándula. Auditorio ecléctico y variopinto que hizo honor a su idea de nunca confrontar. Como no podía ser de otra manera, es un libro basado en las imágenes de su vida como deportista y como político; el único texto lo conforman los epígrafes de las fotografías.

Si bien podría ser considerado como un típico dirigente justicialista capaz de adaptarse mágicamente a cada circunstancia política para permanecer en el poder, a Scioli lo distingue una formidable capacidad para conservar lazos con los distintos sectores del peronismo que supieron cobijarlo. Llegó a su primer cargo político en el año 97` como diputado nacional de la mano del ex presidente Carlos Menem (del cual fue un acérrimo defensor). Exceptuando el breve interregno de gestión de Fernando De La Rúa, el ex motonauta revistió siempre en las filas del oficialismo. Fue Secretario de Turismo y Deporte durante el gobierno de Eduardo Duhalde y luego invitado a conformar la fórmula presidencial con Néstor Kirchner, que se alzó con la primera magistratura en el 2003; en el 2007 emigró a la provincia de Buenos Aires para ser electo gobernador de la provincia más importante del país, cargo que conserva hasta el día de hoy. Resulta difícil, hasta para sus propios colaboradores, asignarle logros relevantes en la gestión de la cosa pública o ideas políticas transformadoras; sus mayores virtudes son la prudencia y la constancia. Continuar leyendo

Tensar la cuerda

Algunos de los que la conocen aseguran que Cristina Kirchner nunca va a patear el tablero. Incluso en ciertas declaraciones públicas donde arremete contra posiciones extremas de la izquierda política, en sus expresiones de fe capitalista o en su reconocimiento al necesario fin de lucro empresario, ciertamente daría la sensación de ser una presidente que pretende actuar dentro del sistema democrático liberal. Tal vez este sea el motivo por el cual los mercados le han dado al kirchnerismo más votos de confianza de lo habitual para un gobierno que en los hechos siempre ha buscado entorpecer el libre juego del mercado. Sin embargo, en todos estos años, la mayoría de los medianos y grandes empresarios han optado por hacer la vista gorda – ya sea por temor al castigo o para sacar provecho del maná estatal- al daño permanente y por goteo que el kirchnerismo causó en el sistema político y económico del país y que se ha acelerado en los últimos años.

Continuar leyendo

El laberinto de la sucesión

En ocasiones, la salud de la presidente Cristina Kirchner, como la de cualquiera de nosotros, puede privarla de algunas de las funciones que más disfruta realizar. Así sucedió por ejemplo cuando tuvo que enviar a su vicepresidente a encabezar el acto por la independencia el pasado 9 de Julio. Los discursos ante un público de adeptos incondicionales es quizá una de las actividades donde más se la ve gozar. De lo que no se privó en aquel acto es de otra función esencial al cargo y que también parece saborear: hacer valer su autoridad. Así fue que decidió, pese a la oposición silenciosa de la mayoría de los ministros y gobernadores presentes en el acto, poner al frente a al procesado vicepresidente Amado Boudou. Por si a alguien, dentro y fuera del oficialismo, le quedaban todavía dudas, Cristina Kirchner decidió sostener a viento y marea a su vicepresidente, al menos por el momento.

Quienes escapan como pueden de la cercanía del cuestionadísimo vice son aquellos funcionarios o ministros con ambiciones de suceder a su jefa en el máximo cargo. Tal es el caso del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, quien le dedicó un frío saludo a Boudou y logró evitar el abrazo del oso que su enemigo en el gobierno le tenía preparado. El ministro no se privó de dejar a su paso una frase que sonó lapidaria; declaró a una radio de la provincia de Córdoba que saludó a Boudou porque su padre le enseñó que no se le niega el saludo a nadie. En una carrera alocada contra el tiempo, Randazzo tiene la difícil misión de mostrarse como un eficiente gestor a la vez que intenta ganar la confianza de mayorías que están desencantadas con la administración actual. Su lucha es contra la herencia que le deja su propio gobierno en un área donde ha concentrado la mayor parte de sus errores: los desaguisados cometidos por el ministro Julio De Vido -sostenido y apañado por Néstor y Cristina Kirchner- durante 10 años son su principal escollo.

En una posición similar en algún sentido se encuentra Daniel Scioli, quien pretende mostrarse confiable dentro y fuera del kirchnerismo; una tarea que sólo una personalidad como la suya puede permitirse intentar. El gobernador va incansablemente en busca del apoyo de sus pares provinciales que hoy están con Cristina y tiene posibilidades de lograr su favor en caso de que lo intuyan con fuerza electoral como para competir con Sergio Massa. Cuanto más complicado vea el camino a la sucesión, más es lo que les va a prometer. Desde cargos en el futuro gabinete hasta la constitución de un poder prácticamente colegiado, el mandatario bonaerense no ahorrará esfuerzos para alzarse con la presidencia, lo cual puede también condicionarlo fuertemente en un futuro gobierno. Sin embargo, él sabe que el apoyo de estos líderes provinciales es absolutamente interesado y por eso su principal sostén lo tiene en sus colaboradores más cercanos y su círculo íntimo, el cual incluye a varios familiares directos como su esposa Karina Rabollini y sus hermanos José y Nicolás Scioli.

Otra de las apuestas del kirchnerismo para la sucesión, en este caso de su núcleo más duro, es el ministro de Economía Axel Kicillof. Apoyado en un firme intento de los medios amigos de convertirlo en una especie de hormiga atómica en su lucha contra el mal (los fondos buitres en este caso) y mediante una feroz carrera por sumar millas a su plan de viajero frecuente, el ministro desarrolla la doble tarea de negociar mientras critica, de teorizar mientras utiliza las armas de la pura práctica política, de apelar a la historia económica mientras se concentra en el más furioso presente.

Debajo de los ministros de Economía y del Interior, aparecen en lo que sería un tercer pelotón (teniendo en cuenta posibilidades electorales): el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. El primero trata de asentarse en su buena relación con miembros de la oposición y en su llegada a la Santa Sede. Urribarri trata de posicionarse desde el encolumnamiento más absoluto al liderazgo de Cristina Kirchner, reconociendo y fomentando incluso esa continuidad por encima de quien sea electo presidente, proponiendo así una devaluada reedición del viejo eslogan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. También el ministro Agustín Rossi intenta combinar sus labores de gestión en la cartera de Defensa con sus recorridas de campaña.

Por lo visto, todas las opciones que tiene Cristina en su espacio político para sucederla tienen una cuota importante de contraindicaciones. Ante este panorama toma mayor fuerza la teoría de aquellos que sostienen que la presidente apuesta a que la suceda alguien por fuera del peronismo. Tal vez conservando su núcleo duro de incondicionales, manteniendo sus posiciones en la burocracia estatal y replegándose a la labor de oposición pueda en algún momento volver al centro de la escena. Con toda sinceridad, y a riesgo de desilusionar a los más fervorosos militantes, da la sensación que el kirchnerismo es un ciclo terminado.