A medida que se acercan las elecciones que van a terminar, de una forma o de otra, con el largo gobierno del kirchnerismo, los candidatos acrecientan su temor a dar pasos en falso. La mayor parte de ellos trata de ubicarse en una posición expectante que les permita conservar la línea de flotación en la que se encuentran a la espera de que se vaya aclarando el camino. En términos de la psicología y el coaching personal se los acusaría de mantenerse en su zona de confort. Por acontecimientos recientes, entiendo que ya se habrán dado cuenta de que el kirchnerismo no les va a facilitar esa tarea, utilizando para ello su vasta experiencia en dinamitar cualquier posibilidad de fortalecimiento opositor. Continuar leyendo
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¿A quién le importa el nivel de acatamiento?
Mientras que los problemas reales de los argentinos pasan sin dudas y para todos (tanto detractores como militantes del kirchnerismo) por la inflación, la recesión económica, la inseguridad y los despidos que cada vez afectan a más actividades, el gobierno de Cristina Kirchner se esfuerza por encarar cuestiones que sólo responden a su manía por sostener el relato. Así fue como a toda marcha ingresaron al Congreso Nacional los proyectos para modificar la Ley de Abastecimiento y la pomposamente denominada Ley de Pago Soberano, que pretende cambiar al agente fiduciario para de esta forma eludir el cumplimiento del fallo del juez neoyorquino Thomas Griesa. Por si esto fuera poco en cuanto a proyectos o ideas que sólo sirven a los efectos de no perder el dominio y la iniciativa en la agenda política, la presidente no se privó de mencionar en su discurso del pasado martes en la provincia de Santiago del Estero la posibilidad de mudar la Capital Federal al interior del país. Casualmente (o no) la propuesta llega junto con el apoyo a la pareja gobernante en aquella provincia, Claudia Ledesma (actual gobernadora) y Gerardo Zamora (ex gobernador, actual senador y segundo en la línea de sucesión presidencial), que ponen en juego su poder con la elección de intendentes y concejales que tendrá lugar este domingo y que se presenta ampliamente favorable al radical kirchnerista. Continuar leyendo
Un Indec para los medios
La presidente Cristina Fernández de Kirchner presentó en acto público el pasado 5 de junio el Sistema Federal de Medición de Audiencias (Sifema) para presentarle batalla a las herramientas privadas, entre las cuales se encuentra la que realiza la multinacional de origen brasileño Ibope. Como sucede cada vez más a menudo, la presidente explicó la creación del índice tomando un dato absolutamente trivial e irrelevante: “A mí nunca me llamaron para saber qué estaba mirando”, sostuvo. Promocionado por el gobierno como un sistema de medición de audiencia transparente, federal, popular, participativo y con la mejor tecnología, goza sin dudas del vicio de origen que motiva su creación: la falta de público que tienen los medios de comunicación afines.
Prohibido refundar al país
Mientras que el kirchnerismo, y Cristina Fernández de Kirchner en particular, evalúa la mejor forma de dejar el poder tratando de conservar al menos en parte su influencia, el resto de la clase política debería ya estar trabajando sobre las secuelas que un gobierno (en sus tres períodos) que intentó monopolizar la escena pública va a dejar en las instituciones y en la vida social, política y económica del país.
En materia de derechos humanos, si bien el kirchnerismo le ha aportado dinamismo a algunas causas contra ex represores por su repentino interés en la materia, el daño que ha causado sobre organismos de DDHH que gozaban de independencia, credibilidad y prestigio es notable. Aquí también ha profundizado un distanciamiento entre quienes se han dejado cooptar y quienes conservaron su independencia política.
En lo que hace a la administración de la cosa pública (res publica), lejos de continuar con una profesionalización ampliamente necesaria para hacer eficiente y eficaz la gestión de la burocracia estatal, ha promovido una brutal involución que implicó el desplazamiento de funcionarios probos no alineados y el encumbramiento de militantes incapacitados y desinteresados al mismo tiempo, con la consiguiente pérdida de recursos humanos valiosos. Todo esto en un contexto donde el empleo público nacional se ha incrementado un 75% durante los años del kirchnerismo. Dos de los organismos que exhiben más claramente este desatino son el INDEC y la Cancillería.
El caso del Indec, con sus técnicos desplazados y la permanente manipulación de las estadísticas oficiales, es harto conocido. A los falsos números de pobreza, indigencia e inflación, se suman las dudas que genera la metodología adoptada para medir el empleo. Recientes revelaciones y cotejos indican también que ni siquiera los números de comercio exterior son confiables dadas las incongruencias que aparecen al cotejarlos con datos de organismos homónimos de países con los cuales Argentina tiene relaciones comerciales. La destrucción de un instituto estadístico que era modelo para el resto de los países de la región genera desazón.
La Cancillería también ha sido un ámbito donde la política facciosa ha desplazado a la idoneidad, aunque la situación ha sido camuflada durante un tiempo por la habitual discreción del cuerpo diplomático. Tal vez el fallido acuerdo con Irán sea la pequeña punta de un enorme iceberg. Recientemente se han conocido correos electrónicos entre miembros de La Cámpora que allí trabajan y que demuestran la existencia de proyectos de reforma para el Servicio Exterior de la Nación (SEN), sea modificando la ley (de muy difícil concreción), interviniendo en contenidos, o solicitándole a la presidente que modifique vía decreto la reglamentación de la ley 20.957 sancionada en 1986.
En materia judicial, y pese a que la Corte Suprema nos ha evitado la desgracia de ver materializada la total cooptación del Poder Judicial al declarar inconstitucional parte de la reforma impulsada por el oficialismo, vale recordar la cantidad de jueces que por sociedad, complicidad o bajo presión han cedido a los deseos del poder político. La evolución del Ministerio Público Fiscal ha ido en dirección de lograr el encolumnamiento de los fiscales a la militante conducción de la Procuradora General de la Nación Alejandra Gils Carbó. Recordemos que el anterior Procurador Esteban Righi, un histórico dirigente del peronismo que detentó ese cargo por el transcurso de 8 años durante los gobiernos de Néstor y Cristina, tuvo que renunciar acusado por el vicepresidente Amado Boudou de intervenir en la causa que lo tiene involucrado por la quiebra de la empresa Ciccone Calcográfica, y ello no podría haberse logrado sin la clara venia de la primera mandataria. Con la reciente propuesta de nombramiento de 360 conjueces para cubrir vacantes en varios juzgados, la presidente ha abandonado la sutileza para pasar a postular personas claramente identificadas con su espacio político.
La intervención sobre los medios audiovisuales y de prensa ha excedido cualquier intento de influencia propiciado por gobiernos anteriores desde el retorno de la democracia. Como consecuencia de ello, ha quedado conformada una multiplicidad de medios que se sostienen primordialmente por la pauta oficial y los negocios con el Estado y que pasarán a ser mano de obra desocupada a merced del nuevo oficialismo. Esta puja también ha traído consecuencias sobre la calidad de aquellos medios que han quedado parados en la vereda de enfrente del gobierno. Fomentando la radicalización de los contendientes ha logrado bajar la calidad del debate público.
En materia de política económica, el gobierno de los Kirchner ha logrado “inventar” una crisis en un clima que continúa ampliamente favorable para la región y en particular para la Argentina. Récord de cosecha y una tonelada de soja en precio exorbitante no le han impedido poner al país al borde de la estanflación (el peor escenario). La confianza nunca recreada ha logrado una permanente y masiva fuga de capitales que costará mucho esfuerzo y tiempo recuperar. Mercados internacionales de importación y exportación han quedado a merced de los caprichos de equipos económicos inconsistentes y una conducción política imprevisible. La percepción de los actores internacionales respecto de la Argentina indica una distancia cada vez mayor entre potencia y acto. Al mismo tiempo, el direccionamiento de la matriz productiva hacia actividades inviables, mientras se deja al margen de la consideración gubernamental a las más competitivas, va a requerir de tiempo para readecuarse.
En materia de educación universitaria, la creación de nuevos establecimientos, sobre todo en el conurbano bonaerense, ha servido para ejercer un control sobre profesores y contenidos que la propia democracia interna en las universidades más importantes (donde las agrupaciones y académicos del kirchnerismo suelen obtener resultados adversos) les ha vedado. Así suelen girar millonarias sumas para que éstas los dediquen a financiar películas, participar de exposiciones y eventos partidarios, evitando así el control institucional de esos recursos.
Quienes menoscaban al kirchnerismo como un movimiento político que ha basado su gobierno en dos elementos principales, la soja y la suerte, olvidan el persistente y esforzado trabajo que ha hecho durante más de diez años por modificar las bases institucionales del país, poniendo el foco en el funcionamiento de las mismas (neoinstitucionalismo). Claramente no se han llevado bien con las tres características que nuestra constitución señala como esenciales para nuestra democracia, su dimensión representativa, republicana y la federal. Lamentablemente para la salud de la República, en esta tarea han sido mucho más eficaces que en la gestión administrativa.
Ante la evidencia que otorgó un florido discurso público, sería un buen elemento de cara al futuro medir la cantidad de veces que un candidato, o presidente ya electo, promete una refundación del país. De esta manera, sabríamos a ciencia cierta su intención de perpetuarse en el poder, avasallar las instituciones e intentar mimetizar los objetivos e intereses de toda una nación con los de la propia facción.
El Diálogo que todos deberíamos escuchar
Recibí con gusto la invitación para ver el documental El Diálogo entre Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis, dirigido por Carolina Azzi y Pablo Racioppi. Fue una experiencia emocionante y conmocionante para mí. Si bien conocía por sus escritos el pensamiento de ambos protagonistas, hay que darle el respeto que merece al impacto audiovisual de una historia bien contada. Los silencios, las emociones, las miradas cómplices, ese mueca justa de Leis para generar una carcajada algo culposa por el tema tratado y la claridad de Fernández Meijide para hacernos revivir con ella aquel sufrimiento por un hijo arrancado de su hogar en plena madrugada.
No soy crítico de cine y por lo tanto sólo me limitaré a recomendar que vean este valioso testimonio porque, más allá de contar en primera persona la violencia política de los años 70`, también dispara una serie de reflexiones y nos interpela como sociedad en nuestra relación con la verdad, la conciencia, la hipocresía y la impostación.
Una de las frases que más me impactó del documental fue cuando Leis pide, casi suplica, a los “sobrevivientes” (como prefiere llamar a los protagonistas de aquellos años) que simplemente cuenten lo que saben. Transmitir lo sucedido fue un proceso por el que tímidamente pasamos (en el período de Alfonsín), desdeñamos (durante el gobierno de Menem) y reescribimos (durante el kirchnerismo) y este vaivén teñido de mentiras nos colocó en la triste situación de no haber podido aportar el marco de verdad, justicia y reconciliación necesarios para crecer como sociedad. Más aún, el esfuerzo de haber juzgado a las juntas militares junto con la Conadep y su informe Nunca Más han sido celosamente sepultados, reescritos u olvidados por el kirchnerismo gobernante con la triste complicidad de algunos organismos de derechos humanos.
Los gobiernos de Néstor y Cristina se han caracterizado por postergar, si no soslayar, la investigación de la verdad. Esto, claro está, no sucedió solamente en el área de los derechos humanos. Vale una pequeña anécdota personal para ilustrarlo. Hace unos años pasaba unas vacaciones con mi familia en Mar de las Pampas. Siendo marzo el mes elegido y estando en un balneario tranquilo tuve la oportunidad de divisar cerca de la orilla del mar al publicista ultra K Fernando Braga Menéndez. En tono amistoso y como animal político que soy, me acerqué para comentarle que lo conocía y tal vez motivar alguna charla que me devolviera la realidad que las vacaciones y el descanso pretenden ocultar. Parece que a él le sucedía lo mismo y entonces hubo diálogo. En un breve repaso del contexto político de aquel momento, recuerdo que cuando llegamos al tema del Indec y las falsas cifras de inflación, Braga Menéndez fue todo lo auténtico que suele ser en público. Según él, el gobierno hacía bien en falsear las estadísticas porque de esta manera evitaba el pago extra de deuda pública que actualizaba por CER (coeficiente de estabilización de referencia). Un pequeño ejemplo del kirchnerismo y su relación con la verdad.
Haber escuchado a Graciela Fernández Meijide oponerse a la utilización de la simbólica cifra de 30.000 desaparecidos esgrimiendo que eso es una falta de respeto para las víctimas me parece de un gran coraje. Graciela explica que su trabajo durante aquellos años de militancia en organismos de derechos humanos implicaba la documentación precisa de los desaparecidos. Cualquier generalización (aunque tenga la misión de establecer un símbolo y que a su vez facilite el encasillamiento bajo el concepto de genocidio) es sentida como una afrenta a tamaño trabajo de investigación y documentación, pero fundamentalmente al derecho de las víctimas. Que Héctor Leis critique el accionar no sólo de la cúpula de Montoneros sino que también cuestione aquel supuesto romanticismo de sus militantes y haga hincapié en la fascinación por la violencia de aquellos jóvenes es también valiente y disruptivo.
Hay algo que de todos modos inquieta. Si bien sé que tanto Graciela como Héctor han tenido inconvenientes y recibido críticas de parte de supuestos defensores de los derechos humanos por sus dichos y escritos, también creo que de alguna manera han podido sortear esas críticas, o al menos hacerlas menos agresivas, por haber sido ellos mismos “víctimas” de aquellos años. Cualquier otro que no hubiera padecido la pérdida de un hijo a manos de la dictadura militar (caso Graciela) o que no haya sido oficial de Montoneros (como Héctor) se las vería mucho más complicadas para dar estos testimonios que fracturan el relato que construyó a fuerza de repetición y constancia el kirchnerismo. La grieta, en este caso del relato, es valiosa porque nos acerca a la verdad. Sería bueno que sólo sea el puntapié inicial para que todos los protagonistas de la violencia política de los 70` hablen y cuenten lo que saben sin especulaciones.
De haber permitido un lógico proceso de investigación, brindando la oportunidad para que todos los protagonistas de aquellos años puedan contar con libertad (aunque sea desde la cárcel si así correspondiera) su versión de lo sucedido, tal vez hoy la reconstrucción de aquellos tristes acontecimientos hubiera sido más fructífera y muchos familiares podrían saber finalmente qué fue de aquellos hijos desaparecidos o conocer el paradero de tantos nietos que aún no se encontraron. Cuando muchos de los protagonistas de la violencia se dieron cuenta de que la única oportunidad que tenían de defenderse era mediante el silencio, ese fue el preciso momento en que creamos un abismo entre nosotros y la verdad histórica.
Sin dudas, las interpretaciones, responsabilidades y culpabilidades penales son bien diferentes según los actores políticos. Sin embargo eso debía ser el final del camino y no el principio. Haber puesto en el banquillo de los condenados a todos aquellos que eran para el kirchnerismo estorbos del relato trastocó las cosas y nos alejó de la verdad. Incluso Héctor Leis sostiene que el proceso de venganza (más que justicia) sobre quienes perpetraron aquellos crímenes nos impidió realizar una reconstrucción sincera y completa de aquel tormentoso pasado.
Sin dudas, uno de los logros que el kirchnerismo ha tenido fue permear sobre toda la sociedad y en la cultura política en particular ese miedo a la verdad. Aquello de barrer bajo la alfombra o bien no levantar la colcha por miedo a lo que se pueda encontrar. Esto abarca tanto el recuerdo de los años de mayor violencia política del país durante el siglo XX como la intervención del Indec, la masiva intromisión sobre los medios audiovisuales, la colonización de la agencia oficial Télam por parte de bloggeros K o las trabas al acceso a la información pública.
Esta turbia relación con la verdad también se impone al interior del kirchnerismo. Los funcionarios y dirigentes del oficialismo más permeables a transmitir el relato que baja la presidente Cristina Kirchner son los más beneficiados en el círculo áulico kirchnerista. Por el contrario, aquellos que suelen intentar un acercamiento a la verdad sin salirse del oficialismo son vistos con mayor desconfianza por la cúpula del poder y los guardianes del relato.
Aunque provenga desde mi agnosticismo, vale la pena repasar finalmente aquella frase de Jesús citada en el Evangelio según San Juan: “La verdad os hará libres”. Creo que en ese sentido, ha sido una década perdida. Nos hemos alejado de la verdad en pos de sostener un relato y para esto ha influido mucho la frustración que Néstor y Cristina sintieron por no tener el pasado glorioso que el presente en la máxima esfera del poder y el relato les pedían sostener.