Los simuladores

Alexander Martín Güvenel

A medida que se acercan las elecciones que van a terminar, de una forma o de otra, con el largo gobierno del kirchnerismo, los candidatos acrecientan su temor a dar pasos en falso. La mayor parte de ellos trata de ubicarse en una posición expectante que les permita conservar la línea de flotación en la que se encuentran a la espera de que se vaya aclarando el camino. En términos de la psicología y el coaching personal se los acusaría de mantenerse en su zona de confort. Por acontecimientos recientes, entiendo que ya se habrán dado cuenta de que el kirchnerismo no les va a facilitar esa tarea, utilizando para ello su vasta experiencia en dinamitar cualquier posibilidad de fortalecimiento opositor.

Con ese objetivo e iniciando el trabajo con la cruel versión del militante kirchnerista Alex Freyre referida a los remedios para controlar la infección por HIV, el kirchnerismo puso a varios exponentes de la oposición en la complicada tarea de tener que fijar posición acerca de distintas políticas implementadas a lo largo de todos estos años por parte de Néstor y Cristina. El jefe de gobierno porteño Mauricio Macri fue conminado a aclarar que mantendría las estatizaciones de YPF y de las AFJP cuando tanto propios  como extraños saben que el PRO se había mostrado contrario a esas políticas. Macri encontró un resquicio de argumentación en la dificultad que impondría desandar el camino emprendido, aunque es probable que lo que tengan medido es el consenso social respecto a que esas áreas estén en manos del Estado (al menos por ahora). La previsibilidad, algo de lo cual este gobierno a todas luces carece, oprime paradójicamente el accionar de la oposición que intenta por todos los medios “no asustar” a los electores.

Siguiendo con las simulaciones, el AFSCA de Martín Sabatella acusa a Clarín de haber presentado un plan de adecuación que simplemente aparenta cumplir con la ley pero que utiliza todo lo que tiene a su alcance para evitarla. Lo curioso en este caso es que cuando este plan fue presentado a principios de año había tenido una acogida favorable por parte del organismo de regulación. El propio Sabatella había dicho que “a primera vista, lo que se presentó cumple los requisitos de la ley” para terminar congratulándose por “haber logrado que todos los grupos de medios, aún el más poderoso y perjudicial para la democracia, hayan tenido que rendirse al imperio de la ley”. Quedaba ya claro en aquella frase que la ecuanimidad en la autoridad de aplicación no iba a ser su característica más sobresaliente. El gobierno simula medir con la misma vara aunque todos reconocen de manera privada que el objetivo primordial de la ley siempre fue desmantelar al Grupo Clarín.

También el INDEC ha vuelto a repetir conductas que lo pusieron como organismo líder en la falsificación de cifras. Con una diferencia en la medición de la inflación acumulada en el año de alrededor de 10 puntos porcentuales (por debajo obviamente) respecto a lo que miden las consultoras privadas agrupadas en el índice del Congreso y las mediciones estatales de otras jurisdicciones, el IPC nacional -nuevo índice lanzado a principios de año y fruto de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para dotar de mayor credibilidad a las estadísticas oficiales- ya genera tantas dudas como su antecesor. El período de sinceramiento fue realmente corto. Nadie utiliza las cifras que este organismo produce como insumo para su actividad, por lo que todas las cifras que funcionan como indicadores de la realidad social y económica del país son meras fantasías. El cepo cambiario hizo aquí aún más para que exista un desdoblamiento entre lo formal y lo real; sólo con intentar medir el PBI del país alcanza para notar esta dualidad.

Los gobernadores del Partido Justicialista, entre ellos el dócil mandatario bonaerense Daniel Scioli, tiemblan al pensar que se acerca un fin de año que puede volver a ser complicado. Con sus arcas en rojo, simulan y sobreactúan un apoyo al gobierno nacional para no quedarse afuera de la ayuda que les permita atravesar sin sobresaltos las fiestas. Todos recuerdan los acuartelamientos de las fuerzas policiales y los saqueos iniciados en la provincia de José Manuel de la Sota y temen ser ellos quienes este año deban pagar por mostrar un matiz en la relación con el gobierno nacional. Denostan por lo bajo al equipo económico que conduce Axel Kicillof pero lo aplauden desde la primera fila.

El intento por manipular a la justicia no cesó con el fallo de la Corte Suprema que declaró inconstitucional parte de la reforma judicial en la que se había embarcado el oficialismo. Por estos días, y faltando sólo 15 meses para que Cristina Kirchner abandone el gobierno, la procuradora Alejandra Gils Carbó insiste en la promoción de fiscales absolutamente afines al kirchnerismo. Los militantes de la agrupación Justicia Legítima acaparan las postulaciones. Para la crucial Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, la cual debe ocuparse de investigar los casos de corrupción que afectan al gobierno, propone al actual gerente de asuntos legales de la ANSES, Sergio Leonardo Rodríguez. Con este nombramiento pretende cubrir el cargo que dejó vacante con su renuncia en marzo de 2009 el ex fiscal Manuel Garrido. Vale recordar que en aquel momento Garrido adujo una limitación a su trabajo por parte de su entonces jefe directo Esteban Righi. Detrás de la mentada agilización de los procesos subyace el intento de cooptación final de una justicia ya bastante maniatada en su accionar pero que intentaba salir de su letargo.

El flagelo del trabajo informal (en negro) es reconocido por los propios funcionarios cuando los micrófonos están apagados. Los mismos organismos gubernamentales destinan enormes sumas de dinero a pagos no remunerativas para sus empleados. Sin embargo, la presidente montó en cólera cuando la Organización Internacional del Trabajo (OIT) situó las cifras de trabajo informal en el país en un preocupante 46,8%. Según Cristina, este organismo, como tantos otros que han caído bajo su verba iracunda, pretenden “asustar para ajustar”. Todos ellos estarían en las antípodas de los extranjeros que “hablan maravillas de Argentina”.

Elogios y reproches, conquistas y flagelos, opositores y oficialistas, críticos y apologistas, todos parecen haberse convertido en especialistas en el arte de simular.