Estamos de PASO

“Primarias abiertas secretas y obligatorias”, dijo y repitió sin ruborizarse el ministro de Justicia Julio Alak (vale aclarar para algún desprevenido que la “s” es por simultáneas), cuando trataba de justificar la demora de más de cuatro horas para cargar los primeros datos de las elecciones celebradas ayer. Así entramos en la primera conclusión de unas elecciones con mucha tela para cortar: El sistema de votación en la Argentina es arcaico y muy favorable a las nocivas prácticas que en cada elección se denuncian, pero que de ninguna manera van a solucionar quienes de este sistema se benefician en desmedro de los electores.

Los resultados a nivel nacional van en línea con lo que las encuestas más serias venían pronosticando. Un triunfo del Frente para la Victoria que no le permite evitar el ballotage. Desde hoy pocos serán los que puedan insistir con que el número mágico para Daniel Scioli es el 40. Ahora deben ir por el 45, y esa es una empresa difícil. El frente Cambiemos se situó en los 30 puntos, liderado por un Mauricio Macri que obtuvo el 80 % de los votos de esa interna. Si presumimos que muy probablemente un importante porcentaje de los votantes de UNA va a ir en octubre en busca del denominado “voto útil”, la alianza del PRO con la UCR y la Coalición Cívica tiene altas posibilidades de superar el 35 % de los votos, lo que obliga a Scioli a ir por ese 45 % que le permitiría evitar este ballotage “a la argentina”. Continuar leyendo

El poder de la lapicera

El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey lo dijo sin tapujos: “La realidad práctica es que el que tiene la lapicera conduce”. No le debe haber caído en gracia esta afirmación a la Presidente y sus discípulos, pero el joven gobernador ya piensa en el futuro. Dijo también que apuesta por un triunfo del peronismo, pero no se muestra distante del jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. Quiere ser partícipe de la construcción de poder en el país que viene a partir de diciembre y no lo oculta. No está dispuesto a tolerar un mando tan centralizado como el que ejercieron Néstor y Cristina en estos doce años de gobierno y no es el único de los gobernadores del peronismo que piensa así. Continuar leyendo

Carrió puso sus patitos en fila

Elisa Carrió ha provocado esta semana un terremoto político de proporciones. Luego de varios amagues donde había dejado en claro que pretendía que el FAUNEN se abra a otras fuerzas políticas (particularmente al PRO de Mauricio Macri) para de esa forma tener posibilidades de derrotar al peronismo en sus dos versiones, finalmente entendió que esa chance no coincidía con los tiempos y las decisiones que se tomaron al interior del partido mayoritario del Frente (la UCR) y decidió dar el portazo. Lo hizo, por supuesto, a su manera, dejando títulos para todos los gustos y, fundamentalmente a mi criterio, dando definiciones políticas de envergadura. Quedará para otro momento intentar saber si esta decisión fue o no consensuada con el propio presidente del partido radical, Ernesto Sanz, que, por responsabilidad partidaria y carácter, no podía tomar tal camino.

Está claro que su estilo de construcción política no estuvo jamás basado en la mesura. En ese sentido, podríamos decir que es la antítesis política del gobernador Daniel Scioli; sin embargo, la diputada Carrió ha logrado algo que es realmente difícil de conseguir en política y en la vida: conjugó en un solo gesto las éticas de la convicción y la de la responsabilidad. Animándose a desafiar al mismísimo Max Weber, para quien la ética de la responsabilidad (por él definida), es la única aplicable en política, Lilita podría proponer una tercera categoría. Sus convicciones le indicaron que gran parte de los males que azotan al país se los debemos al peronismo, haciendo fundamentalmente hincapié en la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, una tríada que no puede entenderse por separado. Entendió a su vez que la responsabilidad como dirigente hoy pasa precisamente por evitar que el próximo gobierno sea del mismo signo político, bajo el cartel de kirchnerismo crítico (Sergio Massa) o de kirchnerismo oficial edulcorado (Daniel Scioli).

Denostada en innumerables ocasiones por su discurso incendiario y sus convicciones mesiánicas, en esta ocasión (y lo viene haciendo desde hace ya largos años), ha demostrado tener perfectamente en claro cuáles deberían ser los objetivos políticos de toda oposición (alcanzar el poder) y cómo conseguirlos. Incluso ha tomado decisiones que, a la luz de los acontecimientos, han sido muy pragmáticas. Un ejemplo claro ha sido su alianza con Pino Solanas, inentendible desde el punto de vista de las ideas, pero útil como forma de dejar al kirchnerismo sin representación política en el Senado por el distrito federal. Ahora considera que el único candidato que tiene posibilidades de derrotar al peronismo es el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri y se mueve en esa dirección.

Con los números que manejan actualmente la mayoría de los encuestadores, la segunda vuelta estaría definiéndose entre dos patas del justicialismo quienes, vale rememorar, estuvieron muy cerca de acordar antes de las últimas elecciones legislativas. Nuevamente las internas del PJ definidas en una elección nacional. Dado el particular sistema de doble vuelta que rige en la Argentina –permitiendo el triunfo directo con un porcentaje superior al 45% o bien superando los 40 puntos porcentuales mientras sea igual o mayor a 10 % la diferencia con el segundo- como bien señala Carrió, el kirchnerismo no estaría tampoco muy lejos de retener el poder a través del gobernador bonaerense, incluso cuando la opinión pública es hoy mayoritariamente crítica de su gestión.

Desde una visión peronista, quien fuera director del CONFER durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner y es un histórico dirigente peronista, Julio Bárbaro, coincide con Carrió en que “la gente votaría a quien le gane a los K”. Lo que en tal caso quiere evitar la diputada oriunda del Chaco es que la final se juegue entre dos contendientes que, con sus diferencias, han tenido un fuerte protagonismo durante ambos gobiernos del matrimonio.

No les falta razón a aquellos sectores más ideologizados del Frente UNEN al decir que esta Lilita no es la misma de años atrás. Sin dudas, sus posturas políticas hoy se encuentran más cercanas a una fuerza de centro o centro derecha que a la izquierda tradicional. En ese sentido, es entendible que fuerzas como Libres del Sur no quieran participar de unas PASO con el PRO, pero no lo es tanto en el caso del radicalismo. Carrió interpela con lógica pura a quienes son parte de UNEN al decirles que ella le quiere “ganar a Macri. Ahora si nosotros, el panradicalismo, no le podemos ganar a Macri, ¿cómo le vamos a ganar al PJ?”

Está claro que varios dirigentes importantes de la UCR tienen un diagnóstico semejante al de la líder de la Coalición Cívica pero por responsabilidad partidaria (Sanz) o por propio interés (Morales) no pueden tomar una decisión como la de ella. Sin embargo, seguramente serán muchos los radicales que sigan su camino –con otros modos y otras consecuencias- si tanto las encuestas como la decisión del órgano partidario se mantienen como hasta el momento.

Como decía en la columna anterior Panorama del “mercado” electoral argentino, no hay espacio para cuatro candidatos y mucho menos si lo que se pretende es derrotar a un kirchnerismo light (Scioli) o a un kirchnerismo crítico (Massa), los cuales pueden tener otras formas (el gobernador) y hasta otras ideas (el líder del Frente Renovador) pero que comparten la dinámica de construcción de poder y ejercer el control de los poderes del Estado con el oficialismo. Así sea porque el justicialismo deba descansar hasta “purgarse de kirchnerismo” (textual definición de un amigo empresario) o bien para poder tener finalmente una alternancia de poder en la Argentina, la decisión y el camino emprendidos por Elisa Carrió la muestran como una de las dirigentes políticas más racionales y responsables del país.

Un frente rupturista pero frágil

El Frente Amplio UNEN (FAUNEN) hizo su anunciada y preparada irrupción al escenario político la pasada semana y, si bien no cambió la fotografía actual, modificó el panorama a futuro al tiempo que focalizó la agenda sobre su lanzamiento, lo cual no es poco en un espacio simbólico que tiempo atrás solía monopolizar el gobierno. Lo llamativo es que siendo una noticia positiva para el mercado electoral y político argentino también aparece con un destino muy probable de desmembramiento o, al menos, de reestructuración. Lejos de la chicana política fogoneada y difundida desde todos los medios de comunicación comprados o cooptados (y financiados) por el kirchnerismo que señalan las deficiencias de origen de esta coalición y hacen una maliciosa comparación con la fallida Alianza, lo que se descuenta es que la discusión acerca de la incorporación o no del PRO de Mauricio Macri va a generar una tensión que difícilmente puedan tolerar y mucho menos resolver sin que esto les produzca bajas entre sus filas.

Si bien la explicación de tal tensión pasará por la discusión acerca de cuál es el límite para la conformación de esta coalición, en realidad se trata fundamentalmente de quienes tengan o no una vocación real de poder. En este sentido, y a contramano de los puristas del espacio, las figuras más prominentes son más proclives al acuerdo aunque por ahora no hayan exteriorizado esta preferencia. Ernesto Sanz, Oscar Aguad, Julio Cobos, entre otros importantes dirigentes, tienen decidida la incorporación del PRO a la coalición y esperarán el momento oportuno para hacerlo. En ellos podríamos decir que prima, en términos de Max Webber, la ética de la responsabilidad. Más reacios son los dirigentes más ideologizados, y de menor peso político del espacio, como Pino Solanas, Victoria Donda, Héctor Tumini y Margarita Stolbizer. Ellos se inclinan más por reafirmar sus convicciones (ética de la convicción), aunque esto les implique no poder acceder al control del ejecutivo. Tal vez, gobernar no sea algo que les quite el sueño mientras puedan mantener desde el Poder Legislativo cierto grado de influencia (menor por cierto) o al menos de expresión. Con dudas hay dirigentes de menor relevancia como Ricardo Alfonsín y también hay un presidenciable como Hermes Binner.

Siguiendo con quienes firmemente se oponen al acuerdo con el PRO, incluso aquellos que como Stolbizer reconocen la valía de la fuerza de Mauricio Macri, a la cual reconocen como un partido moderno y democrático, el argumento principal que esgrimen es que el FAUNEN conforma una fuerza de centro-izquierda progresista muy distinta a lo que es el PRO, espacio de centro-derecha liberal-conservadora (valga la contradicción). Según este sector, con una valiosa dosis de sinceridad, no puede haber con el partido que gobierna la Ciudad ninguna coincidencia en cuanto al diagnóstico ni en cuanto a las políticas a aplicar. Tal vez no se hayan percatado que dentro de su espacio hay también este tipo de diferencias. Para poner solo un ejemplo, es claro que en la actualidad, las posturas que sostiene Elisa Carrió son más cercanas a las de Mauricio Macri que a las de Victoria Donda. Desde el sector del FAUnen que es permeable a la incorporación de Macri, el principal argumento pasa por poder conformar una coalición de poder que sea realmente una alternativa al peronismo.

Una buena figura utilizó el escritor Jorge Asis para describir el natural ensamblaje que representaría la unión de estos dos sectores. Según “el turco”, la UCR (miembro estructural del FAUNEN) es un esqueleto sin candidato mientras que Mauricio Macri es un candidato sin esqueleto. En este contexto da la sensación que cualquier oposición que desde dentro o fuera de ambos sectores se haga por evitar la convergencia está destinada a fracasar; más aún cuando Macri decidió “desperonizar” al PRO por más que les pese a dirigentes como Diego Santilli y Cristian Ritondo.

El viejo sueño europeísta de Néstor Kirchner donde dos fuerzas, una de centro izquierda y otra de centro derecha, se disputan y alternan en el poder es hoy una quimera. Siguiendo la tipología de partidos políticos creada por el politólogo italiano Giovanni Sartori, quizá la más adecuada para analizar el sistema de partidos imperante en la mayoría de los países de América Latina, podemos colocar nuestro sistema dentro de lo que él llamó “de partido predominante”, donde este es sin dudas el peronismo. Con dos candidatos fuertes en ese espacio como Daniel Scioli y Sergio Massa, más el kirchnerismo residual que definirá a futuro el candidato sobre el que finalmente se incline, conforman al menos el 50% de votantes. Teniendo en cuenta esta situación, hay dos análisis, ambos equivocados, que han hecho algunos dirigentes políticos. Margarita Stolbizer ha dicho que el FAUNEN compite desde la centro-izquierda contra la opción del PRO, que es centro derecha; olvidándose tan solo al peronismo. Por su parte, el precandidato del Frente para la Victoria, cuya obsecuencia es inversamente proporcional a sus posibilidades de triunfo, léase Sergio Urribarri, retomó la idea bipartidista de Kirchner antes mencionada pero ubicando al Frente para la Victoria como la fuerza de centro izquierda y a FAUNEN como la de centro-derecha, por lo cual ni vale la pena tomar seriamente esta afirmación.

Es probable también, aunque sea una estrategia ciertamente arriesgada, que ambos sectores acuerden, exteriorizando la decisión o no, apoyar a quien entre en la segunda vuelta. Esta opción puede dejarlos sin nada en unos comicios que, a priori, aparecen con una gran atomización electoral. Por lo tanto, y si la política entra dentro de aquellos campos donde la racionalidad impera, el acuerdo FAUNEN-Pro es un hecho que sólo requiere formalización.