El Frente Amplio UNEN (FAUNEN) hizo su anunciada y preparada irrupción al escenario político la pasada semana y, si bien no cambió la fotografía actual, modificó el panorama a futuro al tiempo que focalizó la agenda sobre su lanzamiento, lo cual no es poco en un espacio simbólico que tiempo atrás solía monopolizar el gobierno. Lo llamativo es que siendo una noticia positiva para el mercado electoral y político argentino también aparece con un destino muy probable de desmembramiento o, al menos, de reestructuración. Lejos de la chicana política fogoneada y difundida desde todos los medios de comunicación comprados o cooptados (y financiados) por el kirchnerismo que señalan las deficiencias de origen de esta coalición y hacen una maliciosa comparación con la fallida Alianza, lo que se descuenta es que la discusión acerca de la incorporación o no del PRO de Mauricio Macri va a generar una tensión que difícilmente puedan tolerar y mucho menos resolver sin que esto les produzca bajas entre sus filas.
Si bien la explicación de tal tensión pasará por la discusión acerca de cuál es el límite para la conformación de esta coalición, en realidad se trata fundamentalmente de quienes tengan o no una vocación real de poder. En este sentido, y a contramano de los puristas del espacio, las figuras más prominentes son más proclives al acuerdo aunque por ahora no hayan exteriorizado esta preferencia. Ernesto Sanz, Oscar Aguad, Julio Cobos, entre otros importantes dirigentes, tienen decidida la incorporación del PRO a la coalición y esperarán el momento oportuno para hacerlo. En ellos podríamos decir que prima, en términos de Max Webber, la ética de la responsabilidad. Más reacios son los dirigentes más ideologizados, y de menor peso político del espacio, como Pino Solanas, Victoria Donda, Héctor Tumini y Margarita Stolbizer. Ellos se inclinan más por reafirmar sus convicciones (ética de la convicción), aunque esto les implique no poder acceder al control del ejecutivo. Tal vez, gobernar no sea algo que les quite el sueño mientras puedan mantener desde el Poder Legislativo cierto grado de influencia (menor por cierto) o al menos de expresión. Con dudas hay dirigentes de menor relevancia como Ricardo Alfonsín y también hay un presidenciable como Hermes Binner.
Siguiendo con quienes firmemente se oponen al acuerdo con el PRO, incluso aquellos que como Stolbizer reconocen la valía de la fuerza de Mauricio Macri, a la cual reconocen como un partido moderno y democrático, el argumento principal que esgrimen es que el FAUNEN conforma una fuerza de centro-izquierda progresista muy distinta a lo que es el PRO, espacio de centro-derecha liberal-conservadora (valga la contradicción). Según este sector, con una valiosa dosis de sinceridad, no puede haber con el partido que gobierna la Ciudad ninguna coincidencia en cuanto al diagnóstico ni en cuanto a las políticas a aplicar. Tal vez no se hayan percatado que dentro de su espacio hay también este tipo de diferencias. Para poner solo un ejemplo, es claro que en la actualidad, las posturas que sostiene Elisa Carrió son más cercanas a las de Mauricio Macri que a las de Victoria Donda. Desde el sector del FAUnen que es permeable a la incorporación de Macri, el principal argumento pasa por poder conformar una coalición de poder que sea realmente una alternativa al peronismo.
Una buena figura utilizó el escritor Jorge Asis para describir el natural ensamblaje que representaría la unión de estos dos sectores. Según “el turco”, la UCR (miembro estructural del FAUNEN) es un esqueleto sin candidato mientras que Mauricio Macri es un candidato sin esqueleto. En este contexto da la sensación que cualquier oposición que desde dentro o fuera de ambos sectores se haga por evitar la convergencia está destinada a fracasar; más aún cuando Macri decidió “desperonizar” al PRO por más que les pese a dirigentes como Diego Santilli y Cristian Ritondo.
El viejo sueño europeísta de Néstor Kirchner donde dos fuerzas, una de centro izquierda y otra de centro derecha, se disputan y alternan en el poder es hoy una quimera. Siguiendo la tipología de partidos políticos creada por el politólogo italiano Giovanni Sartori, quizá la más adecuada para analizar el sistema de partidos imperante en la mayoría de los países de América Latina, podemos colocar nuestro sistema dentro de lo que él llamó “de partido predominante”, donde este es sin dudas el peronismo. Con dos candidatos fuertes en ese espacio como Daniel Scioli y Sergio Massa, más el kirchnerismo residual que definirá a futuro el candidato sobre el que finalmente se incline, conforman al menos el 50% de votantes. Teniendo en cuenta esta situación, hay dos análisis, ambos equivocados, que han hecho algunos dirigentes políticos. Margarita Stolbizer ha dicho que el FAUNEN compite desde la centro-izquierda contra la opción del PRO, que es centro derecha; olvidándose tan solo al peronismo. Por su parte, el precandidato del Frente para la Victoria, cuya obsecuencia es inversamente proporcional a sus posibilidades de triunfo, léase Sergio Urribarri, retomó la idea bipartidista de Kirchner antes mencionada pero ubicando al Frente para la Victoria como la fuerza de centro izquierda y a FAUNEN como la de centro-derecha, por lo cual ni vale la pena tomar seriamente esta afirmación.
Es probable también, aunque sea una estrategia ciertamente arriesgada, que ambos sectores acuerden, exteriorizando la decisión o no, apoyar a quien entre en la segunda vuelta. Esta opción puede dejarlos sin nada en unos comicios que, a priori, aparecen con una gran atomización electoral. Por lo tanto, y si la política entra dentro de aquellos campos donde la racionalidad impera, el acuerdo FAUNEN-Pro es un hecho que sólo requiere formalización.