La sal en la herida

Pocos días atrás, un Hugo Moyano enojado sostuvo que “el presidente entiende menos de política que yo de capar monos”. No quedó del todo claro el porqué de sus dichos pero a la luz de ciertos acontecimientos posteriores podría decirse que al Presidente todavía le faltan algunas lecciones de peronismo explícito pese a tener entre sus funcionarios a muchos que aún se consideran a sí mismos como tales (es evidente que la identidad PRO requiere todavía años de trabajo). En términos futbolísticos diríamos que al Partido Justicialista no se le puede dejar picando siquiera una pelota en el círculo central, y mucho menos en el área chica.

En la columna anterior he argumentado de todas las formas que el espacio y mi propia capacidad me permitieron en contra del proyecto de ley antidespidos pero, aún así, creo que fue el propio gobierno de Mauricio Macri quien le ha dado, involuntariamente claro, mayor vuelo. El anuncio de veto logró fijar en la agenda un tema que podría haberse trabajado de manera discreta. Es muy difícil sostener ante la opinión pública que existe una crisis de empleo a 5 meses de asumido un gobierno y cuando era una de las variables en las cuales el kirchnerismo se decía superador. Mucho más difícil era argumentar a favor de una ley de estas características cuando la líder de aquel proyecto político se había manifestado públicamente en contra pocos años atrás. Sin embargo, aún en pleno proceso de descomposición, no se le puede dejar al Frente para la Victoria una herida a la vista porque ellos tienen el salero siempre a mano. Más aún si en esa herida pueden aglutinar nuevamente al justicialismo en fuga.

Lo que bastaba para calmar los ánimos de empresarios asustados era decirles por lo bajo que el gobierno se oponía y no que el jefe de gabinete Marcos Peña sostenga que “vamos a dialogar, pero el veto es constitucional”. Este es un análisis para un constitucionalista y no para un funcionario de alto rango de gobierno. El ministro de trabajo Jorge Triaca señaló por su parte que el kirchnerismo (¿por qué no hacer extensiva la definición a todo el PJ?) tiene “vocación de ponerle palos en la rueda al gobierno”. Es correcto exponer esta verdad de Perogrullo a la luz pública pero debería ser algo que los funcionarios y políticos de Cambiemos internalicen como lucha diaria. Por supuesto que es dable abrirles el crédito luego de haber lidiado, para bien y para mal, durante 8 años con algunos sectores muy arraigados en las estructuras de poder de la ciudad de Buenos Aires y que rechazaban al macrismo desde su propio nombre pero no hay muestras aún del convencimiento necesario para hacerlo.

Es tal el auge que tomó un proyecto absurdo, que permitió la federalización del esperpento. Así fue que el intendente de la ciudad santafesina de San Jorge, Enrique Marcucci, prohibió por decreto la instalación de nuevos negocios hasta el 3 de noviembre. Según el intendente, la decisión respondió a “una inquietud de los propios comerciantes, que celebraron la medida”. El intendente, supuestamente electo para mejorar dentro de sus posibilidades las condiciones de vida de los habitantes de la localidad y generar situaciones para un mayor desarrollo, optó por aplastarlos en la chatura; ¿cobrará por esto?

Lo que subyace debajo de estos errores procedimentales es que los argentinos tenemos internalizada una comprensión equivocada de lo que significa el empleo y la generación de riqueza en una sociedad. El concepto mismo de “puesto de trabajo” implica un anquilosamiento de una actividad que necesita justamente de la dinámica para que rinda frutos. Los trabajos productivos y de calidad atraen más y mejores oportunidades también para el resto de la población mientras que los empleos “para ocupar un puesto” perjudican las posibilidades del resto de la sociedad. Está claro que quien no tiene un trabajo de calidad y productivo prefiere estar empleado en cualquier actividad con la que pueda darle un sustento a su familia, por lo cual es lógico que perciba como positiva una ley que supuestamente lo pone a salvo de perder lo poco que tiene. Lo que resulta cínico es que los políticos que deben tener como meta fundamental el desarrollo económico que permita más empleos y mejor remunerados, opten por el camino que genera lo opuesto, en muchas ocasiones sabiendo de las consecuencias que ello implica, transformando así lo equivocado del planteo en algo cruel.

Finalmente, ¿qué rol juega en esta puja de poder un novísimo partido que aparece, en esta etapa, como llamado a ser el fiel de la balanza en el Congreso Nacional? Sergio Massa es un político -como todos ellos- adicto a las encuestas. Lo que tal vez lo diferencie es que sus posiciones están exclusivamente basadas en estas. En este caso le habrán llegado los sondeos donde un 60% de los argentinos estaría de acuerdo en una ley antidespidos. Pero allí es donde los problemas de su Frente Renovador comienzan. En primer lugar porque se da cuenta de que fue arriado por el Frente para la Victoria (por esto no dio el quorum para la sesión especial de ayer) y, en segundo lugar, porque no logra el consenso en su propio bloque, donde confluyen dirigentes empresariales y sindicales. El capital y el trabajo, aquella armonía soñada por Perón, parecen ausentes en un modesto espacio político como el Frente Renovador.

Sergio Macri y Mauricio Massa

En días posteriores a las PASO se desplegó con fuerza en algunos la opinión de que ahora sí era importante un acuerdo entre los dos principales candidatos opositores -Mauricio Macri y Sergio Massa- para derrotar al kirchnerismo representado por Daniel Scioli. Esa opinión chocó de frente con la imposibilidad legal de cualquier tipo de acuerdo de unificación de listas o candidatos y la imposibilidad política de la declinación de candidaturas. Esto enojó a muchos deseosos de cambio y capacidad para hacer sumas aritméticas, pero dificultades para hacer sumas políticas. Una de las variantes que se deslizaron -incluso por parte de prestigiosos intelectuales como Beatriz Sarlo- es que Cambiemos “baje” la candidatura de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires y UNA desista de postular a Sergio Massa para presidente. La escritora no solo lo esbozó, sino que también lo postuló como fórmula infalible de victoria.

En el contexto electoral argentino, dos más dos no es cuatro y por lo tanto la “fórmula para la victoria” elaborada por Sarlo carece de fundamentos sólidos, no solo numéricamente, sino también como estrategia a implementar. Suponer que todos los votantes de Massa elegirían a Macri si este se bajara de su candidatura es una falacia y, si bien es más probable que quienes optaron por Vidal en las PASO sean más permeables a hacerlo en octubre por Felipe Solá, en caso de quedar como único candidato opositor y, sobre todo, teniendo enfrente a un político con tan alta imagen negativa como Aníbal Fernández, lo cierto es que el PRO tiene demasiado cerca la conquista de la provincia de Buenos Aires como para rifarla en una ingeniería electoral que solamente quien se ha dedicado con agudeza a la literatura puede imaginar tan simple. Continuar leyendo

Estamos de PASO

“Primarias abiertas secretas y obligatorias”, dijo y repitió sin ruborizarse el ministro de Justicia Julio Alak (vale aclarar para algún desprevenido que la “s” es por simultáneas), cuando trataba de justificar la demora de más de cuatro horas para cargar los primeros datos de las elecciones celebradas ayer. Así entramos en la primera conclusión de unas elecciones con mucha tela para cortar: El sistema de votación en la Argentina es arcaico y muy favorable a las nocivas prácticas que en cada elección se denuncian, pero que de ninguna manera van a solucionar quienes de este sistema se benefician en desmedro de los electores.

Los resultados a nivel nacional van en línea con lo que las encuestas más serias venían pronosticando. Un triunfo del Frente para la Victoria que no le permite evitar el ballotage. Desde hoy pocos serán los que puedan insistir con que el número mágico para Daniel Scioli es el 40. Ahora deben ir por el 45, y esa es una empresa difícil. El frente Cambiemos se situó en los 30 puntos, liderado por un Mauricio Macri que obtuvo el 80 % de los votos de esa interna. Si presumimos que muy probablemente un importante porcentaje de los votantes de UNA va a ir en octubre en busca del denominado “voto útil”, la alianza del PRO con la UCR y la Coalición Cívica tiene altas posibilidades de superar el 35 % de los votos, lo que obliga a Scioli a ir por ese 45 % que le permitiría evitar este ballotage “a la argentina”. Continuar leyendo

Temerle a Dios y un poquito a Macri

Solo hay una declaración que podría haber generado mayor revuelo en los medios de comunicación y en lo que él mismo denominó oportunamente como “círculo rojo” que las que efectuó inmediatamente después de confirmado el apretado triunfo de Horacio Rodríguez Larreta -su delfín- sobre Martín Lousteau, que le permitió al PRO retener la ciudad de Buenos Aires: haber dicho exactamente lo contrario. Hay que imaginar por un segundo qué hubiera pasado si Mauricio Macri se paraba frente a sus militantes y a los cientos de miles que en ese momento lo miraban por televisión (y medios alternativos) y les decía que iba a reprivatizar Aerolíneas Argentinas e YPF y que la asignación universal por hijo pasaría a la historia si él fuera electo presidente. El temor al cambio, algo innato en el ser humano, está en su máximo esplendor en esta campaña.

Ciertamente, el jefe de Gobierno y precandidato a presidente de Cambiemos optó por acercarse a la postura massista del cambio justo que, en el caso del exintendente de Tigre -quien perteneció al espacio kirchnerista durante 7 años-, suena más bien a la búsqueda de cambiar de manos el poder. Es cierto que el PRO en su bloque de diputados se ha opuesto tanto a la reestatización de Aerolíneas Argentinas e YPF como a la de las jubilaciones y las pensiones, pero también es cierto que cuando lo hicieron se fundamentaron más en razones y procesos que en principios. En este sentido y con prudencia política, el discurso del líder de PRO apuntó a desmontar aquello de que la Argentina se mueve por olas, de estatistas a privatistas y viceversa. Sin embargo, era esperable que desde el oficialismo se use el argumento de falsedad e hipocresía para atacar al líder opositor con más chances de arrebatarle el poder al Frente para la Victoria. Continuar leyendo

Scioli, o el kirchnerismo por otros medios

Se terminaron las incógnitas y las especulaciones. En las elecciones más importantes y con mayor incertidumbre de la última década finalmente las cartas están sobre la mesa. No sólo se define la continuidad, o no, del modelo a través de otros intérpretes sino que la única protagonista viva del matrimonio que conduce con mano de hierro los destinos del país desde hace 12 años no se presentará a cargo electivo alguno después de 25 años. Recordemos que desde 1989, cuando fue electa diputada provincial por Santa Cruz, Cristina Fernández de Kirchner fue saltando de uno a otro cargo hasta la actualidad. En esta oportunidad decidió no someterse a la elección por voto popular (tal vez intuya una derrota) y dejar en varios delfines la tarea de seguir reportándole desde las entrañas del poder, donde conserva operadores visibles y no tanto en los tres estamentos del Estado.

La semana política se sacudió cuando Daniel Scioli anunció que quien lo acompañaría en la lucha por el Poder Ejecutivo nacional sería el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia y monje negro del Gobierno, Carlos Zannini. Una jugada sorpresiva y que trajo consecuencias inmediatas, tales como la automática imposibilidad para Florencio Randazzo de competir en las PASO. El ministro de Seguridad y Transporte de la Nación tuvo que escuchar de boca de su rival -a través del canal C5N- que quien lo impulsaba y apoyaba para competir en esa interna sería ahora parte de la única fórmula aceptada por la presidente. Aquel hijo de albañil, militante de Vanguardia Comunista (maoísta), abogado, 4 años preso en La Plata y que con el advenimiento de la democracia se mudó a Santa Cruz donde conoció a Néstor y Cristina Kirchner a quienes acompañó hasta el día de hoy, comparte la fórmula con el ex motonauta, ex empresario, ex menemista y eterno estudiante de marketing Daniel Scioli. Sin dudas la presidente ve riqueza en los contrastes o bien, parafraseando a Carl Von Clausewitz, ve en Scioli-Zannini la continuación del kirchnerismo por otros medios.

Así como es difícil imaginárselo a “El Chino” ejerciendo un papel secundario (por más invisible que sea), no lo es en el caso del gobernador (por más visible que sea). La misma definición de las listas del Frente para la Victoria en todos los niveles lo demuestra. Scioli no pudo poner gente de su confianza en casi ningún lugar, y la confección de las mismas quedó bajo exclusivo dominio de Cristina, Máximo y el propio Zannini. Fue el precio que aceptó pagar para no verse impedido de competir dentro del espacio del FPV y así tener chances de cumplir el sueño de sentarse en el sillón de Rivadavia. En alguna medida, este outsider traído a la política por Carlos Menem en 1997 sigue actuando como tal, su ámbito más natural parece seguir en la farándula y sería sin dudas ubicado por los kirchneristas más conspicuos en los oprobiosos contornos de la “anti política” (si no fuera porque es su propio candidato).

Del lado de la oposición, las cartas se acomodaron relativamente como se esperaba. Mauricio Macri decidió apartar aquel enojo con Gabriela Michetti porque no quiso pelear en la provincia de Buenos Aires (en 2013) y desafió sus planes en la ciudad con una postulación para jefa de Gobierno porteño que a su vez rechazaba el ofrecimiento que ahora, habiendo perdido la interna con Rodríguez Larreta, finalmente acepta. La fórmula parece dejar conformes a ambas corrientes internas dentro de los estrategas del partido porque si bien encumbra una fórmula PRO pura, lo hace a través de una figura reconocida también fuera de los límites partidarios al tiempo que formará parte de la interna de Cambiemos con la que pretenden aglutinar y consolidar un frente opositor compacto y cohesionado para enfrentar al sciolismo kirchnerizado, o mejor dicho, al kirchnerismo con Scioli de mascarón de proa.

La elección a gobernador en la provincia más importante del país quedó a merced de señales políticas que aportaron más confusión que claridad. En el caso del Frente para la Victoria, el baño de humildad solicitado por la presidente se lo dieron los dirigentes que a priori aparecían con mayores posibilidades de pelear la gobernación, y le dieron espacio a dirigentes como Aníbal Fernández –dueño de una alta imagen negativa- y a Julián Domínguez, un completo desconocido para el gran público bonaerense. Por el lado del Frente Renovador, la salida inexplicable de Francisco De Narváez –tal vez el candidato que contaba con más chances de obtener la gobernación- había dejado en manos de una desconocida Mónica López la candidatura más importante a nivel distrital, por lo que a última hora, y no habiendo podido acoplarse a un frente más amplio con Mauricio Macri, Sergio Massa reflotó la candidatura de un viejo conocido de los bonaerenses como Felipe Solá. Por el lado de Cambiemos, pudo conformarse una sola lista que combina la voluntad de cambio y nuevos aires (personificado en María Eugenia Vidal) con un anclaje territorial que permita fiscalizar un inmenso y difícil territorio (de la mano del presidente de la UCR bonaerense Daniel Salvador). Atrás quedó la inexplicable postulación de Cristian Ritondo, que parecía exclusivamente destinada a salvaguardar la moral de los fundamentalistas del Propurismo.

Las listas para conformar el próximo Congreso Nacional también trajeron novedades y algunas confirmaciones. El PRO apostó por la trayectoria política de Patricia Bullrich para la Ciudad de Buenos Aires y por un outsider, que no obstante siempre se mantuvo cercano a la política, como el periodista Fernando Niembro para la provincia de Buenos Aires. El FPV por su parte siguió haciendo gala de kirchnerismo puro apostando por Axel Kicillof en la capital y por “Wado” de Pedro en territorio bonaerense. La protección judicial que aparece tan necesaria para algunos funcionarios del Gobierno podría llegar a Julio De Vido de la mano de una diputación bonaerense mientras que dejará afuera al vicepresidente Amado Boudou.

La familia Kirchner se encamina a la extraña situación de Máximo sometiéndose por primera vez al voto popular como candidato a diputado nacional por Santa Cruz mientras que Cristina vuelve a la vida del ciudadano común, sin fueros parlamentarios. Novedades que sin dudas, y de la mano de quien resulte finalmente triunfador en las elecciones de octubre, van a generar movimientos en el Poder Judicial, que podrían también marcar un derrotero diferente al que estamos acostumbrados en cuanto al juzgamiento de aquellos que usaron a la política en beneficio propio.

El poder de la lapicera

El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey lo dijo sin tapujos: “La realidad práctica es que el que tiene la lapicera conduce”. No le debe haber caído en gracia esta afirmación a la Presidente y sus discípulos, pero el joven gobernador ya piensa en el futuro. Dijo también que apuesta por un triunfo del peronismo, pero no se muestra distante del jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. Quiere ser partícipe de la construcción de poder en el país que viene a partir de diciembre y no lo oculta. No está dispuesto a tolerar un mando tan centralizado como el que ejercieron Néstor y Cristina en estos doce años de gobierno y no es el único de los gobernadores del peronismo que piensa así. Continuar leyendo

Un día radical

La Convención Nacional de la UCR que se celebra hoy en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, tiene una relevancia impensada en otros tiempos. Convivirán en ella posturas pragmáticas, tendencias ideologizantes y apuestas por la conveniencia personal. Hace tiempo que el presidente del radicalismo, Ernesto Sanz, dice a quien lo quiera escuchar que la única forma de ganar la elección de octubre y luego poder gobernar el país es aunando fuerzas con el Pro de Mauricio Macri y con la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Entre quienes cuestionan esta visión se encuentran Ricardo Alfonsín, quien privilegia una postura ideológica que pretende ensalzarse en una parte del ideario radical apostando por una socialdemocracia restringida y tratando de fortalecer el muy deteriorado Frente Amplio-UNEN. El senador Gerardo Morales, quien apuesta por un acercamiento a Sergio Massa, pensando fundamentalmente en las elecciones de su pago chico. Y por último, cabalgando entre estas dos posturas, el diputado nacional Julio Cobos, que intenta dilucidar cuál de estas dos objeciones lo dejaría mejor parado en la interna del partido. Continuar leyendo

Carrió puso sus patitos en fila

Elisa Carrió ha provocado esta semana un terremoto político de proporciones. Luego de varios amagues donde había dejado en claro que pretendía que el FAUNEN se abra a otras fuerzas políticas (particularmente al PRO de Mauricio Macri) para de esa forma tener posibilidades de derrotar al peronismo en sus dos versiones, finalmente entendió que esa chance no coincidía con los tiempos y las decisiones que se tomaron al interior del partido mayoritario del Frente (la UCR) y decidió dar el portazo. Lo hizo, por supuesto, a su manera, dejando títulos para todos los gustos y, fundamentalmente a mi criterio, dando definiciones políticas de envergadura. Quedará para otro momento intentar saber si esta decisión fue o no consensuada con el propio presidente del partido radical, Ernesto Sanz, que, por responsabilidad partidaria y carácter, no podía tomar tal camino.

Está claro que su estilo de construcción política no estuvo jamás basado en la mesura. En ese sentido, podríamos decir que es la antítesis política del gobernador Daniel Scioli; sin embargo, la diputada Carrió ha logrado algo que es realmente difícil de conseguir en política y en la vida: conjugó en un solo gesto las éticas de la convicción y la de la responsabilidad. Animándose a desafiar al mismísimo Max Weber, para quien la ética de la responsabilidad (por él definida), es la única aplicable en política, Lilita podría proponer una tercera categoría. Sus convicciones le indicaron que gran parte de los males que azotan al país se los debemos al peronismo, haciendo fundamentalmente hincapié en la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, una tríada que no puede entenderse por separado. Entendió a su vez que la responsabilidad como dirigente hoy pasa precisamente por evitar que el próximo gobierno sea del mismo signo político, bajo el cartel de kirchnerismo crítico (Sergio Massa) o de kirchnerismo oficial edulcorado (Daniel Scioli).

Denostada en innumerables ocasiones por su discurso incendiario y sus convicciones mesiánicas, en esta ocasión (y lo viene haciendo desde hace ya largos años), ha demostrado tener perfectamente en claro cuáles deberían ser los objetivos políticos de toda oposición (alcanzar el poder) y cómo conseguirlos. Incluso ha tomado decisiones que, a la luz de los acontecimientos, han sido muy pragmáticas. Un ejemplo claro ha sido su alianza con Pino Solanas, inentendible desde el punto de vista de las ideas, pero útil como forma de dejar al kirchnerismo sin representación política en el Senado por el distrito federal. Ahora considera que el único candidato que tiene posibilidades de derrotar al peronismo es el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri y se mueve en esa dirección.

Con los números que manejan actualmente la mayoría de los encuestadores, la segunda vuelta estaría definiéndose entre dos patas del justicialismo quienes, vale rememorar, estuvieron muy cerca de acordar antes de las últimas elecciones legislativas. Nuevamente las internas del PJ definidas en una elección nacional. Dado el particular sistema de doble vuelta que rige en la Argentina –permitiendo el triunfo directo con un porcentaje superior al 45% o bien superando los 40 puntos porcentuales mientras sea igual o mayor a 10 % la diferencia con el segundo- como bien señala Carrió, el kirchnerismo no estaría tampoco muy lejos de retener el poder a través del gobernador bonaerense, incluso cuando la opinión pública es hoy mayoritariamente crítica de su gestión.

Desde una visión peronista, quien fuera director del CONFER durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner y es un histórico dirigente peronista, Julio Bárbaro, coincide con Carrió en que “la gente votaría a quien le gane a los K”. Lo que en tal caso quiere evitar la diputada oriunda del Chaco es que la final se juegue entre dos contendientes que, con sus diferencias, han tenido un fuerte protagonismo durante ambos gobiernos del matrimonio.

No les falta razón a aquellos sectores más ideologizados del Frente UNEN al decir que esta Lilita no es la misma de años atrás. Sin dudas, sus posturas políticas hoy se encuentran más cercanas a una fuerza de centro o centro derecha que a la izquierda tradicional. En ese sentido, es entendible que fuerzas como Libres del Sur no quieran participar de unas PASO con el PRO, pero no lo es tanto en el caso del radicalismo. Carrió interpela con lógica pura a quienes son parte de UNEN al decirles que ella le quiere “ganar a Macri. Ahora si nosotros, el panradicalismo, no le podemos ganar a Macri, ¿cómo le vamos a ganar al PJ?”

Está claro que varios dirigentes importantes de la UCR tienen un diagnóstico semejante al de la líder de la Coalición Cívica pero por responsabilidad partidaria (Sanz) o por propio interés (Morales) no pueden tomar una decisión como la de ella. Sin embargo, seguramente serán muchos los radicales que sigan su camino –con otros modos y otras consecuencias- si tanto las encuestas como la decisión del órgano partidario se mantienen como hasta el momento.

Como decía en la columna anterior Panorama del “mercado” electoral argentino, no hay espacio para cuatro candidatos y mucho menos si lo que se pretende es derrotar a un kirchnerismo light (Scioli) o a un kirchnerismo crítico (Massa), los cuales pueden tener otras formas (el gobernador) y hasta otras ideas (el líder del Frente Renovador) pero que comparten la dinámica de construcción de poder y ejercer el control de los poderes del Estado con el oficialismo. Así sea porque el justicialismo deba descansar hasta “purgarse de kirchnerismo” (textual definición de un amigo empresario) o bien para poder tener finalmente una alternancia de poder en la Argentina, la decisión y el camino emprendidos por Elisa Carrió la muestran como una de las dirigentes políticas más racionales y responsables del país.

Kirchnerismo religioso

A esta altura, el kirchnerismo pasó a ser una cuestión de fe, o se tiene o no se tiene, no hay mucho más para explicar; o al menos a eso apuesta Cristina Fernández de Kirchner en el último período de su gobierno. Inmersos en la crisis económica más auto infligida de la historia moderna, cuando las variables externas aún dan oportunidades para un vigoroso crecimiento, el gobierno, en base a caprichos, terquedades ideológicas y gestos demagógicos logró encaminar al país y a su economía hacia la temida estanflación.

Ante estas circunstancias, sabiendo de la imposibilidad de una reelección y admitiendo que vastos sectores de la sociedad “no la comprenden” y ya no le otorgarán su favor, la presidente optó por refugiarse en los fieles y extremar la presión hacia la incondicionalidad. Tanto es así que en su último discurso por cadena nacional, al referirse a la moratoria previsional que ponía en marcha y comparándola con un plan elaborado durante el gobierno de su esposo, se le escapó que “…la anterior moratoria fue abierta y por allí tuvo la jubilación gente que por ahí hasta te critica”. Hubo un intento inmediato de desdecirse pero la frase es más que elocuente. A la basura la ilusión de que gobierna para todos, al menos para aquellos que aún querían creer en ello.

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Un frente rupturista pero frágil

El Frente Amplio UNEN (FAUNEN) hizo su anunciada y preparada irrupción al escenario político la pasada semana y, si bien no cambió la fotografía actual, modificó el panorama a futuro al tiempo que focalizó la agenda sobre su lanzamiento, lo cual no es poco en un espacio simbólico que tiempo atrás solía monopolizar el gobierno. Lo llamativo es que siendo una noticia positiva para el mercado electoral y político argentino también aparece con un destino muy probable de desmembramiento o, al menos, de reestructuración. Lejos de la chicana política fogoneada y difundida desde todos los medios de comunicación comprados o cooptados (y financiados) por el kirchnerismo que señalan las deficiencias de origen de esta coalición y hacen una maliciosa comparación con la fallida Alianza, lo que se descuenta es que la discusión acerca de la incorporación o no del PRO de Mauricio Macri va a generar una tensión que difícilmente puedan tolerar y mucho menos resolver sin que esto les produzca bajas entre sus filas.

Si bien la explicación de tal tensión pasará por la discusión acerca de cuál es el límite para la conformación de esta coalición, en realidad se trata fundamentalmente de quienes tengan o no una vocación real de poder. En este sentido, y a contramano de los puristas del espacio, las figuras más prominentes son más proclives al acuerdo aunque por ahora no hayan exteriorizado esta preferencia. Ernesto Sanz, Oscar Aguad, Julio Cobos, entre otros importantes dirigentes, tienen decidida la incorporación del PRO a la coalición y esperarán el momento oportuno para hacerlo. En ellos podríamos decir que prima, en términos de Max Webber, la ética de la responsabilidad. Más reacios son los dirigentes más ideologizados, y de menor peso político del espacio, como Pino Solanas, Victoria Donda, Héctor Tumini y Margarita Stolbizer. Ellos se inclinan más por reafirmar sus convicciones (ética de la convicción), aunque esto les implique no poder acceder al control del ejecutivo. Tal vez, gobernar no sea algo que les quite el sueño mientras puedan mantener desde el Poder Legislativo cierto grado de influencia (menor por cierto) o al menos de expresión. Con dudas hay dirigentes de menor relevancia como Ricardo Alfonsín y también hay un presidenciable como Hermes Binner.

Siguiendo con quienes firmemente se oponen al acuerdo con el PRO, incluso aquellos que como Stolbizer reconocen la valía de la fuerza de Mauricio Macri, a la cual reconocen como un partido moderno y democrático, el argumento principal que esgrimen es que el FAUNEN conforma una fuerza de centro-izquierda progresista muy distinta a lo que es el PRO, espacio de centro-derecha liberal-conservadora (valga la contradicción). Según este sector, con una valiosa dosis de sinceridad, no puede haber con el partido que gobierna la Ciudad ninguna coincidencia en cuanto al diagnóstico ni en cuanto a las políticas a aplicar. Tal vez no se hayan percatado que dentro de su espacio hay también este tipo de diferencias. Para poner solo un ejemplo, es claro que en la actualidad, las posturas que sostiene Elisa Carrió son más cercanas a las de Mauricio Macri que a las de Victoria Donda. Desde el sector del FAUnen que es permeable a la incorporación de Macri, el principal argumento pasa por poder conformar una coalición de poder que sea realmente una alternativa al peronismo.

Una buena figura utilizó el escritor Jorge Asis para describir el natural ensamblaje que representaría la unión de estos dos sectores. Según “el turco”, la UCR (miembro estructural del FAUNEN) es un esqueleto sin candidato mientras que Mauricio Macri es un candidato sin esqueleto. En este contexto da la sensación que cualquier oposición que desde dentro o fuera de ambos sectores se haga por evitar la convergencia está destinada a fracasar; más aún cuando Macri decidió “desperonizar” al PRO por más que les pese a dirigentes como Diego Santilli y Cristian Ritondo.

El viejo sueño europeísta de Néstor Kirchner donde dos fuerzas, una de centro izquierda y otra de centro derecha, se disputan y alternan en el poder es hoy una quimera. Siguiendo la tipología de partidos políticos creada por el politólogo italiano Giovanni Sartori, quizá la más adecuada para analizar el sistema de partidos imperante en la mayoría de los países de América Latina, podemos colocar nuestro sistema dentro de lo que él llamó “de partido predominante”, donde este es sin dudas el peronismo. Con dos candidatos fuertes en ese espacio como Daniel Scioli y Sergio Massa, más el kirchnerismo residual que definirá a futuro el candidato sobre el que finalmente se incline, conforman al menos el 50% de votantes. Teniendo en cuenta esta situación, hay dos análisis, ambos equivocados, que han hecho algunos dirigentes políticos. Margarita Stolbizer ha dicho que el FAUNEN compite desde la centro-izquierda contra la opción del PRO, que es centro derecha; olvidándose tan solo al peronismo. Por su parte, el precandidato del Frente para la Victoria, cuya obsecuencia es inversamente proporcional a sus posibilidades de triunfo, léase Sergio Urribarri, retomó la idea bipartidista de Kirchner antes mencionada pero ubicando al Frente para la Victoria como la fuerza de centro izquierda y a FAUNEN como la de centro-derecha, por lo cual ni vale la pena tomar seriamente esta afirmación.

Es probable también, aunque sea una estrategia ciertamente arriesgada, que ambos sectores acuerden, exteriorizando la decisión o no, apoyar a quien entre en la segunda vuelta. Esta opción puede dejarlos sin nada en unos comicios que, a priori, aparecen con una gran atomización electoral. Por lo tanto, y si la política entra dentro de aquellos campos donde la racionalidad impera, el acuerdo FAUNEN-Pro es un hecho que sólo requiere formalización.