El péndulo argentino

La desafectación de Graciela Bevacqua del cargo de directora técnica del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) es un hecho curioso por donde se lo mire. Bevacqua había sido desplazada del Indec por las huestes de Guillermo Moreno, cuando el ex secretario de Comercio —el mismo que hacía poner de pie a la gente cuando él entraba a un despacho— decidió que los índices profesionales que publicaba el equipo del instituto bajo la supervisión de Bevacqua no le gustaban.

Producido el cambio de Gobierno, el presidente Mauricio Macri decidió reponerla en su cargo bajo la dirección general de Jorge Todesca. Cuando el economista —que había sido uno de los multados por Moreno y que llevó a juicio a “Lassie” por considerar inconstitucional que se impidiera que expresara libremente las conclusiones de sus trabajos, demanda que Todesca ganó— se hizo cargo del instituto, dijo que este estaba destruido, que aquello era “tierra arrasada”, que no quedaba nada. Lo cual era bastante creíble, dados los métodos que todos le conocíamos al “economista” que ahora publica libros prologados por el Papa. (Seguramente Francisco no está al tanto de que este señor hablaba con la gente con un revolver 38 arriba de su escritorio y, por eso, cándidamente, ha accedido a prologar su “obra”). Continuar leyendo

Salir de la descomposición

La herencia que recibió Cambiemos del Frente para la Victoria ha sido devastadora. No hay una sola cosa en su lugar. En materia de cloacas institucionales, la fuga de los hermanos Lanatta y Schillaci ha puesto de manifiesto la podredumbre a la que ha llegado la connivencia entre el narcotráfico, la política y las fuerzas de seguridad.

A esta altura ya nadie cree que los tres delincuentes simplemente tuvieron la oportunidad de escapar y lo hicieron. La gobernadora María Eugenia Vidal llevaba exactamente catorce días en el gobierno cuando los asesinos del triple crimen salieron por la puerta principal del penal de General Alvear. No hay casualidad cuando no parece haber casualidad.

Los zafarranchos que ocurrieron sobre fin de año, cuando se decía que los delincuentes estaban rodeados (después de haber herido gravemente a dos policías) y en los días siguientes, cuando cambiaron varias veces de auto, “visitaron” a la suegra de Schillaci y compraron en una verdulería no son más que la evidencia de una cadena de corrupción que antes de estar buscándolos parecería estar avisándoles los próximos movimientos.

El Gobierno de Mauricio Macri debe enfrentar varios frentes al mismo tiempo y no puede darse el lujo de fallar. Si lo hace, el regreso del populismo será definitivo a la Argentina y esta vez vendrá radicalizado de verdad. Continuar leyendo

En la senda del regreso a la normalidad

Finalmente terminó el cepo cambiario. Los grilletes de la esclavitud a la que el aparato productivo estuvo sometido cuatro años cayeron en una tarde de liberación. Obviamente, falta mucho para que la Argentina sea un país normal, no sólo en general —lo que es obvio—, sino en materia de compra y venta de divisas.

Lo que ocurrió ayer puede describirse como una enorme operación de retroactividad a las condiciones imperantes en octubre de 2011, cuando la iracundia suicida se apoderó de la señora de Kirchner. Esas condiciones estaban lejos de ser las de un país completamente libre, pero, al menos, no contenían las características de irracionalidad que siguieron al establecimiento del cepo.

Para empezar, la Argentina sigue siendo un país con control de cambios, es decir, un lugar donde todos los importadores y los exportadores del país tienen que pasar por el Banco Central (BCRA) para negociar sus dólares. Ese es un requisito de libertad condicional que también debería desaparecer con el tiempo. Continuar leyendo

El éxito en el fracaso del ministro Kicillof

Como si se tratara de un enorme choque contra la realidad, prácticamente el mismo día en que la Presidente inauguraba el Centro Cultural Kirchner (ya no es “Nestor Kirchner” sino simplemente “Kirchner” en un obvio cambio para que la mandataria esté incluida también) el Foro Económico Mundial ubicaba a la Argentina en el lugar 140 entre 141 países verificados -el último es Venezuela- en el listado conocido como “clima de negocios”.

En efecto, el país ocupa el anteúltimo lugar en lo que se refiere a cómo ven los inversores a los países cuando se trata de considerar su ambiente para llevar negocios adelante.

Se trata de un objetivo cumplido: el ministro de economía Axel Kicilloff al poco tiempo de asumir su cargo dijo en el Congreso que había dos conceptos que odiaba: el de la seguridad jurídica y el de “clima de negocios”.

Muy bien, dos años después el mundo le dice que ha tenido éxito en su cometido; ha generado las condiciones para que la Argentina no sea tenida en cuenta para invertir porque se la considera impredecible y en manos de la discrecionalidad caprichosa del poder.

Resulta curiosa esta situación a la luz de lo que decía el jueves la Sra. de Kirchner en su decimonovena cadena nacional al inaugurar parte de su Escorial: “Estas inversiones solo las puede hacer el Estado, no el sector privado”.

En su aldeana guerra contra el individuo, Pa presidente ignora que solo en EE.UU. (por no mencionar otros países en donde ocurriría lo mismo) debe de haber no menos de 10 empresas privadas que valen mucho más que toda la Argentina. No hay ningún avance de la tecnología, de la industria, del confort y hasta de la ciencia que deba su origen al Estado. No hay invención humana conocida que provenga del Estado, desde el microchip a la bombacha todo lo que el hombre toca y consume ha sido fruto de la inventiva, de la creatividad y de la inversión privada.

Solo la compañía Apple dispone de activos líquidos de más de 200 mil millones de dólares, la mitad del PBI argentino. Repito: de activos líquidos, allí no se cuentan los materiales, los stocks, la marca. Nada. Solo billetes disponibles contantes y sonantes.

Según el documento del Foro Económico Mundial, este aspecto (el “clima de negocios”) analiza el entorno que tiene un país para que las empresas hagan allí negocios. “Estudios han encontrado relación significativa entre el crecimiento económico y aspectos como, cuán bien los derechos de propiedad son protegidos, y la eficiencia del marco legal”, reza el informe.

Resulta obvio que los derechos de propiedad no están bien cuidados en la Argentina y que la Justicia no se ha demostrado todo lo eficiente que debería en mostrarse como la reserva última de defensa de los derechos civiles y las garantías constitucionales.

Claramente, el exceso de regulaciones y un esquema de tipos de cambios múltiples, junto a limitaciones al giro de dividendos por parte de las empresas de capital extranjero, y manejo discrecional de la autorizaciones de pago de importaciones, además de un déficit fiscal que exige creciente financiamiento a través del aumento de la carga impositiva y de la inflación, han conspirado para configurar un severo deterioro del clima de negocios y pérdida de competitividad del país.

Son obvias las complejidades a las que el cepo cambiario ha sometido a toda la actividad económica. A ello sumábamos las consecuencias de pretender reprimir la inflación manteniendo el tipo de cambio oficial sobrevaluado lo que ha llevado a una contracción generalizada y a una clausura al comercio con el mundo que ha llevado al país a una situación de insignificancia extrema en cuanto a su peso específico y a su interrelación con los demás.

Las exportaciones han caído a niveles históricos, las importaciones están pisadas para entregar una falsa situación de reservas y la deuda está nuevamente en default. Estos han sido los logros duros de una gestión económica que se presenta como exitosa. Con una Presidente que cree (o hace que se cree) que los salarios aumentan a razón de 30% por año en términos reales en la Argentina y que se enoja porque no se lo reconocen cuando otros países apenas entregan mejoras del 1,5% (como fue su recordada acotación sobre España, un país que acaba de salir de un proceso deflacionario)

Lo único que cuenta a la hora de ver la realidad es cuánta inversión libre y voluntaria convoca la Argentina. La Presidente hizo esa referencia al Estado inversor, como si fuese la única fuente de la que se pueden esperar las soluciones. El Estado no genera un solo puesto de trabajo que no pague la sociedad con sus impuestos. Ninguno de esos empleos multiplica la riqueza. El único motor de la multiplicación de la riqueza (producir más con menos) es el sector privado.

En parte, la Presidente tiene razón cuando habla de la “inversión” estatal porque en el país todo depende del Estado. Pero esa no es la realidad del mundo. Es una verdadera pena que el suelo argentino no haya sido la tierra en donde geminarán “Apples”, “Toyotas”, “Samsungs”, “Disneys”, “Fiats”, “Siemenes”. Es una verdadera pena que el país que tenía todo para convertirse en un refugio de millonarios sea hoy una tierra llena de pobres.

Razonamientos alarmantes

Muchas veces la selección de los temas que volcamos en estas columnas se hace difícil. Pero a veces los comentarios de la Presidente en cadena nacional producen un asombro tan profundo que realizar un comentario al respecto se hace esencial e ineludible.

Quiero hablar sobre sus expresiones en donde la Presidente, preguntándose “en qué mundo viven algunos”, hizo referencia al aumento de salarios en España para el período 2015-2018 de 1.5%.

La verdad uno no sabe cómo encarar los párrafos que siguen porque no se puede estar completamente seguro de que la mandataria esté hablando en serio.

En efecto, suponer que la Sra. de Kirchner nos pretende hacer creer sinceramente que en España son unos miserables porque en dos años y medio van a dar un aumento del 1.5% y aquí estamos en el paraíso porque se manejan cifras del 25/30%, resulta tan sorprendente que la posibilidad de que se trate de un chiste cargada no es completamente desechable.

De otro modo no se puede entender cómo siquiera se puede llegar a plantear la comparación entre la situación de un país en donde directamente hay deflación con otro en donde la tasa de incremento de los precios rozó en 2014 el 40%.

La Presidente incluso se enojó, diciendo “yo no sé cómo se animan a hablar”, como si quienes pidieran esos aumentos en la Argentina no vieran lo que ocurre en otros lugares del mundo, en donde esos ajustes son infinitesimales. Lo encaró  ácidamente (como es su costumbre) a Hugo Yasky como diciendo “¿de qué te quejás? Fijate lo que se aumenta en otros lugares contra lo que éste gobierno está autorizando en materia de ajustes salariales aquí… Deberías estar agradecido, antes que quejoso”.

Resulta obvio, a esta altura, preguntarse si realmente cree que se pueden comparar pasi pasu los dos casos. ¿La Sra. de Kirchner pensará que cuando los salarios se “aumentan” 30% el trabajador mejora 30% su capacidad adquisitiva porque todas las otras variables de la economía se mantienen estables y lo único que aumentan son los ingresos?

Si realmente toda la economía mantuviera los valores de su variables estables y los salarios vinieran aumentándose progresivamente al ritmo que lo vienen haciendo desde hace por lo menos 6 o 7 años, no cabe duda de que la Argentina habría hallado la fuente misma de la felicidad económica: otorgar incrementos impresionantes en los ingresos (comparados con lo que ocurre, efectivamente, en otros lugares del mundo) y por el otro lado mantener estables sus precios; todos seríamos millonarios.

En ese contexto, tampoco habría muchas explicación para la limitación de los aumentos al 25 o 30% por año: si esas movidas en los salarios son neutras en los precios, podrían darse aumentos del 100 o del 200% para acortar el camino a la riqueza absoluta.

De una manera similar, es muy común que la Presidente (lo ha hecho poco menos que en todos los mensajes inaugurales al Congreso) compare valores de la Argentina del 2003 con los de la actualidad, como si realmente creyera que se trata de términos monetarios constantes. Calculen ustedes que con las unidades monetarias que se necesitaban en 2003 para comprar un auto hoy solo se podría adquirir un teléfono celular. Pero parece que esas comparativas no le llaman la atención a la jefa del estado.

La gravedad de esta cuestión -que muchos hasta podrían pretender desechar porque considerarían inútil perder el tiempo con ella- radica en que la Presidente o está autoengañada o, al contrario, pretende engañar a los demás. No hay más que estas dos posibilidades. Y las dos, por cierto, son muy serias.

Si la Sra. de Kirchner cree realmente que su extraordinaria sabiduría ha encontrado la fórmula mágica de la felicidad,  por la vía de otorgar aumentos de salarios exorbitantes (medidos por lo que es normal en el mundo) a tal punto de sentirse ofendida porque no se lo reconocen vis a vis lo que ocurre en otros países a la vista de todo el mundo, el tema es grave por la enorme ignorancia económica que este pensamiento trasunta. Es casi de no creer. Suponer, efectivamente, que nuestra máxima autoridad está convencida de que todo el mundo nada en la abundancia por los aumentos salariales que su Gobierno ha homologado en los últimos años, sin advertir que todo eso se diluye en una alarmante pérdida del valor adquisitivo de los pesos con los que se pagan esos salarios por efecto de la imparable inflación, es de una gravedad tal que no nos quedaría otra que agarrarnos la cabeza.

Y si, al contrario, la Presidente supiera realmente la verdad pero adopta estas posturas para engañar a incautos que creen que su riqueza real aumenta por tener más billetes en el bolsillo, también estaríamos frente a un drama porque una especulación política tan baja y tan burda no cabría esperarse a esta altura del desarrollo de la democracia y de la información. Nadie podría decirlo y nadie debería creerlo. Si hay espacio para que nada menos la jefa de Estado lo diga, es porque ella cree que aún es posible que alguien lo crea. Y eso hablaría de una ignorancia promedio de la sociedad en materia económica muy preocupante.

No sabemos cuál de los dos engaños es el verdadero, si el autoengaño presidencial o la intención de engañar a la gente. Pero sea cual sea, ya sabemos que vivir en la mentira no es saludable. Sea que las digamos o que las creamos.

Siete años de Cristina Kirchner y la instalación de una extraña contracultura

El pasado miércoles 10 se cumplieron siete años desde que la Sra de Kirchner asumió por primera vez la presidencia. Si uno tuviera que hacer un raconto de cómo está el país después de esta experiencia, los resultados no podrían ser peores. No hay prácticamente terreno en el que la Argentina no haya retrocedido y donde la vida no se haya deteriorado en este lapso.

Las relaciones internacionales, la economía, la seguridad ciudadana, la educación, la cultura cívica, el respeto público, el clima de convivencia, la paz cotidiana, la tolerancia, la violencia verbal y física, las amenazas, el nivel de libertad individual, la independencia de la justicia, el desenvolvimiento de la prensa, en fin, todo lo que conforma la realidad diaria de un país ha sufrido un retroceso notable en estos años llenos de furia y de pretensión hegemónica del ejercicio del poder.

Los aliados más importantes de la Argentina de hoy son Venezuela, Irán, China y Rusia, cuatro regímenes que, por decir lo menos, ejercen el poder sin libertad, de modo autoritario y sin que rijan las garantías constitucionales mínimas de una democracia republicana. Cuando uno contrasta esa realidad con la afirmación de la presidente electa -y aun no asumida- de que su gobierno tendría como reflejo orientador el ejemplo de Alemania, no puede menos que agarrarse la cabeza. Continuar leyendo

Caló y su tardía referencia a la inflación

La semana pasada un referente sindical cercano al gobierno, nada menos que el secretario general de la CGT oficial, Antonio Caló, se quejó de la inflación y dijo que “nos está llevando puestos a todos”-

Se trata de una toma de conciencia tardía. La inflación hace rato que nos viene llevando puestos. Todo el período de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, desde 2007 hasta aquí, se caracterizó por una irresponsabilidad económica de una magnitud pocas veces vista en materia de pérdida de poder adquisitivo de la moneda nacional, sólo superada por los períodos hiperinflacionarios de Alfonsín y del Menem anterior a la Convertibilidad.

Ni el derrumbe de esta última destruyó los salarios como los destruyó el cúmulo de distorsiones económicas que generó el desmanejo económico de la Presidente. Continuar leyendo

Zonceras que atrasan

Tres hechos, que parecen no estar conectados, tienen sin embargo algunos denominadores comunes, impensados si uno los mirara aisladamente.

En primer lugar surge, obviamente, el encuentro que protagonizaron la Presidente y el Jefe de Gobierno al dejar abierto el último kilómetro y medio de autopista Illia Norte que termina de conectar el centro porteño con la Gral Paz.

Con unas palabras que uno no sabe bien cómo interpretar la Presidente pidió “no mirar hacia atrás” y “celebrar el hecho de que el trabajo en conjunto y el sentido común permitan resolver problemas…” ¡Pero si eso era lo que medio mundo le ha venido diciendo los últimos ocho años!

Ese tramo de camino no podía completarse porque para hacerlo había que correr veinte metros hacia el Este un alambrado perimetral del aeropuerto Jorge Newbery y la Señora de Kirchner se negó persistentemente a hacerlo impidiéndole a millones de personas un tránsito más fluido y al país un enorme ahorro de combustible.

La presidente con la misma naturalidad habló de la “civilización” política que conlleva el hecho de poder hablar con representantes de otras ideas políticas sin que ello signifique un hito nacional. Pero, una vez más, ha sido ella y el gobierno que ella preside el que se encargó de trasmitir una idea monopólica del pensamiento según la cual sólo el gobierno defiende a los argentinos, solo los que piensan como el gobierno son argentinos y solo el kirchnerismo está en condiciones de interpretar el sentir de los argentinos.

Más allá de que en todo caso debe darse la bienvenida a este cambio, uno debe preguntarse hasta dónde es completamente real. La duda la alimenta justamente el otro caso que merece comentario y que encuentra precisamente aquí su punto de contacto con el episodio de la autopista.

Ayer fue designado en el área del ministerio de Cultura, que ahora preside Teresa Parodi, el llamado “intelectual” Ricardo Forster, uno de los integrantes más salientes de Carta Abierta. Su secretaría será la de la “coordinación estratégica del pensamiento nacional…” ¡¿Qué cosa!? “La coordinación estratégica del pensamiento nacional”.

¿Pero qué diablos es el “pensamiento nacional”?, ¿desde cuándo algo tan absoluta y definitivamente individual como el pensamiento puede transformarse en “nacional”?, ¿cuál de los pensamientos que tienen los millones de argentinos en su condición de ciudadanos libres, será elevado a la categoría de pensamiento nacional?, ¿con qué criterio?, ¿por qué el de Juan y no el de Pedro?, ¿qué significa intentar “coordinar estratégicamente” el pensamiento?, ¿acaso suprimir alguno y privilegiar otros?, ¿y por qué eso debería hacerlo Ricardo Forster?, ¿quién es Ricardo Forster más que Juan Perez?

La Presidente, en la autopista, decía que no había que mirar hacia atrás. ¿Y qué cosa sino “mirar hacia atrás” es volver sobre conceptos de los años ’40 que el mundo dejó atrás por fascistas, por manipuladores de la verdad y por censores del pensamiento libre?

Esta zoncera jauretchiana del “pensamiento nacional” es una mordaza a la libre expresión, es un escrache al desafío; es una policía intelectual. 

También respecto de esto medio país le viene diciendo a la Presidente, a sus laderos de Carta Abierta y a sus ubicuos de La Cámpora que esas son cuestiones que deben terminar en un país pretendidamente moderno como la Argentina. Igual que con la apelación al sentido común, a los principios de la civilización política y a la idea de resolver problemas de la gente común, nadie puede arrogarse la representación del “pensamiento nacional” porque eso supone necesariamente la aplicación de un criterio de selección (encarnado por un “seleccionador”) según el cual lo que opinen determinadas personas tendrá las salvaguardas del poder y lo que opinen otras tendrá la censura, la inequidad y, eventualmente, las persecuciones del poder.

Y, finalmente, la última cuestión aparentemente desconectada de estas dos pero a la que se le puede anotar un denominador común con ellas, es una publicación, justamente de La Cámpora, que en su último número publica un dibujo de Sergio Massa delante de una bandera norteamericana con la frase “vengo a proponerles un dueño”. Pero, ¿se puede ser tan estúpido?, ¿se puede seguir con esta payasada de los “agentes nacionales del imperialismo yanqui”?, ¿se puede seguir mirando -justamente- tan “atrás”?

Mientras los argentinos seguimos colgados de estas banderas que ya no le mueven un pelo a nadie, el mundo avanza y nos deja tristemente atrás. Rodeados de nuestros problemas de creciente inseguridad, narcotráfico, inflación, aislamiento, perdida de empleo. Todos van resolviendo sus problemas y nosotros seguimos atados a rocas atávicas que nos hunden en el fondo del mar.

Por más que la Presidente en un acto aislado le haga restregar los oídos a todo el mundo para asegurarse de que uno está escuchando bien lo que está escuchando, lo que valen son los actos de todos los días. La Señora de Kirchner podrá decir, trepada a una ruta en medio de una soleada tarde de Buenos Aires, que no hay que “mirar para atrás” y que “hay que actuar civilizadamente y con sentido común”, pero si luego se establecen secretarías desde donde se “coordinará estratégicamente el pensamiento nacional” o se pretende transmitir la idea de que el país puede vivir aislado y en la vereda de enfrente de la principal potencia de la Tierra, de nada valdrán los discursos de ocasión.

Es hora de que el espíritu de las palabras presidenciales se haga carne en el pensamiento presidencial y que luego ese pensamiento se transforme en acción. Es posible que así los otros que viven solo para chupar las medias de los poderosos, pretendiendo ser más papistas que el Papa, también se sumerjan en una increíble pero saludable y esperada metamorfosis. De no ser así, las palabras de la presidente solo habrán alcanzado para salir del paso y cumplir con la burocracia de inaugurar un tramo de un camino que será solo de asfalto, en lugar de ser de progreso, de crecimiento y de armonía.

El pan y circo no alcanza

La noria vuelve al punto de partida. La “Pax Cambiaria” de estos últimos dos meses parece estar llegando a su fin. El experimento “fabreguista” que consistió en llevar la tasa de interés a las nubes para secar la plaza de pesos y con eso contener el dólar blue no fue acompañado por ninguna medida sobre el fondo de los problemas. Al ministro estrella del gabinete, Axel Kicillof, que sería un “genio” según la Presidente, le parece más atinado hablar del racismo clasista de los argentinos antes de solucionar el problema de los pobres que él dice representar. 

El analgésico disimuló la fiebre y todos andaban muy contentos porque la magia parecía dar resultados: no tenemos que hacer ninguno de los esfuerzos grandes que requeriría solucionar el problema verdaderamente y de todos modos estamos obteniendo los resultados que queremos, es decir que el enfermo no tenga fiebre.

Pero nada es permanente en el mundo de los analgésicos. Y además suelen tener efectos colaterales. Luego de dos meses de dosis abundantes de aspirinas y antiinflamatorios, al paciente le empezó a molestar el estómago, sus niveles de coagulación sanguínea se modificaron y todo el mundo empezó a alarmarse.

El nivel de actividad económica cayó, empezaron las suspensiones y los despidos; entonces se encendieron las alarmas. Había que terminar el jueguito de las tasas, la orden al Central debía ser bajarlas. Mientras se anunciaron más planes y más gasto.

Entonces la infección básica reapareció, y con ello las consecuencias obvias de la fiebre alta. Se disparó el tipo de cambio blue y ahora pasa los $ 12, volvieron las minidevaluaciones del oficial, superando los $ 8.07, se volvió a abrir la brecha entre ambos y regresaron los perfumes del verano.

Lo que está causando todo este desbarajuste es una cadena de impecable lógica económica que, sin embargo, los cráneos de la economía se niegan a aceptar. La inflación presiona el tipo de cambio porque cuando se pretende frenarlo artificialmente las tasas aseguran unos retornos en dólares que ninguna actividad productiva puede empatar. Como consecuencia de ello, la bicicleta financiera arroja gente a la calle, en medio del gobierno “nacional y popular”. La inflación a su vez está causada por la emisión que, o se seca a fuerza de tasas o se libera y se va a precios o a hacer presión sobre el tipo de cambio. Y la emisión está causada por el gasto improductivo y estrafalario en que la Presidente ha embarcado al país desde que tomó el gobierno en 2007, continuando la tendencia que su esposo había inaugurado 2 años antes cuando despidió a Lavagna.

Ese gasto desaforado desencadenó la presión impositiva insoportable, la crisis con el campo y la estatización de las AFJP. Nada de eso alcanzó, entonces se recurrió a la máquina de hacer billetes, lo que aceleró el proceso en el que estamos.

Si el gobierno no para su demagogia y deja de gastar, la bola de nieve acabará con nosotros, empezando por aquellos destinatarios iniciales de la demagogia. Es curioso pero quienes primero perecerán por los desmanejos causados por la mala praxis económica son aquellos a los que hipócritamente el gobierno dice defender, en nombre de los cuales no reparado siquiera en lanzar divisiones clasistas, frases que, una vez dichas, no se puede controlar sus consecuencias; en fin, lo que sea necesario, con tal de no frenar la demagogia y una ideología paleontológica.

El nivel de gasto público crece más de 10 puntos por encima de la recaudación a una tasa que supera el 40%. Este desbarajuste fiscal está en la base de los problemas que tenemos. Frente a ello el gobierno sólo atina a buscar culpables entre los que describen el problema y a radicalizar su discurso hacia variantes de clase que el mundo ha dejado atrás hace décadas.

El verso de los pobres, los negros, los excluidos, los marginados, como una consecuencia de la maldad de la oligarquía, ya no convence a nadie: el gobierno “nacional y popular” hace 11 años que tiene el poder absoluto del país. Ha embarcado a la Argentina en un proceso de concentración del poder y de la riqueza pocas veces visto y ha despilfarrado una fortuna de recursos provenientes de condiciones internacionales que ingresaron al país a pesar de todo lo que el gobierno hizo para convertir a la Argentina una isla separada del resto de la Tierra.

Ahora, según ha confesado increíblemente el Jefe de Gabinete, se espera la salvadora irrupción del Mundial de Fútbol para tener la esperanza de que la gente se olvide de que su plata no vale nada y hable de otra cosa. Capitanich, el día en que en el medio de un circo político que no imitó ni siquiera Irán en ocasión de presentar la lista de 30 jugadores, dijo que “en el próximo mes no se hablará de otra cosa que no sea de fútbol en la Argentina, lo cual coincide con nuestra pasión y con nuestro interés”, como si el gobierno estuviera deseando la llegada de ese otro analgésico para hacer de cuenta que los problemas se pueden resolver por el mero hecho de taparlos.

Es una pena que se eche mano de estos disimulos para seguir engañando a todos. Me ha tocado escuchar a muchos –con los que no comparto ni una letra- decir que prefieren que la Argentina no avance en la Copa del Mundo con tal de que el gobierno no encuentre una excusa para desviar la atención de la gente. Me parece que ya no es necesario. La gente podrá seguir siendo fiel a su pasión sin por ello dejar de percibir que toda la mentira populista se ha terminado. No hay espacio para el “pan y circo”. Disfrutaremos lo que podamos el “circo” sin dejar de saber, por ello, que la política socioeconómica del gobierno destruyó la fábrica de “pan”.

Es necesario que la presidente aterrice

Si bien la presidente nos tiene acostumbrados a mensajes bizarros, lo de la última semana en dos sendas apariciones -una por cadena nacional- ha superado en gran medida lo que conocíamos.

Primero fue el miércoles cuando en el aeroparque inauguró dos nuevos edificios de AA 2000. Allí se internó en una anécdota banal y falsa sobre las cajitas de snacks a bordo de los vuelos de cabotaje de Aerolíneas Argentinas. No sé si será su ostensible complejo de inferioridad respecto de los Estados Unidos, pero se internó en una comparación respecto de las cajitas de galletitas y alfajores que Aerolíneas reparte a sus pasajeros de cabotaje mientras que, según en ella, en EEUU “no te dan nada”.

Más allá de que eso no es cierto porque la provisión libre de snacks en vuelos de cabotaje norteamericanos varía mucho de línea en línea (competencia a la que la presidente probablemente no esté habituada ni comprenda) lo cierto es que no necesitaba buscar una comparación tan lejana y alambicada para cotejar el servicio de Aerolíneas. Aquí mismo, en la Argentina, la compañía LAN también reparte cajitas de snacks (provistos por Havanna) sin cobrar un centavo por ello. Es más, Aerolíneas copió ese servicio (y lo bien que hizo) de LAN que lo ofrecía con antelación. Las cajitas de Aerolíneas, por lo demás, nos cuestan un poco caras: la compañía pierde más de 700 millones de dólares por año, mientras LAN es una empresa superavitaria. De modo que esta referencia, además de camorrera, fue mentirosa e innecesaria.

El jueves, poco después del mediodía y de manera sorpresiva, se anunció una cadena nacional de la Sra de Kirchner. Casi todos creímos que haría algún anuncio extraordinario por la cuestión docente en la provincia de Buenos Aires que tenía a los chicos de ese distrito sin clases desde hace más de 15 días.

Era la suposición más lógica, después de todo. El conflicto docente había escalado a un nivel nunca antes registrado y una intervención de la presidente sonaba razonable para ofrecer una solución de compromiso a una provincia que no solo representa el 40% de la Argentina sino con la que el gobierno tiene más de una deuda, no solo económica sino también política.

Pero a los pocos minutos de comenzar, la presidente se encontraba hablando en un tono coloquial y sobreactuado de los alfajores Fantoche y de su insuperable producto, el alfajor de tres pisos. La Sra de Kirchner contaba que su dueño le había regalado uno “mini” y que no sabía muy bien si eso era un elogio o una indirecta por verla gorda.

Un rato después la presidente se internó en una tierna historia que tenía protagonista a su mamá. Contó que ella se había criado en la calurosa La Plata, pero que solo ahora su madre había podido comprarse dos equipos de aire acondicionado con lo que cobraba de jubilación (“no se lo regalé yo porque soy la presidente o alguien se lo regaló porque es la hija (sic) de la presidente… se los pudo comprar ella con su jubilación, la pensión de mi padre y porque mi hermana es jubilada de la provincia de Buenos Aires…”).

Luego contó lo que le había pasado en Italia con su esguince y lo frío que son los pasillos de los hospitales italianos y lo calurosos que son los cuartos donde se encuentran los aparatos para hacer resonancias magnéticas. En algún momento de la anécdota dijo “¿vieron que cuando uno entra en un hospital en la Argentina, en los cuartos donde están los aparatos para hacer resonancias, hace mucho frío…?”, como si en los hospitales del país los resonadores fueran un equipamiento básico y usual (¿?).

En un momento inesperado, como quien no quiere la cosa, la presidente dijo “vamos a hacer un seguimiento de cómo se comportan todos… no porque queramos vigilar, castigar, perseguir o controlar a nadie, sino porque queremos cuidar a este hijo… porque yo me siento la madre del país y estamos haciendo todo esto con un gran esfuerzo…”.

A ver, a ver, a ver… ¿cómo es esto que van a hacer un seguimiento de cómo nos comportamos?, ¿qué clase de advertencia es esa?, ¿en qué tipo de país estamos viviendo?, ¿un seguimiento?, ¿para ver cómo nos “portamos”?, ¿pero qué es esto?, ¿será el proyecto Milani en acción?, ¿un país vigilado?, ¿una ciudadanía espiada, bajo la amenaza de la sanción?, ¿qué diablos quiso decir la presidente?, ¿a qué tipo de “seguimiento” nos va a someter”?, ¿qué va a ocurrir cuando un “vigilado” no haga lo que el gobierno quiere que supuestamente haga?

¿Qué está pasando con la presidente? ¿Es ésta la etapa del sinceramiento de su “modelo”; un modelo de país policial en donde se vive bajo el “seguimiento” del Estado?

En una figura que parecía salida del “1984” de Orwell, la Sra de Kirchner se definió como la “madre de todos los argentinos” (quizás a eso se debió el lapsus de definir -cuando contó la historia del aire acondicionado- a “su” madre como la “hija de la presidente”, haciendo posible un fenómeno natural inédito como es conseguir ser la madre de su madre). Se ha repetido hasta el cansancio -hablando de nosotros mismos- la comparación de una sociedad que necesita de un “papá” (en este caso, parece ser una “mamá”) que nos diga lo que tenemos que hacer, cuándo lo tenemos que hacer y cómo lo tenemos que hacer. Y otras tantas veces se concluyó que esa imagen no es buena. Ahora parece que la “mamá” también va a vigilarnos “a ver cómo nos portamos”.

¿No será mucho? ¿No habremos tenido ya suficiente de esta concepción que bajo el manto de la sobreprotección lo único que ha logrado es una sociedad frustrada e infeliz?

Mientras tanto, la mamá que nos va a vigilar dejó que casi 4 millones de sus “hijos” estén sin clases 17 días por un conflicto desatado por una política económica que ha fulminado la capacidad adquisitiva del salario. Pero de eso la “mamá” no dijo una palabra. Interrumpe la trasmisión de todas las emisoras del país para contar historias tan personales como triviales y para decirnos que nos va a “seguir” para ver “cómo nos portamos”, pero no aporta una idea para solucionar los problemas de inseguridad, de inflación, de pago a los docentes, de narcotráfico, de corrupción que azotan con fuerza a una Argentina confundida.

Es necesario que la presidente aterrice. No puede seguir volando a una altura imaginaria sobre el cielo de un país imaginario. En tren de “seguir” el comportamiento de alguien, debería seguir el de su propio gobierno y tomar una decisión de cambio de rumbo antes que sus “hijos” tengan problemas mucho más graves de los que ya afrontan todos los días, por el mero hecho de habitar el país que ella se supone que gobierna.