Por: Carlos Mira
Si bien la presidente nos tiene acostumbrados a mensajes bizarros, lo de la última semana en dos sendas apariciones -una por cadena nacional- ha superado en gran medida lo que conocíamos.
Primero fue el miércoles cuando en el aeroparque inauguró dos nuevos edificios de AA 2000. Allí se internó en una anécdota banal y falsa sobre las cajitas de snacks a bordo de los vuelos de cabotaje de Aerolíneas Argentinas. No sé si será su ostensible complejo de inferioridad respecto de los Estados Unidos, pero se internó en una comparación respecto de las cajitas de galletitas y alfajores que Aerolíneas reparte a sus pasajeros de cabotaje mientras que, según en ella, en EEUU “no te dan nada”.
Más allá de que eso no es cierto porque la provisión libre de snacks en vuelos de cabotaje norteamericanos varía mucho de línea en línea (competencia a la que la presidente probablemente no esté habituada ni comprenda) lo cierto es que no necesitaba buscar una comparación tan lejana y alambicada para cotejar el servicio de Aerolíneas. Aquí mismo, en la Argentina, la compañía LAN también reparte cajitas de snacks (provistos por Havanna) sin cobrar un centavo por ello. Es más, Aerolíneas copió ese servicio (y lo bien que hizo) de LAN que lo ofrecía con antelación. Las cajitas de Aerolíneas, por lo demás, nos cuestan un poco caras: la compañía pierde más de 700 millones de dólares por año, mientras LAN es una empresa superavitaria. De modo que esta referencia, además de camorrera, fue mentirosa e innecesaria.
El jueves, poco después del mediodía y de manera sorpresiva, se anunció una cadena nacional de la Sra de Kirchner. Casi todos creímos que haría algún anuncio extraordinario por la cuestión docente en la provincia de Buenos Aires que tenía a los chicos de ese distrito sin clases desde hace más de 15 días.
Era la suposición más lógica, después de todo. El conflicto docente había escalado a un nivel nunca antes registrado y una intervención de la presidente sonaba razonable para ofrecer una solución de compromiso a una provincia que no solo representa el 40% de la Argentina sino con la que el gobierno tiene más de una deuda, no solo económica sino también política.
Pero a los pocos minutos de comenzar, la presidente se encontraba hablando en un tono coloquial y sobreactuado de los alfajores Fantoche y de su insuperable producto, el alfajor de tres pisos. La Sra de Kirchner contaba que su dueño le había regalado uno “mini” y que no sabía muy bien si eso era un elogio o una indirecta por verla gorda.
Un rato después la presidente se internó en una tierna historia que tenía protagonista a su mamá. Contó que ella se había criado en la calurosa La Plata, pero que solo ahora su madre había podido comprarse dos equipos de aire acondicionado con lo que cobraba de jubilación (“no se lo regalé yo porque soy la presidente o alguien se lo regaló porque es la hija (sic) de la presidente… se los pudo comprar ella con su jubilación, la pensión de mi padre y porque mi hermana es jubilada de la provincia de Buenos Aires…”).
Luego contó lo que le había pasado en Italia con su esguince y lo frío que son los pasillos de los hospitales italianos y lo calurosos que son los cuartos donde se encuentran los aparatos para hacer resonancias magnéticas. En algún momento de la anécdota dijo “¿vieron que cuando uno entra en un hospital en la Argentina, en los cuartos donde están los aparatos para hacer resonancias, hace mucho frío…?”, como si en los hospitales del país los resonadores fueran un equipamiento básico y usual (¿?).
En un momento inesperado, como quien no quiere la cosa, la presidente dijo “vamos a hacer un seguimiento de cómo se comportan todos… no porque queramos vigilar, castigar, perseguir o controlar a nadie, sino porque queremos cuidar a este hijo… porque yo me siento la madre del país y estamos haciendo todo esto con un gran esfuerzo…”.
A ver, a ver, a ver… ¿cómo es esto que van a hacer un seguimiento de cómo nos comportamos?, ¿qué clase de advertencia es esa?, ¿en qué tipo de país estamos viviendo?, ¿un seguimiento?, ¿para ver cómo nos “portamos”?, ¿pero qué es esto?, ¿será el proyecto Milani en acción?, ¿un país vigilado?, ¿una ciudadanía espiada, bajo la amenaza de la sanción?, ¿qué diablos quiso decir la presidente?, ¿a qué tipo de “seguimiento” nos va a someter”?, ¿qué va a ocurrir cuando un “vigilado” no haga lo que el gobierno quiere que supuestamente haga?
¿Qué está pasando con la presidente? ¿Es ésta la etapa del sinceramiento de su “modelo”; un modelo de país policial en donde se vive bajo el “seguimiento” del Estado?
En una figura que parecía salida del “1984” de Orwell, la Sra de Kirchner se definió como la “madre de todos los argentinos” (quizás a eso se debió el lapsus de definir -cuando contó la historia del aire acondicionado- a “su” madre como la “hija de la presidente”, haciendo posible un fenómeno natural inédito como es conseguir ser la madre de su madre). Se ha repetido hasta el cansancio -hablando de nosotros mismos- la comparación de una sociedad que necesita de un “papá” (en este caso, parece ser una “mamá”) que nos diga lo que tenemos que hacer, cuándo lo tenemos que hacer y cómo lo tenemos que hacer. Y otras tantas veces se concluyó que esa imagen no es buena. Ahora parece que la “mamá” también va a vigilarnos “a ver cómo nos portamos”.
¿No será mucho? ¿No habremos tenido ya suficiente de esta concepción que bajo el manto de la sobreprotección lo único que ha logrado es una sociedad frustrada e infeliz?
Mientras tanto, la mamá que nos va a vigilar dejó que casi 4 millones de sus “hijos” estén sin clases 17 días por un conflicto desatado por una política económica que ha fulminado la capacidad adquisitiva del salario. Pero de eso la “mamá” no dijo una palabra. Interrumpe la trasmisión de todas las emisoras del país para contar historias tan personales como triviales y para decirnos que nos va a “seguir” para ver “cómo nos portamos”, pero no aporta una idea para solucionar los problemas de inseguridad, de inflación, de pago a los docentes, de narcotráfico, de corrupción que azotan con fuerza a una Argentina confundida.
Es necesario que la presidente aterrice. No puede seguir volando a una altura imaginaria sobre el cielo de un país imaginario. En tren de “seguir” el comportamiento de alguien, debería seguir el de su propio gobierno y tomar una decisión de cambio de rumbo antes que sus “hijos” tengan problemas mucho más graves de los que ya afrontan todos los días, por el mero hecho de habitar el país que ella se supone que gobierna.