Una tarea titánica pero necesaria

El cambio no es trivial: de hecho se trata de todo un tema dentro de lo que es el estudio de las organizaciones. Las personas tenemos la capacidad de adaptarnos a los cambios, incluso a los más dolorosos, como la muerte de un familiar cercano. Las organizaciones, es decir, las empresas, los Gobiernos, las fuerzas de seguridad, son como las personas: ante los cambios se adaptan.

Sin embargo, adaptarse a los cambios puede ser doloroso o incluso imposible para algunos. En el caso de las personas, ante una novedad importante en su vida pueden necesitar la ayuda de un amigo, una pareja o incluso un sicólogo. En algunos casos, ni siquiera logran adaptarse y sufren mucho. Con las organizaciones pasa algo similar: ante transformaciones muy grandes recurren a quienes nos dedicamos al análisis organizacional, porque sin nuestro apoyo el cambio es muy traumático y hasta puede traer la destrucción de la organización.

En lo que es la gestión del cambio organizacional también nos encontramos con un fenómeno muy estudiado: la resistencia. Uno puede planificar el cambio, pero si todas las personas se resisten, nunca sucederá. Otro fenómeno muy estudiado es el de la integración, es decir la unión o la fusión de dos organizaciones distintas. Los procesos de integración son extremadamente complejos y requieren de un apoyo importante de parte de especialistas en organización y gestión del cambio. De lo contrario, en lugar de lograr que las dos organizaciones se integren en un sentido, se tendrá un proceso caótico que terminará creando una suerte de Frankenstein desarticulado. Continuar leyendo

Sí, los servicios públicos tienen que ser de la Ciudad

Recientemente, Horario Rodríguez Larreta, precandidato del PRO, ha lanzado una propuesta que resonó en mi mente por su obviedad: los servicios públicos tienen que ser de la Ciudad. Me bastó escucharlo para coincidir. Y no es sólo una propuesta que debiera tener él como precandidato, sino que tendría que estar entre las primeras palabras de todos aquellos que aspiren a gobernar la Capital. Voy a ir más lejos: debería ser el discurso de todos los legisladores porteños, que fueron elegidos para defender los intereses de los que vivimos en la Ciudad de Buenos Aires.

Hay varios motivos por los cuales esto debe ser así, me interesa repasarlos uno por uno. El primero es una cuestión de gestión. Hoy deciden sobre la ciudad dos entidades distintas: el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad. Cada entidad tiene una función distinta y por lo tanto sus intereses y objetivos son distintos. Si decidieran sobre cuestiones que atañen a distintas problemáticas, esto sería aceptable, pero en general lo hacen sobre los factores y recursos que hacen a las mismas problemáticas. Para cualquier persona que estudie los principios de administración, esto es inviable, porque los esfuerzos de ambas entidades no están alineados y por lo tanto se generan conflictos innecesarios, más allá de los roces existentes por tratarse de distintas facciones políticas. Continuar leyendo

La aporofobia en la Ciudad de Buenos Aires

La modernidad trae nuevas problemáticas y con ellas viene también la expansión del lenguaje. Hoy el mundo, que ha reaccionado oportunamente contra las atrocidades de los estados-nación en el siglo pasado, ha combatido el racismo y en menor medida la xenofobia. Pero los temores del hombre hoy se dirigen hacia otros sujetos y es así como nace el término “aporofobia”, que no es otra cosa que el miedo a los pobres. Un neologismo que todavía no ha encontrado su lugar en el Diccionario de la Real Academia, pero que le pone nombre a un naciente problema de nuestro tiempo y en particular de nuestra Ciudad de Buenos Aires.

En un país como Argentina hablar de xenofobia o racismo puede resultar absurdo. En primer lugar porque somos un pueblo que se construyó desde la inmigración, a tal punto que es imposible hacer referencia a la idea de “nación argentina” sin hablar de los barcos que han traído a los inmigrantes, aquellos que después de la guerra poblaron este suelo con sus sueños y esperanzas. En segundo lugar en nuestro país no existen guetos que se hayan sostenido en el tiempo, más allá de la necesaria aglomeración de los recién llegados, como por ejemplo la de los griegos en el barrio de Pompeya.

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La urbanización de las villas es un error conceptual

El diccionario de la Real Academia Española define urbanizar como “acondicionar una porción de terreno y prepararlo para su uso urbano, abriendo calles y dotándolas de luz, pavimento y demás servicios”. Quisiera detenerme en la expresión “acondicionar una porción de terreno”. Porque tras el concepto de la “urbanización” subyace la idea de que las villas son “porciones de terreno”, negándoles así su condición de “lugar” en el sentido más antropológico de la palabra. Y las villas son ante todo eso: un lugar.

Según el censo de 2010, en las villas de nuestra ciudad viven 163.587 personas, es decir más del 5% de la población (estimaciones extraoficiales sugieren que este valor podría llegar incluso al 12%). Se trata, en consecuencia, de una situación que no puede escapar a los ojos de los porteños y mucho menos de los responsables políticos de la Ciudad de Buenos Aires.

En la villa 21-24 NHT Zabaleta y en todos los asentamientos aledaños viven alrededor de 45.000 personas: no creo que se pueda considerar a esta unidad geográfica una porción de terreno cuando es una compleja realidad antropológica, un entramado de relaciones e historias. Urbanizar significa, al menos conceptualmente, tratar a un lugar como algo sobre lo que se interviene sin más, olvidándose por completo de toda la riqueza humana que contiene y, sobre todo, del gran potencial que encierra.

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