La urbanización de las villas es un error conceptual

Christian Joanidis

El diccionario de la Real Academia Española define urbanizar como “acondicionar una porción de terreno y prepararlo para su uso urbano, abriendo calles y dotándolas de luz, pavimento y demás servicios”. Quisiera detenerme en la expresión “acondicionar una porción de terreno”. Porque tras el concepto de la “urbanización” subyace la idea de que las villas son “porciones de terreno”, negándoles así su condición de “lugar” en el sentido más antropológico de la palabra. Y las villas son ante todo eso: un lugar.

Según el censo de 2010, en las villas de nuestra ciudad viven 163.587 personas, es decir más del 5% de la población (estimaciones extraoficiales sugieren que este valor podría llegar incluso al 12%). Se trata, en consecuencia, de una situación que no puede escapar a los ojos de los porteños y mucho menos de los responsables políticos de la Ciudad de Buenos Aires.

En la villa 21-24 NHT Zabaleta y en todos los asentamientos aledaños viven alrededor de 45.000 personas: no creo que se pueda considerar a esta unidad geográfica una porción de terreno cuando es una compleja realidad antropológica, un entramado de relaciones e historias. Urbanizar significa, al menos conceptualmente, tratar a un lugar como algo sobre lo que se interviene sin más, olvidándose por completo de toda la riqueza humana que contiene y, sobre todo, del gran potencial que encierra.

Este problema conceptual deviene también de la idea de que hay que “llevar la ciudad a las villas”como si la “ciudad” fuera algo superior, algo que vale más que lo que ya está, algo, sobre todo, ajeno. Nuevamente ese afáncivilizador” que olvida que del otro lado hay una persona con la intrínseca capacidad de autodeterminar su vida. Por todo esto el concepto de “urbanización de las villas” me hace sentir incómodo.

Un concepto más apropiado, que yo escuché por primera vez hablando con los curas villeros, es el de “integración urbana”. La integración habla de partes diversas que deben reunirse, que deben dejar de sentirse ajenas para sentirse parte de una misma unidad. Es una visión más simétrica: en este caso lo que se busca es integrar la realidad de las villas a la realidad de la ciudad y viceversa. No como una absorción desconsiderada sino como un mutuo reconocimiento.

Tal vez la urbanización y la integración urbana terminen aplicando las mismas herramientas, pero el enfoque es distinto y por lo tanto será distinta la recepción que tendrá entre las personas. El enfoque, si es apropiado, permite priorizar atinadamente, llevando adelante aquellas cosas que son más relevantes para quienes se ven directamente afectados.

La urbanización siempre remite a la idea de arrasar y volver a construir: un proceso rápido y casi mágico. Sin embargo, la integración urbana es lenta, pero apunta siempre a una transformación duradera, que solucione definitivamente las principales problemáticas de las villas. Pero por sobre todas las cosas la integración apela al respeto de todas las realidades.

Para esta integración urbana será necesario comenzar a descubrir los distintos caminos de integración que harán que, con el tiempo, las villas sean reconocidas como parte de la ciudad y no como algo ajeno y distinto que muchos porteños creen que hay que extirpar. Y para transitar estos caminos de integración todos los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires tenemos que estar dispuestos a convertirnos en protagonistas.