Depende de Macri que el acto sindical sea a favor o en contra de su gobierno

Desde el interior del macrismo ha trascendido en reiteradas ocasiones la desilusión del Presidente ante lo que consideraba una respuesta mezquina por parte de los sectores que son los primeros y más directos beneficiarios de algunas de las medidas más espectaculares que tomó esta administración en sus primeros meses: eliminación  de retenciones al campo, supresión del cepo, “sinceramiento” de precios y, más recientemente, salida del default. Quizás por solidaridad de clase, Mauricio Macri esperaba una actitud más colaborativa del empresariado para ayudar a sacar a la economía argentina de la morosidad que la ha caracterizado en los últimos años.

Pese a la poca predisposición mostrada por esos sectores, el presidente siguió haciéndoles guiños; no otra cosa fue su anuncio de que vetaría la ley de doble indemnización para despidos que ya tiene media sanción en el Senado. Es verdad que muchos de los que promueven esta ley lo hacen por oportunismo y “oposicionismo” e incluso a sabiendas de que no resolverá el problema, pero no es menos cierto, como lo dijo Hugo Moyano en el acto que las señales dadas hasta ahora por el gobierno han tenido casi todas como destinatario al círculo rojo y no a los asalariados o a los jubilados o a los excluidos del sistema.

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“No hay que creérsela”

“No hay que creérsela”… Fue la muy sensata frase del candidato presidencial de Cambiemos, pocas horas después del resultado electoral de la primera vuelta que mejoró notablemente sus chances de ganar.

Venimos de doce años de una gestión caracterizada por la soberbia y el sectarismo, acorde con la personalidad de sus dos presidentes, él y ella. Una gestión que no se cansó de descalificar, denostar, marginar y hasta perseguir a todo el que no se mostrara absolutamente disciplinado a sus dictados.

Los Kirchner ejercieron el mandato a contramano de lo que aconsejó Perón cuando escribió que “el sectarismo” es “una de las deformaciones de la conducción política”, y que “no hay cosa que sea más peligrosa para el político que la intransigencia” y el autoritarismo, “porque la política es el arte de convivir, y la convivencia no se hace en base de intransigencia”.

El famoso 54 por ciento de los votos obtenido por Cristina Kirchner en 2011, del que ella no se cansa de alardear, fue un agravante de las peores tendencias del estilo K. Continuar leyendo

Para Cristina, el modelo no tiene candidato

Esa es la síntesis del mensaje de Cristina Kirchner ayer. Pasionaria, la Presidente arengó a sus bases sobre el combate que viene, que no es electoral precisamente. Se trata de “cuidar” su legado cuando ella deje la Casa de Gobierno. Algo que, obviamente, Daniel Scioli no garantiza. Si no, el discurso de anoche hubiese sido: voten a Daniel, el candidato que encarna y continúa el modelo.

No sólo no lo nombró, sino que hasta se permitió cruzarlo en la única propuesta que el maltrecho gobernador hizo de cara al 22 de noviembre. La promesa del 82 por ciento móvil a los jubilados, una de las banderas con las cuales Sergio Massa mejoró sus chances y logró mantenerse en carrera.

Sorprende el empecinamiento de los analistas en negar lo evidente: ella trabaja para la derrota del candidato oficial. Para encontrarle una lógica al inexplicable discurso presidencial post primera vuelta algunos creen ver una división de tareas entre Cristina Kirchner y Daniel Scioli. Ella va por el voto K y él por los independientes. En realidad, lo que ella les dijo a los suyos es que el modelo no tiene candidato. En cuanto al gobernador bonaerense, quizás sea demasiado tarde para, como prometió, “convertirse en Scioli”.

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Aire acondicionado en todo el subte, ¿no sería mejor idea?

Fin de año agitado: entre amotinamientos de policías que ganan miseria, gobernantes que gastan más tiempo en pelearse entre ellos que en resolver problemas y cortes de energía al parecer no programados, los argentinos vamos de la indignación al asombro.

Pero cuando esta mañana tomé el subte, mis emociones –negativas- se concentraron en la última idea del Jefe de Gobierno de la Ciudad: que los porteños que vivimos en edificios de más de 6 pisos –se me ocurre que debemos ser unos cuantos, sobre todo considerando el boom de construcción de los últimos años- nos aseguremos nuestro propio suministro de energía.

Así es. Mauricio Macri anunció que presentará un proyecto de ley para que los edificios de más de 6 pisos cuenten con un grupo electrógeno para garantizar agua y ascensor. Generoso, el jefe de Gobierno previó también créditos del Banco Ciudad para que los consorcios puedan afrontar el gasto que su iniciativa les acarreará.

Esto me hace acordar a los abogados zaffaronistas que culpan a la víctima por haberse resistido. Los usuarios que padecemos las consecuencias de la mala política energética de este Gobierno –consecuencias profetizadas desde hace años- somos los culpables de nuestra miserable situación: de tener que vaciar heladeras y tirar a la basura la compra del mes, mudarnos a casa de papá y mamá o de amigos para poder ducharnos y dormir sin desmayarnos, y llamar incansable e inútilmente a las empresas de no-servicios.

Ahora, gracias a la iniciativa de gente que toma medidas a costa del bolsillo de los demás, podremos hacer una vaquita en el consorcio y terminar con esta odisea. ¿A quién no le gusta pagar expensas extraordinarias?

¿Y qué tendrá que ver esto con el subte?, se preguntarán algunos. Es que se me ocurre que ya que el Jefe de Gobierno de la Ciudad está interesado en que los porteños pasemos un mejor verano, ¿por qué no le exige a la concesionaria del subte que ponga YA aire acondicionado en TODAS la líneas y en TODOS los vagones? Si quiere, que ofrezca créditos blandos también para eso. Están en eso, ya sé, pero con una demora injustificada.

No soy usuaria habitual del subte no porque no quiera sino porque de mi casa al trabajo lamentablemente no tengo ninguna línea y creo que me cansaré de esperar que construyan una, aunque buena falta hace. Pero cada vez que tengo que ir al centro, me compadezco de los pobres vecinos que lo toman todos los días. Más aun, me pregunto ¿cómo sobreviven a semejante trance?

Si hace calor afuera, bajo tierra es el infierno. No sólo por las deficiencias de ventilación y la falta de aire en muchos vagones, sino por la densidad de pasajeros por metro cuadrado.

¿En qué cabeza cabe que se puede extender un subte 2, 3, 4 estaciones, sin aumentar la frecuencia? Y claro que no estoy criticando que se hayan abierto nuevas estaciones. Todo lo contrario. Pero sumar barrios enteros al servicio y no incrementar la frecuencia es inhumano. La gente viaja literalmente enlatada, y en hora pico hay que dejar pasar varios trenes antes de poder subir a uno.

Entonces me pregunto por qué los funcionarios no se hacen cargo de su responsabilidad en vez de pergeñar ideas para que la gente solvente su ineficiencia. Los errores de gestión y la desidia de las autoridades la tenemos que pagar nosotros.

Me resulta además sospechosa esta actitud tan solícita de buscarle soluciones no a la gente sino al Gobierno nacional.

¿No es bastante con que éste no brinde seguridad pública, y los vecinos deban gastar en alarmas, rejas, vigilancia y -triste y peligrosamente- también en armas?

¿No basta con que estén dejando colapsar la educación pública y los padres opten por los colegios privados?

¿No basta con que el transporte sea catastrófico y haya que pagar un plus para viajar en combis?

¿No basta con la crisis del hospital público y el desmanejo de las obras sociales que empuja a la gente hacia las prepagas y hace de la salud un negocio?

No. Ahora cada cual deberá también proveerse su propia fuente de energía.