Desde el interior del macrismo ha trascendido en reiteradas ocasiones la desilusión del Presidente ante lo que consideraba una respuesta mezquina por parte de los sectores que son los primeros y más directos beneficiarios de algunas de las medidas más espectaculares que tomó esta administración en sus primeros meses: eliminación de retenciones al campo, supresión del cepo, “sinceramiento” de precios y, más recientemente, salida del default. Quizás por solidaridad de clase, Mauricio Macri esperaba una actitud más colaborativa del empresariado para ayudar a sacar a la economía argentina de la morosidad que la ha caracterizado en los últimos años.
Pese a la poca predisposición mostrada por esos sectores, el presidente siguió haciéndoles guiños; no otra cosa fue su anuncio de que vetaría la ley de doble indemnización para despidos que ya tiene media sanción en el Senado. Es verdad que muchos de los que promueven esta ley lo hacen por oportunismo y “oposicionismo” e incluso a sabiendas de que no resolverá el problema, pero no es menos cierto, como lo dijo Hugo Moyano en el acto que las señales dadas hasta ahora por el gobierno han tenido casi todas como destinatario al círculo rojo y no a los asalariados o a los jubilados o a los excluidos del sistema.