Por: Claudia Peiró
Desde el interior del macrismo ha trascendido en reiteradas ocasiones la desilusión del Presidente ante lo que consideraba una respuesta mezquina por parte de los sectores que son los primeros y más directos beneficiarios de algunas de las medidas más espectaculares que tomó esta administración en sus primeros meses: eliminación de retenciones al campo, supresión del cepo, “sinceramiento” de precios y, más recientemente, salida del default. Quizás por solidaridad de clase, Mauricio Macri esperaba una actitud más colaborativa del empresariado para ayudar a sacar a la economía argentina de la morosidad que la ha caracterizado en los últimos años.
Pese a la poca predisposición mostrada por esos sectores, el presidente siguió haciéndoles guiños; no otra cosa fue su anuncio de que vetaría la ley de doble indemnización para despidos que ya tiene media sanción en el Senado. Es verdad que muchos de los que promueven esta ley lo hacen por oportunismo y “oposicionismo” e incluso a sabiendas de que no resolverá el problema, pero no es menos cierto, como lo dijo Hugo Moyano en el acto que las señales dadas hasta ahora por el gobierno han tenido casi todas como destinatario al círculo rojo y no a los asalariados o a los jubilados o a los excluidos del sistema.
Es por ello que el acto del viernes y en particular el mensaje de Moyano bien podrían ser la oportunidad para que el Presidente se corra hacia el lugar de negociador y árbitro de los intereses de cada una de las partes, para de ese modo ser, como corresponde por la función que ejerce, el representante del conjunto.
La capacidad de convocatoria exhibida por las centrales sindicales en el acto del viernes pasado sólo podría ser vivida como amenaza para el Gobierno desde una lectura muy lineal, parcial e inmediatista.
Por lo pronto, la protesta sindical tuvo por efecto hacer que el Presidente aluda de modo explícito a la herencia recibida, algo que el nuevo gobierno, que según un asesor tiene la mejor comunicación del mundo, no había logrado hacer hasta ahora. Por primera vez Mauricio Macri recordó que hace años que la economía no genera empleo genuino y que la incorporación masiva de personal a diferentes áreas de la administración pública que se verificó en los últimos tiempos de la gestión kirchnerista fue una maniobra para ocultar ese problema.
El propio Hugo Moyano, al decir que “están sincerando la economía de una manera brutal”, no está cuestionando la necesidad de ese sinceramiento sino un estilo que podríamos llamar de “crueldad social” o al menos de indiferencia ante el sufrimiento social que algunas medidas de esta transición pueden causar.
También parece haberlo reconocido así el Presidente: “El sinceramiento hace que muchos problemas le hayan complicado más la vida a la gente, pero lo sabemos, por eso hemos tomado medidas para ayudar a los argentinos a cruzar ese puente que estamos construyendo”, fue su comentario.
No ha sido suficiente desde ya, y la catarata de aumentos en tarifas de servicios y en combustible, incluso antes de que tengan lugar las paritarias, no parecen corresponderse con la conciencia de que se está “complicando la vida a la gente”.
El tono elegido por el líder camionero en su discurso no fue para dinamitar puentes, pese a la dureza de sus críticas. “No somos enemigos del Gobierno –dijo-, sino de las políticas que implementa el Gobierno en contra de los trabajadores”. “Queremos decirles a los gobiernos que los problemas se resuelven con los trabajadores”, un plural que se explicaba porque también interpeló a algunas administraciones provinciales, como la de Tierra del Fuego y la de Santa Cruz, ambas de signo kirchnerista, dicho sea de paso.
Moyano consideró acertado que el gobierno ayude a los productores de las zonas afectadas por las inundaciones pero reclamó que también piense en los trabajadores que pueden perder sus empleos.
“Humildemente lo decimos, el gobierno toma medidas para proteger a un sector de la sociedad en forma inmediata y tarda demasiado para tomar medidas para proteger a los sectores laborales y de menores recursos”, sintetizó. Reclamó un claro plan antiinflacionario y el cumplimiento de promesas hechas por Cambiemos a los jubilados y en materia de impuesto a las ganancias.
“No pretendemos gobernar conjuntamente pero sí creemos que debe consultar con los representantes gremiales”, dijo, llamando al diálogo.
Señalar a Moyano como el enemigo principal, como pretenden algunos en el entorno presidencial echando leña al fuego en reacción al acto, sería un grave error. Implica además la miopía de no ver que el liderazgo del camionero es una muy mala noticia para Cristina Kirchner y su grupo, creadores de la grieta desde el poder y hoy promotores de su mantenimiento desde el llano, porque los corre del lugar de aglutinadores de la oposición.
El acto del viernes unificó a un sector social clave en torno a un liderazgo –circunstancial pero no por ello menos importante- que es dialoguista, que busca aportar a la gobernabilidad y no sabotearla y que le ofrece a Mauricio Macri una oportunidad única para barajar y dar de nuevo, y para abrir un diálogo que reúna consenso en torno a sus políticas.
Es una metodología de la que el propio Mauricio Macri fue promotor alguna vez. Como cuando, en plena crisis del campo en el año 2008, se ofreció humildemente “a servir el café” con tal de que se abriese una instancia de diálogo entre el gobierno y la Mesa de Enlace.
Terminaba el mes de mayo de 2008, y el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad decía que el conflicto se solucionaba “si la Presidenta convoca al diálogo con propuestas concretas y reglas claras” y así “saque este problema para seguir creciendo”
“Estamos disponibles para lo que sea, si ayuda voy a servir el café”, dijo.
Ahora es él quien tiene que llamar a la mesa y puede estar seguro de que muchos tendrán la misma humilde disposición que mostró él en aquella instancia también difícil para el país.