Tiene razón el presidente Mauricio Macri en responsabilizar al Gobierno anterior por el avance del narcotráfico y el delito. Cuando el ex gobernador Daniel Scioli se anime a contarnos, ahora que no está bajo la mirada admonitoria del matrimonio Kirchner, quién le ataba las manos, según le confesó al marido de Carolina Píparo, los argentinos estaremos en condiciones de identificar con nombre y apellido a los cómplices y los encubridores.
De todos modos, no alcanza ni con una cosa ni con la otra. Lo que hace falta es voluntad y la voluntad brota de las convicciones fruto de las ideas. Aun en ojotas o alpargatas, si se tiene voluntad, se vence a la delincuencia.
El combate contra el delito lleva implícito un debate cultural e ideológico. Aquellos que piensan que esto es un error se equivocan o son ingenuos. Si fuera como ellos dicen, el kirchnerismo habría solucionado el asunto, dado que resolverlo reditúa votos. No lo hizo, dejó al pueblo y a la patria en una indefensión absoluta. Al atarse al progresismo, quedó preso de esta cosmovisión y nos embromó a todos.
El kirchnerismo ha tenido una postura zigzagueante frente a este flagelo. Una primera etapa de negación del tema hasta la irrupción de Juan Carlos Blumberg. Frente a la imponente movilización, aceptó el endurecimiento de las leyes, quizás porque no era la solución. Luego, con Cristina Kirchner se retornó al progresismo. En la nueva etapa se dieron los argumentos más contundentes. Se justificó el delito cubriéndolo con un manto de piedad. Los delincuentes son la consecuencia de una sociedad injusta, afirmaban. Continuar leyendo