Marcos Novaro, historiador e intelectual destacado, ha escrito en La Nación (26/11/2014) una nota donde afirma que el acuerdo de Duhalde con Alfonsín salvó al país de la grave crisis del 2001, aunque, añade, al elegir como candidato a Néstor Kirchner para sucederlo a la Presidencia, el lomense se equivocó, como también lo hizo Raúl Alfonsín al no evitar que se consagrara. Lamenta asimismo que Kirchner traicionara al caudillo bonaerense tanto como al programa innovador y potente iniciado por Duhalde y sostenido por Alfonsín.
Cómo fue la decisión
El doctor Duhalde me explicó en su momento, en grabaciones que conservo en mi poder, las razones que tuvo para elegir a Kirchner como su sucesor:
“Conocí a Kirchner en 1995. Concurrí a Santa Cruz ese año porque él iba por la reelección y yo había tomado la decisión de darle una mano. Nos volvimos a ver en 1998 cuando me lancé a la Presidencia. En esa oportunidad coincidimos en alentar la creación de una reunión de pensadores e intelectuales, que luego se conoció como el Grupo Calafate, con el afán de construir un foco progresista capaz de disputarle al neoliberalismo reinante el centro de la escena. Se hicieron dos reuniones, una en Santa Cruz y la otra en Tanti, Córdoba. Fueron muy provechosas, puesto que mostraron al país que había dentro del justicialismo un grupo de pensadores contestatarios a la ola liberal de los noventa que buscaba anclaje en el peronismo. Al ser derrotado en las elecciones de 1999, el grupo continuó un tiempo más hasta diluirse. Pero sentó las bases ideológicas que luego se potenciarían a comienzos del nuevo siglo, frente al fracaso de la convertibilidad.”
Meses antes de la culminación del mandato de Carlos Menem, Duhalde había acusado al riojano de ser la expresión del reaganismo y del thatcherismo en la Argentina, lo que significaba asumir desde el peronismo las críticas que la izquierda y el justicialismo rancio venían realizando sobre la década del 90’.
Claro y preciso ha sido Duhalde: la idea fue crear un espacio político e ideológico progresista que se apoderara de la conducción del peronismo e impusiera desde allí un clima o una atmósfera a todo el país. No hacía falta mucho esfuerzo pues, como dice Novaro, facilitaron la operatoria los acuerdos con un sector del radicalismo, liderado por Raúl Alfonsín, molesto por el rumbo que había tomado Fernando De la Rua, tras la renuncia del vicepresidente Chacho Álvarez. Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo pesaban en la conciencia del progresismo radical. A este frente se sumó el Frepaso. En definitiva, establecidas las coincidencias, en 1998 se alzaron con el poder luego de la crisis del 2001.
Innovación y potencia
Para Novaro, el programa económico de Duhalde-Alfonsín fue potente e innovador. ¿Cree sinceramente que el progresismo es innovador? A la luz de lo que se hizo, no fue más que una réplica de lo que venía realizándose desde hacía más de setenta años. Devaluación y sustitución de importaciones. Lo diferente fue el precio de la soja, que no dejó de subir, el torniquete sobre las empresas privatizadas y la pesificación.
Siendo presidente, Duhalde afirmaba: “La Argentina no está tan bien como quisiéramos, pero no está tan mal como aspiraban muchos. Se volvió a producir lo que antes se importaba, una gran sustitución de importaciones que llega a más del 40 por ciento. En un año, estaremos en el 70 u 80 % de fabricación de productos nacionales” (La Nación. 11/1/2003).
Estas declaraciones ponían en evidencia que el progresismo de Duhalde-Alfonsín ya planteaba el retorno a los años 40. Una economía autocentrada e independiente de la economía mundial. El kirchnerismo en este punto es más moderno, si uno observa el desarrollo de la industria automotriz, el parque industrial de Ushuaia y la industria minera, entre otros, vinculados a flujos importados.
En síntesis ni Duhalde ni Alfonsín se equivocaron. ¿Querían un progresista en la Presidencia? ¡Tuvieron un progresista en la Rosada!, con las consecuencias que conlleva semejante decisión. ¿Fueron sorprendidos? Puede ser. Pero lo cierto es que Kirchner no traicionó a nadie. No ha sido un problema personal. Si Duhalde y Alfonsín creyeron que se podía ser un poquito progresista, pues se equivocaron. El progresismo es una cosmovisión que, por laberintos insondables, conduce invariablemente a la pérdida de la libertad en todos los órdenes.