Pedro Godoy es un notable pensador chileno, un talentoso historiador y un agudo polemista. Es asimismo docente y un incisivo crítico del progresismo en cualquiera de sus expresiones terrenas: históricas, políticas, culturales y pedagógicas. Sorprendentemente, ha sido invitado al país en distintos momentos por un sector del kirchnerismo que no ha reparado que las ideas del profesor chileno nada tienen que ver con el mamarracho ideológico que nos gobierna.
Vía mail nos enviamos lo que cada uno por su lado publica en distintos medios. A propósito de una nota mía en Infobae sobre la situación educativa argentina y el fin de un ciclo, me dirigió una de su autoría que voy a transcribir, en sus aspectos centrales, y ampliarla, puesto que sus argumentos son tan abiertos que permiten agregados y adiciones. Su queja fundamental se dirige hacia una forma de pensamiento enhebrado artificiosamente con frases hechas que han construido una visión pedagógica causante de la actual crisis a la que Godoy denomina el “bla bla magisterial”. He aquí algunas de estas ideas fuerza:
“Los exámenes hay que abolirlos porque trauman. Los uniformes son camisas de fuerza en consecuencia, libertad en la indumentaria. La motivación es la matriz del aprendizaje. Todo alumno puede aprender. La clave es la estrategia usada por quien enseña. Memorizar es retro. La escala de notas fluye del rendimiento del curso. Autodisciplina es democracia. Disciplina, fascismo. Hay que mediar en vez de sancionar. El docente es sólo un facilitador. Tatuajes, aros, moños, porro… son expresiones de la identidad juvenil y, como tal, tolerables. La clase debe ser entretenida. Muchos rojos: falla del educador. El conductismo pasó de moda, hoy se impone el constructivismo. Estas consignas, como fondo, tienen un coro: Aprender a aprender”. Hasta aquí Godoy.
Sin necesidad de compartir al pie de la letra su visión pedagógica podríamos decir que lo que ocurre en Chile es similar a lo que pasa en la Argentina y el resto de los países iberoamericanos ganados para una pedagogía de izquierda soluble.
A los conceptos vertidos por Godoy podríamos agregar otros, propios del coleto progresista vernáculo como por ejemplo: urge desincentivar la competencia escolar pues este es un principio cruel del modelo capitalista que abruma la autoestima de los más flojos. No hay que premiar a los mejores pues esto es un mecanismo que atenta contra la igualdad, valor fundamental del modelo educativo progre ignorando, esta corriente ideológica, que un alumno es diferente al otro y en esta desigualdad descansa la naturaleza humana. La educación debe ser para la libertad y no para igualar, principio del iluminismo que asumió un siglo después el pensamiento de izquierda.
¿Qué evalúa un progre? El proceso de aprendizaje mediante la observación profesional docente, jamás por una prueba que recoja los conocimientos adquiridos en un momento dado. Las evaluaciones deben ser segmentadas por sectores sociales, puesto que los pobres no disponen del mismo bagaje cultural que los sectores acomodados, consolidando de esta forma, la fragmentación social, desde los saberes. Un alumno es sujeto de derechos, dice esta corriente, y no se entiende por qué es un sujeto cuando se trata de un alumno y por qué no se habla de las obligaciones y los deberes. Los derechos remiten al individuo los deberes al bien común.
Finaliza su artículo Godoy con una frase que, en este caso, comparto integralmente. “Los slogans enumerado permiten exhibir cáscara de modernos y lapidar a quienes se oponen como megaterios. Desde mis estudios, experiencias y sentido común tales frases clichés son rieles que precipitan el sistema a la catástrofe y sogas que ahorcan a los mismos educadores.”