El Gobierno se niega a sumarse al ajuste salvaje

Enero comienza con ya el clásico más de lo mismo. A poco más de 40 días de cambios en el gabinete se advierte con claridad que nada cambió, al menos para bien. Por el contrario, el Gobierno avanzó en la línea de imponer obstáculos a los pocos sectores que habían escapado del ajuste forzoso que se inició desde fines de octubre de 2011, cuando de la mano del “vamos por todo” se impuso el cepo cambiario, la discrecionalidad en la aprobación de importaciones, el cambio de las reglas habituales que guiaban al mercado inmobiliario, las limitaciones de hecho al pago de dividendos a los accionistas de empresas que no residen en el país, en particular de firmas de capital extranjero, trabas a la autorización de venta de dólares para viajar al exterior, etc., y las idas y vueltas, en un círculo vicioso, en materia de control de precios, aunque se lo denomine de cualquier otra forma: acuerdos, precios administrados.

Por un lado, con la complicidad de un Congreso donde todavía mantiene mayorías, el Poder Ejecutivo impuso una extraordinaria suba de impuestos internos a los autos y motos de media a alta gama, con el argumento de contener las importaciones de unidades terminadas y también de partes, aunque el resultado fiscal podría resultar neutro o incluso negativo, por el impacto recesivo que generará en la producción nacional, la pérdida de ingreso de derechos de importación y también por el menor cobro de IVA, Ganancias, Cheque, sobre la oferta y demanda global de esos rubros, amén de aportes y contribuciones a la seguridad social, por despidos y suspensiones.

Por otro lado, la insistencia con subsidiar el crédito a la producción con recursos que los bancos deben captar de sus clientes, en lugar de hacerlo con la derivación de rentas generales, también afectará la capacidad de generar negocios del sistema financiero, y con ello debilitará su contribución al PBI, al afectar la bancarización las tasas interés por debajo de la inflación para el ahorro privado.

La aceleración de la inflación, inducida por el desborde del gasto público improductivo, acentuó la contracción del consumo de productos básicos. Las ventas en supermercados pasaron de caer 6% en 2012 a más de 9% en los últimos meses de 2013. Y en los establecimientos más pequeños, la Cámara Argentina de Comercio detectó que en diciembre la mitad de los consultados vendió menos que un año antes, y sólo un cuarto pudo mostrar mejor desempeño.

La inversión en equipamiento y ampliaciones de plantas, junto a la demanda de construcciones de viviendas, se debilitaron aún más. De 21,3% del PBI que había representado en 2012 terminó el siguiente por debajo de 20%. La consecuencia se expresó en la brusca disminución de la creación de empleos: de 203.000 en 2012 se limitó a 23.000 un año después, y se concentraron exclusivamente en el sector público, los cuales ahora se pagan con emisión, porque la recaudación de impuestos no alcanza para pagar todos los gastos.

La construcción, clásica multiplicadora de industrias, pasó de crecer más de 10% en agosto a 3,4% en sólo tres meses después, y las expectativas para 2014 que recogió el Indec lucen contracctivas, las cuales son consistentes con la intensificación de la disminución de los pedidos de autorizaciones para edificar en los próximos meses.

En valores nominales, los recursos tributarios batieron récord, como también lo hizo la inflación, la pérdida de valor del peso respecto de otras divisas, la emisión, pero mientras los precios promedio de la economía aceleraron la variación mes a mes, no tanto por acciones oligopólicas, monopólicas y ejercicio de posición dominante de las empresas en diversos mercados, sino directamente por la política oficial que lo indujo (esto no surge de estudios privados, sino de las propias cuentas de la Dirección Nacional de Cuentas Nacionales, que está bajó la órbita del ministro de Economía Axel Kicillof), el crecimiento de la recaudación se atenuó de más de 27% en diciembre de 2012 a 21% en noviembre último.

El salario promedio de los trabajadores pudo sostener un aumento levemente superior a 25% al año, pero se agravó la brecha negativa respecto de la inflación, y más aún si se considera el ingreso de bolsillo porque ahora la actividad productiva y comercial no ofrecen las posibilidades de trabajar horas adicionales a las básicas de convenio.

Banco Central más activo, pero solitario
Juan Carlos Fábrega, como presidente de la autoridad monetaria, impuso su sello, con un drástico cambio de política respecto de la pasividad que había caracterizado la tarea de Mercedes Marcó del Pont: el tipo de cambio ahora sube a ritmo de casi 7% al mes, en contraste con menos de 2% en la etapa previa, y la base monetaria desaceleró la expansión de casi 40% a fines de 2012 a 24% al año doce meses después.

Pero se trataron de medidas aisladas, porque no respondieron a un giro hacia la austeridad fiscal, la flexibilización de la política comercial, la recuperación de las instituciones, el levantamiento de los cepos y otras restricciones. Y por tanto contribuyeron en poco o nada hacia la búsqueda de la estabilidad genuina de los precios y la competitividad con el resto del mundo. Por el contrario, el gasto público se mantuvo acelerado, con alza en noviembre que superó en casi 15 puntos porcentuales al tímido incremento de los recursos tributarios, y pago promedio de sueldos a los nuevos empleos públicos que más que duplicaron al de la media de toda la nómina.

Las reservas del Banco Central se derrumbaron en casi u$s13.000 millones, ahora no tanto por la fuga que provocaron los privados, sino por el uso y abuso del sector público, en contraste con apenas u$s3.300 millones que habían caído un año antes. El resultado fue la reaparición de tensiones en el mercado de cambios. Y el costo del dinero para las empresas, salvo el subsidiado, comenzó a subir y la consecuencia fue el alargamiento de los términos de pago a proveedores.

Como se ve, casi todo el sector privado ajustó violentamente su ritmo de producción, consumo, inversión, empleo. Obviamente, en un país de 42 millones de habitantes siempre hay varios millones que pueden manifestar altos índices de gasto, llenar los lugares de veraneo, sea en la costa, las sierras, o el norte y sur del país, pero la gran mayoría hoy acusa intenciones y posibilidades de gasto sustancialmente menores a la de un año antes.

Por el contrario, en el sector público, que es el que provocó todos los desequilibrios macroeconómicos descriptos, el ajuste, entendido por limitar la expansión del gasto total al que acuse los recursos genuinos, sigue ausente y, lo que es peor, no da señales de dar un giro rotundo en todo lo hecho en los últimos dos años. Ahora queda esperar si en las 200 metas-objetivo que prometió anunciar para estos días el Jefe de Gabinete aparece alguna pista en esa dirección. Por lo hecho y dicho en los últimos 40 días, todo indica que se avanzará hacia más trabas y regulaciones a la actividad privada, que hacia la liberación y recuperación de los superávit gemelos, la estabilidad de precios, la apertura de la economía, a la inversión abierta, es decir, hacia el crecimiento sustentable.

La suba del gasto ya superó al aumento de impuestos

Se trata de una carrera peligrosa cuyo efecto perverso no sólo se manifiesta en un creciente rojo fiscal, que fuerza a un incremento de la emisión de dinero para pagarlo y la aceleración consecuente de la inflación, porque no hay voluntad de los agentes económicos por demandar pesos y por eso fuga hacia el dólar, sino, peor aún, en la pérdida de puestos de trabajo y mayor exclusión social. No es casual la aparición de saqueos en algunas provincias y la tremenda pérdida de votantes que registraron los candidatos del Gobierno en las últimas legislativas.

Con las firmas del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich y el Ministro de Economía, Axel Kicillof, el Gobierno amplió hace una semana en $18.000 millones el gasto público de este año. Es para atender los pagos de jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares tanto de la ANSeS como de las Cajas de las FFAA, Policía Federal, Prefectura, Servicio Penitenciario y Poder Judicial, y pensiones no contributivas de Desarrollo Social. Es equivalente, en el mejor de los casos, al doble del monto que se proyecta recaudar con el salto de los impuestos internos para los bienes suntuarios, como autos de alta gama, embarcaciones, aeronaves y motos, de 10% a un rango de 30% en un primer tramo y 50% en el más alto.

Podrá argumentarse que el impulso del gasto público en septiembre, con un incremento de más de 43% en comparación con un año antes, no es extrapolable para los meses siguientes, porque estuvo alentado por un fenómeno estacional, como fueron los momentos previos a las elecciones legislativas. Aunque no hay duda de que se está expandiendo en más de 4 a 5 puntos que la inflación real y que la suba del cobro de impuestos.

Pero no puede objetarse que la disminución en los últimos meses de las tasas de crecimiento de los recursos tributarios, sea porque perdieron competitividad las exportaciones, sea porque las empresas ahora acusan caída de la rentabilidad y por eso tributan menos Ganancias, sea porque el empleo dejó de crecer y las horas trabajadas por la nómina estable bajan, y por tanto se atenuó el aumento de los aportes personales, ha ido ampliando la brecha negativa con la dinámica del gasto público.

Prioridades invertidas

Sin embargo en las primeras dos semanas y media de cambio de estilo que impuso el nuevo jefe de Gabinete de Ministros no se advierte que semejante desbalance, que es la génesis del resto de los desequilibrios que afectan a la economía en su conjunto, a la mayor parte de la sociedad en particular, constituya uno de los temas de la agenda inmediata a comenzar a resolver ya.

Por el contrario, las primeras medidas de política económica, como la destinada a elevar la presión tributaria para los bienes suntuarios, o acordar con Repsol una fórmula de pago por la expropiación del 51% de las acciones que tenía en YPF, no son ni de implementación y efecto inmediata, ni de efecto rápido en términos de ahorro de divisas e ingreso de capitales para inversiones de riesgo, ni tampoco van camino a atenuar el ritmo inflacionario. Tampoco cabe esperar respuestas rápidas de Rusia, China y Brasil al pedido de créditos para apuntalar las reservas del Banco Central que encaran los ministros de Planificación, Julio De Vido, y de Economía, Axel Kicillof.

Menos aún cabe esperar un freno a la demanda de dólares por parte de turistas interesados en hacer viajes al resto del mundo, porque la suba neta de la alícuota del anticipo a cuenta de impuestos está lejos de tener un impacto relevante, dado el contexto inflacionario, las tasas de interés reales negativas y la reticencia a medidas de shock que conduzcan a restablecer una gradual recuperación de la confianza, clave para frenar el drenaje de reservas en el Banco Central.

Poner el acento para atacar la inflación en la concertación social y el análisis de las hojas de balances de cada uno de los integrantes de las denominadas cadenas de valor de cada sector productivo de la Argentina, para detectar cuellos de botellas y acciones monopólicas y políticas de suba de precios por parte de empresas con posición dominante, es negar las reales causas de la inflación a ritmo de más de 25% anual en el promedio del último cuatrienio.

Mientras no cambie esa estrategia, la huida del dinero y refugio de muchos agentes económicos en la compra de dólares o de bienes y servicios dolarizados, las cuales son consecuencias de los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario, persistirá la hemorragia de reservas del Banco Central, se agravará la destrucción de puestos de trabajo y será creciente exclusión social, por caída de la inversión productiva en un clima de incertidumbre, donde lo único que aparece como cierto el sostenido aumento de los impuestos en busca de financiar el impulso que mantiene el gasto público.

El mercado de cambios está lejos de operar con normalidad

Este octubre va camino a equiparar el drenaje de reservas del Banco Central que tuvo lugar dos años antes, aunque en contextos claramente diferentes.

En 2011 no había cepo cambiario al turismo y al ahorro, ni prohibiciones para pactar operaciones inmobiliarias, ni autorizaciones discrecionales para importar, no sólo bienes de consumo, sino también de inversión e insumos claves para la producción, muchos de los cuales luego se exportan con valor agregado. Así se fueron u$s1.383 millones, pese al superávit de la balanza comercial de u$s1.161 millones. De ahí surge una pérdida bruta de más de u$s2.500 millones, en un solo mes.

Ahora, con todo tipo de restricciones a las ventas de cambio y prohibiciones varias se asiste a una pérdida neta de más de u$s1.300 millones y bruta cercana a u$s2.000 millones.

En el año intermedio, octubre 2012, la disminución neta había sido de sólo u$s166 M y la bruta de poco más de u$s730 millones, en tanto en el quinquenio 2006 a 2010 la acumulación o pérdida de divisas de las arcas de la autoridad monetaria fue mucho más acotada en el décimo mes del año.

De ahí surge con claridad que el sector externo de la economía argentina ha perdido vitalidad y, por tanto, está muy lejos de poder calificarse de “absoluta normalidad” al mercado de cambios como sostuvo la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, el último domingo en el búnker del Frente para la Victoria, pese a que conviven infinidad de tipos de cambios: para los exportadores del agro, la industria, la minería, para importadores, turistas, operaciones inmobiliarias y financieras.

Sangría que acusa una política monetaria pasiva
Lo que ha sucedido este mes, en el que volvió a abrirse la brecha entre las cotizaciones del tipo de cambio oficial y el libre del dólar a más de 70%, no respondió ni a factores estacionales, ni a acciones de mercado desestabilizadoras, sino que parece explicarse casi en forma excluyente por el descuido de la competitividad externa y también de la solvencia fiscal, junto a la deliberada apreciación del peso para las operaciones comerciales y el turismo.

El primer punto puede comprobarse en la pérdida de vitalidad de las exportaciones tradicionales, como la carne, lácteos, productos de economías regionales, y más aún de nuevos productos, por la sostenida disminución de la competitividad que provocó una paridad cambiaria que se resistió a acompañar al menos a la tasa de inflación real. Para peor, apareció la crisis energética. Todos esos factores derivaron en que de un superávit comercial que había promediado u$s1.000 millones en los seis octubre desde 2006 a 2011, cayera a un rango de u$s600 millones ahora.

El segundo es el uso y abuso del financiamiento del gasto corriente por parte del Banco Central y de la Anses.

Ese cuadro determinó en los primeros diez meses de este año la pérdida de u$s9.750 millones de reservas en términos netos, pero en valores brutos se amplió a u$s17.500 millones, luego de computar el excedente de la balanza comercial, a un ritmo mensual de u$s1.800 millones, como promediará finalmente este octubre. Representa una leve aceleración respecto de los poco más de u$s1.500 millones por mes que la autoridad monetaria vio esfumarse desde sus arcas desde el récord de u$s52.654 millones que había acumulado al 26 de enero de 2011 hasta hoy.

Más de lo mismo
Las primeras acciones de política económica tras la confirmación el último domingo de pérdida de respaldo del electorado al oficialismo nacional fue de afirmación de la política económica, cambiaria, regulatoria, y por tanto se muestra poco proclive a introducir cambios, en particular en lo referente a los incentivos genuinos para la generación de divisas, tanto por el lado comercial, como también financiero y de la inversión extranjera directa, como para evitar la fuga, a través de un premio para el ahorro en moneda nacional, la baja drástica de la inflación y recuperación del superávit fiscal, para que no se pierdan reservas para cubrir el bache financiero de las finanzas públicas.

Tampoco se plantea la posibilidad de honrar el rol voluntario de ser socio del Fondo Monetario Internacional, al impedir que las autoridades del organismo accedan a auditar las cuentas públicas, como hacen con todos los países miembros. Eso no significa someterse a exigencias de políticas, sino a simples recomendaciones, como reciben todos los socios.

De ese modo, se impide levantar la barrera para negociar con los países del Club de París la salida del default y con ello poder retornar el Gobierno, pero también las empresas nacionales, el acceso al financiamiento internacional, no ya de déficits fiscales o de balanza de pagos, sino de obras de infraestructura e inversión productiva privada, en un escenario de elevada liquidez internacional.

Mientras persista ese cuadro, el mercado de cambios seguirá dominado por las tensiones que genera la pérdida de reservas y el aumento de la brecha cambiaria entre el tipo oficial y libre, con el consecuente desvío de divisas a través de prácticas de subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones, propias de los setentas y ochentas, cuando, como ahora, el mercado de cambios distaba mucho de operar con normalidad, como sostiene la autoridad monetaria.

Cada vez más argentinos ahorran dólares consumiendo

Se trata sin dudas de una las grandes paradojas que ha provocado en los últimos 20 meses el cepo cambiario, facilitada por el ingenio criollo, curtido tras más de medio siglo en que las autoridades de turno inventaron atajos en materia de política económica para lograr resultados que parecen deslumbrantes en corto plazo, pero que siempre derivaron en crisis profundas, por la falta de sustentabilidad.

Se sabe desde los primeros tiempos que la economía alcanzó el estadio de ciencia que el ingreso, sea de una familia o empresa, se distribuye luego entre consumo o gasto y ahorro (éste es posteriormente transformado en inversión). De ahí que parecería una incongruencia hablar de que se opta por consumir como camino para el ahorro.

Sin embargo, en la Argentina esa secuencia es posible, como ha ocurrido en varios pasajes en los 70 y 80, donde también se vivía, como hoy, con altas tasas de inflación y tipos de cambio diferenciales. Muchas veces el país ha buscado diferenciarse del resto del mundo, pese a que en forma repetida los resultados alcanzados lejos estuvieron y están de ser envidiados por el resto del planeta.

Eso es lo que primero que se manifestó en el caso del gasto en turismo en el exterior, luego en el mercado de automóviles y ahora comienza a generalizarse en el caso del mercado de camiones.

Con la electrónica ocurre algo parecido, aunque es más complejo separar cuánto de la demanda se origina en el efecto impulso que alienta la velocidad de la innovación y lanzamiento de productos con tecnología que parece de futuro, y cuánto a la brecha entra la conversión del precio interno al cambio oficial y a la cotización en el mercado libre del dólar.

Ejercicio que se traduce en pérdida de reservas y de empleos
Cuando un viajero hace gastos en el exterior con su tarjeta de crédito -hasta ahora la AFIP no se ha animado a ponerle límites- compra en la moneda de cada país, pueden ser dólares, reales, uruguayos, euros, yenes, etc., pero en su liquidación en el resumen de la tarjeta se convierte a dólares, los cuales paga en pesos al cambio oficial más el recargo de 20% a cuenta de anticipo de impuestos.

Sin embargo, al momento de hacer la compra, y más aún al momento del pago, son pocos los que no caen en la tentación de convertir esos consumos a pesos, con el recargo incluido, al cambio libre. En ese momento descubren que su ahorro en moneda extranjera fue de 25 a 26 por ciento.

La brecha se amplía si además luego se coteja el valor del bien adquirido o consumido en el exterior con el que rige en la Argentina, sea una gran comida, un producto electrónico, ropa de todo tipo o el ajuar para su bebé. En algunos casos, la magnitud del ahorro en dólares equivale a casi tres veces al monto efectivamente consumido.

Ese ejercicio ha hecho que sólo en el primer semestre los gastos del turismo en el exterior se multiplicaron por más de 2,5 en comparación con un año atrás.

En el caso de los automotores se observa la creciente preferencia de las familias y empresas por los equipos importados, al punto que de representar 59% en los primeros 8 meses de 2012 ahora significan más de 63%. En agosto, la estadística de ADEFA mostró cómo frente a una retracción de 10% de las entregas a concesionarios de unidades armadas en las terminales, se contrapuso un salto de 47% de los importados.

Una brecha más marcada comenzó a abrirse en el caso del segmento de los camiones, los cuales si bien representan un mercado sensiblemente menor al de los automotores, tienen un valor sensiblemente superior.

La consecuencia de ese escenario, que los economistas definen como un claro deterioro de los precios relativos, porque esas singulares brechas de precios que se advierten también en el caso de los servicios públicos y privados, no parece sostenible en el tiempo, sobre todo porque los diferentes indicadores de actividad han comenzado a reflejar síntomas de saturación, con el consecuente impacto negativo sobre el empleo, al desalentarse el consumo de bienes de producción interna.

Las tensiones fiscales y comerciales elevan el cambio del dólar libre

Funcionarios del gobierno sostienen que desde 2003 no existen tensiones en el mercado de cambios, no obstante idearon un nuevo blanqueo de capitales destinado exclusivamente a atraer al tesoro del Banco Central los dólares acumulados por empresas y familias.

Según se reveló en conferencia de prensa el martes último, los líderes del equipo económico estimaron que dentro de la fronteras hay guardado fuera del circuito financiero más de u$s40.000 millones, esto es, más que las reservas en divisas que custodia la autoridad monetaria. Y más de tres veces ese monto en paraísos fiscales y cuentas en blanco fuera del país.

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Plazo fijo vs dólar o el karting vs un fórmula 1

La historia económica argentina es muy rica en experiencias sobre el paso de un régimen de tipo de cambio fijo y consecuente caída en atraso cambiario por no acompañar el ritmo de la inflación, a sistemas cambiarios flotantes que se inician con paridades altas y competitivas, pero que luego derivan en retrasos y deterioro de la competitividad de los productores de bienes y servicios cuando se acelera el alza de precios por desequilibrios fiscales crecientes.

En el primer caso se asiste a un escenario en que los inversores, y también las familias, tienden a financiar sus actividades y consumos con ahorros en moneda extranjera, porque observan que sus excedentes en pesos rinden más en colocaciones a interés en el sistema financiero.

Por el contrario, en el segundo, cuando la paridad cambiaria flotante empieza a ser manipulada como ancla inflacionaria, habida cuenta de la alta dependencia de la producción manufacturera del componente importado y de la toma de precios del mercado internacional de los sectores exportadores, en particular de cereales y oleaginosas, se despierta la tendencia al ahorro en dólares, en detrimento de las imposiciones en pesos.

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