Por: Daniel Sticco
Funcionarios del gobierno sostienen que desde 2003 no existen tensiones en el mercado de cambios, no obstante idearon un nuevo blanqueo de capitales destinado exclusivamente a atraer al tesoro del Banco Central los dólares acumulados por empresas y familias.
Según se reveló en conferencia de prensa el martes último, los líderes del equipo económico estimaron que dentro de la fronteras hay guardado fuera del circuito financiero más de u$s40.000 millones, esto es, más que las reservas en divisas que custodia la autoridad monetaria. Y más de tres veces ese monto en paraísos fiscales y cuentas en blanco fuera del país.
Sin embargo, no se anunció nada para desatar el nudo gordiano que originaron las tensiones en el circuito del comercio exterior, a partir del severo desequilibrio de las cuentas fiscales, porque con su financiamiento con emisión generó el denominado impuesto inflacionario.
Como ese fenómeno no es acompañado por un ajuste equivalente del tipo de cambio oficial, pero sí por los salarios, la revaluación de las propiedades productivas y la suba de las alícuotas de ingresos brutos y de otros costos de las empresas, se afectó singularmente el costo de las empresas y en particular la pérdida de confianza en el denominado modelo económico de inclusión social con creación de empleos e impulso del consumo.
Además, se arrastra más de una década con tarifas subsidiadas que ha llevado a situación de cuasi quebranto de las empresas energéticas y también de transporte, mientras poco y nada se ha hecho en materia de rutas y puertos, que han llevado a una inocultable pérdida de competitividad de la economía y con ello a la reducción de la generación de divisas genuinas.
Pero lo más importante fue la renuncia a tomar las oportunidades que ofrece aún hoy el mercado financiero internacional, con abultada liquidez y tasas de interés próximas a cero, simplemente por la política de dilatar el cierre del capítulo del default de la deuda, no sólo con algunos bonistas, sino en particular con el Club de París, por unos u$s 10.000 millones.
La simple lectura del gráfico muestra que el contexto internacional no sólo sigue siendo favorable en términos financieros, sino en particular en términos comerciales.
El precio promedio de los productos que exporta la Argentina mantiene una dinámica expansiva más marcada que el promedio de bienes que el país importa. Esto dio lugar a una inusual mejora de los términos del intercambio.
No obstante, el balance entre las cantidades que se venden al resto del mundo y las que se compran mantiene un creciente saldo negativo, fenómeno que revela con contundencia el efecto de la pérdida de competitividad de la economía, junto al desaliento a la generación de saldos exportables, ante el insostenible incentivo al consumo interno con dinero barato.
Uno de los sectores responsables semejante desbalance entre las cantidades exportadas y las importadas es el energético, porque la insuficiente política en materia de ampliación de la infraestructura para generar energía renovable, así como el descuido del incentivo a la exploración petrolera y gasífera, llevó a una creciente demanda de combustibles caros y la pérdida de mercados de exportación.
Descuido de la caja
El deliberado atraso cambiario, pese a que debilitó los ingresos al fisco por retenciones sobre las exportaciones, en particular las agropecuarias que son las que más aportan, hizo que muchas economías, como las regionales, pero también de explotación extensiva como la que genera la explotación del trigo y toda su cadena de valor, perdieran también margen de rentabilidad y con ello redujeran sus excedentes para vender al resto del mundo.
Las estadístcas del Indec muestran con contundencia cómo la cantidad de productos primarios exportados dejó de crecer desde hace más de un lustro, pese a que la dinámica de los precios internacionales siguió su carrera ascendente, a partir del crecimiento del consumo de las nuevas economías en desarrollo.
Tardíamente el Gobierno anunció la devolución del total de los derechos de exportación que se cobre al trigo a los productores del nuevo ciclo 2013/14, en proporción a la cosecha que declaren. Significa una mejora nominal del tipo de cambio efectivo de 23%, pero la ganancia real aún es incierta porque el chacarero desconoce dos variables claves: la tasa de inflación real que afectará a su ciclo productivo y la velocidad con qué se le devuelva el monto retenido al exportador.