El lunes la Presidente destacó en un discurso donde inauguraba pequeñas obras que “Somos un país viable…y voy a contar una anécdota que me contó un presidente latinoamericano, que no es, precisamente, de nuestra ideología, es un buen hombre, buen gobernante, acaba de ganar elecciones, pero no es precisamente de nuestro pensamiento, él tiene un pensamiento un poquito hacia otro lado, pero no tiene nada que ver, no importa. Y me contaba, él estudió en Estados Unidos y me contaba la anécdota de un economista muy conocido, que no lo voy a nombrar porque sino se van a dar cuenta, que les hizo a él y a un grupo de amigos un ejercicio diciéndole: ‘Si mañana se terminara el comercio internacional, si de repente se decidieran no haber relaciones más comerciales en el mundo, o sea, nadie vende a nadie y nadie recibe ninguna exportación ni nadie importa nada, nada, ¿cuál es el único país que podría sobrevivir?’ Y este presidente, actual presidente, junto a un grupo de amigos también universitarios, un grupo de estudiosos, se quedaron mirándolo sorprendidos ‘y no –dijo y este conocido economista norteamericano, eso sí lo voy a decir, dijo- Argentina. ¿Por qué? Porque es el único país que tiene energía, agua potable, octavo territorio en el mundo y apto como pocos, recursos humanos altamente calificados, no densamente poblado y, bueno, y todo eso lo convierte en un país…” Cuando yo decía el otro día ‘país viable’, decía esto”.
Sin embargo, la historia Argentina desde su gestación, en 1810 con el Primer Gobierno Patrio, o si se quiere desde 1816 con la declaración de la Independencia de España, ha incurrido en reiteradas crisis, muchas de las cuales derivaron en default de la deuda pública y salvatajes de deudas privadas, escalando al tercer puesto entre los mayores repetidores en dos siglos y el quinto sesi se amplía al club a experiencias desde tiempos más antiguos, demostrando sus incapacidades para ser un país viable.
Claramente, la culpa no de está en la diosa naturaleza que le brindó al país recursos abundantes y vitales, como tierras fértiles y extensas, reservorios de agua y mineros, junto a un singular potencial energético, y también reconocidos talentos humanos, aunque estos no en abundancia y mucho menos en la esfera de la política.
Ya por 1950 un maestro de maestro de economistas, como fue Paul Samuelson, había detectado que en el mundo diferenciaba cuatro tipos de países: desarrollados, en desarrollo, Japón y la Argentina. El curso del tiempo no ha cambiado esas características. La Argentina, una vez más quiere diferenciarse de todo el resto y como lo intentaron Perón, Alfonsín, Menem y ahora los Kirchner, ha encumbrado en el poder a gentes que se creyeron capaces de generar movimientos hegemónicos que pudieran cambiar los destinos del país y su historia, hacia un lugar realmente destacado a tono con sus capacidades naturales.
Sin embargo, una vez más, se advierten a todas luces severas incapacidades de estadistas a los políticos que llegaron a conducir los destinos del país, esto es de trabajar más con el norte en el futuro que en transgredir el presente, en aras de méritos inmediatos. Se insiste con la receta, pese a que los resultados fueron y son, a la postre, singularmente negativos.
Eso es lo que se repite ahora en que se ha llevado al país al octavo default en su historia, pese a que algunos economistas del Gobierno, pero también de la oposición, pretenden minimizarlo al calificarlo de inducido, chiquito, efímero, a plazo fijo, o peor aún de negarlo, porque se han depositados los fondos, pero después de más de 30 días de mora aún no han llegado a manos de los beneficiarios, y no se cumple con la legislación extranjera que se eligió para resolver un nuevo litigio con acreedores, además de prorrogar el estado de cesación de pagos por más de 12 años con quienes no aceptaron las condiciones de canje voluntario, no compulsivo.
Condiciones necesarias, pero no suficientes
De ahí que una vez más queda al descubierto que contar con todos los recursos naturales y climas y en condiciones abundantes, junto a talento humano y alto potencial de desarrollo, sólo constituyen condiciones necesarias, pero no suficientes para que la Argentina no sólo pueda autoabastecerse, sino, principalmente, desarrollarse como lo han logrado y aspiran diversas economías. ¿Qué nos falta?: apertura, primero interior, donde la democracia sea ejercida con el respeto y acompañamiento de las minorías, y luego, exterior, no sólo en busca de financiamiento, que es uno de nuestros recursos escasos, sino también de conocimiento, como han hecho Japón, Taiwán y el resto de los Tigres Asiáticos, y también algunos patriotas en los primeros tiempos del siglo XIX, y ahora lo hacen China, India, además de Brasil, Rusia y Sudáfrica, entre otros.
Por el contrario, en la Argentina cada año se ve como los chicos pierden horas de clases, a veces por justos reclamos de mejoras salariales de los docentes y de las condiciones edilicias de los establecimientos, pero también muchas veces y cada vez más por inventados feriados puentes para fomentar más el consumo y la diversión de unos pocos, que el conocimiento y la capacitación de muchos.
Por su puesto que tampoco se puede aspirar a un país viable donde no sólo se niega, sino que se fomente la inflación, el default, la inseguridad física y juridica, el desacato a la justicia y el descuido y aprovisionamiento adecuado de los hospitales y el sistema educativo, entre otras grandes falencias.