Muchos empresarios quieren definiciones de los políticos

La presentación formal del Presupuesto 2016 por parte del ministro de Economía, en tiempo, no necesariamente en forma, no satisfizo las expectativas de gran parte de la dirigencia empresaria, al menos de aquella que más contribuye a la generación de riqueza y de divisas, porque no fue consensuado con los equipos técnicos de los máximos candidatos a acceder a la presidencia de la nación el próximo 10 de diciembre.

Una prueba clara que explica el malestar y la insatisfacción de parte de la dirigencia empresaria, aunque se abstuvo de explicitarlo para no generar ruidos ni malas interpretaciones en tiempos de campaña, la dio Axel Kicillof cuando en su presentación de las pautas de gastos y recursos para el año próximo consideró apropiado destacar ante los legisladores de la Cámara baja que “La intención es cumplir con las leyes como se ha hecho en estos 12 años y presentar un presupuesto adecuado, que es una ley fundamental para el manejo del Estado, no hay intención de condicionar al gobierno que viene en ningún sentido”. Esa sola mención puede interpretarse como que “hay intención de condicionar al gobierno que viene”.

Por eso, para no dejar dudas se considera hoy más que nunca que todos los candidatos, en especial los que presentan las mayores probabilidades de tomar las riendas de la Nación el 10 de diciembre, junto a sus equipos técnicos, se anticipen a explicitar sus objetivos e instrumentos para reencauzar la vida socio económica para el próximo año, a que los actuales legisladores, muchos de los cuales terminan su mandato el 9 de diciembre, voten un Presupuesto que más que nunca en 12 años se convirtió en papel mojado por sus postulados irreales. De ese modo, no sólo harán una esperada contribución al electorado para que sepa qué votará el próximo 25 de octubre, primero, y el 22 de noviembre, en caso de que sea necesario elegir al nuevo presidente en ballottage.

Es cierto que desde la vuelta del ejercicio de la democracia en 1983 nunca los máximos candidatos a la presidencia de la nación se ocuparon de explicitar la forma en que pensaban ejecutar su plataforma electoral, en particular en lo referentes a los instrumentos: medidas cambiarias, impositivas, monetarias, tarifarias. Pero eso no obsta para que exista una primera vez.

“Se nos va la vida”, decía un dirigente rural a semanas en que los productores deben decidir la siembra de granos de cosecha gruesa. “Ya tuvimos experiencia de sembrar con un presidente y cosechar con el que venía, y no nos fue bien. Y eso que se trataba del mismo, porque hubo renovación de mandato”, apuntaba con singular inquietud, recordando las trabas para importar insumos, las restricciones que imponen los ROE (Registros de Operaciones de Exportación); el atraso cambiario y la “sustitución de exportaciones” por el mercado interno.

Algunos economistas asesores de unos de los candidatos sostienen que “una salida gradual del cepo cambiario, no tendría impacto sobre los costos de las empresas, porque todas trabajan con un dólar real de 13 a 14 pesos”, que es la paridad implícita en las operaciones legales en el mercado bursátil, que el mercado bautizó “contado con liqui” y MEP.

Pero altos dirigentes del empresariado aseguran que no es así. “Si fuera así, nuestros costos en dólares serían un tercio más bajos que los que determinan el cambio oficial, y no estarían suspendiendo personal las terminales automotrices, fabricantes de componentes, etc. Y muchos sectores altamente dependientes de insumos importados, como en la rama química, petroquímica, y hasta de materiales para la construcción y productos de consumo masivo, no estarían comprando todo lo que le autorizan, independientemente de la demanda final, porque está descontando la próxima devaluación del peso”.

Los empresarios, por naturaleza, son siempre optimistas, porque además de su afán de querer ganar dinero, le suman la preocupación por sostener e incrementar las fuentes de trabajo. Estas han sido siempre, y más aún en un mundo globalizado, un activo clave para aumentar la riqueza de las naciones y reducir los niveles de pobreza y desigualdad.

Pero en el caso argentino agregan los altos niveles de capacidad ociosa que esperan ser reducidos en varios frentes, desde la mano de obra desocupada que bien medida se ubica en un rango de 11 a 20% de la población económicamente activa; pasando por la industria con casi un tercio del potencial; el agro, tanto de producción extensiva como intensiva (economías regionales); hasta la minería y el sector energético sustentable, hasta el sistema financiero que registra índices de uso del crédito y depósitos sobre el PBI que se ubican entre la mitad y la tercera parte de los que predominan en el vecindario.

Sólo se reclama ponerlos en valor con decisiones de políticas que pongan más el acento en impulsar los negocios de las empresas y de la generación de riqueza por el conjunto de la ciudadanía, que en potenciar un crecimiento burocrático e improductivo de un Estado que contribuyó a favorecer a cada vez menos y alejar a la Argentina no sólo de los mercados de deuda, sino para vender sus productos, para beneficio de sus vecinos.

Los empresarios y familias ya no quieren más sorpresas. Cuánto más se expliciten las decisiones de política económica y social que piensan ejecutar los candidatos, con sus claras mediciones de costos y beneficios: sociales y monetarios, más rápido el sector privado se moverá para reimpulsar la actividad, o ajustarse para perder menos, según sean sus expectativas de cuáles cree que serán más aceptadas por el electorado.

De lo contrario, esperar hasta el 10 de diciembre, y luego hacer el inventario de lo que se recibirá en términos de deuda social y financiera, sólo contribuirá a sostener las tensiones cambiarias, mantener elevada la inflación y estancada la actividad económica, más allá de que algún vuelo de corto aliento lleve a creer a algunos funcionarios que la Argentina transita por caminos de bonanza, pese a algunas turbulencias en el vecindario, y en especial en los principales socios comerciales.

Se encarece lo abundante y se abarata lo escaso

La semana comenzó con la decisión del Banco Central de subir las tasas de interés para los depósitos a plazo fijo, junto con el aumento de la garantía para las colocaciones hasta un millón de pesos, como mecanismo de desaliento a la demanda de dólares y de activos nominados en moneda extranjera. Mientras, persiste el atraso cambiario de la paridad oficial, como ancla de la inflación.

De este modo, la política monetaria y cambiaria se aleja cada vez más de la ortodoxia, pese a los enormes costos que en términos sociales y económicos esa estrategia ha generado en los últimos cuatro años, según muestran con contundencia los datos del Indec a través de la Encuesta Permanente de Hogares y Encuesta Anual de Hogares Urbanos; el Estimador Mensual Industrial; el Intercambio Comercial Argentino, entre otros. Ya se sabe, al ministro esos temas les parece estigmatizantes y ahora agregó que “les hacen mal a la gente”.

Resulta contradictorio, aunque no curioso y ni sorprendente, que mientras el Directorio del Banco Central discutía en sus habituales reuniones la suba de las tasas de interés para los depósitos a plazo fijo a 23,5% anual, a apenas un punto porcentual, frente a una tasa de inflación que pese a descender por caminos no sólidos a 27 o 28% anual, avalaba la expansión de la cantidad de dinero en circulación, para financiar a un sector público que no tiene límite para gastar, aunque cada mes se amplía la brecha negativa con lo que cobra de impuestos.

La base monetaria comenzó julio con una desenfrenada carrera alcista, que la catapultó a más de $533.000 millones, con un salto superior a $50.000 millones en menos de 30 días, a un ritmo mayor a 38% anual y cuatro veces más fuerte que el aumento que registró en similar tramo del año anterior.

De este modo, frente a la abundancia de pesos, la respuesta de la autoridad monetaria fue encarecer mínimamente su valor, con las consecuencias negativas que eso deriva sobre el costo del crédito, cuando en todo mercado el exceso de oferta deprime el precio.

Si realmente a la autoridad monetaria le preocupa la fuga al dólar y quiere premiar al ahorrista debería de haber dispuesto el retiro del excedente de pesos con la suba de los encajes a los bancos y puesto fin al financiamiento del déficit fiscal. Sin duda que eso hubiera hecho volar el costo del dinero hasta niveles prohibitivos para los pocos tomadores de crédito: empresas y familias, pero la señal hubiese sido positiva para las expectativas, porque hubiera demostrado la intención de comenzar a eliminar los severos desequilibrios que afectan a la economía real.

Claramente que eso es lo que perciben los agentes económicos y por eso se recalentó el mercado cambiario, como el de activos dolarizados, porque es la natural fuga a la protección de los activos frente a una política que destruye riqueza: cae el PBI industrial en forma sostenida desde agosto de 2013, según las mediciones del Indec, y también el superávit de la balanza comercial de divisas, y drenan sin freno los dólares para ahorro al cambio oficial más un recargo a cuenta de impuestos y también para turismo; mientras persisten abultados atrasos en los pagos de importaciones y giro de dividendos de las empresas de capital extranjero. Amén del default técnico con bonistas reestructurados.

En este caso, la política del Banco Central consiste en “apreciar el peso”, o lo que es lo mismo, intensificar el atraso cambiario para el comercio exterior, porque la suba nominal de la paridad del peso con el resto de las monedas es casi la tercera parte del alza de los costos internos de la producción nacional.

Pero, la falta de divisas para hacer frente a los abultados compromisos externos de este segundo semestre aconsejaría hacer lo contrario, o buscar atajos, como la eliminación de las retenciones, la baja de impuestos a las empresas, facilitar el crédito a exportadores y hacer acuerdos comerciales bilaterales como han hecho Chile, Colombia, México, entre otros, para conquistar mercados dinámicos que permitan un mayor flujo de comercio. Hoy cayó más de 30% respecto del nivel de cuatro años antes.

De ahí que frente a la escasez de divisas y el drenaje de reservas que se proyecta por el pago el 3 de octubre del vencimiento del Boden 15 por más de u$s6.300 millones, de los cuales apenas la mitad se confía queden en las arcas del Banco Central porque corresponden a inversores institucionales que reinvertirán en nuevos títulos en moneda extranjera, y bonistas del exterior que no podrán cobrar hasta que no vengan al país, más otros compromisos y menor excedente e incluso déficit comercial, y ventas para ahorro y turismo, el BCRA sigue las órdenes de Economía y abarata día a día en términos reales el precio oficialde un recurso cada vez más escaso, como es el dólar.

Claramente no se trata de medidas sostenibles, sino destinadas exclusivamente a llegar al 10 de diciembre, sin importarle a las autoridades económicas y monetarias el crecimiento del deterioro social, porque como no lo mide oficialmente, creen que no existe, aunque muchos de los damnificados votan.

La fiebre del gasto público exige tomar deuda

El ritmo de crecimiento del cobro de impuestos va perdiendo vitalidad, al punto que de haber aumentado durante años a un ritmo mayor al de la inflación, ahora corre de atrás en más de 10 puntos porcentuales, mientras que la expansión del gasto público se disimula con la acumulación de atrasos en los pagos a proveedores y contratistas.

Sólo la aparente “contabilidad creativa” le permite a la AFIP mostrar variaciones en diversos rubros que superan todo pronóstico de crecimiento nominal, pese a que no son objeto de análisis por parte de los funcionarios que sólo se limitan a resaltar cada mes como impulsores: “el aumento de la actividad, la suba de los salarios y la labor de fiscalización”, de modo muy general y nada particular, porque no resisten pruebas ácidas alguna.

Es que esos argumentos parecen muy endebles para explicar por qué el cobro de IVA sobre la producción nacional aceleró en abril la tasa de suba de 35 a más de 40% anual; aun cuano se percibe un claro efecto de sustitución de importacione; o que lo percibido por el gravamen a la transferencia de combustibles haya “volado” a un ritmo de más de 130% al año en el caso de combustibles diferentes a las naftas, gasoil y gas; 70% para las naftas y 99% para el gasoil y gas.

También excedió lo previsible el incremento de los recursos que recibió la Anses por parte de “aportes personales” a 35,6% en contraste con 29,7% que acusaron las contribuciones patronales y casi 62% por el rubro “otros” que agrupa a los pagos de monotributistas y de moratorias previsionales.

Sólo en esos tres rubros se pueden sumar más de $2.500 millones que posibilitaron a la AFIP cerrar abril con un crecimiento de la recaudación tributaria global por arriba de 21%, esto es superior en casi tres puntos porcentuales al que se hubiese anotado si esos rubros se hubieran limitado a aumentar como en los meses previos, en torno a 30 o 35% y más cerca de lo esperable en función de la inflación que estiman consultoras privadas, la devaluación del peso que aplica el Banco Central y el aumento de salarios que informa el Indec. Aún así, el resultado final no pudo ocultar un neto negativo en términos reales, esto es ajustado por la inflación.

Además, esa “ingeniería” no evita mostrar un acelerado deterioro de la contribución de los recursos tributarios para solventar el gasto público total, que no sólo es sustancialmente más alto, sino que además mantiene un ritmo de incremento interanual de 8 a 10 puntos porcentuales al año más alto, sólo en base caja. El devengado, esto es el ejecutado, pero no necesariamente pagado, mantiene una brecha aún mayor, por eso el déficit fiscal se ha multiplicando por diez en los primeros meses del año respecto de doce meses antes.

De ahí que la contrapartida ha sido una vez más el uso creciente del recurso de última instancia como es la expansión de la base monetaria por parte del Banco Central, ya que pasó de tasas en torno a 20% al año entre julio de 2013 hasta enero último, a 30% en febrero y marzo y escaló a más de 33% en abril, para poder asistir a las necesidades de la Tesorería.

En ese aspecto, las planillas del BCRA muestran cómo fue perdiendo grados de libertad para utilizar los instrumentos de esterilización monetaria, como son las Letras y operaciones de pases, porque en conjunto pasaron a exceder en un 10% al total de las reservas en divisas, esto es equivalen a más de u$s37.000 millones, con el agravante que mientras las Lebac crecen por devengamiento de intereses a un ritmo del 26% al 28% anual, las reservas se incrementan en pesos al ritmo de la devaluación de 12% en ese período. Semejante brecha es la que motivó la resurrección del denominado déficit cuasifical, a más de 1,5% del PBI.

Tampoco queda mucho margen para asistir al Tesoro con “adelantos transitorios”, porque ya suman más de $260.000 millones, equivalente a 56% de la base monetaria y casi dos veces y media la recaudación mensual de impuestos por parte de la AFIP.

El desendeudamiento ya fue!
Por eso, para sostener la fiebre del gasto público, más en un año electoral, el cual coincide con la concentración de abultados vencimientos de deuda pública hacia octubre por unos u$s7.000 millones entre Nación y provincias, tanto el ministro de Economía como el presidente del Banco Central ahora hablan del “fin de la política del desendeudamiento” abonan la ampliación de la emisión del set de bonos públicos con cargo a los próximos gobiernos.

Pero, mientras persista el estado de default parcial de la deuda pública, y las severas limitaciones para el acceso al mercado internacional de capitales, tanto en cantidad, como más aún en precio (más de 9% anual en dólares), la estrategia oficial no sólo contribuirá a profundizar la recesión, al quitar liquidez al mercado interno, sino que además, amenazará con reavivar la inflación y las tensiones cambiarias hacia el último trimestre.

Por ahora los mercados financieros juegan a favor del peso, por el seguro de cambio que brinda el Banco Central, pero la historia es muy rica en mostrar que esas maniobras no son sostenibles, porque naturalmente no son sustentables. Se trata de una película que muchos las vivieron, a otros se las contaron, y siempre hay quienes sólo prefieren experimentarla, tal vez por despreciar la historia, tal vez porque se muestran convencidos de que ahora será distinto, aunque se repitan todos los ingredientes que se usaron en el pasado y que condujeron a reiterados fracasos.

Endeudamiento improductivo y contractivo

Una Comisión Bicameral Permanente de Investigación de la Deuda Exterior quedó constituida en el Congreso Nacional con el objetivo de “echar luz sobre el origen del endeudamiento externo y hacer el seguimiento de la gestión y pago de los compromisos asumidos por el país desde la última dictadura”, y en particular sobre las condiciones de contratación en términos de tasas, plazos, comisiones y preferencias, a la hora de elegir a las entidades intervinientes y sectores privados involucrados, esto es desde el 24 de marzo de 1976 a la actualidad, con el claro propósito de demostrar que todo tiene pasado fue peor.

El diputado nacional kirchnerista Eric Calcagno fue designado como presidente de la Comisión que tiene un plazo de 180 días para emitir un informe sobre la forma en que fue encarado y resuelto el tema en los distintos gobiernos.

Se trata de un ejercicio de dudosa efectividad e implicancias de cara a un futuro donde se observa con nitidez cómo a pesar de crisis periódicas el mundo avanza hacia un nuevo estadio de desarrollo, a partir de la innovación para poder los países diversificar su oferta masiva de productos y servicios exclusivos o a lo sumo escasos, para poder superarse y elevar la calidad de vida de su gente con creciente capacitación y especialización para acceder a mejores salarios.

Entre extremos, en los últimos 39 años la deuda pública, interna y externa, se multiplicó por 30, si se toman los datos conocidos al 30 de junio de 2014 y por 37 si se compara con la que surge de la extrapolación al día a partir de los compromisos que asumió el Gobierno nacional desde entonces, junto al agregado de un déficit fiscal que, con el que genera el Banco Central con su política de regulación monetaria y cambiaria, se estima en torno a siete puntos del PBI. Pasó de u$s6.648 millones a u$s198.900 millones a junio último y a unos 250.000 millones en la actualidad. En ese período, la deuda externa privada se multiplicó por 23, se incrementó desde u$s9.738 millones a u$s70.230 millones a diciembre pasado.

Por tanto, a esta altura, sería deseable que la nueva comisión bicameral, si realmente tiene intenciones de llegar a algo, que se ocupe y preocupe para que no se repitan los factores que provocaron semejante brecha de crecimiento de la deuda pública total con la que experimentó la externa privada, en particular porque no se adviertan grandes factores de cambio en la calidad de vida de los habitantes y de la oferta productiva de las empresas, puesto que persisten enormes focos de escasez en materia de infraestructura educativa, hospitalaria, seguridad pública, energética, vial, entre otras.

En ese caso, la conclusión ya se puede adelantar: ese cuadro se explica por la recurrente indisciplina fiscal, definida por la alta diferencia negativa entre ingresos tributarios y gastos de la administración, que se financió con emisión de bonos o, como desde la crisis de la convertibilidad, con uso y abuso de emisión de dinero, con el consecuente impacto contractivo sobre la actividad, la inversión, el empleo y el aumento de la pobreza e indigencia, porque provocó una persistente pérdida de competitividad de las empresas con el resto del mundo y mantuvo una baja calidad de vida del promedio de los habitantes, al no poder dar suficiente respuesta a las necesidades sociales básicas.

La práctica de Hacienda de informar mes a mes el resultado de las finanzas públicas en base caja, esto por la diferencia entre los ingresos por el cobro de impuestos y aportes y contribuciones a la Seguridad Social, más los derechos aduaneros, y los gastos que se pagaron, y no los efectivamente incurridos pero no abonados, fue disimulando en cada período la real magnitud del déficit fiscal. Éste recién se puede calcular de modo más preciso casi con un año de atraso, cuando se difunden los datos de la deuda pública. Aunque en este caso también aparece un sesgo determinado por las diferencias de cambio que a menudo se verifican por las arbitrarias políticas públicas de atraso y apreciación del peso, según predominen los objetivos de estabilizar artificialmente la inflación con el rezago del tipo de cambio, o de fomentar la competitividad cambiaria de las exportaciones.

Por tanto, lo que requiere la Argentina hoy es que una Comisión Bicameral se reúna para impulsar un proyecto de ley que establezca una penalización creciente a los funcionarios de áreas responsables, hasta el grado presidencial, que con sus políticas provoquen niveles de déficit fiscal superiores a una pauta internacionalmente aceptada. Como punto extremo podría ser 3% del PBI. Y también a las autoridades que llevan a que la economía caiga en episodios de inflación de más de un dígito alto (superior a 6% anual), sin intervención del organismo oficial de estadística, fenómeno que merecería una pena aún mayor.

La dinámica de la deuda nominal
En los 39 años que se comprometió a investigar la Bicameral los gobiernos de facto estuvieron en siete, esto es en menos de un quinto del tiempo y la deuda pública total, externa e interna, se elevó en poco más de un décimo del total acumulado: u$s25.000 millones, (4,8 veces) y la externa del sector privado se acrecentó en u$s10.300 millones (4,3 veces), representaron en conjunto entre el 11 y 14% de la suba acumulada en ese período.

Bajo la administración de Ricardo Alfonsín la deuda pública total subió en u$s22.000 millones y la privada externa cayó en u$s7.300 millones, con lo que el neto explica entre 5 y 6% del incremento en los 39 años.

Mientras que los mayores saltos se observaron durante la gestión de los gobiernos asociados al peronismo: el menemismo acumuló en su ciclo de poco más de 10 años un expansión de las obligaciones financieras a plazo de u$s68.000 millones en el caso del sector público y u$s62.000 millones por parte de los privados, representando en conjunto entre 42% y 50% del total del período; y con el kirschnerismo se acrecentó entre 46.300 y 97.400 millones de dólares la pública (según se tome el saldo conocido al 30 de junio pasado, o el proyectado a hoy), pese a que en el medio se observó una quita neta de más de u$s66.000 millones a los bonistas afectados por el default de 2001 que aceptaron las propuestas de canje de 2005 y 2010. El uso de reservas del Banco Central para pagar algunos vencimientos sólo transformó deuda pública externa en deuda pública interna; en tanto la privada creció en u$s11.500 millones, equivaliendo en conjunto entre 20 y 33% del total.

Durante la transición desde el fracasado gobierno de la Alianza hasta la normalización institucional en mayo de 2003 la deuda pública avanzó en unos u$s31.000 millones y la privada externa cayó en u$s9.000 millones, explicó entre 8,5 y 10% del aumento acumulado en los citados 39 años.

Si el análisis del origen y destino de la deuda pública y privada se limitara a detectar su legitimidad, no cabe duda de que en primer caso sólo en muy pequeños tramos de los últimos 39 años tuvo su base en la mejora y aumento de la infraestructura en calidad y cantidad, mientras fue generalizado el uso de ese recurso para responder al clientelismo de la política que elevó el empleo improductivo y subsidios económicos a empresas y personas que no los necesitaban, más que por compensación de favores.

Dólar e inflación en camino a victorias a lo Pirro

La política económica, si se puede calificar de tal a la acción concentrada en que no se dispare el dólar libre y por esa vía no se reactive la inflación, le está aportando al Gobierno nacional una clásica “victoria a lo Pirro” en perspectiva.

Cabe recordar que Pirro reinaba en Epiro en 281 a C. cuando la ciudad de Talento le solicitó ayuda contra Roma. Entonces acudió con 25.000 hombres y enfrentó al cónsul Valerio Levino. Los elefantes, que los romanos aún no conocían, decidieron la batalla y las legiones, diezmadas, dejaron sus posiciones al fin de la jornada. Pero, al amanecer, el rey comprobó sus propias bajas: más de 4.000 hombres y sus mejores jefes muertos; su caballería puesta en fuga. “Otra victoria como ésta y estoy perdido” se quejó amargamente a sus generales. Continuar leyendo

Las 10 causas por la que baja el dólar libre

Cada vez son más los economistas que alertan sobre el maquillaje que el Banco Central de la República Argentina le hace a las reservas monetarias internacionales para que se mantengan por arriba de la barrera psicológica de los u$s30.000 millones, porque teme que perforado ese piso no podrá sostener la estabilidad cambiaria como ancla de la inflación.

Los números en danza reducen el nivel real neto de la posición de divisas disponibles a un rango que va de la mitad hasta cero del que se informa a diario, según se resten sólo los encajes en dólares de depósitos privados en dólares que no se prestan a los exportadores (5.500 millones); el swap de monedas con China (3.400 millones); la deuda con los holdin (bonistas que aceptaron los canjes de deuda de 2005 y 2010), que están depositados en la cuenta del BONY en el Banco Central, en Buenos Aires (1.300 millones); préstamo de Francia por 1.600 millones; y la deuda con importadores por más de 5.000 millones de dólares; o se agreguen los vencimientos de deuda pública en lo que resta del año.

Frente a ese cuadro que revela un singular grado de vulnerabilidad de la posición externa de la Argentina, porque indica que en el mejor de los casos se cuentan con reservas por el equivalente a dos meses de importaciones, o menos, si se considera el trámite que hay que hacer para convertir en líquidas la participación de la Argentina en el capital del Fondo Monetario Internacional (DEG) o los lingotes de oro que en conjunto suman u$s5.000 millones, surge la inevitable pregunta ¿por qué no se dispara el blue y por el contrario baja?. Al respecto se pueden mencionar, al menos, las siguientes razones:

1. El Banco Central le ha dado la clara señal al mercado de que está dispuesto a perder reservas para mantener el dólar oficial y también el libre en niveles deprimidos y desenganchados del contexto internacional y del impacto interno de la inflación, con el uso de reservas hasta el fin de mandato;

2. En esa línea, la autoridad monetaria ha decidido avanzar con el uso del swap de monedas con China para disimular ese drenaje de reservas en operaciones de intervención en el mercado de cambios; y con eso, por tratarse de un mecanismo nuevo, ha logrado un clásico escenario de “esperar y ver” de los mercados;

3. La AFIP parece haber flexibilizado las autorizaciones de venta de cambio para ahorro al subsidiado tipo oficial, al punto de que alcanzó valores récord en enero y febrero se mantiene en esa senda, por la convicción de que gran parte del 90% de los dólares que se compran y se retiran de los bancos con el pago de 20% a cuenta de futuros impuestos se ofrece en el mercado blue para obtener una renta de 25 a 30%, que posibilita reforzar la capacidad de gasto de los salarios en el mercado interno, y contribuye a deprimir la cotización, aunque a ritmo lento, porque el exceso de emisión para financiar el déficit fiscal hace que se mantenga activa una porción de la demanda;

4. La autoridad monetaria abandonó la política de bajas tasas de interés y las fue subiendo al punto de que actualmente llegan a superar en casi 10 puntos porcentuales a la tasa de inflación oficial del 20% y más que duplican a la tasa de devaluación del peso en los últimos doce meses y también a la esperada hasta el 9 de diciembre próximo, como estrategia de restar presión alcista sobre el mercado libre de cambios;

5. La recesión interna ha determinado una menor demanda de dólares de las empresas para hacer frente a compromisos externos de importaciones y pagos de deudas con el resto del mundo, hasta que se destraben las autorizaciones discrecionales de Comercio y del Banco Central;

6. Ese receso de la actividad, que derivó en una drástica destrucción de empleos y caída de las horas extras, determinó una disminución de la generación de riqueza en negro y con ello le quitó fuerza a uno de los impulsores de la demanda de divisas en el mercado marginal de cambios;

7. También la recesión interna y el impuesto inflacionario han ido licuando las ganancias de las empresas, fenómeno que en el caso particular de las firmas de capital extranjero llevó también a menores necesidades de divisas para remunerar a sus accionistas del exterior, como se advierte en el menor caudal de negocios en las operaciones indirectas de fuga a través de transacciones bursátiles denominadas contado con liqui y MEP;

8. La baja de los precios de las materias primas y la drástica caída de la rentabilidad de las producciones pampeanas y también de las economías regionales, contribuyeron a debilitar el excedente de pesos generados por esos sectores de la producción, parte de los cuales en parte se volcaban, aguas abajo de la cadena de valor, al mercado de cambios, en busca de cobertura de costos que están dolarizados, como los agroquímicos y máquinas de uso agrícola;

9. La nueva política de incentivo de los depósitos en dólares en bancos, la cual obliga a las entidades a publicitar las nuevas tasas mínimas para colocaciones en divisas, alentó la posibilidad de fortalecer las reservas del Banco Central con colocaciones en moneda extranjera de excedentes de inversores institucionales como la Anses, compañías de seguros, fondos de inversión y también de inversores particulares que no temen volver a ser defraudados con la pesificación de sus ahorros, como ocurrió en el verano de 2002; y

10. La alerta que emitió la justicia británica al destacar que el fallo del juez Thomas Griesa de los EEUU no tiene efecto sobre los bonos bajo legislación europea, despejó el camino para que el Gobierno pueda acudir a esa plaza a tomar deuda externa, sin amenaza de embargo, para apuntalar las reservas, y con eso la política cambiaria, aunque a un costo cercano a 9% anual en divisas y una mayor hipoteca para las autoridades que asuman el 10 de diciembre próximo.

Se podrán agregar otros factores, como la esperada mejora de la liquidación de divisas a partir del segundo trimestre y luego de las PASO, el posible ingreso de capitales del exterior que buscarán anticiparse al natural cambio de expectativas que generaría un nuevo Gobierno. Pero esos, factores, en la Argentina de hoy, es muy largo plazo como para sumarlos a la lista de marras.