Por: Daniel Sticco
La política económica, si se puede calificar de tal a la acción concentrada en que no se dispare el dólar libre y por esa vía no se reactive la inflación, le está aportando al Gobierno nacional una clásica “victoria a lo Pirro” en perspectiva.
Cabe recordar que Pirro reinaba en Epiro en 281 a C. cuando la ciudad de Talento le solicitó ayuda contra Roma. Entonces acudió con 25.000 hombres y enfrentó al cónsul Valerio Levino. Los elefantes, que los romanos aún no conocían, decidieron la batalla y las legiones, diezmadas, dejaron sus posiciones al fin de la jornada. Pero, al amanecer, el rey comprobó sus propias bajas: más de 4.000 hombres y sus mejores jefes muertos; su caballería puesta en fuga. “Otra victoria como ésta y estoy perdido” se quejó amargamente a sus generales.
Ahora la economía argentina parece decidida a transitar un escenario parecido hasta el 9 de diciembre, porque el ministro del área acude al auxilio del Banco Central, no sólo para poder continuar con la “fiesta” del gasto público pese a haber perdido la capacidad de generar los recursos necesarios para poder cumplir con sus objetivos, sino también para que caprichosamente siga una política contraria al mundo y le muestre cómo, a diferencia del Euro, el Real y las materias primas, el peso se fortalece día a día.
Y si bien hace más de un año que esa estrategia está generando pérdidas de puestos de trabajo, de reservas en divisas, más allá del maquillaje con el “alquiler” de dólares al Banco Central de China o de Francia, como dijo a InfobaeTV el ex ministro de Economía Martín Lousteau y deteriorando al extremo la competitividad de la producción nacional, tanto de las economías pampeanas, como más aún de las regionales y de la industria la dupla Axel Kicillof – Alejandro Vanoli, siguen sin acusar recibo.
El consenso de los economistas es que ese cuadro no es sostenible, sobre todo si la revaluación del dólar en el mundo no se detiene y consecuentemente se debilitan los precios de los productos que más exporta la Argentina.
El ajuste estará a cargo del próximo gobierno
Sin embargo, también la mayoría de los consultores consideran que el costo de esta asegurada “victoria a lo Pirro” que busca el Gobierno en este que se considera un fin de ciclo, lo pagará como hasta ahora la mayoría de la población, pero será el próximo Presidente y su equipo el que deberá enfrentar el costo de la reconstrucción.
Cómo es habitual, los mercados financieros y la sana especulación financiera ya han comenzado a dar señales de descuento de las medidas macroeconómicas correctivas a partir del mismo 10 de diciembre de 2015, a través de la compra de acciones y bonos, provocando la suba de precios y la consecuente baja de las tasas de interés. De ese modo, logran ganar las primeras planas de los medios de comunicación y hacen creer de la llegada de mejores humores en la población.
Sin embargo, los capitales productivos, los necesarios para reanimar la economía real, generar empleos y mejorar de modo genuino la confianza de los consumidores, demorarán un tiempo más en aparecer, no antes de que se defina el candidato con chances claras de ganar las elecciones y se conozcan con recisión los lineamientos de su política macroeconómica y social.
Diferentes, pero no tanto
Las últimas grandes crisis locales, como fueron las de 1989 y las del 2001, exigieron casi dos años de “tarea sucia” para poder volver a reactivar la actividad productiva y comercial y otro tanto para cerrar la enorme brecha que generaron en la capacidad ociosa de los factores de producción, sea en las industrias, como en el empleo y en el uso de los recursos naturales y financieros.
Claramente, el escenario actual no es comparable directamente al de mediados de 1989 y fines de 2001- principios de 2002, pero se parece en que viene precedido por un largo receso, acumulación de desequilibrios fiscales y atraso cambiario y tarifarios y destrucción de empleos, además de pérdidas de competitividad externa, que exigirán ser revertidos.
Los tiempos podrán ser más cortos o más largos, según se opte por acciones correctivas graduales, que busquen reducir la inflación al rango de un dígito bajo en tres o cuatro años y otro tanto se siga para eliminar las retenciones sobre las exportaciones y también los subsidios económicos (no los sociales que exigirán un apreciable aumento, a tono con la crisis heredada), o de shock como aconsejan los amantes de la ortodoxia.
Muchos se oponen a exterminar los males de una vez, por temor al supuesto costo social, sin advertir no sólo que el mayor perjuicio lo acusarán aquellos que usufructuaron de un escenario irreal en perjuicio de los que perdieron el empleo, vieron recortadas las oportunidades para trabajar más tiempo y por mejores salarios, y también las empresas, sean agropecuarias, industriales o de servicios diversos”.
Esa visión apocalíptica que, a priori, parece dominar a los equipos técnicos de los principales candidatos, aun cuando hay algunas excepciones, subestima los efectos de los aires frescos que genera casi siempre un cambio de Gobierno, sobre todo si sus postulados primarios de política apuntan a volver a recuperar la solvencia fiscal con baja y eliminación de los impuestos regresivos; devolver la autonomía del Banco Central para revaluar genuinamente el valor de la moneda y al mismo tiempo asegurar la competitividad de la producción nacional y aspirar a la generación de riqueza, tanto por parte de las empresas como de la población en su conjunto.
De lo contrario, como experimentó varias veces la economía argentina, el nuevo Gobierno podría padecer más temprano que tarde una nueva “victoria a lo Pirro” y sufrir un susto en sus primeras legislativas.