Un Estado bondadoso y protector

No es la primera vez que el Presidente habla de la necesidad de un Estado bueno, que cuide a la gente para que viva mejor. Lo hizo desde antes de la campaña y lo repite ahora. Luce sano y conmovedor que alguien que conduce los destinos de la nación esté inspirado por este noble impulso, pero me gustaría refrescarle algunos conceptos al ingeniero Mauricio Macri, por si acaso le sirven la experiencia ajena y la historia.

Es un clásico que políticos y funcionarios de buena voluntad crean que ellos sí son capaces de administrar bien el Estado, es decir, de conseguir que funcione la parte supuestamente virtuosa del esquema estatista, sin tener las contrapartidas negativas tan conocidas. Ilusamente, suponen que se trata de un problema de gestión y no comprenden que las burocracias tienen vida propia y su estructura crece autónomamente, como el cáncer.

Como material más cercano, pueden leer, tanto usted como el ingeniero, mi artículo de febrero de 2015 en este medio, donde fundamento en detalle las razones por las que corrupción y estatismo son sinónimos, y la correspondencia biunívoca de ambos conceptos. Si eso les parece poco, pueden leer mi nota de noviembre de 2014, también en este medio, donde analizo las consecuencias finales y fatales que el protagonismo del Estado tiene sobre las libertades del individuo, su libre albedrío y su felicidad.

Cito estas dos notas de mi autoría por una cuestión de autoestima, pero debo aceptar que no fui original: hay cuatro mil años de historia que avalan ese comportamiento y esas consecuencias. Continuar leyendo

Un burócrata amenazante es un impotente con un sello de goma

En 1985 visité la URSS comunista. No me impresionaron ni la opresión, ni la dictadura, ni las restricciones policiales a la libertad.  Me impresionó el peso tremendo y el accionar de la burocracia.  Colegí que era lo peor del comunismo, la mayor restricción a la libertad y la peor dictadura que se podía imponer a una sociedad.

A mi regreso escribí varias notas sobre ese tema y lo comenté en algunas de mis columnas en radio y TV.  Treinta años después encuentro en mi país lo mismo que en la URSS.

Cuando despotricamos contra el gasto público lo hacemos en general por el sobrepeso económico que pone sobre el sector productivo y el efecto redistributivo injusto que tiene en la sociedad. Pero gasto público es también sinónimo de burocracia, ya que inexorablemente se traduce en aumento de personal en las administraciones públicas. Continuar leyendo