Gutiérrez pasa varios días haciendo cálculos, mirando facturas, revisando los extractos de los bancos y los resúmenes de las tarjetas. Una noche, con gran seriedad, le dice a su mujer: “Querida, estamos en descubierto en los dos bancos y las tarjetas ya no nos dejan comprar más, porque las cuotas han saturado el límite. Vamos a tener que bajar los gastos”.
—¿Pero es tan grave, querido? —dice la mujer, que es experta en ignorar la realidad.
—Sí —responde el marido—. Vamos a tener que achicarnos.
—¿Y no hay manera de que te paguen un poco más en tu laburo? —dice la optimista.
—Puede ser, pero tomará tiempo —contesta el marido, con paciencia—. Tendría que aumentar bastante mis ventas, así me pagarían más comisión y tal vez me ascenderían a gerente de ventas si tengo suerte. Pero la cosa está muy pesada…
—¿Y entonces? —pregunta la mujer, con miedo de oír la respuesta. Continuar leyendo