Un Estado bondadoso y protector

No es la primera vez que el Presidente habla de la necesidad de un Estado bueno, que cuide a la gente para que viva mejor. Lo hizo desde antes de la campaña y lo repite ahora. Luce sano y conmovedor que alguien que conduce los destinos de la nación esté inspirado por este noble impulso, pero me gustaría refrescarle algunos conceptos al ingeniero Mauricio Macri, por si acaso le sirven la experiencia ajena y la historia.

Es un clásico que políticos y funcionarios de buena voluntad crean que ellos sí son capaces de administrar bien el Estado, es decir, de conseguir que funcione la parte supuestamente virtuosa del esquema estatista, sin tener las contrapartidas negativas tan conocidas. Ilusamente, suponen que se trata de un problema de gestión y no comprenden que las burocracias tienen vida propia y su estructura crece autónomamente, como el cáncer.

Como material más cercano, pueden leer, tanto usted como el ingeniero, mi artículo de febrero de 2015 en este medio, donde fundamento en detalle las razones por las que corrupción y estatismo son sinónimos, y la correspondencia biunívoca de ambos conceptos. Si eso les parece poco, pueden leer mi nota de noviembre de 2014, también en este medio, donde analizo las consecuencias finales y fatales que el protagonismo del Estado tiene sobre las libertades del individuo, su libre albedrío y su felicidad.

Cito estas dos notas de mi autoría por una cuestión de autoestima, pero debo aceptar que no fui original: hay cuatro mil años de historia que avalan ese comportamiento y esas consecuencias. Continuar leyendo

¿Y si Macri no miente?

Asesorado por su brujo ecuatoriano, Mauricio Macri sostiene que Aerolíneas Argentinas permanecerá en manos del Estado, que el fútbol será gratis, que YPF seguirá siendo brillantemente explotada con la conducción de Miguel Galuccio, y que seguirán los planes y subsidios.

Los seguidores del PRO, es decir los pro-PRO, han tomado la costumbre de atacar duramente a quienes ponen cualquier objeción a lo que hizo, hace o dice Macri. Esgrimen que su adalid es la única vía para defenestrar al nefasto FpV, ahora reencarnado en Daniel Scioli.

Argumentan que para convencer al conurbano dudoso es imposible decir lo que se va a hacer, so pena de ser sepultado. En consecuencia, hay que engañar a esos votantes y luego aplicar las verdaderas soluciones.

Querría contarles a los pro-PRO que también participo de la agrupación “Voto a cualquiera menos a Scioli” , si se me perdona la parcialidad. Pero con más fuerza defiendo mi derecho a decir lo que pienso. ¿Está claro, señoras?

El concepto de que hay que mentirle deliberadamente al electorado para luego hacer lo contrario me parece repugnante, sea quien fuere el que lo utilizare. Sin embargo, creo que Macri intentará hacer lo que dice, y que no se trata de una estrategia de campaña que luego descartará como un preservativo, con perdón de la precisa metáfora.

Macri no es un liberal. Ni cree en ese principio, ni sabe cómo serlo, ni quiere serlo. Él cree que podrá tomar Aerolíneas y operarla eficientemente. Y hasta cree que a nadie se le ocurrió antes esa idea. Para ser generoso diré que se equivoca. Se enredará en una larga pulseada desleal en la que perderá. La combinación sindical-legislativa-operativa-financiera-contratista-prebendaria le hará perder un tiempo clave en un momento inicial clave.

Seguramente cree que si pudo negociar en CABA podrá hacerlo en varios aspectos en la Nación. Siento decirle que las soluciones en la Capital fueron pobres. Las del Subte casi no son soluciones. La verdadera salida son concesiones a largo plazo a consorcios internacionales que hagan la modernización y ampliación a cambio de ellas. El Metrobus es un paliativo.

El reciclaje con cartoneros es una solución precaria. Nadie puede pensar que es mejor esa variante que un sistema moderno de recolección mecánica y de reciclaje automatizado.

Muchos de los acuerdos logrados en minoría con la oposición se han basado en compartir (repartir) el presupuesto, algo casi inviable en el orden nacional con el presente nivel de dispendio y descontrol.

El transporte aéreo tiene otras soluciones más viables que la idea de eficientizar a Aerolíneas, el actual monumento a la corrupción y la ineptitud. Es preferible librar una batalla para aplicar esas soluciones de fondo, que el desgaste de tener al enemigo adentro durante todo la gestión. Preguntar a Marsans.

Pasando al fútbol, decir que será gratis es invadir de antemano un negocio privado, en el que el Estado no tiene nada que hacer. A menos que Macri, recordando sus tiempos de dirigente boquense, crea que puede tomar tiempo en rehacer desde las bases el negocio del balompié. Es un negocio privado y debe estar en manos privadas. Si pierden o ganan, debe ser un problema ajeno al Estado. ¿Para qué comprarse semejante trabajo hercúleo?

Tiene ganas de comprárselo. Pagará duro precio. Lo que creo es que nosotros también lo pagaremos. ¡Ah! Y la idea de financiarlo con publicidad privada, además de que debe dejarse que eso lo definan los dueños de los derechos, no cierra. Pero parece que hay que creerlo porque eso ayuda a ganar la elección.

El tema de los subsidios da para largo. Desde el modo en que se otorgan, hasta un análisis uno por uno de cada caso. No es lo mismo el transporte terrestre que la business de Aerolíneas, ni al AUH que un plan. Ni los subsidios energéticos son lo mismo que tarifas regaladas. Ni otorgárselos al usuario individualizado que hacerle un cheque a las empresas.

¿Seguirá YPF jugada al fracking? ¿Seguirá Bulgheroni con PAE metiendo sus cuñas en la actividad petrolera y asociada con la estatal? ¿ Qué quiere decir Macri con sus elogios a Gallucio? ¿Seguiremos teniendo precios no competitivos en el combustible?

¿De qué estamos hablando en estas pocas frases de campaña? ¿Son para engañar a “ellos” o para engañarnos a “nosotros”?

El gasto, y todo el presupuesto, requieren un gigantesco trabajo. No unas cuantas frases tiradas según las circunstancias. No bajar fuertemente el gasto condena a un endeudamiento inmediato para financiar gastos corrientes, lo que es simplemente irresponsable, lo que el propio Macri no querrá hacer.

No tener un mercado libre de cambios también tiene un costo muy alto de endeudamiento si se quiere salir del cepo pronto y sin dejar flotar la divisa. La suba del tipo de cambio debe acompañarse con restricciones en la emisión y el gasto para contener la inflación pendiente ahora frenada por la estúpida ancla cambiaria. Los anuncios que involucren cuestiones económicas deben ser fruto de un elaborado estudio de los equipos económicos, no de los equipos de campaña.

Cuando muchos economistas recomiendan un enfoque liberal, no lo hacen desde la mera preferencia ideológica, sino teniendo en cuenta que es el método más fácil para evitar que el Estado tenga que meter la mano en todas las realidades, y que los costos no deban ser pagados al azar, cuando no por los más carecientes.

¿Cree Macri en eso? Creo que no. Él lo llama pragmatismo. Esa definición ya se escuchó muchas veces , siempre con el mismo resultado. Es mejor dar la gran lucha para una solución de fondo.

El riesgo no es ético. O no es sólo ético. El riesgo es que el eventual gobierno de un PRO termine siendo parecido al del FPV, con menos insultos, avasallamiento y robo, pero con más endeudamiento e igual gasto, lo que preanunciaría futuras crisis a corto plazo.

Sería grave que Macri estuviera mintiendo. Mucho peor sería que estuviera diciendo la verdad.

Por qué corrupción y estatismo son sinónimos

Solemos analizar los temas como si no tuvieran causa y efecto. En el caso que nos va a ocupar, hay mucha más gente de acuerdo con que se erradique la corrupción, que con reducir el grado de participación del Estado en la sociedad. 

Sin embargo, en la práctica son lo mismo, o para ser más precisos. el estatismo desemboca inevitablemente en corrupción, con lo que se vuelve sustancialmente lo mismo en cuanto a los efectos.

El Estado mete el dedo en la realidad por diversas razones. Porque los gobernantes creen que hay funciones que no puede cumplir la sociedad, debido a su valor estratégico, a su falta de rentabilidad, o a la falta de altruísmo del sector privado.

También interviene a pedido de la sociedad, que suele descubrir necesidades propias que son a su juicio tan justas que merecen que las paguen el resto de los habitantes. Y también interviene por mesianismo. Continuar leyendo

El poder y la telaraña de la corrupción

Deslumbrados por convenientes teorías globales en boga, hace mucho que los políticos locales, y no sólo ellos sino también dirigentes de distintos ámbitos y niveles, han adoptado un complaciente paradigma: perseguir la obtención del poder por el poder mismo.

La teoría, como se sabrá, es muy simple: lo importante es conseguir el poder por cualquier medio reputado como legal, no con el afán de imponer algún ideal, alguna ideología o alguna concepción de organización social o económica sino simplemente para detentar – y ostentar – el poder.

Una vez en el poder, se supone, y generalmente ocurre así, que ello da primero más poder, luego riqueza, influencia, boato, privilegios, atractivo sexual y social, ojos celestes, ostentación, relaciones, obsecuencia, acceso a todas las ventajas y, finalmente, de nuevo poder.

Si el político vencedor está muy enfermo, también le da derecho a la venganza, a la destrucción de la sociedad, al insulto, al ninguneo y a la pulverización de todos los valores que lo molestan en algún recóndito lugar de su memoria infantiloide.

Esta teoría, que llamo maquiaveliana recordando la mediocridad espiritual del despreciable italiano, contiene por supuesto un corolario: una vez que se obtiene el poder, debe ser conservado a rajatabla.

Cuando resulten triunfantes, los gabinetes y esquema de colaboradores de esos políticos ya no serán constituidos en función de los planes o proyectos que se quieren implementar, que no existen, ni de acuerdo a ninguna pauta ni requisito de idoneidad, conocimiento o experiencia.  Salvo la lealtad, la obediencia, la obsecuencia y la capacidad de llevar adelante una orden o consigna a cualquier precio, hasta la incineración.

Las reuniones internas son escasas y en grupos muy pequeños, ya que se realizan para dar órdenes o recibir algún informe siempre secreto. No hay un plan ni un proyecto. Hay un modelo. Un modelo de negocios.

Jamás estos políticos tendrán un proyecto integral y orgánico que cubra seriamente una necesidad de la sociedad.  Si se compran vagones de trenes se hace seguramente porque se recibe alguna coima, o por algún  oportunismo político, o por algún favor. Lo mismo si se hacen casas o caminos. No importa que los caminos no vayan a ninguna parte, ni siquiera que se hagan. Importan el cartel, el retorno y la inauguración.

En tal esquema, el técnico, el experto serio, el especialista, el profesional, son obstáculos, ya que  tendrán reticencias para hacer lo que se les manda en cumplimiento de objetivos que no son técnicos y que no comprenden.

Otra característica notoria de esta concepción, es que no se explica, no se dialoga ni se negocia. La idea es: “Yo gané, ahora obedézcanme”. El poder por el poder mismo, impuesto como dogma de fe. La ciudadanía, equivocada por precariedad intelectual y también por miedo a no ser políticamente correcta, tiende a aceptar el razonamiento y hasta a defenderlo, creyendo que está defendiendo la democracia.

En las campañas electorales, suele notarse que ningún partido con posibilidades presenta algo parecido a una plataforma. La gente prefiere creer que “no dicen lo que van a hacer porque si no no los votarían”. Generoso pensamiento que supone que los postulantes tienen un plan preciso y mágico, pero doloroso, que tienen que ocultar a la sociedad como a un niño se lo engaña para que tome el jarabe con gusto a medicina para curarse.

Falso. No dicen lo que van a hacer porque no tienen intención de hacer algo concreto y explicable desde la teoría. Tratarán de conseguir el poder e “irán viendo”.  La gente se apasiona, se pelea, se agrede, se descalifica, y no advierte que está siendo víctima de una trampa montada por todos los actores, que le hacen creer que están en bandos opuestos, pero que luchan para conseguir el poder por el poder mismo.

Después se encargarán de disfrazar con palabras cada obra interminable, cada prebenda, cada rapiña, cada contrato, cada permiso mal dado. Y por eso se advierten tantas contradicciones, que sólo son tales para quien cree linealmente que los gobernantes han trazado un plan y no son coherentes con él.

En este Gobierno que agoniza por plazo y por desprecio a y de la sociedad, hemos asistido a miles de contradicciones. No se trata de errores. Son conveniencias circunstanciales que responden al único plan central: ordeñar y conservar el poder. Sólo son contradicciones para nosotros. No para ellos.

Nótese con cuánta facilidad se pasa del criterio del poder por el poder mismo al desprecio  por los valores republicanos, al desprecio por la eficiencia, al desprecio por la ley, al desprecio por la gente.

Y por supuesto, a un verdadero fraude a la democracia, que no supone en su esencia esta concepción egoísta, inhumana y cínica del poder que en definitiva es delegado temporaria y provisoriamente por el pueblo.

Y nótese lo coherente que es para ese modelo la idea de eternizarse en el poder, ya que el poder pasa a ser un bien propio que ha sido ganado con los votos, lo que incluye el derecho a defenderlo de todos los modos… para siempre.

El kirchnerismo es sólo el heredero natural  de esta concepción, a la que le dio brillo y amplió hasta la indignación.

En este esquema sin ideales, ni ideologías, sin proyecto, sin técnicos ni expertos, sólo con el poder obtenido por la gracia del voto, como antes los reyes lo obtenían por la gracia de Dios, se entronca naturalmente la corrupción.

La corrupción es añeja entre nosotros, pero a nuestros efectos, es importante comprender su funcionamiento.  Una telaraña de favores, órdenes, coimas grandes y chicas, amenazas, delaciones, lealtades, traiciones.

Una mafia que recuerda tanto a la obra de tejido del arácnido, como a su homónima virtual, la Web.  Un juez nombrado por alguien le hace un favor a un tercero a pedido de quien lo designó, y se hace acreedor a un favor.  Un empresario que le paga los estudios al hijo de algún funcionario para obtener contrapartidas futuras.

Favores e ingresos cruzados donde a veces el que se beneficia y el benefactor ni siquiera se conocen. “Dejámelo a mí, yo lo arreglo”, sería la frase clave. Plata negra, lavado, facturas truchas cuyo importe van directo al funcionario,  droga y plata de la droga,  pancheros y plata de los pancheros, colectiveros y plata de los colectiveros, manteros y plata de los manteros, villas y plata del cónsul, el narco repartiendo plata hacia arriba y los costados y protección mafiosa hacia abajo.

A esa telaraña se puede entrar por cualquier lado. Está interconectada como la Web, se paga con bitcoins manchados con sangre, o con desnutrición, o con contaminación, o con descerebrados por el paco.  En el centro de esa telaraña, tal vez hay una araña, pero no hace falta que esté. Ya la red es autónoma.

Necesitado de transformar su esquema de poder por el poder mismo en dinero, el sistema político desaforado necesita tener su propio sistema. Lo encuentra en la telaraña de corrupción. Él le permite transformar lo negro en blanco y viceversa, recibir y dar retornos, comprar apoyos para legitimar ese poder sin alma ni ideas, inclusive comprar votos, del pueblo y de legisladores.  De paso, le permite espiar a todos.

En esa tarea, el poder protege a la web de corrupción, y la telaraña le devuelve agilidad operativa y le monetiza el fruto de su poder al gobierno y a los políticos. El blanqueo delirante y aún viviente es una vergonzosa muestra de esa simbiosis fatídica.

Desde villas a cocina de drogas en los countries, desde monumentales “donaciones” de los importadores de efedrina a las tercerizaciones inexistentes que saquean los presupuestos, desde las fronteras indefensas al contrabando a las tierras arrasadas por la minería salvaje, desde el pacto con Irán a la muerte de un fiscal cuya custodia mira para otro lado cuando tiene que mirar para este lado.

Y agregue cada uno lo que quiera, que seguramente acierta. Esta unión entre el paradigma del poder por el poder mismo y la telaraña de corrupción, es un enemigo del bienestar de la sociedad, de la cohesión de la sociedad, y esencialmente, de la democracia, a la que ha violado impunemente y mantiene secuestrada para violarla cada día de nuevo.

El peronismo nuevamente, y todo el sistema político por detrás, están en el proceso, (que espero fervientemente que no sea sangriento), de elegir a los próximos usufructuarios que vendrán a apoderarse del poder y de la telaraña, a “empoderarse” para hacer lo que se le de la gana omnímodamente.  A decir: “Gané, ahora hagan lo que yo digo”

Con un sistema político cuyos protagonistas se han ocupado de amañar a su conveniencia, difícilmente la ciudadanía podrá votar bien. Tampoco discernir entre los discursos todos iguales, sin plan, sin compromiso, sin liderazgo, sin coraje y sin propuesta, y sospecho que sin gente capacitada para gobernar.

La política debe ser una propuesta unificadora, un proyecto que integre a la nación y a su gente, una idea, una concepción de país. Sobre eso hay que discutir, discrepar y negociar.  Mientras sigamos creyendo que la política es un mecanismo para obtener el poder y luego sacarle el jugo, habrá muchas Cristinas y muchas telarañas en nuestro futuro.

La democracia requiere de un ejercicio de humildad. De propuestas,  convicciones,  persuasión y compromiso. El poder prestado que se otorga a un político debe ser manejado con enorme cuidado, con eficacia, talento y mucha generosidad. Traspasar la nación deshecha, exangüe y ordeñada a un nuevo gobierno no es una viveza. Es una estafa a la sociedad.

Procurar el poder por el poder mismo no es democracia. No es república. No es generosidad. No es decente.

Tal vez algún candidato comprenda que puede ser rentable empezar a hablarle a la ciudadanía como si fuera mayor de edad.

Nisman: La libanización de la Argentina

Hay que hacer un enorme esfuerzo para dejar de lado el estupor, la indignación y la bronca que produce el asesinato del fiscal Nisman para poder vertir alguna idea coherente.  Digo asesinato porque es de lo único que estoy seguro, como casi todos los ciudadanos que no están fanatizados.

Y aclaro prestamente que un “suicido inducido” es un eufemismo nada jurídico para decir asesinato con premeditación y alevosía. La frase, fruto de la propaganda del Estado, es otro intento de manosear, distraer y confundir a la opinión pública, en esta permanente ofensa a la inteligencia del pueblo que practica el kirchnerismo.

Desde las novelas policiales de quiosco de los años 30 a los tratados de criminología, el asesino siempre es buscado entre quienes más se benefician con su muerte. Pero haré un esfuerzo por no aplicar silogismos en este caso, por respeto al lector.

Así como la corrupción es el mecanismo de los inútiles para igualar el éxito económico de los capaces y brillantes, el asesinato es el mecanismo desesperado de los impotentes para dirimir sus diferencias y salvar su pellejo. A ello habría que agregar la reacción paranoica sociopática tan común a nuestros gobernantes para fundamentar fácilmente esa sospecha. La paranoia lleva a la defensa desesperada.

Pero no caeré en esa línea, que sólo sería una reacción hormonal y catártica frente a otra alevosía, a otra falta de respeto por la vida y las instituciones, a otro golpe a la República y al concepto republicano.

Sí en cambio acusaré al Gobierno de algo aún más terrible. De haber libanizado a la Nación. Su impericia, su incapacidad, su resentimiento, la ambición política y/o económica de sus funcionarios, la irresponsabilidad y la falta de ideales y principios, los ha hecho allanar el camino para que la República se transformase en el campo de batalla del espionaje internacional y de cabotaje, un territorio liberado sin fuerzas policiales efectivas, cuando no cómplices, con una Justicia quebrada, sin convicción ni apoyo.

Fuera de caja el espionaje local, resentido, sin conducción, atomizado, desprofesionalizado y con ansias de revancha,  sin un sistema policial y judicial ni siquiera mediocre, y ciertamente sin una cabeza conductora del aparato de seguridad nacional, (ni de ninguna otra cosa) el país es presa fácil de cualquier operación, de cualquier ejercicio de represalia, de cualquier revancha, de cualquier asesino, venga del Gobierno o de cualquier parte.

No muy distinto de lo que está pasando con el poder narco, que ya dirime a tiros sus diferencias en las calles de nuestras ciudades sin otra reacción que el comentario policial de “es una lucha entre mafias”, como si eso fuera un acontecimiento social y no un drama.

Un ejemplo de esa complicidad implícita es la actuación del secretario de Seguridad Sergio Berni y su inexplicable presencia y permanencia en la escena del crimen, con sus posteriores declaraciones confusas y cada vez más autoincriminatorias.

Pero en el afán de no acusar injustamente, prefiero leer el manoseo del Secretario de otra manera: el Gobierno quiere desviar la atención del asesinato.  El gobierno tiene un TOC que lo obliga a desviar la atención de todos los temas que preocupan a la ciudadanía. O mejor, el Gobierno tiene una falta de respeto crónica por la ciudadanía.

Esa falta de respeto por la ciudadanía lo lleva a no hablar con ella, a insultarla y descalificarla, a burlarse de ella, a ningunear a los diarios que lee, los programas que ve y las radios que escuchan las mayorías. A insultar y agraviar a los periodistas más respetados por la gente.

Ese desprecio se extiende al país todo, y a la Patria. No se ocupa de defender sus valores, su territorio, su prestigio, su seguridad, su economía ni su educación. Odia a la sociedad. Un Gobierno sociópata, diríamos si ello fuera psicológicamente posible.

Pacta con Iran, minimiza el narco, se burla de los héroes y de sus valores, desangra la  seguridad. Torpedea la Justicia, rompe el esquema de comunicación con el pueblo y lo deja desamparado e inerme frente a cualquier ataque externo o interno de los más peligrosos enemigos, que ya no son países, sino terrorismo, espionaje, traficantes y lavadores.

Suena declamativo. Pero no es descabellado preguntarse cuán cerca de la traición a la Patria es ese accionar. Esta frase, imposible de decir hasta el domingo, tiene un tremendo significado luego de la muerte del Fiscal Nisman.

Su sangre mancha al Gobierno, el tiro que lo mató nos mató. No, no somos todos Nisman. Pero ahora sabemos que podemos serlo.

Con la impunidad, la ineficacia de la seguridad, la corrupción, el estado de país liberado, la desesperanza y desunión nacional y la complicidad garantizada para los asesinos, sicarios, espías y aventureros, la libanización ya está en marcha. De eso sí es culpable Cristina Fernández de Kirchner. 

Las mil y una Argentinas

Es común escuchar mencionar la brecha que existe en la Argentina, para referirse a la división del país en dos hemisferios irreconciliables y casi incompatibles, que podrían identificarse con dos ideologías.

Me permito pensar  de un modo algo más complicado que tal enfoque. Si se prescinde por un momento de la polarización que llamaríamos K – anti K, que parece explicar todas las discrepancias que nos asuelan, el análisis se torna mucho más complejo.

El país está dividido en muchos subpaíses, por verdaderos tajos en la dermis de la sociedad.

Si consideramos por caso el universo de la formalidad enfrentado con el universo de la informalidad, economía negra u “otro sendero”, casi estamos hablando de dos dimensiones que no se tocan, no se reconocen, no se pueden reconciliar.

Como si hubieran sido separados por un tajo monstruoso de algún fantasmagórico malevo borgeano, comparten el mismo espacio físico, pero no se ven, o fingen no verse.  Sólo en alguna pelea de comerciantes establecidos contra manteros, se advierte alguna suerte de reconocimiento de la existencia del otro. No es cuestión de ricos y pobres. En las villas hay millonarios y empresarios, y no sólo los que se dedican a construir para alquilar. Hablamos de un estilo de vida al que los informales han llegado por decantación, por ambición o por desesperación. La Salada y el Patio Bullrich, ¿dónde se intersectan?

¿Se le puede atribuir a cada uno una pertenencia ideológica o política? Difícilmente. Como en una matemática de conjuntos, cada elemento pertenece a su mundo. La intersección entre ambos es muy pequeña. Integrarlos es tarea titánica.  ¿Es la informalidad lo mismo que la marginalidad?  No, aunque se retroalimenten a veces. El marginal es siempre informal. La inversa no es necesariamente cierta. Lo que que en Lógica se expresaría: la correspondencia no es biunívoca.

Miremos ahora el conjunto de quienes tienen trabajo, y el conjunto de quienes jamás lo tendrán, por la razón que fuere, y caerán en la marginalidad. ¿Hay una intersección suficientemente amplia como para tener expectativas de un acercamiento? Improbable.  Otro tajo  malevo y malévolo en la cara de la sociedad. Los comportamientos de ambos grupos son disímiles y opuestos en la mayoría de los casos.

Hay probablemente alguna intersección importante entre la marginalidad y la informalidad. Pero no son la misma cosa.  Se puede ser un desocupado y no se está en la informalidad. Ni se es millonario de la Salada.  La marginalidad tiene a su vez subconjuntos, que son distintos entre ellos, aunque a veces se rocen, o convivan. Los planeros, los buscavidas,  (trapitos, limpiavidrios, mangueros, mangueros con niños alquilados, prostitutos/as, etc.). Este último segmento ya no es una minoría.

No incluímos entre los conjuntos opuestos el de los ricos y pobres. Los ricos y pobres pertenecen al mismo conjunto en cuanto a sus reglas básicas. Han convivido y han migrado de categoría por decenas de años en la Argentina. Quien esto escribe y muchos de sus colegas son hijos de familias pobres. Los marginales no migran.

A estos conjuntos que llamaríamos paradigmáticos, se agregan otros que los intersectan o no, pero por otros criterios de comportamiento o pensamiento menos prototípico. Los que ahorran para comprarse un terrenito, hacer su casita y luchar toda la vida para pagar el ABL o la Contribución Territorial, o como se llame, jamás tendrán nada que ver con los usurpadores o los villeros. Además, lo sepan o no, sus intereses se oponen salvajemente.

Los contribuyentes a todos los impuestos, por voluntad propia o por descuento compulsivo, no pertenecen al mismo conjunto que los que se creen con derecho a todos los subsidios. Ni a todas las prebendas, como los industriales que supimos proteger. (Estos podrían pertenecer a un subconjunto de la marginalidad si se piensa un poco) y mucho menos al de los evasores.

Alguien que cree que tiene derecho a que el estado o alguien le pague Fútbol para todos, o pide que el Estado controle los precios de su prepaga, nunca tendrá nada que ver con los enemigos del estatismo.

Los corruptos seriales, e incluyo con el mismo peso a los funcionarios y a los privados que viven del gasto del estado, pertenecen al gran conjunto de los delincuentes,  aunque no al conjunto de los execrados por la sociedad, ni de los presidiarios. Lamentablemente.  Pero son también un tajo en la piel social difícilmente integrable.

Los que han tenido éxito con su esfuerzo y su talento, pertenecen a mundos distintos a quienes han igualado esos méritos mediante la corrupción o comprando un título o una prebenda. Ambos grupos pertenecen a conjuntos morales irreconciliables que cortan a través la organización social.

Luego, encontramos el conjunto de los violentos. No sólo hablamos de los asesinos y asaltantes, sino al estilo de convivencia. Ese grupo no tiene posibilidad de interactuar civilizadamente con el conjunto de gente pacífica, normal y solidaria. Otra transversalidad imposible de compatibilizar. Basta entrar a Twitter.

Los avatares de la dialéctica política barata nos han llevado a que quien defienda un concepto liberal de la vida, no tenga más remedio que estar enfrentado fatalmente con quienes propician el estatismo y el populismo consiguiente. Y nadie puede negar que se trata de dos ponencias extremas incompatibles. La apertura o el proteccionismo, la libre competencia o el control de precios, difícil encontrar conjuntos tan opuestos.

No acusamos en todos los casos a los elementos de cada conjunto creado por los tajos, de ser culpables de su pertenencia. Una víctima de la educación pública cada vez se parecerá menos a alguien que tenga una educación simplemente razonable en el sistema privado. Que no es mejor por ser privado, sino por no ser del Estado. Y dentro de este conjunto, el subconjunto de los que creen que la educación debe ser inclusiva y no de excelencia, una monumental dicotomía.

Sólo para polemizar, imaginemos el conjunto de los empleados públicos enfrentados al conjunto de quienes creen que deben ser expulsados del Estado. ¿Tienen alguna intersección?

Existen también conjuntos meramente fácticos. El que tenga que pasar por las penurias diarias de ir a trabajar viviendo en el conurbano, a diferencia del que viva en Capital. Y esas diferencias condicionan todo el comportamiento y la idiosincrasia de ambos sectores, a diferencia de lo que ocurría en el pasado.

Hay otros tajos que, locales o mundiales han configurado conjuntos llamémosles de tipo anímico-espiritual, pero no por eso menos segmentantes ni con menores efectos. El de los irónicos, destructores de toda creatividad, el de los resentidos por causas diversas, capaces de anular sus pensamientos para satisfacer su revanchismo. El de los escépticos, que están siempre dispuestos a negar e impedir cualquier esperanza.

Los negadores de la Patria, que cambian su historia y sus héroes a veces por ignorancia, a veces por mala fe, a veces por necesidad de justificación, a veces por políticas precarias, a veces por mediocridad, jamás de todos los jamases podrán compartir ningún ideal con quienes admiran y veneran a nuestros prohombres guerreros, políticos, intelectuales o sociales.

Y un tajo final, un segmentador de todos los segmentos, un conjunto monstruoso e invasivo como el cáncer, capaz de transformar todas las células en sus propias células nocivas: el narco. El imperio del mal, que se enfrenta al Estado, que lucra, prolifera y reina entre esta terrible diversidad de conjuntos contrapuestos, que parecen haber sido provocados a su pedido y conveniencia, como algunos suponen.

Cortajeada en su piel y su carne, la Argentina no es una Argentina, son cientos de Argentinas, cada una con objetivos, pautas éticas, morales y económicas distintas, que llevan a un enfrentamiento endémico.

Acaso por eso se dice que el único que puede gobernar este país es el peronismo. Porque no lo gobierna. Lo deja ser y se limita a cobrar su peaje. Y permitir que se agraven las brechas y los tajos, hasta que se desfigure y desintegre la piel de la República.

Recordando a Mandela, que un día se vistió con la casaca de los Springboks odiados por toda Sudáfrica negra para llamar a la unidad, cuesta trabajo pensar en alguien que pueda cicatrizar esos tajos, borrar esas heridas, recomponer el cutis de la Nación, volver a tener un objetivo común.

La democracia es en definitiva, un sistema de gobierno basado en la disconformidad controlada. Nadie obtiene todo lo que quiere, pero nadie considera al otro su enemigo o su verdugo. No hay democracia si el que gana cree que el pueblo que no lo votó es su enemigo o viceversa.

No hay país si cada conjunto o sector siente al otro conjunto como su enemigo. Ni donde cada sector cree en la necesaria eliminación del otro. Ni donde la ganancia de uno es la ruina del otro.

Para que una democracia sea posible, debe haber una semejanza, un pensamiento promedio en sus ciudadanos. Fomentada  a veces, casual o causal otras, la multidivisión hace imposible un país, un plan, un destino común y hasta una patria.

Los políticos y sus partidos mediocres y corruptos, no son capaces de generar un líder que sea capaz de persuadir, de explicar, de convencer, de unir tras una causa a la sociedad.  Mienten porque no tienen nada para proponer, ni quieren tomar el riesgo, como Madiba, de hacerlo.

Por eso es tan festejada la frase Carliana: “Si decía lo que iba a hacer no me votaban”.  Resignada aceptación de la violación de la inteligencia colectiva y el derecho a un futuro.  Por eso el mecanismo de discusión nacional es el insulto y la descalificación. Cuando no la prepotencia o el apriete.

Empezamos ahora, de nuevo, a buscar la salida a nuestros dramas económicos y sociales. Pero la solución de unos es el problema para otros. Por eso en el fondo, no hay solución.

Alguien tendrá que alzarse por sobre estas mediocridades, por sobre los partidos políticos usurpadores de la democracia, por  sobre el delito, la corrupción, el narco, el escepticismo, la ironía, la estupidez, la prebenda, el acomodo y la estrechez de miras. Alguien debe ser Mandela.

El conjunto de irónicos y escépticos me responderá que tal cosa no puede pasar “entre nosotros”. Seguramente creerán que ese comentario es una muestra de inteligencia. Pertenezco al conjunto de quienes creen que Argentina, o las mil Argentinas, no son una excepción en el universo.  Es posible re-unirla. Es posible un país. Es posible una Patria.

Mandela es posible.

¿Bajarán los impuestos en el 2016?

Estamos pensando post-K en las últimas notas, como recordarán. Fijamos objetivos de mediano plazo, hablamos del cepo y del gasto.  A la derecha de la pantalla están los tres artículos, Señor, si tiene ganas.

Ahora llegamos a lo que usted realmente le importa. Lo que va a tener que pagar de impuestos.

Hagamos un pido para aclarar lo que entendemos por impuestos:

-A las ganancias

-A los bienes personales

-IVA

-Recargos de importación en todas sus formas

-Retenciones y otros recargos de exportación

-A las transacciones bancarias

-Gabelas nacionales, provinciales y municipales de toda clase

-Provinciales de Ingresos Brutos y similares

-Sellos

-Todos los que gravan facturas de servicios diversos

-Internos y otros a actividades o bienes específicos

-Cargas sociales patronales y aportes personales de cualquier índole

-ABL y similares.

-A la herencia en algunas provincias

-Y seguramente muchos otros ocultos o particulares que el lector padece. (Agregue la inflación, si quiere amargarse)

La carga que pesa sobre el ciudadano que trabaja y vive en blanco es la suma de todos estos gravámenes, que puede llegar a cualquier porcentaje, según como se analice.  Mi cálculo personal es que una persona que cobra un sueldo de 15,000 pesos, está pagando impuestos equivalentes al 65% de sus ingresos, como mínimo.

Lamento decirle que muy difícilmente un nuevo gobierno vaya a bajar este nivel de impacto sobre su economía. (Bueno, no insulte, sólo le cuento, no se la agarre conmigo)

Seguramente se intentará corregir barbaridades, como en el impuesto a las ganancias el aplanamiento de las escalas y el cobro a las empresas sobre ganancias inflacionarias, pero eso no cambiará la carga total a soportar por la economía.

La razón es bastante simple: no bajará el gasto total en valores absolutos.  Ninguno de nuestros políticos quiere, ni puede, ni sabe hacerlo.  Ni siquiera la sociedad lo quiere en serio. Todo esto parece oponerse a lo que yo mismo he escrito aquí sobre el gasto. No es así. Escribo sobre lo que se debe y puede hacer. No soy responsable de la conducta, inconducta, corrupción, estupidez o incompetencia de los gobernantes.

Como en el caso del gasto al que financia, lo máximo que se intentará será utilizar un supuesto crecimiento para que la carga tributaria  relativa disminuya. Ese culebrón lo hemos visto muchas veces antes, con resultados siempre iguales. Es un error indignarse por esto solamente con los K, porque no ayudaría a comprender el problema en su total magnitud.

Ahora puede ser peor, porque si se intenta parar la emisión desenfrenada con que se está financiando parcialmente el gasto,  se deberá elevar los impuestos para reemplazar la emisión, lo que rayará en la alevosía.

Quienes propugnan un nuevo sistema impositivo tienen razón, por lo menos parcialmente. Pero si no se baja el gasto, la carga total será la misma. Y cuanto más alto sea el gasto, más difícil será la discusión sobre el sistema impositivo, que en definitiva determina siempre ganadores y perdedores.  Ni hablar cuando se introduzcan en la discusión las retenciones y la Coparticipación. Será lo más parecido a una pelea entre un Pitbull y un Rottweiler.

Con una masa brutal de desocupados reales, fruto de las sandeces económicas acumuladas y de un crecimiento poblacional laxo e irresponsable, faltan muchos años, aún con un buen plan, para que se creen empleos privados y otras condiciones que hagan bajar el gasto drásticamente, lo que no significa que no se deba empezar a dar ya esa lucha.

En términos de competitividad, debe recordarse que los impuestos son costos que presionan sobre ella, y consecuentemente requerirán mayores devaluaciones para adecuar los costos en dólares a los mercados mundiales.  Eso también es válido para el mercado de empleos, o de trabajo, que, aunque no nos demos cuenta, también está compitiendo globalmente.

Notará el lector que, contrariamente a mi hábito de proponer un camino para todo, no estoy intentando pergeñar un sistema impositivo ni dar lineamientos sobre su formulación. El tema requiere profundos estudios y una concepción política de la Nación que no se ha establecido. La Constitución Nacional, que debería sentar esas bases, es un caos ideológico como fruto de las reformas baratas del alfonsinismo y del menemismo, ampliado por los dislates de los nuevos códigos y leyes fundamentales de los últimos diez años.

Pero ya que tanto nos gustan los acuerdos políticos, pactos de la Moncloa y otras rimbombancias,  un pacto patriótico sería aquel en el que todos los partidos se comprometiesen  a debatir y aprobar, dentro de ciertas pautas prefijadas, un nuevo sistema de gastos, presupuestos, déficit y endeudamiento, estableciendo niveles máximos para cada uno,  y también preeminencias y prioridades. Ya hemos hablado de esto varias veces.

Ese acuerdo debería incluir imprescindiblemente las leyes de coparticipación, hoy desvirtuadas por una suma de desaciertos políticos, y por el apoderamiento de ciertos impuestos por parte del gobierno nacional, que así genera caja para manosear a los gobernadores e intendentes.

También podría lograrse un sistema impositivo menos desestimulante a la inversión, la creatividad, el esfuerzo y el riesgo como el actual, fruto de la improvisación, la urgencia y la emergencia.

Teóricos más prestigiosos que quien escribe han propuesto volcarse hacia un sistema más federal, donde la mayoría de los impuestos sean recaudados por las provincias, y la Nación retenga apenas el mínimo de impuestos para atender a su funcionamiento.

Habrá que recordarles que en 1853, con apenas 1,800,000 habitantes, hubo que sacrificar los principios federales defendidos por Alberdi en sus Bases,  y plasmar un sistema impositivo casi unitario. Ello, para permitir la unidad mínima para transformarse en Nación. ¿Es distinto hoy? Los conceptos fundacionales suelen ser muy buenos,  pero la democracia y las masas poblacionales no son fáciles de ignorar, aunque ninguna de las dos lleve la razón, necesariamente.

Cualquier cambio importante requiere liderazgos importantes. Y patrióticos. Ese es tal vez el más destacado ingrediente que deberíamos buscar en los políticos que elijamos.

Y ya que hablamos de patriotismo y de nuestro mayor adalid económico, el preclaro Juan Bautista Alberdi, no está mal recordar un párrafo de su Sistema Rentístico, que escribiera el mismo año de la Constitución Nacional:

“… la economía real que traerá la prosperidad a la Argentina no depende de sistemas ni de partidos políticos, pues la República, unitaria o federal (la forma no hace al caso), no tiene ni tendrá más camino para escapar del desierto y  del atraso, que la libertad concedida del modo más amplio al trabajo industrial en todas sus fuerzas (tierra, capital y trabajo), y en todas su aplicaciones (agricultura, comercio y fábricas)”

“En efecto, ¿quién hace la riqueza? ¿Es la riqueza obra del gobierno? ¿Se decreta la riqueza? El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza”.

“El trabajo libre es el principio de la riqueza”

 

La estafa de los derechos adquiridos

Solemos pasar por alto los elefantes y ocuparnos de las ovejitas. Se leen por doquier las críticas al robo al Estado, el exceso de gasto público, “lo que roban estos tipos” y similares conceptos, todos válidos o con una alta dosis de verdad.

Pero somos más inocentes cuando vamos a lo concreto. A buscar las raíces de los problemas o el modo más fácil de resolverlos. Caemos en generalidades y frases hechas, y preferimos, por desidia, por conveniencia o por lo que fuera, no profundizar en algunos temas.

Por ejemplo, no queremos aceptar que toda corrupción del Estado tiene un socio y cómplice privado. Nos parece que el funcionario tiene una obligación ética y de lealtad, mientras que el privado es “un empresario que defiende su empresa”. Tenemos que revisar urgentemente la definición de empresario o por lo menos hacer una gran división.

Y también habrá de revisarse el límite preciso de estos derechos adquiridos que la mayoría de las veces son derechos comprados, que aunque parezca un sinónimo no lo es.

Miles de “empresarios creativos” inventan negocios inviables o inexistentes y luego se asocian con los funcionarios para expoliar al Estado. Sobreviven de gobierno a gobierno y van evolucionando. Una vez que se ganan la confianza de los funcionarios corruptos, son éstos quienes los buscan con nuevas ideas para desarrollar.

En el imaginario popular, sólo unos poquísimos nombres son demonizados con el estigma. Pero hay miles prendidos al presupuesto nacional y a los provinciales y municipales. Caminos, puentes, represas, informática, subsidios, importación de gas y petróleos, concesiones, venta de equipamiento militar, hospitalario. No se trata de “facilitating payments”, como los llama la hipocresía americana. Son auténticas sociedades para robar.

Allí hay empresarios que comparten y empresarios testaferros o prestanombres. La industria de las facturas truchas para justificar impositivamente el pago de retornos ha evolucionado ahora a facturas truchas al Estado, que no recibe ningún servicio, donde el funcionario corrupto devuelve al “empresario” el 30% y se queda con el resto.

Los presupuestos tienen hoy ese efecto acumulado. Todos estos casos tienen un denominador común. Si alguien quisiera eliminarlos se enfrentaría a que se le opondría el concepto de derechos adquiridos, o de seguridad jurídica, en términos de lobby. Un lobby poderosísimo que se mide cuando se empiezan a barajar nombres, muchos de ellos consultados por la prensa diariamente como si fueran expertos en otra cosa que el latrocinio.

Vamos a poner dos ejemplos recientes. El primero la Ley de Hidrocarburos que se acaba de aprobar y que es tema de comentario en todos los medios. En esa norma, además de otras barbaridades que no son objeto de esta columna, se otorgan preferencias, concesiones y prebendas de todo tipo a empresas amigas, socias, testaferros, y seguramente a alguna que no ha hecho nada malo pero que se beneficia en la volteada.

Esos privilegios, además de la falla ética,  ponen en riesgo cualquier política energética -si alguna vez hay una- al establecer un derecho de pernada y un virtual oligopolio para esas empresas, que aportarán un muy bajo financiamiento en una actividad que requiere justamente todo lo opuesto. También ahuyentará a las pocas empresas en el mundo con capacidad técnica y financiera para la gigantesca y difícil tarea de explotar Vaca Muerta.

Cuando alguna vez tengamos gobierno, necesariamente tendrá que revisar estos privilegios para poder incorporar a los grandes jugadores. Se encontrará entonces conque estos beneficiarios de hoy reclaman una compensación fabulosa por sus “derechos adquiridos” sea lo que fuere que esa frase signifique. Así crece exponencialmente el gasto del Estado. Con decisiones que nadie entiende, a veces sin coherencia, a veces con cláusulas secretas.

En la cola se pondrán a partir de la fecha los afectados por esta ley que se aprueba hoy, enarbolando también los derechos adquiridos problablemente de algún modo similar. Los montos son mucho más significativos que el ahorro real de despedir empleados, vagos o no, medida que también se suele esgrimir siempre, con cero resultado.

Lo mismo ocurre con la ley de Medios bis, o como se quiera llamar a la reciente Ley de Telecomunicaciones que permite la entrada de las telco en el juego del cable, con o sin justificativo. Va a generar juicios por enormes reclamos que el Estado perderá, como siempre, por parte de los antiguos protagonistas, protegidos de la competencia de la banda ancha, y en el futuro, reclamos de todos los nuevos beneficiados cuando la práctica obligue a los cambios que ya se advierten va a sufrir la norma en el futuro.

La cantidad de casos y los montos son tan relevantes, que se debe pensar en los mecanismos de legislación de emergencia para poder modificar o anular estos contratos, y en el tratamiento permanente futuro de estos convenios, a la vez que en un plan sistemático para la detección y revisión de estos casos. Definitivamente, también habrá que modificar las responsabilidades penales de los privados en la corrupción de estado. Si la oposición habla de derogar el Código Civil, con más razón habría que revertir estos “derechos adquiridos”. Cierto que habrá que enfrentarse al lobby más poderoso y de rancia corrupción de la Argentina.

Está claro que se debe respetar la seguridad jurídica, pero un punguista no puede alegar el derecho de posesión de una billetera robada, ¿no?

Esto es más necesario cuando se advierte que varias de estas normas han sido hechas  a las apuradas y con el solo propósito de generar privilegios, prebendas o ventajas políticas antes del cambio presidencial de 2015.

Por una serie de razones muchos dirán que esto no es posible. Nada es posible entre nosotros, salvo robarle al Estado. Y hablar al vicio.

Cómo sacarle el gasto de entre los dientes al tiburón político

Hablamos hasta ahora de dónde, cómo, cuándo y con quiénes cortar el gasto público. Veamos ahora cómo logramos quitárselo de las mandíbulas a los políticos–tiburones.

Comunicación a la sociedad

Internet será el medio de difusión viral y de comunicación, con un sitio web muy potente donde se expliquen los planes, plazos y resultados y se reciban ideas, voluntarios, opiniones. Será la base para el uso de las redes sociales y la cantera donde, por algún sistema de VPN, se acceda al trabajo en cooperación y a la gestión de proyectos.

Tendrá una doble función: la comunicación y cooperación interna, y la comunicación/interrelación con los ciudadanos. Tendrá un sector de denuncias y seguimiento que cumplirá un papel sumamente activo para evidenciar los excesos, errores y prácticas indeseadas de la administración.

Esta sitio, al explicar y debatir cada uno de los temas y casos importantes, cumplirá también una función formativa y, vía sus opiniones y colaboraciones, se irán destacando los líderes, no sólo de opinión, sino los futuros gestores y administradores.

Al fin y al cabo, ¿cuánto falta para una democracia apoyada fuertemente en Internet, con líderes políticos nacidos de Internet?

 Cómo reclutar a quienes harán la tarea                     

Como en cualquier otro caso. Convocándolos. El aviso del Tío Sam diciendo I need you, pidiéndole a la gente que se dejase matar por la causa de la libertad pareció bastante efectivo. Aquí se necesita un poco menos de sacrificio.

Hay que contar con la emulación, la necesidad de participar, el hecho de que habrá rápidamente resultados y de que mucha gente joven y no tanto, necesita participar. Se trata de una tarea que puede considerarse re-fundacional, contará con el soporte de las redes y muchos líderes y twitter stars, con enormes inquietudes y talento.

Internet será vehículo de reclutamiento de profesionales, que agregarán orgullosamente  a su curriculum que han trabajado en estos proyectos. La publicidad de los resultados tendrá un efecto potenciador trascendente y tarde o temprano, devendrá en un sistema de compulsa para elegir desde allí a los nuevos líderes. La idea central de colocar como líderes formales a los líderes informales.

Modo de presionar a los políticos   

La tarea de bajar el gasto debe estar enmarcada en la ley y en la política definitivamente. Esto crea diversos problemas. El primero es que los argentinos no tenemos confianza en los políticos ni en su respeto a la ley, que tampoco nosotros respetamos mucho.  Parte de esa deficiencia será cubierta por la particular estructura que describimos, que no es nada más que la larga mano de la ciudadanía metiéndose a auditar el gasto.

Pero se necesita para este proyecto una voluntad política que lo abrace y lleve adelante, y un grupo de leyes que soporten y legalicen la transición y el cambio de paradigma. Nuestras leyes están hoy alineadas con el sistema de rapiña al Presupuesto, y son rápidamente torcidas o tergiversadas para que se adecuen a las necesidades de los cuervos presupuestarios, ya que no los buitres.

Suscribo la idea de algunos expertos de establecer constitucionalmente límites al endeudamiento, el gasto, el déficit, la emisión y los impuestos. Con observaciones. La primera es que todas las mediciones deben ser hechas por entes supervisados por las estructuras que hemos propuesto para bajar el gasto, con participación directa de la gente. Poner normas constitucionales para burlarlas vía una oficina de cuarta es darle la razón a Tácito: «en un país corrupto se dictan infinidad de leyes

Pero, ¿cómo hacer que los políticos acepten cortar su mayor fuente de ingresos, manipulación, negociación y enriquecimiento personal como es el gasto público? ¿Cómo evitar que los partidos, en vez de formar futuros funcionarios y líderes, sean el piso de la Bolsa donde se negocia cada cargo público, cada favor, cada prebenda, cada licitación, cada partida?

De la única manera que los políticos entienden. Presionándolos, asustándolos, negociándoles el voto, repudiándolos, exponiéndolos, sacudiéndolos. (Si esto parece duro, recuérdese que en otras épocas de la historia les hacían cosas peores)

Y aquí otra vez las redes. El cacerolazo fue apenas una demostración de lo que se puede hacer. Recabar un compromiso firmado por los principales candidatos antes de las elecciones puede ser un mecanismo de presión importante, según cómo y cuánto trabajemos en ello. Redactar un modelo de compromiso incluyendo estos puntos y la promesa de designar los funcionarios ad-honorem con la anuencia popular, para luego exigir la adhesión de los políticos es un primer paso. Y quien no lo firme será expuesto a la opinión pública.

Democracia y participación directa

Una digresión previa. ¿A cuánto estaremos de una forma de participación directa de la ciudadanía en estos paupérrimos sistemas democráticos, – y no hablo sólo de Argentina- que nos han transformado en meros rehenes o vasallos con derecho a voto?

Pues bien, hagamos de la ciudadanía el auditor de nuestro gasto. Que se imbrique en este sistema de control, de modo orgánico, por algunos de los mecanismos explicados más arriba. Con datos que obtenga formalmente, o con datos que consiga del modo que fuere, y que exponga y haga públicos, de modo  orgánico o no.

Una especie de Greenpeace del presupuesto que concientice a la ciudadanía y presione al Estado y a los políticos y partidos, obligándolos a firmar compromisos de honor, de modo que si son electos, deban aplicar las recomendaciones de este trabajo o similares, y que sepan que serán despreciados y expuestos si no lo hacen.

Las mentes viejas leerán estas líneas con una sonrisa. Les respondo con una carcajada ante el desprecio de la capacidad de las fuerzas, la creatividad, la pujanza y la perseverancia de los jóvenes, particularmente los que tienen formación de redes. Después estas mentes obsoletas se admiran de los Amazons, Facebooks, Twitters y tantos otros emprendimientos, que son fruto esencialmente de la perseverancia que los ancianos mentales ya no ejercen.

Para bajar el gasto, hace falta esas perseverancia, talento y coraje. Ha hecho más por las libertades WikiLeaks que billones de dólares gastados con ese fin por los burócratas ancianos de todos los regímenes.

Propongo que esos movimientos de redes tomen un papel preponderante, no sólo ya en la lucha contra el gasto, sino en toda la vida democrática nacional, actualmente de una mediocridad y calidad desilusionante.

La presión de esos grupos sobre el sistema, no sólo impondrá el cambio, sino que removerá todos los obstáculos que se pongan por delante de las reformas.

Las alternativas propuestas sonarán al menos raras. No serán menos raras que un cacerolazo o una marcha inútiles convocados por las redes. Los argentinos nos quejamos de los políticos con toda razón, y nos acusamos por haberlos votado. Pero no nos damos cuenta de que nos han quitado todo mecanismo razonable de elección. Esos derechos que hemos perdido a manos de los partidos, ahora dueños del sistema electoral y de la propia Constitución Nacional, deben recuperarse vía la presión ciudadana.

Los derechos se han conseguido siempre enfrentando al rey, al poder, al Estado. Tenemos mecanismos colosales para hacerlo sin violencia y con una enorme eficacia. El pacto social siempre fue firmado por los reyes bajo el miedo. El de Juan sin Tierra, cuando firma su Carta Magna, no es una excepción. ¿Queremos usarlos o queremos seguir quejándonos y votando por 20 desconocidos?

Este tipo de proyectos será bandera en las redes o no tiene sentido hablar más de bajar el gasto. Hay que resignarse a la expoliación. Y tampoco tendrá sentido hablar más de las redes, si sus usuarios no son capaces de entender su misión.

Copiamos los sistemas políticos de los países centrales, pero no la acción de sus ciudadanos para lidiar con los políticos. Un grupo tenebroso, machista, belicoso, con lobby corrupto como la National Riffle Association, influye fuertemente en la elección del presidente norteamericano. Nosotros ponemos hashtags y cambiamos nuestros nicknames, como máximo.

Tal vez es hora de hacer más. Así ayudaremos a nuestra economía personal,  a la del país y seguramente a esta manoseada democracia.

El robo en los presupuestos es tan grande, que su sola detección y eliminación cambiaría el nivel de bienestar. Habrá que vencer todos los obstáculos falsos apilados por los propios políticos, los  sindicatos, los tercerizados, los prebendarios. Las huelgas, los reclamos de derechos adquiridos, (derechos que se burlaron cuando consiguieron las prebendas).

Habrá que pensar y conseguir aprobar leyes para permitir el cambio, ya que detrás de la ley se escudan los que la violaron serialmente para conseguir su libra de carne en el gasto.

En esta tarea, la ciudadanía debe tener un solo modo de pensar: es mejor hacer este cambio fundacional con el estado, con los políticos y con los partidos. Pero si lo tiene que hacer sin ellos, lo hará. Y si lo tiene que hacer contra ellos, también.

Así rescataremos la democracia de la hipocresía, la corrupción, la mediocridad y la rapiña en que se ha convertido, recuperando con la acción directa la condición de ciudadanos, trocada hace mucho por la de siervos por la asociación ilícita entre el poder mayoritario y minoritario, los empresarios, los ladrones públicos (perdón por la redundancia) y los vagos.

No es tarea de pocos meses, y habrá que resolver de otra manera las urgencias presupuestarias en el corto plazo. Es una tarea ongoing que, como práctica republicana, no debe cesar nunca. Y se debe ampliar a toda la gestión del estado, no sólo a la economía.

El Estado ha usado la tecnología y las redes para espiar, subyugar, controlar, dominar, burocratizar, esclavizar y someter al ciudadano. Es hora de que el ciudadano reaccione en el sentido inverso. Los líderes mediáticos de medios tradicionales y de las redes, deben abandonar su postura seudodesinteresada y comprometerse en proyectos como éste. O si no serán cómplices. No se puede desperdiciar el liderazgo sin abogar por las grandes causas.

Las redes han hecho de todos los líderes, periodistas. Y como dijera Joseph Pulitzer, un periodista debe estar siempre a favor de los necesitados y siempre en contra de los ladrones públicos.

Acostumbrados a pensar en 140 caracteres, nos cuesta trabajo bajar aunque sea sólo un nivel en la tarea de desarrollo del pensamiento. Por eso todas las ideas son apenas esbozos que raras veces avanzan a más de eso: ideas esbozadas en un plumazo.

Tareas refundacionales complementarias

Por supuesto que hay algunas tareas de fondo que son necesarias para tener un país razonablemente serio y posible.

Una reformulación del sistema de coparticipación.  Otros prefieren un federalismo furioso. Imitando modestamente a Alberdi, creo que no se puede aplicar de golpe sin dejar un tendal de sancionados por una generación.

Una reformulación del sistema tributario. Para ello es condición previa que el nivel de gasto sea lógico y adecuado. De lo contrario estaremos simplemente cambiando el pagador de la factura.

Una reformulación de la política del Estado y su participación en la economía. Casi no merece comentarios por su obviedad.

Cito estos temas como una forma de reconocer su necesidad, pero no es el intento de este trabajo abarcarlos. Sí sería posible usar algunos de los conceptos aquí ensayados para encarar esas tareas.

Estamos proponiendo limitarle al Estado el control de la economía, de nuestra economía personal y de la economía de la sociedad.Para ello, utilizar sistemas organizados de la sociedad y de las redes sociales  en general, que obren como contralores de la ciudadanía sobre el estado, los políticos y sus funcionarios.

Es evidente que los políticos y aún la democracia vilmente desfigurada por ellos, los partidos y los ladrones públicos, nos han defraudado y han entronizado una ineficiencia e ignorancia cómplice en todos los presupuestos.

Como en toda la historia, la ciudadanía debe elegir entre reaccionar y retomar su poder, o resignarse a la esclavitud y el servilismo. Hay una oportunidad en el gigantesco sobregasto, cuya eliminación permitiría resultados espectaculares sin sacrificios que afectan siempre a las clases más desprotegidas.

Abro esa discusión, aun sabiendo que recibiré la ironía- (sistema de discusión de los ineptos- y la burla ante lo que se percibirá como idealismo anticuado. Idealismo viene de ideas. Hay que tener coraje para defenderlas. Nadie nos regalará la libertad, ni económica ni de ninguna otra clase. La libertad se gana con coraje. Ese coraje comienza por exponerse.

Podemos seguir pidiendo a gritos la baja del gasto, sin explicar cómo, ni dónde, ni de qué modo. En tal caso, y para ser políticamente correctos a full, sugiero que, además de la baja del gasto, pidamos por la vacuna del sida, la lucha contra la trata, y sobre todo, la paz universal.

Se escuchan ofertas.

Un modesto homenaje a Ricardo López Murphy, que inmoló su carrera por proponer una baja concreta del gasto.

Cómo bajar la parte más difícil del gasto público

En todo lo que hablamos hasta ahora hemos atacado sólo la parte más simple del gasto, con buenos ahorros potenciales, pero la más fácil de bajar. Ahora vamos a lo que llamaremos el presupuesto general. Si se toma el caos actual acumulado de partidas y conceptos y se intenta cortar algunos rubros desde esa base, la confusión es tal que lo hace imposible, cuando no peligroso. Y por eso no se puede usar el actual presupuesto. Usarlo como base es caer en una trampa.

La ignorancia del contenido y funcionamiento del presupuesto por funcionarios de cualquier partido y cualquier administración es cómplice de los ladrones públicos y del populismo. Nadie sabe lo que hay adentro. Y ésa es la idea central. Que nadie sepa nada. Por eso hay que tirar a la basura el presupuesto actual.

El trabajo consiste en establecer cuál debería ser el verdadero nivel de gasto adecuado para cumplir con las políticas públicas diseñadas. Esto es lo que se conoce como presupuesto de base cero. Imaginemos entonces un diseño de políticas públicas en cada ministerio, (Tras determinar a su vez que el ministerio es relevante) Luego se establecen las necesidades de gastos para cumplir esas políticas. Las universidades tendrían una magnífica oportunidad de contribuir y al mismo tiempo desarrollar conocimiento sobre el funcionamiento del estado.

Esta técnica se usa en todas las grandes empresas del mundo -algunas casi comparables a Argentina- cada, por ejemplo, siete años, para obligar a repensar el presupuesto. Aquí es imprescindible.

Al completarse esta etapa, se tendrá un prototipo de presupuesto que en definitiva mostrará los gastos en que se debe incurrir para hacer lo mismo que se hace en la actualidad, con igual cantidad y calidad de prestaciones. Quienes hayan participado tendrán una cantidad de información sobre los excesos e irregularidades contenidas en los presupuestos actuales, a la vez que serán una fuente muy rica de ideas para otra futura etapa superadora.

Dos Presupuestos

Tendremos en ese momento dos presupuestos: el vigente, determinado a dedo, como se hace habitualmente, y el presupuesto modelo recién confeccionado. No hace falta mucha elaboración para comprender que las diferencias serán notorias y muy trascendentes. En ese momento, la sociedad debe ser informada de cuánto costaría el manejo de la cosa pública de utilizarse el nuevo criterio, y de cuáles serían los efectos impositivos, cambiarios y económicos en caso de aplicarse. Ese nuevo presupuesto deberá publicarse y discutirse.

¿Cuál sería el objeto? Que la ciudadanía advierta el enorme desperdicio contenido en las cuentas actuales. La terrible diferencia entre lo que se paga de impuestos y lo que la comunidad recibe de retorno. Esa diferencia es la que nos permitiría uno de dos caminos, o una mezcla de ambos:

-Bajar la presión impositiva liberando así recursos para el crecimiento y la inversión.

-Mejorar en serio la equidad vía prestaciones adicionales a los sectores que lo justifiquen. Y aquí ni siquiera se abre juicio sobre ideología alguna.

A partir de ese momento, empieza el proceso, (que es una técnica) de pasar del presupuesto de hoy al nuevo presupuesto. Eso implica una dura tarea que no se podrá realizar de un día para otro, pero que tiene que tener un paso firme y continuo.
Para ello no sólo hace falta una política de Estado, sino que la ciudadanía, con los mecanismos que hemos propuesto y con nuevos mecanismos que la comunidad imponga, vía su opinión y las redes sociales y otras acciones Nada de eso ocurrirá si no hay una convicción en la sociedad de la necesidad del cambio. La sola diferencia monetaria entre el presupuesto actual y el nuevo presupuesto puede ser un incentivo muy valioso. Por eso la persuasión y comunicación a la sociedad, además de leyes que deben ser promovidas y forzadas por la sociedad, serán vitales para este proceso.

La persuasión

Todo lo escrito vuelve a poner sobre la mesa la dificultad para bajar el gasto. Los mismos que hoy claman por su baja inmediata dirán que este camino es estrambótico y larguísimo. Sigo pidiendo que se propongan ideas alternativas, o que se hagan modificaciones a este trabajo que lo mejoren, pero que no se declamen proclamas de reducción de gasto o de déficit sin aportar ideas concretas y precisas.

Cuando Ricardo López Murphy propuso su modesto recorte al presupuesto, que le costó el cargo a él y al país el default, lo hizo vía la eliminación de un incremento previsto en el presupuesto universitario. Sin enjuiciar la procedencia de ese incremento, su intento fue desesperado, justamente por la imposibilidad, dada la urgencia, de entrar en el presupuesto en profundidad, una empresa imposible sin un Van Helsing ad hoc

Quien haya encarado en la práctica este tipo de tareas, siempre rehuídas también en el ámbito privado, sabe que el desafió requiere técnicas, perseverancia, firmeza y constancia. Y algo de inteligencia. Y principalmente, el apoyo de la población. Por eso la necesidad de ser capaces de persuadir, que no significa empaquetar, como rápidamente traducimos los argentinos. Persuadir es además tomar compromisos, fijarse metas, rendir cuentas a la sociedad. En una palabra, hacer el trabajo que deben hacer quienes pretenden ser funcionarios públicos. O sea, mejorar la calidad de la pobre democracia local.

Ya escucho al lector diciendo: “¿pero quién va a hacer todo este laburo? Este tipo se volvió loco”. La próxima semana explicamos quiénes y cómo harán esto.