Brasil ha sido uno de los países que más fuerte recibió el shock de la caída de los precios de los commodities. Eso se siente, no sólo en la economía y en los mercados, también está haciendo estragos en el frente político. La economía global muestra en las últimas semanas que los riesgos están disminuyendo. Pero la incertidumbre de comienzos de año probablemente haya impactado en el crecimiento esperado para este año en Brasil, que ya estaba atravesando una dura recesión.
Como diría Warren Buffett, recién cuando baje el agua, nos daremos cuenta quiénes están nadando desnudos. El agua bajó y fuerte en la región, y todos aquellos que no aprovecharon la marea alta para hacer las reformas institucionales y económicas necesarias para ganar sustentabilidad lo están sintiendo. Un ejemplo claro ha sido Argentina, país que, enfrentado en la disyuntiva de reformas necesarias durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, decidió ir por todo y tiró por la borda una gran oportunidad.
Brasil se enfrenta con una crisis económica que, por su magnitud, es sólo comparable con la crisis del treinta. A esto se suman los escándalos de corrupción y la investigación del juez Sérgio Moro llamada “lavado de auto”. Manejos corruptos de las empresas más grandes del país en conjunto con el Estado, sumados a las dificultades económicas, han sacado a los brasileños a las calles, en la mayor demostración de la historia de Brasil. Piden la salida de Dilma Rousseff del Gobierno. Continuar leyendo