Por: Darío Epstein
Tanto EEUU como Europa y Japón han venido inyectando liquidez al sistema financiero en los últimos cinco años.
Este es un tema sabido.
Lo que vale la pena recordar es que cuando la liquidez empieza a desaparecer castiga primero a los mercados menos líquidos y de menor profundidad, llámese mercados emergentes, bonos de alto rendimiento u otros activos o acciones de segunda línea que en los últimos años han recibido importantes fondos.
Llegamos al punto en que los pequeños inversores, en busca de retornos razonables, se suben a la ola y pierden la visión del riesgo que están asumiendo para conseguir algo más de retorno.
Los sucesivos programas de recompra de activos de los últimos años implementados por la Reserva Federal han brindado hasta muy recientemente seguridad a los mercados financieros, empujando a las acciones al alza hasta niveles máximos y llevando a los rendimientos de los títulos del Tesoro a mínimos en el mercado de bonos.
Pero en su último comunicado, la Reserva Federal ha hecho un llamado de atención a los mercados. Luego de tocar 1.60%, las tasas de los bonos de tesoro de 10 años se dispararon a 2.50% sembrando dudas en toda clase de activos, desde los valores más seguros de calificación AAA hasta los bonos de alta renta y riesgo, pasando por el oro y, por supuesto, por las acciones.
El comunicado de la Reserva Federal y el discurso posterior de Ben Bernanke confirmaron lo que todos piensan, terminando de inclinar a los inversores a un solo lado, el del ajuste de precios. Bernanke está testeando a los mercados, les está avisando sin pronunciar ninguna palabra categórica acerca de sus próximos movimientos que la política monetaria expansiva no es infinita y va tanteando de forma muy sigilosa y con palabras, no hechos.
La Fed decidió mantener sin cambios su programa de compra de activos en USD 85 mil millones mensuales y mantuvo la tasa de interés de referencia en sus mínimos. Pero el comunicado de la reunión destacó explícitamente que los riesgos a la baja de la economía de EEUU se han reducido, lo que actúa a favor de una reducción de los estímulos, algo que los inversores no quieren escuchar porque en algún momento significará el final de la fiesta. Los mercados siempre se anticipan y ese fue el motivo de las fuertes bajas en todos los activos de riesgo de las últimas jornadas.
La caída rápida y furiosa de las últimas jornadas no es más que el descuento que hacen los mercados, y es un ajuste controlado que la Reserva Federal intenta aplicar antes de anunciar de un día para el otro que existe una fecha de vencimiento a los estímulos aplicados.
Si bien no se espera que la Fed anuncie una suba de tasas hasta 2015, la expectativa de un final del programa de recompra de activos en algún momento del cuarto trimestre comenzó a tomar forma.
Y en este ajuste, los que tienen más para perder son los mercados emergentes, ya que son los que mayor prima de riesgo llevan consigo y son el primer eslabón al cual los inversores le sueltan la mano.
En este escenario nos preocupa el impacto que pueda tener China y Brasil sobre Latinoamérica, ya que si se debilitan, impactarán negativamente en el crecimiento del mundo y especialmente en las economías latinoamericanas.
Hay que mirar la evolución de los emergentes, más aún porque fueron hasta ahora el motor que traccionó la recuperación de la economía mundial en los últimos cinco años. Y prestar especial atención porque si los fondos institucionales deciden empezar a retirarse no hay profundidad y liquidez suficiente a hacer frente a estas salidas y podrían ajustar rápidamente a la baja.
En este nuevo escenario, los inversores deben redoblar los controles en sus portafolios de mercado, porque esta situación que muchos consideran una baja temporal, si dispara ordenes de venta producirá un cuello de botella principalmente sobre los activos mencionados.
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