Por: Darío Epstein
Es difícil explicar el fenómeno de Donald Trump sin tratar de entender a su grupo de votantes. Uno de los principales atributos que le asignan es la capacidad de llevar las cosas a cabo. Cansados de votar políticos que quedan atrapados en la maraña burocrática y no logran avanzar.
Pero es muy importante entender que Trump logra interpretar las necesidades de los ciudadanos de clase media, aunque sus alternativas de solución no sean tan claras. Por ejemplo, habla de devolverle a Estados Unidos los trabajos perdidos como consecuencia de la globalización, entiéndase outsourcing y offshorización. Ataca permanentemente a China, Japón y México como responsables de esta situación y de manipular su moneda. Ha propuesto tarifas diferenciales a las importaciones y un control más estricto del tipo de cambio.
Sus votantes están felices. Trump entendió su problema. ¿Pero la solución sirve? Traer la industria de nuevo a Estados Unidos nos asegura dos cosas: mayores costos para los consumidores norteamericanos y desempleo a futuro, producto del avance de la cuarta revolución industrial y la salida inminente de mano de obra de tareas repetitivas o rutinarias a la robótica y la digitalización. Claramente, no se está anticipando al futuro, sino interpretando el malestar de los votantes.
En el caso del gasto militar, propone que los países a los que Estados Unidos ayuda paguen por este servicio. Suena lógico. Pero entonces: ¿qué sucedería sin un país aliado y con un problema no quiere “contratar” los servicios militares de Estados Unidos? ¿Lo dejará de lado? ¿Y si un país no aliado necesita una fuerza militar alquilada? ¿Podrá contratar sus servicios? Otra vez hace ruido la implementación.
Lo que sí está claro es que una gran proporción de ciudadanos está sumamente disconforme con el modelo social demócrata (estilo europeo) en que se ha convertido el país. Para ellos, Estados Unidos ya no es lo que era. En lugar de ser un país liberal en donde los sueños pueden cumplirse sobre la base del esfuerzo propio y del espíritu emprendedor, sus habitantes se resignan a integrar una estructura en la que el Gobierno interviene cada vez más en la economía.
Estados Unidos se ha convertido en una social democracia en donde cada vez más la mano invisible se ha vuelto visible y presente en el día a día de sus habitantes. Está presente en los mercados, las tasas de interés, el dólar y muchas otras variables están intervenidas.
El Gobierno ayuda permanentemente a sus ciudadanos. ¿Pero será que la gente no quiere subsidios, ni tickets de comida, ni seguros de desempleo? Quiere su oportunidad de mejorar y progresar sobre la base de su propio esfuerzo. Añoran lo que fue y sobre todo la movilidad social.
Hoy la clase media está muy a disgusto y la sensación es que hace muchos años que los sueldos están estancados en términos nominales y que, en términos reales, pierden valor (Nota: el análisis de los datos que hicimos en Research for Traders no confirma del todo está hipótesis).
Eso se suma a un déficit fiscal que suma 500 mil millones de dólares cada año y una deuda pública enorme, de 19,3 billones de dólares, y mucha ayuda del Gobierno a los sectores más grandes de la economía. La profundización se dio a partir de 2008, año en el que se hizo un salvataje a casi todos los bancos grandes, a la mayor empresa de autos (General Motors) y a la aseguradora número uno (AIG) con el dinero de los contribuyentes.
Ese malestar, sumado a los inmigrantes ilegales, a temas de terrorismo internacional con Al Qaeda e ISIS y al deterioro de las jubilaciones renovó el espíritu nacionalista.
Es por eso que el norteamericano promedio está buscando otro Rambo, alguien que se haga cargo de la situación actual y tome medidas drásticas. Ya no hay lugar para blandos.
Las encuestas dan por ganadora a Hillary Clinton, pero ella está instalada como cualquier político del establishment. No ha logrado todavía captar la verdadera necesidad real del ciudadano. Hay un divorcio entre lo que hace con su país y lo que sus habitantes le están pidiendo.
¿El partido republicado apoyará o no a Trump? Si el partido republicano apoya a Trump en esta movida y Trump acomoda su discurso al del Grand Old Party (GOP), nosotros le damos muchas más chances de ganar, a pesar de lo que dicen las encuestas. Si tan sólo pudiera ganar parte del voto afroamericano, la victoria sería mucho más factible aún.
En síntesis, los ciudadanos de Estados Unidos están cansados del sistema y de la lenta caída. Muchos de ellos está dispuesto a jugar fuerte y tomar riesgos en pos de recuperar parte del sueño americano perdido. Trump supo recoger el malestar, pero las soluciones propuestas y su imagen negativa no ayudan. Sin embargo, Clinton tampoco logra las adhesiones necesarias para garantizarse la presidencia. Muchos votarán “en contra de…”. Muchos elegirán lo que consideran el mal menor, en lugar de votar al mejor candidato. En esta materia, los latinoamericanos somos expertos.
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