Por: Darío Epstein
Brasil ha sido uno de los países que más fuerte recibió el shock de la caída de los precios de los commodities. Eso se siente, no sólo en la economía y en los mercados, también está haciendo estragos en el frente político. La economía global muestra en las últimas semanas que los riesgos están disminuyendo. Pero la incertidumbre de comienzos de año probablemente haya impactado en el crecimiento esperado para este año en Brasil, que ya estaba atravesando una dura recesión.
Como diría Warren Buffett, recién cuando baje el agua, nos daremos cuenta quiénes están nadando desnudos. El agua bajó y fuerte en la región, y todos aquellos que no aprovecharon la marea alta para hacer las reformas institucionales y económicas necesarias para ganar sustentabilidad lo están sintiendo. Un ejemplo claro ha sido Argentina, país que, enfrentado en la disyuntiva de reformas necesarias durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, decidió ir por todo y tiró por la borda una gran oportunidad.
Brasil se enfrenta con una crisis económica que, por su magnitud, es sólo comparable con la crisis del treinta. A esto se suman los escándalos de corrupción y la investigación del juez Sérgio Moro llamada “lavado de auto”. Manejos corruptos de las empresas más grandes del país en conjunto con el Estado, sumados a las dificultades económicas, han sacado a los brasileños a las calles, en la mayor demostración de la historia de Brasil. Piden la salida de Dilma Rousseff del Gobierno.
La economía es el punto clave de presión: Brasil mostró una contracción en su PBI de 3,8% en 2015 (adicional al estancamiento del año previo), el peor desempeño anual desde 1990. La caída de 2015 tuvo que ver principalmente con la contracción de la producción industrial, que cayó 6,2%, seguida por los servicios: -2,7 por ciento. El único de los sectores que mostró un crecimiento fue el agropecuario: +1,8%, pero es el que menos empleo genera. La inversión mostró una caída del 14,1% el año pasado.
Obviamente que eso no va a suceder, y la respuesta es el famoso y conocido “Vamos por todo” a la brasileña: le ha ofrecido a Lula da Silva un puesto de ministro en el Gobierno, han reforzado la posición del Partido de los Trabajadores en el Gobierno y le han dado protección judicial a Lula de los procesos por corrupción. Como ministro de Dilma Rousseff, el ex Presidente de Brasil tendrá fueros privilegiados. Las causas por las que se lo investiga, que lo podían llevar a prisión, pasarán ahora a la Corte Suprema. Esto extenderá en el tiempo una posible salida o solución de shock, evento que los mercados verían como una oportunidad. Hoy es exactamente lo contrario y toman una posición defensiva y vendedora con Brasil, que había intentado reaccionar el último mes ante las constantes liquidaciones de posiciones especulativas tanto de bonos como de acciones.
Existe un grupo de países en Latinoamérica en los que se observan progresos en materia de inflación, como Colombia y Perú, y en donde los bancos centrales continuarán subiendo las tasas de interés de referencia. En Chile y México, en cambio, las expectativas de inflación están bastante contenidas y la consecuencia no deseada es una actividad económica que se resiente, y donde no deberíamos esperar más ajustes. En Brasil, las condiciones monetarias ya son restrictivas y la inflación está cediendo: se esperan recortes de tasas de interés en algún momento en el segundo semestre del año.
La forma en que trabajan las políticas sociales en la región golpea de frente con la recesión. Y se ve en la mayoría de los países. La receta ortodoxa sería reducir rápidamente el déficit fiscal, lo que en épocas recesivas es muy complicado. La salida heterodoxa es endeudarse para seguir financiando el déficit fiscal, lo que implica mayores problemas a futuro y mayor costo social.
La pregunta que debería hacerse la sociedad es: ¿Qué generación va a pagar el costo del derroche fiscal? ¿Nosotros? ¿Nuestros hijos? ¿Nuestros nietos? ¿Se puede crecer en este contexto de déficits fiscales, endeudamiento, inestabilidad política y corrupción? Entendemos que la única solución que nos permitiría salir por arriba del laberinto actual es la inversión y el crecimiento. Pero eso necesita de elementos ausentes en la región.
Dice el Martín Fierro: “No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”. ¿Será así? O como una vez dijo Lula, en 1988, a la revista Veja: “No Brasil é assim: quando um pobre rouba, vai para a cadeia, mas quando um rico rouba ele vira ministro”.
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