Márgenes de política económica e inventario

Es llamativo, sin saber los motivos, que el flamante Gobierno, a hoy, no precisara en público de modo detallado —un inventario— el colosal desarreglo macroeconómico dejado por la anterior gestión. Aquel no releva al Gobierno de aplicar las debidas correcciones, de forma acertada, pero es innegable que ese antecedente, como se suele encarar en determinados análisis económicos, arrima cierto valor entre predictivo y explicativo de las implicancias posteriores. Hay serios condicionantes, costos y tensiones, como compromisos en el uso de las políticas, no entendibles sin una cabal comprensión de ese pasado. Asimismo, juega la propia concientización de los agentes en general de las restricciones operantes.

Veamos un par de ejemplos al respecto. Por un lado, es obvio que la liberación mayoritaria del nefasto cepo, apelando básicamente a un mercado de cambios único, flotación intervenida mediante —detrás de un mayor realismo cambiario (cuyo alcance está aun abierto) —, se aplicó con falta de un plan estrictamente integral. Aún no se completó el stock de intervención señalado. Luce ausente el hito referido al crucial binomio fiscal-monetario, con lo cual, como cable a tierra, se asume cierta política de ingresos activa (aludimos al criterio en la pasada nota “Estrategia de choque y política de ingresos activa”) —queda en pie el capítulo salarial— y al alza de la tasa de interés. Continuar leyendo

La hora de la verdad para la economía argentina

A pocos días del ballotage, las nuevas autoridades enfrentarán una complejísima situación económica, con componentes tanto objetivos como subjetivos.

Lo objetivo gravita en lo hondo, un marco macroeconómico —el eje de la economía— que presenta un desalineamiento radical, cuyo epicentro es la enorme distorsión de los grandes precios relativos (una severa sobrevaluación cambiaria, sin olvido del desajuste de otros precios), el que calza con los desvíos en otras variables claves (fiscal, monetaria, tasas). A eso se suma una inflación alta, sólo algo contenida por la artificial ancla cambiaria. La restricción externa emblematiza la instancia, incluyendo el negativo cepo cambiario, y el resumen lo da un stock de reservas internacionales muy expuesto.

El llamado Plan Verano cumplió su circunscrita misión, con cierta mejora de la actividad y del consumo y evitó traumatismos mayores. Pero, su fondeo en dólares se desgastó y, sin chances de reciclarlo en forma, el Banco Central enfatiza ahora una mera línea de defensa a través de distintos resortes, apostando al aguante —hasta el cambio de Gobierno— sin que tallen cambios de portafolio ruidosos. Continuar leyendo

El ajuste ya está sucediendo

En un plano que cabría llamar “preelectoral largo”, por lo que falta para los comicios de 2015, se instaló algo así como el debate acerca del “ajuste”; sobre quienes, supuestamente, son o no adeptos al mismo. La clave política del asunto se capta. Pero ¿qué ocurre en lo estrictamente económico?

De hecho, nuestra economía atraviesa actualmente una clara etapa de ajuste. Es verdad que se suele aludir a los “planes de ajuste”, en tanto enfoques integrales que incluyen diversas medidas de contención de gastos y/o amplias correcciones de precios relativos.

Ahora, no juega esa integralidad. Sin embargo, es innegable la situación de evidente estancamiento en actividad y ventas, la alta inflación, los daños en el mercado laboral, las remuneraciones reales apremiadas, las reservas bajo tensión y la visible caída de las exportaciones, entre otros factores. En sustancia, opera una instancia de arrastre, de fuente endógena en lo esencial, asociada al esquema macro aplicado en 2010, que alentó el retraso del tipo de cambio y la falta de dólares, y dio cauce al disfuncional cepo cambiario.

La economía, pues, registra una conducta muy negativa, ligada a un agudo desalineamiento de sus variables básicas, incluidas distorsiones de precios relativos y de tenor fiscal-monetario. No aplicamos en sí un plan de ajuste amplio, pero, el citado desalineamiento impone un serio ajuste de facto, con muchas dudas de que el cuadro pueda revertirse. Luego, ¡el ajuste ya está en casa! Por ende, ¿a qué viene el debate sobre el ajuste? Es como discutir sobre el sexo de los ángeles.

Una hipótesis de color rosa, es que las autoridades –luego del actual plan de emergencia para amparar las reservas en estos meses inmediatos- consigan en 2015 armar un flujo neto de divisas positivo, incluidos recursos frescos más allá de los compromisos existentes. En todo esto, el quid pasaría por la incidencia que cabría al arreglo con los holdouts. En el summum de la hipótesis, la economía repuntaría un poco, bancándose cualquier atraso cambiario sin expectativas de devaluación, y gambeteando exigencias en lo fiscal, lo monetario y en lo relativo a la inflación.

Late la idea del continuum feliz. Ahora, se aprovecharía un pedazo del “valor actual” de la edénica Argentina de mañana, post 2015, con su plétora de recursos naturales a mano -sin olvido de la infraestructura-, a activar mediante el ingente aflujo de capitales del exterior en un nuevo clima. Sin duda, este libreto ve al atraso cambiario como algo trivial. No obstante, ¿seguiría la “piedra libre” en materia fiscal, monetaria e inflacionaria? Mmm…

Desde ya, si se cree que el duro retraso cambiario haría estragos en sectores productivos claves y en el empleo, exigiendo rectificación, entonces, previo a decantar en las ventajas (de crecimiento y de empleo) de un esquema de dólar competitivo, se requiere un set de correcciones que alguien podría tildar de ajuste.

A nivel preelectoral, el debate por el ajuste tiene su retórica, mientras lo estrictamente económico marca su lógica. De facto, ya cursamos un ajuste, con una economía muy desalineada. Por esto, aun jugándose a futuro por el crecimiento –habría que ver el cómo-, luce arduo obviar una primera fase de correcciones, no muy alegres, seguramente tachada de ajuste.