Desempolvar los manuales de la Guerra Fría

Por esos giros y rendijas de la historia, la zona de Crimea tiene un vínculo pocas veces recordado con algunos de los aspectos más folkloricos de la argentinidad. Nos referimos a cómo algunos de los rasgos de las vestimentas usadas por las fuerzas británicas, que hace más de un siglo y medio combatieron en esa península contra las fuerzas rusas, terminaron ‎incorporándose a la vestimenta más propia de nuestros gauchos. En las últimas semanas esa zona signada por choques de etnias y religiones durante siglos y residencia de los siempre combativos cosacos, que pese a la lejanía se han mantenido leales a Moscú, vuelve a ser un punto de máxima tensión internacional.

Un país dividido entre un amplio sector apegado al idioma y la historia de Ucrania, que mira a Occidente y a la Unión Europea como Norte, y otro, más reducido, ligado en lo étnico, idiomático, afectivo y económico al gigante ruso. La península de Crimea revierte esa ecuación, dado que ahí sí existe una mayoría civil y de personal militar vinculada a Moscú así como la principal base naval de la flota de guerra rusa en el Mar Negro, la cual está bajo jurisdicción legal de Moscú hasta el 2017 por un acuerdo firmado en su momento por los dos países.

La rebelión popular con el antecedente de decenas de muertos en las calles motivó el ascenso de un gobierno de transición que que representa a lo sectores más pro occidentales. La reacción del gobierno de Vladimir Putin fue inmediata y consistió en consolidar la presencia y control militar sobre -su ya en gran medida controlada- Crimea. Ello ha llevado a una situación de máxima tensión entre ambos países a lo que se suma a la mecha encendida de una eventual guerra civil o choques violentos a gran escala entro los ucranianos nacionalistas y los que buscan preservar una alianza histórica con Rusia. Ya durante la Segunda Guerra Mundial el mismo Stalin envío a uno de sus hombres de confianza, Nikita Krushchev, el mismo de cuando asuma el poder en 1956 por muerte de Stalin procederá a una abierta y furiosa crítica a lo hecho por su mentor, para controlar a sangre y fuego a los sectores sospechados de poder respaldarse en la Alemania nazi para independizarse de la URSS.

Las taras ideológicas y el racismo extremo de los nazis impidió que pudiesen aprovechar a pleno esas fuerzas separatistas tanto en Ucrania cómo en otras repúblicas. Diversos analistas no dudan en marcar la actual situación como el principal clivaje geopolítico desde los traumáticos hechos del 11 de Septiembre del 2001, y un antes y un después del vínculo de la Rusia post-soviética con Occidente en general y con los EEUU y Europa en particular. Por el momento, la posibilidad que Putin ordene una ofensiva militar sobre parte sustancial de territorio ucraniano no parece lo más probable aunque si pasará en los hechos la península de Crimea como un verdadero protectorado de Moscú.

Quizás más que una abierta y sangrienta guerra interestatal, aún mayores recaudos se deban tomar para evitar una implosión de la misma Ucrania. La respuesta que en estos momento está elaborando la Casa Blanca parecen orientadas a redactar una Orden Ejecutiva que articule un pasos conjuntos para a presionar de manera diplomática, comercial y financiera a las jerarquías políticas, militares y algunos empresarios vip rusos. Al mismo tiempo, impulsará junto a la Unión Europea y organismos internacionales créditos que ayuden a Kiev a superar una aguda crisis económica, factor este que también tuvo un peso no menor en el derrumbe del gobierno pro Moscu.

La sorpresa del Departamento de Estado de los EEUU no debería ser total, al menos eso es lo que revelan los cables reservados y secretos del 2006 al 2009 dados a conocer por los Wikileaks en donde se describen hipótesis serias del escenarios críticos e incluso peores que los que se vienen dando en los últimos días. El avanzar hacia sanciones sobre la elite rusa y sus aliados dentro de Ucrania es un ejercicio por demás delicado o quizás el más sensible que tiene y que tuvo que enfrentar el presidente Barack Obama. Moscú es un actor clave, no sólo por mantener un formidable arsenal nuclear y ser protagonista estelar en el mercado del petróleo y el gas a nivel mundial, sino también por el rol que tiene en procesos sensibles para la Casa Blanca como el repliegue planeado en Afganistán (pocos años atrás EEUU acordó con Rusia ir reemplazando los canales logísticos que pasaban por la turbulenta Pakistán por otros en área de influencia de Moscu), las negociaciones con Irán por el programa nuclear, el desarme del arsenal químico sirio, la lucha contra el enemigo común que constituye Al Qaeda y sus filiales, y la estrategia de ir reduciéndose márgenes de maniobra estratégica a la ascendente China.

Este último, es el verdadero rival geopolítico que Washington ve para las próximas décadas. Los planificadores norteamericanos en tanto se orientan a considerar a Rusia una megapotencia nuclear-militar pero con serios problemas demográficos así como con dificultades para articular una economía capitalista moderna y con normas claras y transparentes. Para la Casa Blanca, más temprano que tarde, las tensiones de diverso tipo presentes en la históricamente compleja vinculación rusa-china terminará favoreciendo los márgenes de maniobra de la diplomacia y la inteligencia norteamericana para sacar provecho de esas fricciones. Por el momento disimuladas, según se piensa, por la tendencia tanto de Pekin y Moscú de buscar balancear el mega poder americano post-triunfo en la Guerra Fría.

La crisis en Ucrania en general y en Crimea en particular son un recordatorio que no todas las amenazas a la seguridad nacional de los Estados en general y de las grandes potencias en particular se derivan de actores trasnacionales como el terrorismo fundamentalista o la proliferación de armamento nuclear por parte de regímenes cómo Irán. La vieja geopolítica de las fronteras y población se resiste a desaparecer. Los tomadores de decisiones en Rusia tienen frente a sí el desafío de marcar firmemente un límite a los riegos de perder el control en áreas claves cómo Crimea, mantener en alto del orgullo ruso y la imagen de poder y resurrección soviética que transmite Putin, pero al mismo tiempo reconocer que al mundo capitalista e interdependiente al cual se están sumando de manera exitosa, aún depende en gran medida de actores claves en ese sistema como los EEUU y sus aliados estratégicos como Alemania, Japón, Francia, Reino Unido y otros.

En síntesis, buenos motivos para no escalar al extremo. Rusia necesita de Occidente para su modernización y estabilización de largo plazo y los EEUU y sus aliados necesitan del oso ruso en temas por demás sensibles en el corto, mediano y largo plazo. Esa combinación de necesidad mutua y rivalidad no es impedimento para estar atento a errores de percepción que puedan llevar decisiones apresuradas o situaciones en donde los impactos cruzados vayan más allá de lo previsto. Los mecanismos de comunicación y de medidas de confianza mutua que armaron EEUU y Rusia tras la crisis de los misiles en Cuba de 1962, y que fueron perfeccionándose en los 70 y todavía más en los 80, volverán a tener una utilidad que desde 1989 se consideraba casi olvidada. El vetusto y mítico teléfono rojo parece destinado a volver a sonar entre el Kremlin y la Casa Blanca en esta era digital y de internet donde los teléfonos fijos parecen haber quedado como recuerdo del pasado.

“La supremacía” Snowden y la inesperada consecuencia en América Latina

Como siempre, la realidad supera a la ficción, en este caso Los infiltrados (The departed), dirigida por Martin Scorsese en 2006 y protagonizada por Leonardo DiCaprio, Matt Damon y Jack Nicholson. La intriga diplomática desatada por la caso Snowden, el joven contratista que desarrollaba trabajos para la poderosa agencia de inteligencia electrónica NSA de los EEUU, y su posterior fuga a China y luego a Rusia, requiere de algunas consideraciones generales y finalmente una reflexión sobre su impacto en nuestra región latinoamericana.

- La hoy popular y masiva Internet era la “Intranet” del Departamento de Defensa de los EEUU hasta fines de la Guerra Fría.

-El servicio de GPS que usan millones de personas en sus autos, celulares, tabletas y botes es provisto por 12 satélites militares americanos.

- El cyberespacio es un campo de batalla más como lo han sido y son la tierra, el aire, el agua y el espacio. Por lo tanto, es un error o una simplificación confundirlo con algo meramente civil, social y/o comercial.

- Los EEUU hacen lo mismo que todo Estado, o sea inteligencia, contrainteligencia y desinformación. Pero con infinitas más capacidades y siendo la tierra de origen de la misma internet y de empresas como Google, Apple, Microsoft, Twitter, Facebook, Ikype, IBM, etcétera. Además esta superpotencia representa hoy el 25 % del PBI mundial y el 47 % del gasto militar mundial. Una agencia como la NSA, la mejor financiada de las 14 de inteligencia que conduce Washington, tiene un presupuesto equivalente a todos los gastos de defensa de una potencia europea. En otras palabras, más que una cuestión de voluntad se trata de una contundente capacidad. Si los otros Estados no espían más y mejor no es por superioridad moral, prudencia o bondad, sino por contar con menos recursos.

- La inteligencia de las comunicaciones está y estará presente en la política internacional. El “telegrama Zimmermann” de 1917 que los servicios británicos interceptaron (y “retocaron” para poner más nerviosos a los EEUU e inducirlos a entrar en la guerra) entre el embajador alemán en México y Berlín, la capacidad que la Marina americana tuvo para descifrar las comunicaciones japonesas en 1942 y con ello lograr la contundente victoria naval en Midway, y la apropiación por parte del Reino Unido del “código enigma” de las fuerzas alemanas son algunos ejemplos en este sentido.

- En la era de enemigos “sin código postal” como el terrorismo fundamentalista, los traficantes de tecnología sensible, el narcotráfico, etcétera, el espionaje y la inteligencia de las de comunicaciones pasa a ser más y más “interméstico” (la combinación de lo internacional y lo doméstico) por necesidad. Generando naturales tensiones con el cuerpo legal de derechos y garantías de los países libres.

- Muchos de los que critican a EEUU son gobiernos y regímenes que hacen inteligencia interna sistemática masiva. Dado que por ser países no democráticos o “democráticos” pero sin instituciones republicanas, lo hacen con amplios márgenes de maniobra.

- Cuba entendió que recibir a Snowden era una linea roja. El caso de este desertor pudo haber llegado a ser mal calibrado por los bolivarianos y aliados regionales, lo cual finalmente no sucedió dado que tanto por la negativa cubana como por los problemas para salir de Rusia, los ofrecimientos de asilo de Venezuela y otros no se concretaron.

- Los EEUU ven a los gobiernos bolivarianos como molestias y no como amenazas, más aún cuando Venezuela es el cuarto proveedor mundial de petróleo a la economía americana (1 millón de barriles diarios a más de 100 dólares cada uno) y con 14 mil gasolineras y dos grandes refinerías en el territorio de la superpotencia. El involucrarse en este caso de espionaje habría sacado a Caracas y sus aliados de este listado de molestias y regímenes pintorescos, para colocarlos en amenazas de la seguridad nacional, situación que Chávez siempre evitó más allá de la dureza e ingenio de su retórica.

- El material robado por Snowden y dado a conocer en la prensa internacional muestra cómo en lo que respecta a América Latina el foco de atención de la NSA fueron países de muy buenas relaciones políticas y económicas con Washington, tal es el caso de México, Colombia y Brasil. Lo determinante fue su peso político y económico, más que la rudeza de las palabras y gestos. En tanto que los contestatarios bolivarianos ocupaban puestos más lejanos. En el caso de Brasilia, el gobierno de Rousseff ha marcado una postura firme pero prudente vis a vis a la Casa Blanca. Asimismo, y hábilmente, la diplomacia brasileña ha comenzado a articular un discurso en donde se mezcla la ofensa y el pedido de explicaciones por parte de la administración Obama con el histórico interés estratégico de contar con el visto bueno de los EEUU para sumarse como miembro permanente y con poder de veto al Consejo de Seguridad Nacional de las Naciones Unidas.

- En el 2004, Lula llevó a cabo una fuerte ofensiva para, junto a India, Japón y Alemania, lograr este objetivo. En ese entonces, el gobierno de George W. Bush dio a entender que sólo vería con buenos ojos sumar a Japón e India. Los vetos cruzados de China contra Japón y contra India así como de varios países europeos con Alemania dejaron el debate congelado. En lo que hacía a nuestra región, países como México, Argentina y Colombia dejaban en claro que no darían el visto bueno a esta aspiración de Brasilia.

- Por esa vueltas del destino, el caso Snowden, que tiene a nuestra región latinoamericana como un escenario marginal, podría revitalizar y descongelar en cierta medida esta aspiración brasileña no correspondida durante todo este tiempo por los EEUU. La presencia de regímenes bolivarianos no amistosos así como una relación más que deteriorada con la Argentina juegan a favor de Brasil.

Obama, el Congreso y la oportunidad de comenzar a bosquejar un nuevo consenso de política exterior

Durante el primer tramo de la década de los 70, en un contexto caracterizado por el traumático final de la guerra de Vietnam, el Poder Ejecutivo de los EEUU fue perdiendo márgenes de maniobra en cuestiones de “poderes de guerra” en manos del Congreso. Esa ecuación no fue sustancialmente alterada durante las décadas posteriores. Ni aún por caudillos del peso de R. Reagan en los ’80. Tampoco el fin de la Guerra Fría lo cambiaría radicalmente. El trauma de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 generaría un escenario en donde el presidente pasaba a tener fuertemente la iniciativa y los legisladores tenían escaso margen de maniobra para oponerse.

Ello se vio claramente en el amplio respaldo de senadores y diputados a la operación militar en Afganistán a fines del mismo año y la invasión a Irak en marzo  de 2003. Habrá que esperar varios años y traumas de sangre y fuego en territorio iraquí para que se fortalecieran las posturas criticas y el reclamo de rectificaciones por parte de los legisladores a la Casa Blanca. Esta fatiga guerrera fue cabalmente entendida por Obama en su campaña electoral del 2008 y en sus dos periodos presidenciales.

Ordenar y acelerar el retiro de la gran mayoría de las fuerzas militares americanas de Irak y el cronograma para hacer lo mismo de acá a fines del 2014 en Afganistán son claro ejemplo de ello, así como el relativo bajo perfil del Pentágono durante la guerra civil en Libia, vis a vis el fuerte activismo del Reino Unido y Francia. No obstante, lo relativamente poco hecho en Libia por parte de Washington fue clave para inclinar la balanza a favor de los rebeldes en los momentos mas críticos y finales del conflicto. La posterior guerra civil siria confirmó la doctrina Obama de intervenir lo mínimo y necesario en conflictos que no hagan al interés vital de la superpotencia.

Mientras las monarquías del Golfo Pérsico y la misma Turquía, todos países con mayoría de población islámica sunita al igual 3/4 de los sirios controlados por una minoría alawita más cercana al shiísmo de Irán y de Hezbollah en Líbano, aceleraban en todo lo posible la ayuda militar y logística a los opositores a Assad, la administración demócrata ponía paños fríos a los halcones que dentro y fuera de EEUU reclamaban una intervención más activa. Para los consejeros de Obama, qué mejor que tener un conflicto armado en donde archienemigos como Al Qaeda luchan a gran escala contra otros rivales de Washington como Assad y las milicias pro iraníes de Hezbollah.

Una destrucción mutua asegurada. No obstante, el uso puntual por parte del régimen de Assad de armas químicas denunciado por medios de prensa internacionales desde abril pasado, motivaron que el presidente americano anunciara una “línea roja” que sinceramente él no creía que alguna vez Damasco cruzaría de la manera en que lo hizo el pasado 21 de agosto. Es decir, lanzamiento de numerosos cohetes con gas sarín contra uno de los barrios de la ciudad, la muerte de 1500 personas y miles de afectados. La credibilidad de la principal potencia internacional, inmersa en una compleja partida de ajedrez con Irán por su programa nuclear, está en juego.

En un primer momento y luego de las evidencias acerca de que efectivamente se trató de armas químicas, Washington pareció inclinarse por un ataque puntual de unas 24 a 48 horas, en donde se abatirían alrededor de 50 blancos militares seleccionados usando misiles crucero de ataque a tierra del tipo Tomahawks III y IV lanzados desde 5 destructores Aegis y uno o más submarinos Ohio en el Mediterráneo, así como algún uso puntual de bombarderos estratégicos B2 y caza bombarderos furtivos F117.

Se trata de una operación con ciertas semejanzas con la Desert Fox que lanzó Clinton contra Irak entre el 16 y el 19 de diciembre de 1998. De manera sorpresiva y luego de rondas de consulta con su jefe de Gabinete y asesores de Seguridad Nacional, Obama decidió buscar el respaldo del Congreso. Inmediatamente los analistas comenzaron a subrayar cómo de esa forma el Poder Ejecutivo parecía orientado a repetir en cierta medida la lógica citada al comienzo de este artículo acerca del fortalecimiento del Poder Legislativo en tema de guerra y paz hace 40 años. A una semana de una resolución del Congreso en este sentido, todo parece indicar que más allá de ideologías, clichés y tentaciones de usos políticos internos por parte de algunos legisladores, el interés nacional primará y el presidente contará con el apoyo necesario.

Transitando un difícil sendero intermedio entre aquellos que postulan directamente la no intervención y aquellos que no quieren andar con chiquitas y directamente exigen el cambio de régimen político en Siria mediante un ataque sostenido y a gran escala, al parecer la postura que podría lograr un relativo consenso sería la de un ataque que degradara sustancialmente la capacidad militar del régimen y el compromiso de acelerar la ayuda militar y logística a las facciones rebeldes alejadas de Al Qaeda. Países claves dentro del Islam como Turquía y Arabia Saudita le darían el respaldo diplomático y militar a la operación. A diferencia de lo que se pensó en un primer momento cuando el Ejecutivo americano se inclinó a lograr un acuerdo con el Legislativo, todo parece indicar que el resultado final parece ser un ataque más contundente y ambicioso.

La Casa Blanca, conscientemente, puede comenzar a transitar la rearticulación de un consenso básico y necesario en materia de política exterior y seguridad nacional que EEUU en gran medida ha perdido de la mano de tres eventos fundamentales: la desaparición de un enemigo poderoso y claro como fue la URSS, la desafortunada guerra de Irak a partir de premisas no verdaderas y la crisis económica estallada en septiembre 2008 y la consiguiente tendencia más aislacionista que este tipo de situaciones genera.

Lograrlo o dejar marcado el camino para que se dé sería una de las mayores herencias de los 8 años de Obama, así como un factor central para gestionar el mix de palos y zanahorias que depara la relación entre EEUU e Irán por el programa nuclear de este último. Una ventana que en los próximos 12 a 18 meses puede derivar en paz o guerra, esta última de consecuencias estratégicas infinitamente mayores a la actual en Siria. Ni que decir de la utilidad de ese eventual nuevo consenso para gestionar el mix de rivalidad y cooperación con la ascendente superpotencia China.

Como proféticamente argumentaba el filósofo I. Kant en el siglo XVIII, las repúblicas tenderán a ser más eficientes para desarrollar su poder económico y militar e imponerse en parte sustancial de las contienda bélicas. Aun antes que él, N. Maquiavelo realizaba una afirmación semejante. Siglos después, los estudios estadísticos llevados a cabo en algunas de las más prestigiosas universidades del mundo de la mano de académicos de la talla de M. Doyle y B. Russett nos muestran que ello ha sido así: entre 1815 y fines del siglo XX, los regímenes políticos dotados de división de poderes y libertad política han triunfado en un 80% de las guerras en que han intervenido.

¿Choque de civilizaciones o “intracivilizaciones”?

Veinte años atrás, el sobresaliente y recientemente fallecido politólogo Samuel Huntington escribía uno de sus artículos mas taquilleros y con impacto mas allá del mundo académico: ”El choque de civilizaciones“. Como siempre polémico, punzante, afirmaba que superada la Guerra Fría ganada por los EEUU y Occidente, los conflictos de las décadas por venir tendrían un fuerte condimento ligado a las variables culturales y religiosas. Variables siempre presentes en la vida del hombre y de los Estados, pero que el los siglos recientes habían pasado un poco al costado de la mano de las ideologías y los nacionalismos.

En esta hoja de ruta que nos ofrecía Huntington, las lineas de toque entre el mundo occidental y las zonas dominadas por el Islam y por la tradición confusiana en Asia deberían ser miradas y tratadas con particular atención. No casualmente, mientras escribía ese ensayo existía una violenta guerra en la zona de los Balcanes, en la puerta de Europa, en donde se masacraban bosnios musulmanes, croatas católicos y serbios ortodoxos.

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La geopolítica de EEUU: del Nilo y el Éufrates al Ganges

A diferencia de las décadas pasadas en las que se desarrollaron otras escaladas bélicas en el Medio Oriente, en especial entre Israel y diversas coaliciones árabes, actualmente la región esta siendo cruzada por los vientos del choque entre laicos y fundamentalistas (en especial ligados a la Hermandad Musulmana en Egipto, Túnez y crecientemente en Turquía) y las escaladas de violencia de sunnitas vs. shiítas o sus “primo hermanos” alawitas. Siria es un fiel reflejo de ello, pero también ello es claramente visible en Irak, Pakistán y Bahrein. Todo ello condimentado, por una red transnacional de terrorismo como es Al Qaeda, cuyos dos primeros mandos son respectivamente un egipcio, Zawahiri, y su ascendente nuevo numero 2, el yemenita Nasir al Wuhaysi.

La presencia del grupo filo iraní Hezbollah en las operaciones militares de los alawitas de Assad en Siria contra los laicos y fundamentalistas sunnitas (la amplia mayoría en el país) muestra la complejidad y permeabilidad del escenario. En tanto, Irán avanza en la puesta en operaciones de centenares de nuevas y sofisticadas centrifugadoras para enriquecer uranio al 20% o más y en el montaje de un centro de lanzamiento cohetes espaciales y eventualmente misiles intercontinentales en Shahrud a 100 kms al NE de Teherán. Ya en enero pasado un cohete llevó un mono al espacio y lo regresó vivo a la tierra. Tecnología, esencialmente de uso dual, o sea civil y militar. Cualquier decisión de los EEUU y o Israel de operar militarmente dentro de los próximos 12 a 18 meses sobre el programa nuclear de Teherán deberá tener en cuenta una multiplicidad de impactos cruzados pocas veces vistos.

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Bullying y política exterior

En los últimos años especialistas, gobiernos y medios de comunicación han colocado como tema de atención y preocupación el fenómeno del bullying u hostigamiento y agresión sobre algunos niños y jóvenes en las escuelas y otros ámbitos, enfatizando los desequilibrios existentes y generados tanto en el agresor como en el agredido.

Inseguridades, insatisfacciones, traumas, la búsqueda de ser aceptado y respetado, desestructuraciones de valores, etcétera, son citados entre otros tantos signos de bullying. Trasladándolo al plano de la política internacional y especialmente el ámbito latinoamericano, o sudamericano como la moda imperante suele preferir, se podrían detectar gobiernos que llevan a cabo políticas exteriores sobreactuadas y que en algunos casos podrían asemejarse al bullying. Si bien a diferencia de las relaciones interpersonales en estos casos se trata de estados con escaso poder a nivel global, mientras que los receptores de esas conductas suelen ser potencias económicas, políticas y militares de primer orden, aunque no siempre, como pueden dar fe paraguayos o uruguayos.

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