Sobre la Universidad de Chile y el boicot a Israel

El 25 de abril, los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile (UCh) decidieron, por medio de una votación representativa, adherir a su casa de estudios a una campaña para boicotear a Israel. Por medio de la presión estudiantil, el objeto de la resolución adoptada consiste en vetar la participación de cualquier persona proveniente de Israel que, según la interpretación facultativa de los delegados, esté vinculada con la ocupación de los territorios palestinos. De esta manera, la universidad más antigua del país, pública, y posiblemente la más prestigiosa también, se suma, virtualmente incondicionalmente, al movimiento internacional para defenestrar al Estado hebreo. Se trata de la última victoria en América Latina del atolondrado proyecto al “Boicot, Desinversión y Sanciones”, más conocido por su acrónimo en inglés BDS.

A mi criterio, atolondrado es precisamente el mejor adjetivo, o al menos el más formalmente correcto para resumir la esencia de este movimiento. Este término se vuelve especialmente revelador en la medida en que da constancia de la ignorancia y de la falta de juicio y mesura de sus integrantes. Sólo basta con encuestar a quienes celebran tales medidas para percatarse de que lo que está en juego es un odio visceral hacia Israel, tan desproporcionado que la sombra del antisemitismo siempre termina haciéndose presente. Continuar leyendo

Seguridad israelí para los aeropuertos del mundo

Los trágicos atentados que sacudieron Bruselas días atrás pusieron de relieve, una vez más, la necesidad imperiosa de aumentar la seguridad en las capitales europeas. Entre lo que está en discusión, el saldo de 13 muertos en el principal aeropuerto belga manifiesta —como quien dice— que hecha la ley, hecha la trampa, y que aún con tantos mecanismos de seguridad, las terminales internacionales siguen siendo territorio accesible para el terrorismo.

El hecho de que se hayan producido explosiones en uno de los aeropuertos más transitados de Europa en la era post 9/11 dice mucho acerca de las deficiencias en materia de seguridad. Pese a las nuevas tecnologías y a los controles espinosos, evidentemente los mecanismos para salvaguardar al pasajero de la ira terrorista no alcanzan. Con justa razón, la prensa ha recogido el caso para relanzar el debate acerca de la seguridad aeroportuaria. ¿Es necesario que las autoridades extiendan los controles más allá de las puertas de embarque, a expensas de la comodidad y la privacidad de los usuarios? Parece evidente que, lamentablemente, la respuesta es sí.

Tal vez Israel tenga respuestas. No por poco, dada su tenaz experiencia con el terrorismo, tiene uno de los aeropuertos más seguros del mundo. En el aeropuerto Ben-Gurión de Tel Aviv, no necesariamente hay que sacarse el cinturón y los zapatos, y, no obstante, a uno lo están mirando constantemente. Si bien este logro no vino sin sus propias polémicas, lo cierto es que la doctrina de seguridad israelí es exitosa y podría ser replicada en las terminales internacionales; especialmente en las occidentales, acaso las más endebles a convertirse en blancos de la furia yihadista. Continuar leyendo

Crónica de otra masacre anunciada

A menos de un año del atentado a Charlie Hebdo y a Hyper Cacher, el terrorismo islámico vuelve a desgarrar a los parisinos y despierta nuevamente desasosiego entre los occidentales. Otra vez, los medios describen las escenas de luto y resquemor en una capital europea asediada por una fuerza transnacional invisible al transeúnte. Tal como ya acostumbra suceder en la inmediatez de un ataque terrorista, la gente comienza a preguntarse el porqué, a divagar sobre las razones que vienen detrás, y a tratar de dar con las motivaciones de los asesinos. Basta con prender la televisión y sintonizar una cadena internacional para apreciar que el debate, de uno u otro modo, siempre termina girando en torno al “¿Por qué nos odian tanto?”. A esto se suma el agravante de que Francia ha sufrido el ataque terrorista más terrible de su historia y que los perpetradores amenazan con nuevas incursiones contra los “apóstatas” y los “cruzados”. Sin embargo, aunque la evidencia del fervor antioccidental de los yihadistas está al alcance, muchos intelectuales están empecinados en dar con respuestas erráticas.

Si hay algo que hay que comprender, es que el islam radical, con independencia de sus ramificaciones, constituye un movimiento internacional abocado a la guerra santa. Esto implica que los yihadistas reivindican precisamente el concepto de “choque de civilizaciones” como propio, afirmándolo como un cauce natural de la historia, donde lo que está en juego es la supremacía del islam como religión y sistema universal. En segundo término, los extremistas interpretan las fuentes musulmanas en una usanza literal y abyecta. Rechazan tajantemente toda innovación que la cultura, la ciencia y el pensamiento político puedan impregnar sobre la religión y, por ende, se rehúsan a comprometer el dominio sagrado con la esfera de lo secular y lo profano. Lo cierto es que los yihadistas le han declarado la guerra a Occidente y a todos los sistemas de pensamiento que este representa. En la lista de enemigos del Estado Islámico (ISIS) caben los nacionalistas, los ateos, los judíos, los cristianos, los demócratas, los conservadores. En definitiva, quien no suscriba a la lectura arcaica de los yihadistas es un enemigo. Continuar leyendo

¿De camino a una tercera intifada?

La Tierra Santa es nuevamente foco de atención con motivo de los actos terroristas que vienen sacudiendo a israelíes y a palestinos desde hace algunas semanas. En medio de la violencia, los analistas se preguntan si se avecina una tercera intifada, o si esta ya es una realidad asentada. Todos los días se registran nuevos incidentes, generalmente provocados por jóvenes palestinos con armas blancas contra uniformados y civiles israelíes. Desde mi punto de vista, delinear a estas alturas si en efecto se trata de una intifada, es decir, de un levantamiento general, es prematuro, en tanto la aseveración genera mayor pesadumbre y ansiedad. Sin embargo, en cualquier caso, la pregunta obvia es por qué está sucediéndose semejante escalada, por qué en este momento y qué responsabilidad puede atribuírsele a cada bando.

Para poner la situación en contexto, la presente ola de ataques terroristas se produce cuando la atención de la comunidad internacional dista de estar enfocada en el conflicto israelí-palestino. Con las potencias preocupadas por el desarrollo de los acontecimientos en Siria, en Yemen y en Irak, y el conflicto sectario que sacude a todo Medio Oriente, la cuestión palestina ha pasado a un plano secundario. En vista de las circunstancias, ha quedado finalmente en evidencia que el embate entre árabes e israelíes no es principal causante de inestabilidad y resquemor en la región. Esto ha quedado visiblemente expuesto durante las recientes sesiones de Naciones Unidas, en donde el tema de Palestina no tuvo el protagonismo que tuviera en años anteriores. La agenda internacional, por el contrario, está sobrecargada con el desasosiego sobre el futuro del mundo árabe, preso de una conflagración mayor entre yihadistas y dictadores. Por esta razón, durante su discurso ante la Asamblea General, el presidente palestino, Mahmud Abás, buscó precisamente llamar la atención con el anuncio de que ya no se sentía obligado por los acuerdos (de paz) de Oslo, establecidos dos décadas atrás. Continuar leyendo

El dilema de Erdogan

Tras sufrir una recaída electoral en junio, con su popularidad en un bajo histórico, Recep Tayyip Erdogan, fiel a su estilo, ha vuelto a apostar a la política exterior para ganar los puntos que le faltan. Apelando a un tono nacionalista, tanteando una ofensiva contra los enemigos del Estado, el oficialismo busca compensar por la gestión que falta en casa y, apalancándose en el contexto actual de guerra regional, busca recuperar los votos que en las últimas elecciones no pudo cosechar. Es la primera vez, desde las elecciones generales de 2002, que la plataforma de Erdogan, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), no logra hacerse con una mayoría parlamentaria.

Pese a ganar las elecciones pasadas, dado que no ha podido formar coalición con otra fuerza política, Turquía llamará a elecciones anticipadas en noviembre. Erdogan intenta cambiar el sistema turco para convertirlo en un presidencialismo moldeado en el ejemplo ruso y, en los tres meses que quedan hasta los próximos comicios, espera recuperar votantes apoyándose en una política exterior fornida. Esta, que en el pasado reciente ha sido duramente criticada por su ambivalencia frente al conflicto en Siria y el avance del yihadismo, en los últimos meses se ha endurecido; y mientras el Gobierno la presenta como el cálculo estratégico propio de los intereses nacionales, la oposición, los periodistas y los analistas sospechan que estriba de intereses políticos bastante limitados, con mira a réditos inmediatos en el plano doméstico. De cualquier modo, vale preguntarse si la política exterior turca es sustentable, como desde ya también inquirir si le saldrá bien o no la apuesta a Erdogan. Continuar leyendo

Reflexiones sobre el extremismo religioso

Dos trágicas noticias sacudieron recientemente a Israel. Primero está el caso del judío ultraortodoxo con antecedentes penales, quien sin ningún escrúpulo por el quinto mandamiento, se infiltró en una marcha del orgullo gay y apuñaló a seis personas, hiriendo de muerte a una adolescente de 16 años. Luego está la noticia del niño palestino de un año y medio abrasado tras un ataque perpetrado por colonos israelíes en Duma, un pueblo del norte de Cisjordania. El padre del pequeño falleció al cabo de unos días. Su madre y su hermanito de cuatro años salieron con vida, mas con quemaduras graves. Estos incidentes, percibidos con justa razón como tangentes, provocaron una ola de indignación en la amplitud del establecimiento político israelí, como asimismo en gran parte de la sociedad civil.

El sábado primero de agosto miles de personas se congregaron en distintos puntos del país para condenar los hechos de violencia y la intolerancia religiosa subyacente. Articulados por judíos, estos actos fueron catalogados inmediatamente como terroristas y no representan hechos aislados. Las protestas, en este aspecto, hicieron eco de una inquietud arraigada principalmente en los sectores medios, frente a lo que se siente como una tendencia hacia la polarización religiosa; que en vista de muchos, amenaza la identidad pluralista y secular de Israel. Continuar leyendo

El peligro del terrorismo islámico en América Latina

Ya hemos sido advertidos, y ya hemos pagado con sangre el precio de la inacción, la inoperancia y la corrupción. Pero a vista de algunos en Latinoamérica el terrorismo parecería ser una invención de la imaginación. Una excusa yankee para justificar intervenciones armadas y designios imperiales. Un guion para dar legitimidad a todo tipo de intromisión; y una suerte de trama confeccionada para socavar la soberanía de las naciones y conquistar recursos vitales.

Estoy hablando de ciertos elementos dentro del pensamiento contemporáneo y de algún que otro artífice del populismo latinoamericano. No obstante, y sin ánimos de entrar ahora en un debate político más amplio, a veintiún años de la voladura a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), la sociedad civil debe concientizarse sobre los peligros que representa el terrorismo internacional. Debemos terminar con las declaraciones obtusas que hacen apología del delito, que básicamente arguyen que el que para uno es terrorista para otro es un combatiente -un freedom fighter- que lucha por la liberación de su pueblo. Como argumenta pues George Chaya, nunca nos pondremos de acuerdo sobre las causas puntuales del terrorismo si nos empecinamos solamente en explicar (y en justificar) la existencia de ideales frustrados.

Aunque no existe una definición internacionalmente consensuada sobre el tema, los expertos por lo menos coinciden en que un acto terrorista es aquel que busca la matanza de civiles y hacedores de decisión. Los terroristas pueden intentar maximizar el número de víctimas atacando un lugar lleno de transeúntes, o bien directamente atentar contra la vida de un funcionario público. Sean a gran escala o en un nivel simbólico, los atentados se llevan a cabo con fines políticos y propagandísticos; y su objetivo final consiste en influenciar, o mismo coaccionar, por medio del miedo y el terror, las decisiones y las políticas de un Estado o una organización internacional. Continuar leyendo

¿Qué significa la disolución del Gobierno de unidad palestino?

La semana pasada los medios anunciaron que Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), disolvería a la brevedad el Gobierno de unidad palestino, formado un año atrás para reconciliar al partido tradicional Al-Fatah con el islamista Hamás. Si bien las cadenas de noticias hicieron bien en hacer eco de esta novedad, a mi criterio no han sabido explicarle al público en general cuáles serán las implicancias venideras, o cómo será el panorama político de los territorios palestinos de aquí en adelante. Lo más importante que debe ser dicho es que la ruptura formal de Fatah y Hamás era algo que los analistas ya se veían venir desde hace tiempo. Partiendo de la base que ambas organizaciones han probado ser mutualmente excluyentes en reiteradas ocasiones, podría inferirse que la ruptura de la supuesta unidad no representa otra cosa que la decisión de Abás, heredero de Yasir Arafat, de prescindir de las apariencias de fraternidad y entendimiento con Hamás.

Para situar el caso en contexto, Fatah es la facción que históricamente ha tenido más predominio en el foro multipartidario que representa la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Si hay algo para decir a grandes rasgos del partido que encabeza Abás es que es una plataforma autocrática y populista por excelencia. El movimiento fue fundado en 1957 por Yasir Arafat y llegó a adquirir fama internacional por su notorio accionar terrorista durante las tres décadas que precedieron la firma de los tratados de paz (Oslo) en 1993. Detrás del telón del conflicto palestino-israelí, Arafat, un oportunista nato, consolidó su poder haciendo malabares discursivos para atraer a su causa a representantes de todo el espectro político palestino. Ávido planificador, Arafat supo amasar una red de financiamiento ilegal sin parangón en ningún otro grupo no estatal, dándole el lujo de financiar su propio mito, y eventualmente el poder de manejar las arcas palestinas a discreción, y sin ningún tipo de control. Abás, también conocido como Abu Mazen (por su nom de guerre y kunya) asumió la dirigencia palestina cuando Arafat falleció en 2004. De acuerdo con la ley vigente su mandato debió de haber terminado en enero de 2009, pero aun seis años más tarde continúa en el cargo, y a esta altura ya no hay indicios creíbles de que vaya a renunciar.

Hamás, desde otro lado, fundada en 1987, tuvo que trabajar diligentemente durante dos décadas hasta arrebatarle el poder a Fatah en la franja de Gaza. En contraste con la facción tradicional, caracterizada por tener una orientación secular, Hamás es y siempre fue una agrupación islamista que nunca se molestó por ocultar su identidad. Su éxito sin embargo no vino ligado, al menos no enteramente, a la atracción que la idiosincrasia política y religiosa del movimiento podía ejercer, pero sino también al hecho que Hamás en su momento representó la única alternativa viable a la veterana – y muchos dirían corrupta – guardia de Fatah. En enero de 2006 la agrupación islamista obtuvo una victoria contundente en las elecciones generales marcando un hito; demostrando en efecto que la dominación por parte de los dirigentes de siempre podía caer. Siguiendo el protocolo, a continuación siguió un Gobierno de unidad que resultó en un estrepitoso fracaso. Pese a los comicios, Abás alienó a la comitiva parlamentaria de Hamás y en breves cuentas los islamistas perdieron la paciencia. En junio de 2007 en Gaza se llevó a cabo, a manos de Hamás, una purga violenta de la dirigencia de Fatah, resultando en la cabal división de Palestina en dos entidades diferentes. Está la palestina basada en Cisjordania, el bastión de Fatah, y la palestina de “Hamastán”, el reducto comandado por los islamistas en Gaza.

Desde entonces, y como sería de esperar para el observador del conflicto palestino-israelí, las hostilidades y los bretes con Israel han provisto causa suficiente para fomentar la unidad palestina. Sin embargo, más allá de las fotos y los discursos, lo cierto es que nunca hubo una verídica reconciliación entre las fuerzas que disputan la representación de la causa de los palestinos. Ambos partidos son mutuamente excluyentes porque los dos comparten una aversión hacia compartir el poder. Siendo que las dos plataformas se afianzaron bajo fundaciones ideológicas maximalistas, cada una de estas estructuras ve en la otra una amenaza – sea porque la misma representa toda la decadencia de un modelo agotado e inoperante (como ve Hamás a Fatah), o bien porque signa la irrupción en la política de fanáticos e insulsos aficionados (como ve Fatah a Hamás). Se trata en definitiva de un juego de suma cero, en donde la desconfianza y el escepticismo han prevalecido sobre cualquier acuerdo. Vale recalcar en este sentido que el supuesto Gobierno de unidad acordado el año pasado significó el sexto intento por alcanzar una conducción mixta.

Crónica de un fracaso anunciado, la crisis contemporánea fue atribuida a la irritación de Abás por no pinchar ni cortar en Gaza, donde Hamás se niega a compartir influencia, sobre todo en lo que respecta a la cuestión de seguridad y defensa, que eufemismos de lado, significa el patrimonio para hacerle la guerra a Israel. Parte de lo que explica el juego de suma cero entre las facciones contendientes pasa por una pugna por ver qué organización tiene más credenciales combatiendo a la entidad sionista enemiga. En cierta medida cuando Hamás le tira cohetes a Israel Fatah pierde credibilidad; y cuando hay algún evento o conmemoración, a veces parecerían verse en el aire más banderas verdes de Hamás que amarillas de Fatah. Explicando la reticencia de Abás a compartir el poder, sucesivas encuestas vienen mostrando que entre los palestinos Ismail Haniyeh de Hamás suele ser más respetado que la investidura de Abás, de modo que el líder, ya octogenario, no podría revalidarse convocando a elecciones sin antes arriesgar perjudicarse. A Abás el tiro le podría salir por la culata, y de ser así, posiblemente estaría abriéndole la puerta a un Gobierno islamista en Cisjordania, cosa que indubitablemente oscurecería todo prospecto de paz en la región.

En los últimos años Abás ha querido mostrar su faceta de combatiente llevando la lucha por el reconocimiento de un Estado palestino a los foros internacionales de las Naciones Unidas, donde ha obtenido victorias simbólicas, que aunque prematuras y carentes de impacto real, le han valido repuntar puntos como cabecilla. Desde luego, en términos de la realpolitik, un Abás fuerte es naturalmente preferible a un Haniyeh fuerte, en tanto con el primero se puede discutir de paz y con el segundo no. En la medida que no deponga la vía de las armas en sus tratos con Israel, en lo que concierne a la política internacional, Hamás seguirá siendo considerada una organización terrorista por los grandes actores. Abás hasta ahora ha sabido capitalizar la indecorosa posición de sus rivales islamistas, justificando su mandato prolongado y la perpetua postergación de reformas democráticas en la necesidad de trabarle la puerta a Hamás – y por así decirlo, en la máxima diablo conocido mejor que diablo por conocer. El problema de esta postura es que la urgencia al corto plazo ha inhibido el desarrollo institucional de los palestinos, y ha enceguecido a los ministros de exteriores frente a los abusos cometidos por Abás, a quien rápidamente tildan como moderado y amante de la paz.

Los detractores del hombre fuerte de Fatah, y no necesariamente los islamistas, le inculpan gobernar con un impúdico nivel de autoritarismo, nepotismo y corrupción. Se concede que en sus dominios no hay libertad de prensa, que hay arrestos extrajudiciales, y que en suma, cuando se presta atención en los problemas internos palestinos donde Israel tiene poco que ver, aparece una gran concentración de poder en torno a la figura del presidente. La pauta de este flagelo no solamente viene dada por la disputa partidaria entre Fatah y Hamás, mas también se percibe dentro del propio entorno de Abás. Ejemplo de ello, en 2013 Salam Fayyad tuvo que dimitir de su cargo como primer ministro por impulsar políticas antípodas a la visión cortoplacista oficialista. Laureado economista reconocido internacionalmente, Fayyad era celebrado por sus esfuerzos por consolidar gobernabilidad al largo plazo empoderando a las comunidades locales de forma apartidaría. Ilustrando el mismo punto, en los últimos días han salido informes que indican tensión entre el sucesor de Fayyad, Rami Hamdallah, y su benefactor.

Los eventos recientes exponen la inviabilidad de un Estado palestino dividido territorial y psicológicamente entre un polo islamista y otro secular, mas también muestran la decadencia de las instituciones políticas locales. Con independencia del rol que vaya a jugar Israel, esta realización dificulta por lo pronto la concreción de un acuerdo de paz comprensivo porque no es posible determinar a un solo interlocutor para tanto Cisjordania como Gaza. Por el contrario, cada territorio tiene a su propia autoridad y su propia agenda, y esto implica una complicación al proyecto de un Estado palestino unificado. Por otra parte, dado que el Gobierno israelí había anunciado que no negociaría con la ANP en tanto Hamás tuviera representación en ella, la ruptura podría allanar el paso a una nueva ronda de negociaciones, que podrían decantar en resultados positivos.

Juzgada por sus propios méritos, parecería que la política palestina necesita una tercera opción. De momento lamentablemente la coyuntura complica este anhelo, pues para ganar legitimidad y credibilidad como líder, entre los palestinos no se valoran tanto las credenciales de pichón como aquellas de halcón.

El macabro legado de Hitler en el terrorismo árabe

El pasado 30 de abril se cumplieron setenta años desde que Adolf Hitler se suicidara en su bunker en la asediada y destruida ciudad de Berlín. Siete décadas más tarde Occidente lo recuerda como el peor diablo que podría haber engendrado la sociedad contemporánea del siglo XX. Sin dudas un líder paradigmático, el Füher logró transformar a la culta y productiva Alemania en una máquina de guerra, que mandó a asesinar sistemáticamente a millones de personas. El legado macabro de Hitler refleja que los occidentales no están exentos de desarrollar totalitarismos, y más extensivamente, sentimientos antiliberales, antirrepublicanos como también, paradójicamente, antioccidentales. Hoy en día, su influencia generalmente se asocia con grupos reducidos de neonazis e individuos. Lo que no es tan conocido sin embargo, es que la figura de Hitler le dio a una importante parte de la dirigencia árabe un ejemplo a seguir, un modelo de Estado a imitar, y naturalmente, una tendencia autoritaria con la cual gobernar. Lo que es más, particularmente vinculante con el conflicto árabe-israelí, el nazismo le impartió a los árabes mediante intermediarios la doctrina de la judeofobia europea.

La razón que explica la admiración de los árabes por los alemanes parte del hecho histórico que durante la Primera Guerra Mundial, muchos árabes y musulmanes se identificaron con la causa germana, casi instintivamente, porque los alemanes eran los enemigos de los británicos y franceses, quienes acarreaban un historial de intervenciones e injerencias en los asuntos internos de los poderes musulmanes de la época. Para 1914 los británicos se habían establecido en Adén (desde 1839), en Egipto (desde 1882), en Chipre (desde 1878), dominaban el subcontinente indio (desde el siglo XVIII), y ejercían una fuerte presión sobre los asuntos del golfo Pérsico y del Imperio otomano. Los franceses por su parte tomaron colonias en Argelia (en 1830), Túnez (en 1881) y Marruecos (en 1912), de modo que su influencia se extendía a lo largo del norte de África. Para las multitudes árabes, la conflagración europea se presentó como una oportunidad para denunciar los agravios del colonialismo, redescubrir una identidad propia y cuestionar la legitimidad del orden anglofrancés. Los alemanes ya entonces supieron capitalizar el descontento de los árabes contra las autoridades londinenses y parisinas, lanzando esfuerzos dirigidos para poner a los musulmanes en contra de sus respectivos tutores imperiales. Para ello apelaron al concepto de guerra santa, la yihad, y colaboraron con los otomanos en campañas propagandísticas orientadas a dar legitimidad religiosa a la sublevación contra las fuerzas aliadas. El plan no dio resultado, y los alemanes no lograron formar quinta columnas dentro de los dominios coloniales enemigos, o sublevaciones religiosamente motivadas entre los musulmanes.

El punto a destacar, sin embargo, es que los alemanes se percataron de que la religión tenía el potencial de tocar la sensibilidad de los árabes, y probarían, con más éxito, la misma estrategia de propaganda durante la Segunda Guerra Mundial. Para entonces, destruido el Imperio Otomano al término de la Primera Guerra, la dominación de Francia y Gran Bretaña englobaba Medio Oriente, y los árabes ya habían experimentado un renacimiento nacionalista como también otro islamista, que volcaba la religión hacia significantes políticos. Estas condiciones, sumadas a la continua inmigración judía hacia Palestina, le facilitaron a los nazis la tarea de persuadir a los árabes que el resto de Occidente conspiraba en su contra; que se encontraba orquestado por la judería mundial, y que Alemania era el aliado natural de quienes luchaban contra la opresión y la injusticia.

Por su desdén contra las autoridades coloniales, los árabes desarrollaron opiniones contrarias a los valores liberales y al sistema parlamentario de los colonizadores. Estas eran ideas que difícilmente llegaban a aplicarse con éxito en la realidad local, donde la represión era moneda corriente, y la misión civilizadora de los europeos era vista popularmente como una agresión cristiana. Algunos autores, notoriamente Bernard Lewis, Efraim Karsh y Elie Kedourie, indican que dado su devenir histórico, la falta de instituciones representativas entre los árabes los hacía proclives a simpatizar con la disciplina autocrática. En su día, el fascismo, y luego el comunismo, parecían funcionar y prometer grandes réditos, pero lo que es más importante, el totalitarismo presentaba un discurso que, contrario a lo que sucedía con el liberalismo, no sonaba del todo foráneo, y utilizaba conceptos con los cuales los árabes podían relacionarse a partir de su propias memorias históricas. El modelo en cuestión insistía en el principio de seguir a un gran líder, llamaba al sacrificio y a dejar todo por una causa trascendental, y pensaba a la sociedad como un todo orgánico, donde el énfasis descansaba, no en los intereses egoístas del individuo, pero en la voluntad de la masa.

Lo cierto es que entrada la Segunda Guerra Mundial, los alemanes pusieron a trabajar su espectacular aparato propagandístico para repartir folletos y traducciones de “Mein Kampf” y “Los protocolos de los sabios de Sion”, y transmitir emisiones de onda corta a Medio Oriente, nuevamente enfatizando que la sublevación contra los poderes aliados era una obligación de carácter religioso. Esta campaña tuvo considerablemente más éxito que aquella llevada a cabo tres décadas antes. Resulta que además de aprovechar las últimas tecnologías de comunicación, a los efectos de persuadir a las masas, los nazis discutían que el futuro, sino la misma supervivencia de los árabes, dependían de la victoria hitleriana. Y para darle credibilidad a su llamado, los nazis emplearon intermediadores musulmanes.

El principal agente y agitador de los nazis trabajando para movilizar a los árabes fue el muftí de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini. Este era un hombre que poseía, bajo la gracia de las arrepentidas autoridades británicas, la conducción política y espiritual de los árabes palestinos. Exiliado en Alemania durante la guerra, su principal obra fue saltear las distancias entre el insipiente movimiento islamista y el nazismo. En breve, como ejemplifican sus declaraciones, su trabajo devino en que la retórica totalitaria fuese cubierta y validada con adscripciones islámicas, sobre todo en cuanto concierne al trato con los judíos.

En 1944 el muftí instó por radio a los árabes a que se levanten como un solo hombre y que peleen por sus derechos sagrados. “Maten a los judíos dondequiera los encuentren. Esto le agrada a Dios, a la historia y a la religión”. Haj Amin también fue instrumental en reclutar una división de soldados bosnios para pelear en las SS. Dirigiéndose a sus hombres, sintetizo que “existen muchas similitudes considerables entre los principios islámicos y el nacionalsocialismo, principalmente, en la afirmación de la lucha y la camaradería…en la idea de orden”. Este líder, considerado uno de los fundadores del nacionalismo palestino, no solamente compró el cuento de que la judería mundial dictaminaba la guerra, pero lo que es más importante, suscitó una tendencia de visceral odio hacia el judío entre los árabes que continua hasta el día de hoy. Hasta ese entonces, antes de la Segunda Guerra y la siguiente creación del Estado de Israel, el antisemitismo entre los árabes era una experiencia que si bien era recurrente, no se comparaba con el avasallante prejuicio y violencia de los europeos. El éxito de la campaña del muftí recae, según Jeffrey Herf, en que basándose en la ideología hitleriana, pudo tomar el Corán y “utilizar una apropiación e interpretación selectiva” del mismo para presentarle a los nazis “un punto cultural de entrada a los árabes y musulmanes”.

Curiosamente, incluso un hacedor de paz como Anwar Sadat llegó a admirar a Hitler. En 1953, a sus treinta y cuatro años, escribió para un periódico egipcio una carta hipotética al dictador como si este estuviese vivo.

“Querido Hitler: te admiro desde el fondo de mi corazón. Incluso si se parece que has sido derrotado, en realidad eres el ganador. Has sido exitoso creando disensión entre el viejo de Churchill y sus aliados, los hijos de Satán. Alemania renacerá a pesar de los poderes occidentales y orientales. Cometiste algunos errores, pero nuestra fe en tu nación ha más que compensado por ellos. Debes estar orgulloso de haberte convertido en un líder inmortal de Alemania. No nos sorprenderíamos de verte regresar a Alemania, o de ver alzarse a un nuevo Hitler para reemplazarte”.

La realidad contemporánea, especialmente en los territorios palestinos, muestra que el desdichado saludo de Sadat hacia Hitler aún tiene resonancia en el siglo XXI. Multitudes árabes admiran al dictador por haberle dado batalla a los otros poderes de la época, y más aún, por haber aniquilado a millones de judíos, quienes son asociados con Israel; y en tono con la paranoia popular, responsables por toda calumnia e injusticia que sopesa sobre los musulmanes.

El instituto israelí Palestinian Media Watch (PMW) viene mostrando cómo los medios palestinos, tanto de Hamás como de Fatah, incitan a comparar a los israelíes con los nazis, a la negación del Holocausto, e incluso a la admiración de Hitler. El sitio de PMW le hace seguimiento a eventos o incidentes que denotan la magnitud del problema. Por ejemplo, resalta que hay palestinos llamados Hitler, que el nombre es utilizado como un proverbio positivo. Hitler es glorificado, y su obra es un éxito de ventas. Análogamente, un instituto norteamericano, The Middle East Institute (MEMRI), muestra frecuentemente como esta vanagloria del mal se ha convertido, en efecto, en una característica ya asentada en la cultura mediática del Medio Oriente en general.

Los grupos más propensos a difundir el culto a Hitler en la región son desde luego los islamistas, quienes toman su legado para encontrar paralelos con el presente. Esto se ve tanto en el carácter autocrático que suele caracterizar a estos grupos, en el estilo llamativo de sus insignias, saludos, y manifestaciones, y en la creencia en conspiraciones globales organizadas por los judíos. Es triste, pero el hitlerismo, lo que Occidente considera un capítulo cerrado de su historia, dista de verse de la misma manera en el mundo árabe.

El milagro de Israel

Este 23 de abril en Israel se celebró, de acuerdo al calendario hebreo, el 67º aniversario de su independencia. Es un país desprestigiado y demonizado alrededor del globo, generalmente con motivo de su tosca relación con los palestinos. La opinión pública suele condenar al Estado judío porque lo ve, especialmente desde finales de la década de 1980, como un Goliat que agrede a un David. En nuestros tiempos a Israel se le han adscrito adverbios ominosos, y se lo acusa básicamente de ser un agresor que se traga la tierra a su alrededor. Cuando se defiende, si es que se concede que se defienda, se lo acusa de actuar desmedidamente, y curiosamente, defenestrarlo se ha convertido en una de las pocas ideas en común entre nacionalistas reaccionarios y algunos intelectuales supuestamente progresistas. Sin embargo, si de progresismo se trata, quisiera utilizar este espacio para enfocarme en los aspectos positivos, y mostrar muchas de las razones que tiene el mundo para celebrar la Estatidad judía; y no lo haré con prosa, sino con hechos que hablan por sí solos.

Una visita al World Factbook de la CIA permite extraer los siguientes datos. Israel ocupa el puesto número:

•             99 en cuanto a su (reducida) cantidad de habitantes. (7.8 millones de los cuales el 20% es árabe)

•             19 en expectativa de vida de sus habitantes. (81.28 años, mayor que el promedio de la Unión Europea y Estados Unidos)

•             168 por su (baja) tasa de mortalidad materna. (7/100.000 nacimientos)

•             13 en cantidad de médicos por cada 1.000 personas (3.35/1.000, mayor que el promedio de la Unión Europea y Estados Unidos)

El Democracy Index de la revista The Economist muestra a Israel como el país más democrático de Medio Oriente (39 en el mundo) y según la Freedom House, Israel es el único país de la región que goza de una prensa libre. Tiene 12 Premios Nobel y tuvo una de las primeras mandatarias del mundo.

El liderazgo de Israel en innovación científica y tecnológica le ameritó la entrada a la Organización Internacional para el Desarrollo Económico – (OCDE) en 2010; que agrupa al bloque de países desarrollados. Algunas cifras suministradas por este organismo reflejan que Israel:

•             Tiene el gasto más alto en materia de investigación y desarrollo (R&D) en el mundo en relación con su PBI (4.4% según la OCDE y un 4.8% según la UNESCO) y ocupa el puesto 18 en términos absolutos.

•             El 43% de la población israelí tiene un título de grado o educación superior, ubicándolo por encima del promedio entre los países de la OCDE (27%).

Según la OCDE, el país, a pesar de tener que lidiar con grandes desafíos, “ha logrado reducir las emisiones de los principales contaminadores de aire, reducir la dependencia de energía fósil y reducir la extracción de agua fresca”. A propósito, sería también uno de los dos países que recibieron el siglo XXI con un aumento neto en su número de árboles.

Israel recicla más del 80 por ciento de las aguas residuales domésticas – una proporción cuatro veces más alta que cualquier otro país. El método de riego por goteo, que permite la irrigación de zonas áridas es una creación israelí. La compañía detrás de dicho sistema, Netafim, opera en 112 países. Este dato es relevante si se considera que el Estado de Israel posee 70 embajadas. Hay más. Otra empresa que se destaca en el campo, IDE Technologies se dedica a desarrollar soluciones para la desalinización y potabilización en general del agua; con gran mercado en China. TaKaDu ofrece un software para contar con el conocimiento necesario para aumentar la eficiencia de sistemas acuíferos urbanos; es utilizado por la ciudad de Antofagasta y Londres. Otra iniciativa, Water Sheer, comercializa equipos multiuso portátiles que pueden potabilizar agua en cualquier circunstancia. Y GFA propone una tecnología para criar peces en un medio terrestre.

Israel es pionera en el uso de energía solar. Un estudio muestra a Israel como el país con el mayor consumo de energía solar per cápita en el mundo, con un 3 por ciento del consumo interno local, y para 2020 se propone llevar esa cifra al número 10.

El 90 por ciento de los hogares del país utilizan energía solar para calentar agua. Una start up israelí, ZenithSolar, está comenzando a producir sistemas combinados y eficientes para la generación de calor y energía. Otra start up, SolarEdge, produce optimizadores, inversores y equipamiento para monitorear la eficiencia de sistemas fotovoltaicos. Otro emprendimiento entre tantos otros, Innowattech, propone recolectar la energía mecánica de los vehículos terrestres para convertirla en energía verde.

Un estudio mostró que Israel tiene la mayor cantidad de artículos y papers científicos per cápita en el mundo – 10 veces el porcentaje de población mundial que le toca a Israel (0,11%). En términos absolutos, Israel es cuarto en actividad científica. Esto incluye el desarrollo aeroespacial. Es el país más pequeño (en un grupo de 9) en haber puesto en órbita satélites propios. Consistentemente con estos datos, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ubica a Israel 17 en el Índice de Desarrollo Humano.

Todos estos adelantos se prestan al servicio de la cooperación internacional, organizada por MASHAV, agencia gubernamental que desde 1958 organiza programas de educación y capacitación a escala global además de suministrar ayuda humanitaria a las naciones afligidas por conflictos o desastres naturales.

Según la Unión Internacional de Comunicaciones (UIT o ITU en inglés), Israel tiene uno de los números de computadoras per cápita más alto en el mundo (sino el más alto), y el 70% de su población usa internet, siendo uno de los primeros cuarenta países en este campo. Para el 2020, el Estado se propone instalar fibra óptica de alta velocidad en todo el país. “Silicon Wadi”, la contraparte hebrea y segunda en importancia global luego de Silicon Valley en California, atrae la mayor cantidad de capital riesgo (Venture Capital) per cápita en el mundo. Análogamente, Israel produce más start-ups tecnológicas per cápita que cualquier otro país. En valores absolutos, después de Estados Unidos y China, tiene más empresas listadas en NASDAQ; haciendo de Israel un imán de inversión extranjera.

Una de estas compañías es TEVA, el mayor productor de drogas genéricas en el mundo – mucho más accesibles que sus homólogas de marca, algo especialmente cierto en los países en vías de desarrollo. La computadora biológica más pequeña del mundo, cápsula endoscópica, y la cámara óptica más pequeña del mundo, utilizadas por la medicina para detectar cánceres, son israelíes. En efecto, Israel se ha posicionado como líder en materia de desarrollo de equipamientos e innovaciones en el campo medicinal y de alta tecnología (High Tech).

El primer software de antivirus endorsado por Microsoft fue de Israel, que fue también fue pionera del Firewall y del Virtual Private Network (VPN) que posibilitan la existencia de Skype. El chat como lo conocemos fue una invención israelí que comenzó con ICQ, y las memorias USB (pen-drive) y SD, utilizadas en todo tipo de dispositivos electrónicos cotidianos son un invento israelí.

Dijo Bill Gates: “Israel es un jugador de peso en el mundo del High Tech, lo que explica la considerable contribución del país, no solo en el área de emprendimientos en High Tech, pero también en centros de Investigación y Desarrollo (R&D) para compañías como Microsoft, Intel y Motorola”.

En fin, ¿cómo es todo esto posible en un país con una superficie comparable con la de El Salvador o la provincia argentina de Tucumán (puesto 154 en el mundo), siendo además desierto alrededor del 60 por ciento de su territorio? ¿Cómo es posible esto, en un país sin recursos naturales,que se ha visto envuelto en guerras desde su creación, y cuya existencia sigue siendo amenazada por terceros? ¿Cómo, en un país con un pequeño número de habitantes procedentes de todo el mundo, se han podido alcanzar tantos logros?

¿Cómo ha sido posible el milagro israelí?

Decía David Ben-Gurión, que “en Israel, si se quiere ser realista hay que creer en milagros”.