El 25 de abril, los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile (UCh) decidieron, por medio de una votación representativa, adherir a su casa de estudios a una campaña para boicotear a Israel. Por medio de la presión estudiantil, el objeto de la resolución adoptada consiste en vetar la participación de cualquier persona proveniente de Israel que, según la interpretación facultativa de los delegados, esté vinculada con la ocupación de los territorios palestinos. De esta manera, la universidad más antigua del país, pública, y posiblemente la más prestigiosa también, se suma, virtualmente incondicionalmente, al movimiento internacional para defenestrar al Estado hebreo. Se trata de la última victoria en América Latina del atolondrado proyecto al “Boicot, Desinversión y Sanciones”, más conocido por su acrónimo en inglés BDS.
A mi criterio, atolondrado es precisamente el mejor adjetivo, o al menos el más formalmente correcto para resumir la esencia de este movimiento. Este término se vuelve especialmente revelador en la medida en que da constancia de la ignorancia y de la falta de juicio y mesura de sus integrantes. Sólo basta con encuestar a quienes celebran tales medidas para percatarse de que lo que está en juego es un odio visceral hacia Israel, tan desproporcionado que la sombra del antisemitismo siempre termina haciéndose presente. Continuar leyendo