Por: Iván Petrella
Históricamente, la comunidad internacional intentó combatir los grupos fundamentalistas del Medio Oriente interviniendo militarmente y a partir de ahí tratando de secularizar el conflicto. Ahora, ante las atrocidades que viene cometiendo ISIS, una fuerte ofensiva militar se está complementando con una nueva alternativa: el combate teológico, la batalla por la definición del Islam. Lo que se busca es que el Islam sea una herramienta, y a largo plazo tal vez la herramienta central, en la pelea contra fundamentalistas.
El argumento que subyace a esta tercera opción fue resumido por un importante referente del clero musulmán, el Sheik Bin Bayyah: “Si no derrotas las ideas intelectualmente, las ideas van a resurgir”. Por eso, hay que combatir ISIS con el Islam y así evitar que sean los extremistas quienes definan la fe. El combate se está dando en tres niveles distintos: juristas y autoridades del Islam, sociedad civil y Estados nación.
La oposición al accionar de ISIS por parte de reconocidos académicos musulmanes no es algo nuevo. Desde que declaró el establecimiento de un califato, el grupo fue condenado por diversos referentes de la fe. Figuras importantes de Al-Azhar, la universidad más antigua del Islam, lo rechazaron abiertamente: “El califato islámico no puede ser restaurado por la fuerza. Ocupar un país y matar la mitad de su población (…) no es un estado islámico, eso es terrorismo”.
Lo novedoso es que representantes de distintas interpretaciones, moderadas y extremas, se unan en contra del grupo terrorista. Ciento veinticinco académicos y clérigos del Islam, de distintas nacionalidades, redactaron una carta en la cual criticaron a ISIS por justificar sus atrocidades en nombre de Dios. El documento incluye una lista detallada de los horrores cometidos por los extremistas y explica por qué cada uno viola versos específicos del Corán y las enseñanzas del profeta. Premisas como “agredir en nombre de Dios no es propio del Islam” y “obligar a la gente a convertirse es ajeno al Islam” son sostenidas con extractos de los textos sagrados. La carta está dirigida al líder de ISIS, pero también hacia la comunidad musulmana en general, con el fin de evitar que nuevos fieles se alisten o colaboren financieramente.
La sociedad civil también se apropió de la tarea de difundir que ISIS no representa el Islam. Cuando se dio a conocer que en los actos de ISIS participaban jóvenes provenientes de países occidentales, jóvenes musulmanes británicos comenzaron en las redes sociales la campaña #notinmyname (no en mi nombre). Creyentes de todo el mundo se sumaron a la iniciativa y la semana pasada miles de fieles en Francia, Alemania y Noruega participaron de demostraciones en contra del accionar y la ideología de los extremistas.
La misma lógica se puede encontrar a nivel estatal si se tiene en cuenta que los primeros en unirse a la coalición liderada por Estados Unidos fueron países musulmanes como Arabia Saudita, Bahréin, Qatar, Emiratos Árabes, Egipto y Jordania. En este sentido, el presidente Obama hizo hincapié en sus discursos en la necesidad de marcar la distancia entre ISIS y el Islam; sostuvo que ninguna religión justifica el asesinato de inocentes y remarcó que, hasta el momento, la mayoría de las víctimas han sido musulmanes.
Todo lo dicho no minimiza la importancia de la respuesta armada en el corto plazo. Pero hay que evitar el peligro de que nuevamente el accionar de un grupo extremista lleve a la generalización y a la identificación de una enorme cantidad de creyentes con la violencia de una minoría. Culpar a 1.400 millones de personas por las atrocidades que cometen algunos refuerza la postura fundamentalista, en la cual un grupo se considera el representante del Islam en su totalidad. De la misma forma, ver el conflicto como un enfrentamiento entre Islam y Occidente le resulta funcional a grupos como ISIS, quienes precisamente postulan esa dicotomía. Por eso es un avance que haya surgido esta tercera vía, que rompe con la idea de que ISIS es el Islam.
En su último discurso frente al Consejo de Seguridad de la ONU, la presidente Cristina Fernández de Kirchner sostuvo que “está claro que la forma en que se ha venido combatiendo al terrorismo no es la adecuada porque cada vez se complica más, cada vez son más grupos, cada vez son más violentos, cada vez cuentan con más poder”. Algo de razón tiene, pero falta dar el siguiente paso. Para combatir a grupos extremistas como ISIS el Islam inevitablemente debe ser parte de la solución, lo cual requiere un esfuerzo de la comunidad musulmana y de la comunidad internacional. La Argentina es el país con mayor número de musulmanes de América Latina y ejemplo destacado de la convivencia de las tres religiones de raíz abrahámica. Seguramente podríamos aportar nuestra experiencia para ayudar en esta tarea urgente.