El peligro de erigir un pensamiento nacional

La presidente Cristina Fernández de Kirchner designó al filósofo Ricardo Forster como Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional. Viniendo de un gobierno que utiliza sistemáticamente los medios públicos como órganos de propaganda partidaria y que falseó las estadísticas públicas y luego intentó acallar con multas a quienes buscaban informar datos fiables, sólo para nombrar algunos casos, la creación de la secretaría no es tranquilizadora.

La parte de “Coordinación Estratégica” del nombre ya despierta dudas, porque el pensamiento en general suele ser difícil de coordinar. Más aún, quienes tenemos una visión pluralista defendemos la descoordinación: que distintas ideas y posiciones compitan entre sí, que la crítica fomente el avance del conocimiento. Querer coordinar el pensamiento parece peligrosamente cercano a querer controlar el pensamiento; y decir que se lo hará estratégicamente remite a la idea de que se lo hace desde arriba, de forma centralizada. En definitiva, tener a un organismo del Estado coordinando estratégicamente el pensamiento asusta.

La segunda parte no ayuda, porque “Pensamiento Nacional” remite a una corriente específica de pensamiento, y el Estado Nacional debe intentar representar a todos los argentinos y no sólo a una parte. En una entrevista al diario La Nación, Forster señaló que es una “mezquindad” asimilar la iniciativa con el fascismo como se ha hecho en las redes sociales; y el decreto de creación de la secretaría habla de “convocar a todo el arco político”. Pero una búsqueda rápida por Internet de “pensamiento nacional” devuelve una escuela específica de pensamiento, y una escuela que divide a las corrientes en nacionales o anti-nacionales.

Por ejemplo, un documento titulado “¿Qué es el Pensamiento Nacional?” sostiene que “el pensamiento y la producción intelectual cuya función es planificar, implementar y justificar el programa de la dependencia es denominado como Pensamiento antinacional, colonial o neocolonial.” De nuevo, en el marco de un gobierno que declama pluralismo pero opera desde la unanimidad, es difícil creerlo. En este sentido, cabe recordar que hace pocas semanas el Ministro de Economía acusó a una periodista de “anti-argentina” y que ayer los bloques opositores en Diputados denunciaron que el oficialismo rehúye el debate e incumple el reglamento de la Cámara.

Finalmente, el pensamiento nacional remite a una visión de una Argentina cerrada, que se ufana de una supuesta superioridad y excepcionalidad. Esa visión tiene también un componente latinoamericanista, pero en los últimos diez años el resto de la región creció no encerrándose sino incorporándose de manera inteligente al mundo. En definitiva, las visiones cerradas del país defendidas por partidos que se consideran la nación o el pueblo y que ven en visiones distintas al enemigo no nos llevaron al desarrollo.

Frente a esa, hay una visión de una Argentina más abierta al mundo, menos dispuesta a considerarse excepcional y más dispuesta a aprender del resto del mundo y de quienes piensan distinto aquí mismo. Y esa visión no privatiza el uso de los medios públicos ni crea secretarías para fomentar una corriente de ideas ni para coordinar estratégicamente el pensamiento.

Sensación… de que pudo ser peor

“Qué garrón te comiste, flaco”, me dijo Ricardo mientras su hombro derecho sangraba. “¿Yo?”, le dije, “el que tiene el balazo sos vos”.

A la mañana dejé a mis hijas en el colegio, en zona norte, y entré a Capital por Cabildo. Estacioné el auto en Conesa y Congreso y seguí camino al centro en el subte, para no comerme el tránsito, el estacionamiento, y poder ir leyendo. A la tarde, cuando volví del centro en busca del auto, la cuadra estaba cerrada por un patrullero, había federales, vecinos, curiosos y un tipo herido de bala: Ricardo.

A Ricardo lo intentaron asaltar mientras iba por ahí en su Peugeot 307 gris. Intentó escaparse haciendo marcha atrás por Conesa, chocó a un Renault 19 rojo y a mi auto que estaban estacionados en Conesa y, de paso, se ligó un balazo. Cuando llegué había terminado todo, y Ricardo estaba tranquilo: aparentemente, la bala había entrado y salido por el hombro izquierdo. Mi primera sensación, apenas entendí un poco lo que pasó, fue que yo había zafado, que la saqué barata. Como le dije a Ricardo, el que se comió el balazo fue él.

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Cómo lograr un desarrollo sostenible

Desde que hace unas semanas estalló la crisis energética en todo su esplendor, escuchamos decir que es la más anunciada, y es cierto: sabíamos que sobrevendría, pero no desde hace 5 ó 10 años sino desde hace 50. Efectivamente, esta crisis energética es producto de políticas prácticamente iguales a las llevadas a cabo en el primer peronismo, y los resultados, lógicamente, se parecen. Si queremos resultados distintos, que saquen provecho del enorme potencial argentino, tenemos que pensar políticas diferentes.

En La economía política de la Argentina en el siglo XX, Roberto Cortés Conde explica con claridad los problemas energéticos del primer peronismo: “Como el gobierno subsidió los precios para evitar su incidencia en el costo de vida, su consumo subió aún más”. La política de tarifas congeladas llevó a un problema de balanza comercial (“las importaciones de combustible alcanzaban casi un cuarto del total”), hubo “racionamiento de energía” y “los apagones en Buenos Aires, al final de la década peronista, la hicieron parecer una ciudad de un país en guerra.”

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El largo y sinuoso camino

Como en la canción de los Beatles, el camino hacia un mundo de libertad y justicia es largo y sinuoso. Hoy es 10 de diciembre y en el camino al trabajo me entero de que en Cuba fue detenido mi compañero Pedro Robledo. Pedro fue a la isla a participar de un congreso de Derechos Humanos y terminó detenido en un país que no respeta el debido proceso. Un país que nos enseñó, como dice Claudia Hilb en un libro reciente, “que una sociedad radicalmente igualitaria sólo podía imponerse bajo la forma de un régimen totalitario.”

Hoy es 10 de diciembre y leo en el diario que en Sudáfrica entierran a Nelson Mandela, quien luchó durante años por los derechos de millones de sus compatriotas, desprovistos de derechos por el color de su piel. Mandela ejemplifica como pocos líderes en la historia la lucha por los derechos, y para él también el camino fue largo y sinuoso; podría haber cantado, como los Beatles, “Muchas veces he estado solo/y muchas veces he llorado/como sea nunca sabrás de cuántas formas he intentado”.

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Beatriz Sarlo y las políticas reales para la vida real

A poco menos de una semana de las PASO, el diario La Nación publicó una columna de Beatriz Sarlo en la que criticaba a Gabriela Michetti (y a partir de ella a buena parte de los candidatos) por un discurso que encuentra vacío de contenido. A contrario de lo que sostiene Sarlo, la postura de PRO es profundamente política.

Sarlo describe una mutación política que habla de “valores” antes que de “ideologías”. Los candidatos se limitarían a hacer encuestas y repetir lo que la gente dice. En definitiva, dice, “hay algo profundamente hostil a la política en los discursos generalistas cuya validación es lo que la gente declara ante los encuestadores o lo que los candidatos escuchan cuando recorren un barrio”. Parece así sostener, implícitamente, una visión de la política divorciada de lo que los votantes efectivamente quieren, que generalmente es menos una discusión de principios o ideológica que la creación de las condiciones para vivir mejor. Parecería que quien debe definir qué es importante no debería ser el electorado, el pueblo, la gente, sino los dirigentes o los intelectuales. Pero podría decirse que hay algo profundamente hostil a la democracia en los discursos ideologizadores cuya validación es lo que un teórico, o dirigente o especialista declara como lo correcto.

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