El peligro de erigir un pensamiento nacional

Fernando Santillán

La presidente Cristina Fernández de Kirchner designó al filósofo Ricardo Forster como Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional. Viniendo de un gobierno que utiliza sistemáticamente los medios públicos como órganos de propaganda partidaria y que falseó las estadísticas públicas y luego intentó acallar con multas a quienes buscaban informar datos fiables, sólo para nombrar algunos casos, la creación de la secretaría no es tranquilizadora.

La parte de “Coordinación Estratégica” del nombre ya despierta dudas, porque el pensamiento en general suele ser difícil de coordinar. Más aún, quienes tenemos una visión pluralista defendemos la descoordinación: que distintas ideas y posiciones compitan entre sí, que la crítica fomente el avance del conocimiento. Querer coordinar el pensamiento parece peligrosamente cercano a querer controlar el pensamiento; y decir que se lo hará estratégicamente remite a la idea de que se lo hace desde arriba, de forma centralizada. En definitiva, tener a un organismo del Estado coordinando estratégicamente el pensamiento asusta.

La segunda parte no ayuda, porque “Pensamiento Nacional” remite a una corriente específica de pensamiento, y el Estado Nacional debe intentar representar a todos los argentinos y no sólo a una parte. En una entrevista al diario La Nación, Forster señaló que es una “mezquindad” asimilar la iniciativa con el fascismo como se ha hecho en las redes sociales; y el decreto de creación de la secretaría habla de “convocar a todo el arco político”. Pero una búsqueda rápida por Internet de “pensamiento nacional” devuelve una escuela específica de pensamiento, y una escuela que divide a las corrientes en nacionales o anti-nacionales.

Por ejemplo, un documento titulado “¿Qué es el Pensamiento Nacional?” sostiene que “el pensamiento y la producción intelectual cuya función es planificar, implementar y justificar el programa de la dependencia es denominado como Pensamiento antinacional, colonial o neocolonial.” De nuevo, en el marco de un gobierno que declama pluralismo pero opera desde la unanimidad, es difícil creerlo. En este sentido, cabe recordar que hace pocas semanas el Ministro de Economía acusó a una periodista de “anti-argentina” y que ayer los bloques opositores en Diputados denunciaron que el oficialismo rehúye el debate e incumple el reglamento de la Cámara.

Finalmente, el pensamiento nacional remite a una visión de una Argentina cerrada, que se ufana de una supuesta superioridad y excepcionalidad. Esa visión tiene también un componente latinoamericanista, pero en los últimos diez años el resto de la región creció no encerrándose sino incorporándose de manera inteligente al mundo. En definitiva, las visiones cerradas del país defendidas por partidos que se consideran la nación o el pueblo y que ven en visiones distintas al enemigo no nos llevaron al desarrollo.

Frente a esa, hay una visión de una Argentina más abierta al mundo, menos dispuesta a considerarse excepcional y más dispuesta a aprender del resto del mundo y de quienes piensan distinto aquí mismo. Y esa visión no privatiza el uso de los medios públicos ni crea secretarías para fomentar una corriente de ideas ni para coordinar estratégicamente el pensamiento.