¿Por qué no hay más protestas contra el yihadismo?

Es notorio que EEUU y la mayoría de los gobiernos europeos han cometido errores en sus programas políticos como en su diplomacia en Oriente Medio. No hubo avances en articular políticas que seduzcan a la calle árabe y cautiven el corazón y las ideas de los musulmanes para alcanzar una victoria definitiva en la guerra contra el terrorismo yihadista. Los resultados están a la vista. El ejército del califato islámico (ISIS) es el emergente de los dislates de la administración Obama como de sus colegas Hollande y Cameron. Ellos lo crearon junto a Qatar y, posiblemente, nos lleven ahora a una nueva guerra cuyo resultado incierto puede abrir puertas a la profundización de la brecha entre Oriente y Occidente al intentar neutralizarlo. Continuar leyendo

Una comunidad internacional desacreditada

“La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte. O, en la interpretación europea de la crisis de Gaza, el terrorista incluido en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea que no mate europeos será considerado como menos terrorista”. Al igual que Groucho Marx, la Unión Europea se dispone ahora a intentar que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte. No se esfuerce el lector por entenderlo: ¡simplemente no tiene sentido!

En el pasado, Europa y EEUU podían permitirse realizar análisis maniqueos porque los proyectiles de Hamás sólo impactaban contra los cultivos o en campo abierto. Ahora, sin embargo, tienen a su merced a alrededor de 6.000.000 de israelíes, un número importante sobre el total de la población del Estado Hebreo.

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La maldición de las guerras inconclusas

Dos semanas le tomó al Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, emitir un llamado al “cese al fuego en Gaza”. Su gesto diplomático -de forma y de orden tan bajo y endeble que ni el mismo se lo creyó- fue recibido por las partes como un efímero soplo del viento. El gesto del funcionario no hizo más que reflejar la falta de voluntad, la sumisión y la imposibilidad de la comunidad internacional para hacer frente a las causas reales de este absurdo, innecesario y sangriento conflicto.

De todos los temas en la agenda global, evidentemente el conflicto palestino-israelí “es el más cargado de emociones” y, pareciera ser, el menos adecuado al análisis político. Sin embargo, sin tal lectura y sin abordar las verdaderas causas, sus disparadores y actores interesados en su permanente continuidad, no se puede esperar que un alto el fuego constituya algo más que un momento de calma para la siguiente ronda.

Como sea, es inevitable efectuarse una pregunta central: ¿por qué la guerra estalló en este momento? La guerra siempre estalla cuando una o más partes -en una relación de confrontación- perciben que el statu quo vigente es intolerable y debe modificarse. No procede en las tensiones geopolíticas de Medio Oriente hablar de cuestiones humanitarias, tanto Hamas como Israel dejan eso a los verdes a pacifistas y antibelicistas que piensan que pueden parar las bombas vociferando en plazas europeas o latinoamericanas. Rechazando la endemia de la guerra, a lo que me refiero es al punto de vista político-militar de dos energías en pugna.

Personalmente, no debato ideologías ni apoyos a tal o cual sector, eso se lo dejo al lector pensante. Me refiero siempre a los hechos. Y en el caso de Gaza, Hamas fue el primero en encontrar que debía cambiar el status quo establecido desde la efectiva retirada israelí del enclave, ocurrida en el año 2005. Así fue que se dio a la acción para modificarlo.

Varios acontecimientos llevaron a esto, a saber:

a) El colapso de la Hermandad Musulmana en Egipto, un aliado primario de Hamas desde la era del derrocado presidente Hosni Mubarak. Los Hermanos brindaban logística y apoyo de altísimo valor político, estratégico y militar que se perdió con la caída del presidente Mohamed Mursi, meses atrás.

b) Los crecientes problemas económicos de Irán, producto de las sanciones económicas sobre el régimen de los mullah’s y la consiguiente reducción del apoyo de Teherán a Hamas. Este punto se hizo sentir fuerte en el enclave gobernado por la organización islamista.

c) El fracaso de Hamas en reactivar la economía, combinado con métodos autoritarios y de rígido control le significó una pérdida de apoyo popular entre los propios habitantes de la Franja, por lo que había que apelar al pueblo con acciones convincentes para mantenerse presente en la reivindicación de sus postulados como movimiento de resistencia ante el enemigo externo.

Así, para cambiar el status quo, Hamas tuvo que volver a recalentar el escenario con sus ataques con cohetes contra Israel. De esta manera se dio a la acción, al tiempo que sometió a civiles de uno y otro lado a la devastación. En ello, dio relativa importancia a la devastación –incluso- para su propio pueblo y, mostrando su “resistencia al enemigo sionista”, se lanzo en una ofensiva temeraria. Esta ha sido la táctica de siempre, aunque esta vez, colisiono con una realidad inesperada para su conducción, salvo Qatar, “no hay apoyo de las naciones islámicas para Hamas”. Esto se aprecia en los críticos “silenciosos” dentro del mundo árabe y la comunidad palestina, incluidos los de Gaza.

Lo que Hamas ignoró es que Israel sintió también que el status quo era insostenible e insoportable, y decidió no recibir más misiles y cohetes a diario sobre sus poblaciones. El cálculo estratégico de Hamas erró esta vez. No consideró que el propio Israel puede aprovechar la oportunidad para intentar cambiar el status quo definitivamente en esta guerra y, saldar así, cuentas pendientes como vienen desde 2009 con la “Operación Plomo Fundido”.

En política, “si no se puede decir en una frase cuál es la meta que se persigue, siempre es mejor guardar silencio hasta que se pueda hacerlo”. Hamas no supo entender este principio básico. Ahora ¿cuál es -en una frase- la meta de Hamas? La pregunta no es de difícil respuesta. Se encuentra establecida en los estatutos de conformación del movimiento y, claramente se puede leer en su articulado: “la destrucción de Israel”.

Es claro que el mundo está lleno de movimientos utópicos mesiánicos, milenaristas y otros dedicados a las agendas idealistas, y no hay razón por la cual Hamas no debería ser uno de ellos. Sin embargo, Hamas vive en un mundo de fantasía donde ha olvidado el destino y el futuro de la población de Gaza. Hamas no calculó que los habitantes de Gaza son, en su mayoría, refugiados, bastante más apegados al modelo de la Autoridad Nacional y su justo reclamo por construir un Estado Nacional Palestino. Lo que no es lo mismo que un Estado islamista.

Si en el pasado Hamas obtuvo el respaldo de los habitantes de Gaza contra las autoridades de la Autoridad Nacional Palestina, fue precisamente por su posición frente a las viejas falencias de la ANP del presidente Mahmmud Abbas. Pero no para un programa pan-islamista ni para establecer allí un califato, como pretende Hamas.

En el contexto de la situación actual, el objetivo de Israel para detener los ataques con cohetes hacia su territorio fue facilitado por Hamas. Israel cuenta con los recursos para alcanzar esa meta y desmantelar los sitios de lanzamiento de cohetes. Lo mismo para neutralizar el mando y control de la red operativa de Hamas. Habrá por tanto que ver si es esta una nueva guerra inconclusa como las anteriores, o si esta vez tiene un final, sea por medio de las armas o, como sería más aconsejable, por medio de un acuerdo definitivo.

Vivimos en un mundo en el que la guerra rara vez se permite llevar a cabo en forma completa. Ello debido a que el estado de ánimo de la comunidad internacional es hostil a ella y, a pesar de que la guerra siempre ha sido, y es posible, infortunadamente, que continúe siendo, el instrumento de regulación de las relaciones conflictivas entre los pueblos.

En el futuro, la opinión pública internacional, la presión de EE.UU. y el creciente costo de la guerra moderna no permitirán al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hacer uso pleno de la guerra como instrumento de remodelación de la realidad geopolítica. Peor aún, en vez de perseguir a Hamás en Gaza, Netanyahu puede terminar ayudando a Hamas a volver a Cisjordania. También puede que Hamas quede demasiado débil para conformar un nuevo status quo en el enclave. Una vez que las armas se hayan silenciado, entonces veremos dónde estamos con el nuevo status quo. Y más importante aún, cuales habrán sido las implicancias y consecuencias reales de una guerra “terminada o de una guerra a medio terminar”. Está visto que los dos adversarios no pueden entenderse desde 1948.

Sin embargo, a través de los años hemos sido testigos del auge y la caída de 17 movimientos palestinos de “liberación”. Con una sola excepción, todos eran grupos nacionalistas que decían luchar por la liberación y bajo una idea que aglutinó el pensamiento marxista, estalinista y maoísta. Todos esos grupos incluyeron la palabra “Palestina” en su identificación. La única excepción es Hamas, que con sus acciones y postulados representa al Estado teocrático, y con ello, socava las esperanzas de los palestinos por un Estado propio.

La tragedia de Gaza nos debería recordar un hecho trascendental a través de la historia de los conflictos humanos: “Si hay algo peor que la guerra, es una guerra a medio terminar”.

¿Es Rohani quien la comunidad Internacional supone?

Si todo continúa según lo previsto, en las próximas semanas, la República Islámica de Irán deberá anunciar otro “acuerdo provisional” respecto de su programa nuclear. Aunque publicitado con mucho ruido, el pacto que se dio a conocer en Ginebra meses atrás no se firmó, configurando un fiasco de magnitud para la comunidad internacional. Por tanto, aquel documento no puede ser considerado como vinculante. Contrario a ello, fue degradado a la categoría de un “plan de acción conjunto” y no un tratado internacional. En otras palabras, no era más que una lista de promesas y una declaración de voluntades incumplidas. Exactamente como lo adelante en mi columna en Infobae de diciembre del año pasado.

Lo concreto es que el presidente Hassan Rohani puso en juego su mandato apostando al éxito de las negociaciones con el llamado grupo 5+1 liderado por los EE.UU. El presidente iraní cree que un acuerdo sobre la cuestión nuclear sería cortar el nudo gordiano de las sanciones que pesan sobre Irán y una nueva era de las relaciones de la República Islámica con el mundo exterior. Y eso, en cierto sentido, es el primer error en su estrategia. Las agrias relaciones de Irán con grandes potencias como Rusia, que ha actuado recientemente como un aliado táctico del régimen, no se debieron a la preocupación sobre la intención real o imaginaria de Irán por construir una bomba.

Las grandes potencias consideran con recelo y desconfianza al régimen khomeinista desde el principio mismo de constitución. Antes de que los mulláh tomaran el poder, los líderes de las grandes potencias ya evitaban visitar Irán. En todo el decenio de 1970 dos presidentes de EE.UU, dos de la ex Unión Soviética, tres cancilleres alemanes, un presidente francés, dos primeros ministros británicos y un presidente chino estuvieron en Teherán. Sin embargo, con los mullah en el poder, esas visitas se esfumaron mucho antes que la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) revelara que Teherán tenía un programa nuclear clandestino con posibles dimensiones militares.

Por lo tanto, incluso si la cuestión nuclear no fuera el motivo, no hay ninguna garantía de que las grandes potencias alterarían su postura adversa. De hecho, hay varias otras conductas -violaciones a los derechos humanos, violencia contra la mujer y los homosexuales, por nombras algunas- con la que Irán genera la preocupación de las grandes potencias antes de poner el asunto nuclear sobre la mesa. Si esos poderes consideran a Irán poco digno de confianza en muchas cuestiones, no hay ninguna razón para no sospechar de sus intenciones con respecto a la cuestión nuclear. Después de todo, Irán tenía un programa nuclear ambicioso antes de los mullah, y nadie protestó. De hecho, los países del grupo 5+1 compitieron en el pasado para proveer tecnología a las ambiciones nucleares de Irán.

El segundo error de Rohani es considerar las negociaciones nucleares como medio de silenciar a la oposición. “Consideramos que estas conversaciones son un paso hacia el desarme y la desarticulación de nuestros rivales”, dijo días pasados. Cualquier colega estudioso de la política regional e incluso un estudiante de ciencias políticas sabe que sencillamente es un error de amateur hacer algo con la esperanza de servir a un propósito no relacionado.

El tercer error en la estrategia de Rohani es que se lo ve apurado para conseguir algo y se lo nota enredado y complicado en su propia estrategia. No deja de repetir que Irán “no va a retroceder un paso en su proyecto de investigación nuclear”. Sin embargo, el problema no refiere a la investigación. Cualquiera podría hacer una investigación, incluso en Internet. Lo que importa es lo que uno hace con la investigación. Es decir, “con el desarrollo de la misma”. Irán tendrá que probar y demostrar las hipótesis a las que llegue en la investigación que su presidente sugiere. Y eso significa hacer las cosas diferentes de lo que ha estado haciendo antes. En otras palabras, no se necesita una industria nuclear de amplia base para hacer una investigación significativa si ella es de naturaleza médica, científica y no militar.

El siguiente error de Rohani es que rechaza la posición de “la contraparte”. Acusa al grupo 5+1 de “falsedad” al afirmar que Irán está llevando a cabo un proyecto militar. Y entonces él debe mentir afirmando -sin demostrarlo- que su objetivo es un plan nuclear no militar. Pero ¿cómo se puede probar tal cosa? Aquí es donde Rouhani ha caído en su propia trampa. En lugar de preguntar “a la otra parte” para responder a sus preocupaciones con evidencia que quite esas preocupaciones, Rohani elimina y descarta esas preocupaciones llamándolas “injustificadas”. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que indique que Irán no esté avanzando hacia el umbral cada vez más cercano de obtener una ojiva nuclear.

Inicialmente, Irán tuvo una disputa técnico-legal con la OIEA. La ineptitud de los dirigentes de Teherán transformó aquella diferencia en una crisis diplomática en la que se implico la ONU. El Consejo de Seguridad ha aprobado seis resoluciones exigiendo que Irán tome una serie de acciones precisas. Hubiera sido más fácil para Irán satisfacer la demanda de la OIEA, al no hacerlo, quedo expuesto al cumplimiento de las resoluciones. En su lugar, Irán está ahora atrapado en un procedimiento sin precedentes en la diplomacia internacional y a negociar el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o asumir los costos y su responsabilidad ante la comunidad internacional.

La agonía de Irak

Aunque las elecciones en Irak han terminado, la situación se ha deteriorado profundamente. En la provincia de Anbar -la más grande del país- es cada vez peor. Los combates se han intensificado en la ciudad de Faluyah y a las puertas de Bagdad, así como en otros lugares que se mantenían en paz desde la intervención estadounidense de 2003. Lo concreto es que Irak sólo experimentó un breve período de calma después que Al-Qaeda fue expulsada de la zona por los norteamericanos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo del retiro ordenado por el presidente Obama para que el grupo regrese.

Según informes de agencias turcas y árabes, los combates en Anbar ha detenido las exportaciones de petróleo de Irak a Turquía. Estos envíos ascendían a 400 mil barriles al día. Lo mismo ocurrió con los 30.000 barriles diarios que el gobierno del PM Nuri Al-Maliki exportaba a Jordania. Ya nada de eso es posible con el consecuente impacto en la economía y en la población iraquí. Lo mismo sucede con las importaciones de alimentos, cemento, yeso y medicinas procedentes de Jordania y Europa hacia Bagdad. Las mafias tribales y bandas terroristas han vuelto a controlar las carreteras en el norte y el oeste del país.

¿Qué dirán de esto aquellos militantes y académicos occidentales enfermos de anti-americanismo que por los últimos 11 años exudan su auto-odio a Occidente y los EE.UU. hablando de invasión y el crimen de robar el petróleo iraquí de parte de Washington? Seguramente no dirán nada Usted no debería esperar que levanten la voz en defensa del pueblo iraquí. Los muertos y el desastre actual es prolijamente ejecutado por los mismos que ellos han apoyado y defendido desde sus plumas y zapatos arrojados a quien sea que opinara lo contrario a sus posiciones. Y como el lector inteligente sabe, las noticias pierden ímpetu en la prensa como ya lo ha perdido la carnicería siria y como seguramente se desinstalara en unos días la campaña en favor de la libertad las niñas nigerianas secuestradas por los terroristas islamistas de Boko Haram, a pesar de los hashtag y el Twitter de la primera dama estadounidense.

Las ciudades de Irak, específicamente en la zona de Anbar, están sufriendo igual que Bagdad ya que las carreteras han sido bloqueadas para todos, excepto para las tropas del ejército o los grupos criminales como Al-Qaeda y las milicias terroristas que responden a Teherán. Así, la maquinaria del crimen y la muerte entre suníes y chiíes está funcionando a la perfección sumiendo a los ciudadanos iraquíes a un cruel asedio que no padecían con la presencia estadounidense 14 meses atrás.

Pero ¿por qué todo esto está sucediendo? Lo explicaré simple y claramente: porque los combates en Anbar se complicaron y extendieron luego del retiro estadounidense debido a que las muchas partes que intervienen en él están fuera del control gubernamental. Aunque algunos afirman motivos patrióticos, lo que está sucediendo es sencillamente una guerra más sucia que cualquier guerra’ y en ella no hay: ni patriotismo ni patriotas. Lo que está presente es la actividad delincuencial de grupos como Al-Qaeda y su filial local, ‘el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS)’ que ha tenido éxito en dominar amplísimas zonas geográficas y están combatiendo entre tribus y contra las tropas del gobierno que, a su vez, están luchando contra otras tribus aliadas con Al-Qaeda. Todos ellos han tenido éxito en el logro de un solo resultado: la destrucción de la seguridad y la economía del país, y son responsables por el desplazamiento de decenas de miles de personas que continúan convirtiéndose en refugiados.

Los habitantes de Anbar y la zona son claramente víctimas de las actividades de Al-Qaeda y el ISIS por ordenes directas de su líder, Ayman Al-Zawahiri, el médico sucesor de Bin Laden que continúa los postulados de la organización terrorista y con su accionar es funcional a la agenda iraní tanto en Irak como en Siria.

Irak está sufriendo debido a los delincuentes de Al-Qaeda y las tribus aliadas a ellos. A esto se añade el hecho que la provincia también se enfrenta a las tropas iraquíes y otras organizaciones kurdas que escogieron la lucha armada luego del retiro de Obama. Sin embargo, nadie va a ganar en esta guerra, aunque el propio gobierno iraquí piense que resolverá la crisis mediante la fuerza de las armas. Y es interesante que no se escuche ni se lea a los colegas del progresismo hueco occidental aportar soluciones. Es posible que estos hombres de papel hayan consumido todas sus energías y neuronas en fogonear la crisis cuando estaban los norteamericanos allí. Pero ¡claro! ya no está George Bush en el Salón Oval y sin la presencia del “Cowboy malo” uno bien podría entenderlos pues ahora no parece haber nadie allí y el salón pareciera estar vacío desde los últimos 6 años con el “Cowboy bueno” de Obama.

En materia de soluciones, no es imposible derrotar al ISIS y al resto de las filiales de Al-Qaeda ya que ha sucedido en el pasado. Para ello se necesita de acciones coordinadas de las autoridades iraquíes en materia política y militar. Esto requerirá la cooperación del Ejército y de los señores de la guerra que dirigen las tribus. Solo de allí emergerá una solución política que pueda poner fin a la ruptura en curso. Una solución política y militar que permita reabrir las carreteras, la actividad productiva y el estímulo en las fábricas, junto al retorno a la exportación de petróleo a Turquía y Jordania como la reapertura y distribución en todo el territorio del país de insumos, alimentos y medicinas importados para aliviar el sufrimiento del pueblo iraquí se hace imperiosa y necesaria.

Para cambiar el escenario se requiere -en mucho- de la voluntad política de las autoridades locales y la comunidad internacional. Solo así se podrá restablecer la economía y la seguridad en Irak y no se necesita -en nada- de falsas campañas favorables al terror y la muerte bajo el falso lema de la autodeterminación de los pueblos a la que se dieron organizaciones militantes, periodistas y académicos ganados por su resentimiento hacia el modernismo y el verdadero progreso.

El pescador furtivo del Caspio

Después de haber flexionado sus músculos en Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, se está preparando para delimitar la cuenca del Caspio como otra zona de influencia de Moscú. La próxima semana, los ministros de Exteriores de los cinco Estados de la Rusia litoral -Kazajstán, Turkmenistán, Irán y Azerbaiyán- estarán organizando una agenda afín a los deseos de Putin para una cumbre que se realizara en septiembre de este año en Moscú.

Con las reservas de petróleo estimadas en 28 mil millones de barriles (en comparación con los 16 mil millones de barriles del Mar del Norte), la cuenca del Caspio es el mayor yacimiento del mundo después del Golfo. Deseoso de reducir su dependencia del petróleo de la OPEP, Washington ha estado interesado en el Caspio desde la década de 1990. En 2002, un documento de trabajo elaborado por la administración del presidente George W. Bush identificó a Rusia como un ‘socio estratégico’ para los EEUU en lo referente a la gestión de suministros mundiales de energía.

El cálculo de Putin es que el retiro de EEUU bajo la era del presidente Barack Obama podría permitir a Rusia la consolidación de su posición en el centro del mercado mundial de la energía mediante la ampliación de su presencia incluyendo el Golfo a través de Irán. El éxito de la alianza ruso-iraní en el mantenimiento del régimen del presidente Bashar Al-Assad en Siria ha fortalecido la creencia de Putin de que podía usar a Irán como un socio menor en toda la región. Para que su estrategia tenga éxito, Putin necesita establecer firmemente a Rusia como la potencia con la última palabra en el Caspio.

Las ambiciones de Putin para el Caspio no son nada nuevo. En 2002, ordenó las primeras maniobras militares allí desde la caída del imperio soviético. En ese momento, sin embargo, Moscú solicitó la aprobación informal de Washington para los ejercicios -de cinco días- que incluyeron 10.000 soldados de élite, 60 buques de guerra, 30 aviones de ataque y un número desconocido de embarcaciones anfibias. Para disipar los temores de Rusia re-emergente como potencia hegemónica, dos ex-repúblicas soviéticas, Kazajstán y Azerbaiyán, se incorporaron en esos ejercicios y maniobras militares.

Esta vez, sin embargo, Putin no tiene necesidad de ‘consultar’ a Washington. “No hay nadie allí!” sugiere un comentarista de la prensa rusa. Tampoco es necesario que Putin utilice “la hoja de parra del multilateralismo” para su plan de transformar el Caspio en un lago ruso. Ninguna de las otras naciones litorales tiene el poder militar para moderar el apetito del amo del Kremlin. Putin ha apoyado a Irán, el más grande de los vecinos de Rusia en el Mar Caspio, ofreciéndose a ayudar a los mulás a eludir las sanciones impuestas por las Naciones Unidas, la Unión Europea y los EE.UU. El plan incluye la venta por parte de Rusia del petróleo iraní hasta 20 mil millones de barriles en los mercados globales en el marco de un acuerdo de trueque.

La última vez que el Caspio fue testigo de una batalla naval fue en 1856, cuando los rusos hundieron la Armada persa y establecieron el control militar total. Un tratado que Rusia impuso a Teherán, Irán acordó no mantener una armada en el mar Caspio y limitar la navegación comercial a sus aguas costeras. Después de la caída del imperio soviético, Irán tímidamente trató de construir una presencia naval en el Mar Caspio. Consistía en unos guardacostas que operan dentro de las aguas territoriales iraníes supuestamente contra los pescadores furtivos de esturión y caviar.

Desde 1991, Irán ha buscado un acuerdo para declarar el Caspio un mar cerrado de propiedad conjunta de sus cinco estados litorales. Según el plan, el Caspio sería administrado conjuntamente por lo que cuestiones como la protección del medio ambiente, la regulación de la navegación comercial, la fijación de cuotas para la pesca y lo que a desarrollo del turismo se refiere.

Cuando se trataba de los recursos de petróleo y gas, sin embargo, el plan iraní daría a cada uno de los cinco estados litorales el 20 por ciento del total de la explotación. Azerbaiyán, respaldada por los EEUU, se opuso al plan iraní desde el principio. Los azerbaiyanos insisten en que el Caspio se distribuirá entre los Estados del litoral de acuerdo con el tamaño de su costa. Eso le daría a Irán sólo el 11 por ciento del total. Rusia apoyó inicialmente a Irán en un intento por evitar que los EEUU obtuvieran una posición dominante en el Caspio a través de Azerbaiyán y Kazajstán. La posición de Rusia cambió después de que Putin y Bush establecieron una “asociación estratégica” durante una cumbre en Crawford, Texas, en 2001.

Al no haber podido vender su “soberanía compartida”, Irán trató de revivir los tratados que ha firmado con Rusia en 1856, 1928 y 1942. Bajo esos tratados, sólo Rusia e Irán tenían derecho sobre el Mar Caspio. Esto se debió a Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán no existían como Estados independientes en esos años. Los tratados, sin embargo, fueron atacados por muchos sectores, entre ellos algunos miembros del Majlis islámico en Teherán.

Bajo el esquema ahora promovido por Putin, Rusia obtiene casi el 20 por ciento del Caspio, mientras que Kazajstán recibe el 17 por ciento. Otro 13 por ciento se destinará a Turkmenistán. La participación de Azerbaiyán será el 18 por ciento, dejando el 12 por ciento en el caso de Irán. El estado de varias ex islas iraníes que se equiparan a Azerbaiyán, aún no está claro. Al mismo tiempo, Irán ha retirado todos los habitantes de la isla de Ashuradeh y disuelto su pequeña presencia militar allí.

Lo cierto es que Rusia está aumentando su influencia en Irán en otro sentido. Se está orquestando un esquema multinacional según la cual el petróleo y el gas del Caspio y Rusia se alimentan las refinerías ubicadas en el norte de Irán.

Mientras que el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei, se engaña a sí mismo en la creencia de que está en la cima del mundo, lo cierto es que Rusia considera a Irán del tamaño de una gota del mar Caspio y apunta también en deglutirse la producción de petróleo y gas del gobierno de Teherán.

Evitar un nuevo Bosnia

Cuando se trata de evaluar lo que está bien y lo que está mal en las conductas y los conflictos humanos, es habitual estar ante una difícil decisión pues el ámbito de colisión tanto de las ideas como de las acciones a menudo incluyen zonas grises. Cuando se trata de interpretar una guerra civil, la tarea se vuelve aún más escabrosa debido a que la urgente necesidad de detener la tragedia debe superar la tentación de repartir culpas y responsabilidades.

De vez en cuando, sin embargo, nos enfrentamos a un conflicto en el que tomar partido es a la vez ‘una posibilidad teórica pero también un imperativo moral’. Exactamente a esa categoría pertenece esta crisis que ha sumido a Siria en una tragedia de magnitud por los últimos de tres años. Es por eso que uno siente cierta sensación de indignación ante los que tratan el asunto con sus tibios “sí, pero no” (para evitar tomar partido) lo que al final del día, equivale y significa llanamente tomar partido por los malhechores y asesinos.

Tiempo atrás, en el marco de una de mis conferencias en Boston, un oficial de alto rango de la administración del presidente de EEUU, Barack Obama, me dijo que actuarían duramente ‘para frenar la masacre del pueblo sirio a manos de Bashar Al-Assad si se comprobaba la utilización de armas neuro-toxicas en suelo sirio’ (el propio Obama hizo también la misma promesa). Ese era el momento de la ‘línea roja’ de Washington, me indicó. Luego, el mundo vio que nada de eso sucedió y la esperanza de los sirios que esperaban ayuda ante su sufrimiento se desvaneció por completo. El año pasado, un alto funcionario del gobierno francés declaró que el presidente de Francia, François Hollande, ‘estaba listo, incluso para una acción militar’ que pusiera fin a la carnicería de Siria. Pero por supuesto, eso fue antes de que Obama realizara su espectacular huida de la región, dejando solo al desventurado e inepto Hollande. Si Francia pretendía maquillar sus traiciones históricas en el Oriente Medio y el Levante en Siria, todo lo que sucedió es que París reincidió en su conducta artera y dual hacia los pueblos árabes.

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Irak: reaparece el fantasma de Saddam

 

Cualquier persona que por estos días escuche noticias sobre Irak escuchara el batir de tambores de guerra. El primer ministro Nuri Al-Maliki parece estar preparándose para un asalto militar contra los grupos opositores en la provincia de Anbar, específicamente con la ciudad de Falluyah como blanco principal de su ofensiva para acabar con la sedición sunita que alberga los residuales leales a Saddam Hussein, hoy asociados con elementos de Al-Qaeda. Aunque puede ser demasiado tarde para debatir la conveniencia de tal medida o para ofrecer consejos sobre la solución de la crisis. Sin embargo, el mejor consejo que Maliki podría tomar es el de reconsiderar su estrategia militar.

Puede parecer que el primer ministro tenga la situación a su favor pues el nuevo ejército iraquí con casi un millón de hombres, incluidas las fuerzas armadas regulares y los equipos de seguridad y policiales es controlado absolutamente por él. También tiene algunos aliados entre las tribus árabes sunitas en Anbar, incluyendo parte de la As-Sahwah (una coalición que ayudó a derrotar la resistencia favorable a Saddam hace casi una década). Su estrategia patriotera también goza de apoyo entre varios grupos chiítas dentro del país. El referente de la política iraquí chiíta, Sheikh Mokhtada Al-Sadr, ha suavizado su tono beligerante de otros tiempos contra Maliki en nombre de la solidaridad chiíta, lo cual fortalece al primer ministro en sus planes militares y lejos de buscar un consenso político, cada vez lo empuja más hacia la salida armada.

Es claro que el primer ministro está dispuesto a buscar un tercer mandato en las próximas elecciones generales, el ha conseguido un impresionante nivel de apoyo extranjero. Los mulás iraníes, a quienes nunca les simpatizo porque pensaban que era el hombre de Washington en Irak, ahora lo apoyan y sostienen que es la única figura chiíta iraquí capaz de mantener unida a la comunidad ante los próximos desafíos políticos locales y regionales. También la administración Obama está jugando ficha a favor de Maliki proporcionándole sofisticados aviones no tripulados y misiles. Algunos círculos en Washington y Teherán están propagando la idea que EEUU y la República Islámica tienen un interés compartido en el aplastamiento de los grupos de la resistencia sunita iraquí, tanto igual que en el mantenimiento de un debilitado presidente Bashar Al-Assad en Siria para mantenerlo como marioneta a manipular de forma conjunta.

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Grupo 5+1 y Teherán: ¿salió Irán realmente beneficiado?

Aunque el presidente Rouhani describió el papel de sus enviados para la firma del acuerdo alcanzado con el Grupo 5+1 en Ginebra como un triunfo, declarando incluso que la historia de la Revolución Islámica se divide en ‘un antes y después de Ginebra’, sin embargo, cuando ‘las lagrimas de la emoción se disipan’ es posible evaluar este evento con mayor claridad.

Para empezar, siento decirlo, pero no está claro cuál es el nombre del documento que se ha firmado. Se habla de ‘acuerdo’, ‘memorándum’, ‘hoja de ruta’ y hasta de un ‘plan de acción conjunta’. Sin embargo, el documento no podrá ser reconocido con rango de ‘tratado internacional’. El grupo 5+1 es un órgano creado ad-hoc por Naciones Unidas y no tiene autoridad para firmar un tratado vinculante. De hecho, las negociaciones fueron conducidas por el representante de Asuntos Internacionales de la Unión Europea (UE).

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Barack Obama: el “modelo de rendición preventiva”

El secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, adelantó el martes pasado el plan de su gobierno sobre la guerra civil siria, que de ponerse en práctica tal y como la diplomacia estadounidense lo plantea, está condenado al fracaso desde el primer minuto en que se intente implementar. Según Kerry, “el resultado de la guerra siria no se definirá en el campo de batalla sino en una mesa de negociaciones”. Hasta allí está muy bien, aplausos para Kerry. Lo he señalado en reiteradas oportunidades meses atrás. “La guerra civil siria no se puede ganar y debe ser suprimida”. La pregunta es: ¿por qué la administración Obama esperó hasta aquí para ofrecer una salida diplomática? Si el señor Kerry conociera la historia de los conflictos árabes en particular y del mundo en general, debería saber que en determinadas fases de un conflicto armado “los resultados de todas las guerras se han determinado en el campo de batalla”.

Lo explicaré sencillo: ‘Las guerras ocurren cuando un statu quo que garantiza un equilibrio de poderes contradictorios dentro de un sistema político deja de funcionar. Cuando eso sucede, el status quo se vuelve intolerable para uno o más de los elementos que coexisten en su interior. Luego, sucede que uno o más de esos elementos tratan de romper el status quo por la fuerza, lo que provoca conflictos con otros elementos que están presentes en ese escenario con intereses reflejados en el orden político existente.

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